8 de marzo de 2022

Mitos y cultos sirio-fenicios en el imperio romano


Imágenes: arriba, estatua de Júpiter Doliqueno sobre un altar dedicado por Cayo Espurio Silvano, datada en el siglo III. Carnuntum, Austria; abajo, Venus (Afrodita) y Adonis, óleo de Tiziano, datado en 1554. Museo de El Prado, Madrid.

Los mitos y cultos provenientes de la región sitio-palestina en el Mediterráneo oriental provocaron un gran impacto en el pensamiento religioso de la época imperial romana. Una de estas deidades más renombradas en la Diosa Siria, deidad suprema del  panteón sirio, que ejercía de paredra de Hadad. Estaba asociada a la fertilidad, la reproducción y la procreación, de ahí que el falo sea uno de sus aspectos simbólicos primordiales. Como rectora del universo y ama del destino humana es responsable del orden establecido. En tal sentido garantiza también la reproducción del sistema, una condición esencial en su instrumentalización por mediación del poder establecido.

Para el siglo III a.e.c. encontramos su culto en Macedonia, Etolia (con un estatus cívico) y Egipto. Parece factible que su difusión se produjese gracias a sirios esclavizados que son vendidos en  la isla de Delos, entre los siglos III y II, donde se constata la presencia de un santuario dedicado a Dea Siria en el último tercio del siglo II a.e.c. Desde la isla se produciría su diáspora, por Sicilia, las ciudades del Egeo y la misma Roma. Su presencia también aparece documentada en Britania y las provincias danubianas, tal vez introducido por personal militares. Es aquí en donde se muestra como una manifestación de la diosa universal. Su ritualidad se percibe con claridad en Apuleyo, concretamente en El Asno de Oro. También en una obra que se atribuye a Luciano de Samosata, de nombre Sobre la Diosa Siria, se habla de Atargatis, denominación con la que se le conoció en Grecia y Roma, y en la que se  describe su culto en Hierápolis.

Desde la perspectiva iconográfica, la diosa pudo adoptar de Cibeles la apariencia de potnia theron  o señora de los animales, entronizada entre leones, además de un cetro y un tocado en forma de torre, que simboliza la protección de las ciudades. La presencia de una rueca indicaría el dominio del ciclo cósmico, conectándose con Hadad, el Sol, aspecto expresado en los rayos que a veces rodean su corona. En la localidad de Ascalón, Atargatis se representaba como una sirena, destacando su hegemonía sobre los animales del mar. En tal sentido, en una versión mítica se habla de su nacimiento de un enorme huevo lanzado a tierra por los peces, que ulteriormente sería incubado por una paloma.

Dea Siria o Atargatis es equivalente a la diosa griega Afrodita y a la Astarté fenicia, divinidades propias del amor carnal. Se puede suponer, con alto grado de certeza, que en el occidente romano no conservó rasgos caracterizados como mistéricos.

En Dolique, una localidad de Comagene, la divinidad tutelar era un Baal representado habitualmente de pie sobre un toro, sosteniendo en su mano izquierda la piedra del trueno y el labris o doble hacha en la diestra. Su herencia cultural neo hitita confirma su advocación de deidad del trueno y la potencia, característico del ámbito anatolio y siriaco del norte. La conquista romana de este espacio geográfico conllevó su equiparación nada menos que con Júpiter. Así, la dispersión de sus fieles por el Imperio romano facilitó su denominación como Júpiter Doliqueno.

Van a ser esclavos, mercaderes y, sobre todo, militares los responsables de su presencia en territorios alejados de su lugar de origen, que era la ruta que unía la región de Asia Menor con el Éufrates. Gracias a comerciantes y soldados, si bien siempre flanqueado por sus acompañantes primordiales, los Dióscuros, el dios alcanzó, en especial desde el reinado de Vespasiano, centros militares de relevancia en el sector latino hablante del Imperio, además de en la propia Roma, lugar en el que se constataron dos santuarios en su honor, en el Esquilino y en el Aventino.

Durante su proceso de difusión por Occidente experimentó una helenización, que se reflejó en la iconografía, como también en la conversión que sufrió en divinidad universal. Desde esta perspectiva se convirtió en garante de la salvación, además de los triunfos militares. La presencia de representaciones astrales al lado de los gemelos Dióscuros en su iconografía, y el uso de su epíteto Aeternus, posibilitan la interpretación de Doliqueno como un Señor del Tiempo, regulador del cosmos. Tal control y señorío sobre el tiempo y el hierro e confieren los atributos necesarios para obtener una fácil aceptación en los medios militares romanos.

Los actos litúrgicos celebrados en homenaje a Júpiter Doliqueno acostumbraban a culminar en el sacrificio de un toro (de hecho, con los bucráneos se decoraban sus santuarios), que era seguido de un banquete en el que participaban los sacerdotes del culto. Panonia fue, quizá, el territorio con una mayor implantación del culto doliqueno, aunque probablemente también lo fue en determinadas localidades del norte de Hispania.

El dios fenicio Adonis penetra muy pronto en el escenario mítico griego, desde los primeros contactos fenicio-griegos por lo que se entremezclan tradiciones diferentes en su historia. Ya Hesíodo alude a una leyenda al respecto, retomada por Safo de Lesbos en el siglo VII a.e.c.

Resulta muy probable que la introducción de Adonis en la Hélade se produjera desde la isla de Chipre, un centro de regulación de las relaciones comerciales y diplomáticas entre el Egeo y el Levante oriental durante el primer milenio a.e.c. Tal es de este modo, que una de las versiones del mito, recogida en las Metamorfosis de Ovidio (X, 296-560) lo convierte en vástago de una incestuosa relación entre Ciniras, a la sazón soberano de Chipre, y su propia hija Mirra o también Esmirna. En algunos casos, sin éxito real, se ha buscado un proceso racionalizador evemerista con el objetivo de justificar la existencia de Adonis. Desde esa perspectiva, estaríamos en presencia de un personaje histórico, hijo del histórico también rey Elibaal de Biblos, que vivió en el siglo X a.e.c.

La integración en el ámbito cultural griego se lleva a cabo a través de la  mitología. Será la diosa Afrodita, como equivalente de Salambó, la que caiga rendida a los encantos de un hermoso Adonis joven. Sin embargo, acaba falleciendo durante la caza de un jabalí, tal vez una transfiguración de Ares o de un Hefesto celoso. Apolodoro, comenta que Paniasis, hija fruto de un incesto entre Tias y Esmirna, es castigada siendo metamorfoseada en árbol, específicamente el de la mirra, de cuya corteza nacerá Adonis.

El hermoso retoño es guardado en una caja por Afrodita, confiándosela a Perséfone para que se lo cuide. Sin embargo, la diosa infernal no desea devolverlo, de forma que ambas diosas litigan hasta que Zeus intercede, en una especie de decisión salomónica, imponiendo tiempos específicos con cada deidad. El mito ha sido interpretado como la historia de un dios de muerte y resurrección, lo cual simbolizaría el ciclo vegetal. No obstante, esta interpretación ha sido matizada desde hace años por autores como Marcel Detienne.

Un río de Biblos, de nombre Adonis tenía la singularidad de teñirse de rojo en el aniversario de la muerte de la divinidad, lo cual era motivo suficiente para celebrar festivales (las Adonías) en su honor. Es factible que este culto se difundiese por el Mediterráneo por mediación de la conocida colonización fenicia. Con casi total seguridad, el culto pasó a Atenas desde Chipre a partir del siglo V a.e.c. En la capital del Ática la deidad fenicia se identificaría parcialmente con Eros, hijo de Afrodita. La característica resurrección de Adonis sería tomada en préstamo, según cree Luciano, del culto egipcio de Osiris, durante el singular proceso del sincretismo helenizador de deidades y héroes orientales.

A decir de Teócrito, en concreto para la ciudad de Alejandría, las Adonías, consistían en una celebración pública de las nupcias de Adonis y Afrodita. Según la tradición, el festival habría sido instaurado por una compungida Afrodita. Aquellos que imitaban a los dioses figuraban una relación sexual obre alfombras, rodeados de objetos de marfil y oro, así como de frutas, siendo protegidos por erotes. Al día siguiente, después de la muerte de Adonis, su efigie era llevada en procesión a la orilla del mar por mujeres en duelo. Tales damas iban con las cabezas rasuradas, implorando sin cesar el regreso del joven dios. Finalmente, las mujeres, tal y como se refleja en la pintura vascular ática de finales de la quinta centuria antes de la Era, plantaban semillas en vasijas y cajas (los célebres jardines de Adonis, que regaban con agua templada. Sin embargo, una vez brotadas las plantas, morían temprano, aludiendo así al mito.

Finalmente, un factor de relevancia es que asociados con el festival de las Adonías, las mujeres celebraban banquetes rituales en los que únicamente ellas participaban. En ellos podían hallar los momentos más oportunos para nutrir y hacer valer sus específicas relaciones sociales al margen de la tutela, tanto del padre como del marido. 

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2022.

 

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