El clero tebano de Amón sirvió de ejemplo para cleros que elaboraron, tardíamente, nuevos sistemas cosmogónicos utilizando las doctrinas de los centros religiosos tradicionales. En el templo greco-romano de Esna el demiurgo adopta un doble aspecto, el del dios Khnum, el dios con cabeza de carnero, que recibía un culto en esta ciudad desde tiempos remotos, y el de Neith, la madre de todas las deidades, cuyo santuario se hallaba ubicado en la localidad de Sais, en el Delta. Khnum era considerado un potente procreador y un hábil alfarero que modelaba en su torno un huevo divino que contenía el germen de la vida. Los textos de Esna le confieren todas las facultades que poseía Ra, el demiurgo heliopolitano, y aquéllas de Ptah, el creador menfita. Khnum elevó el firmamento, brillando en el cielo, donde instaló las almas de los dioses. También colocó la tierra sobre sus cimientos y la iluminó con la luminosidad de su ojo, propiamente el sol. En Esna se vuelve a encontrar, en consecuencia, la temática menfita que se hallaba en la piedra de Shabaka; esto es, que Khnum construye las ciudades, propicia las tierras fértiles y las montañas, haciendo crecer la hierba para los animales y los árboles de vida para los seres humanos. Textos mitológicos del Imperio Nuevo, que relatan la disputa entre Horus y Set, revelaban el respeto que los dioses de Egipto sentían por la señora de Sais, Neith la poderosa. En Esna, un extenso texto ritual describe su culto y evoca de manera explícita la creación del mundo: la colina primordial surgió de las aguas caóticas, y los dioses y el sol vinieron entonces a la existencia. Con posterioridad, Neith se trasladó a Sais, después de haber adoptado el aspecto de la gran vaca celeste que atraviesa el cielo llevando a su hijo, el sol, entre los cuernos.
*La serie que presentamos aquí, comenzada con la Ogdóada, y que seguirá próximamente, conformará un artículo que será publicado en la Revista Lógoi de filosofía.
Prof. Dr. Julio López Saco
No hay comentarios:
Publicar un comentario