5 de enero de 2014

Antiguas culturas de Ecuador I: Jama-Coaque


La primera imagen corresponde a un plato (llamado “mesa de brujo”), que se apoya en siete ancestros o deidades, vestidos como la clase gobernante. Para comunicar la idea de abundancia, el plato se decora con ranas (un símbolo de lluvia y fertilidad) y con frijoles, consideradas unas semillas milagrosas porque reproducen múltiples veces el pequeño grano sembrado. La segunda foto es una pieza, denominada también “mesa de brujo”, que refiere un símbolo natural de ferocidad, pero también de fertilidad, como se aprecia en el borde, transformado en cuerpo de animal. Nos recuerda un gran señor, quizá un patrón de ceremonias, a través de la imagen de las piernas y los rostros en las rodillas. Ambas piezas pertenecen a la cultura Jama-Coaque de Ecuador.

El Período de Desarrollo Regional, desarrollado entre 300 a.n.E. y 400, verá el despliegue de sociedades teocráticas (la divinidad se identifica por medio de rasgos característicos y estereotipados de animales míticos del tipo caimán, felinos, serpiente o águila, que simbolizan las fuerzas naturales, como el agua, la tierra o el aire), especializadas y de clara estratificación social. Ahora, los centros ceremoniales son sedes del culto divino (La Tolita, San Isidro). En ellos, los sacerdotes-chamanes imponen una ideología común y, quizá, desempeñen roles políticos, conformándose también como líderes regionales controladores, al lado de las familias principales, del poder económico y político. Podemos constatar ya, en tal sentido, una oposición contrastante entre el ámbito urbano y el rural. A través del desarrollo marítimo se afianzaron los contactos con Mesoamérica. Tanto fue así que las Culturas Jama-Coaque y La Tolita muestran estilos decorativos cercanos a los mesoamericanos. También la metalurgia ahora logra éxitos sin precedentes a través de las aleaciones y las técnicas de orfebrería.
La agricultura intensiva hizo necesaria la presencia de un especializado estamento social que necesitaba legitimar su rol dirigente. Lo alcanzó a través del aparato religioso. Los encargados de las actividades religiosas poseían saberes sobre las relaciones entre los fenómenos cósmicos, como el Sol, la Luna o las estrellas, los eventos climáticos y los marinos (lluvias, mareas). Con ello desarrollaron un sistema de observación astronómico y un calendario, crucial para la programación de las campañas agrícolas. Así, los campesinos reciben un conocimiento y ellos, a cambio, entregan una parte de su trabajo y de su producción.  Los sacerdotes hicieron de los dioses portadores de dualidades. Con la finalidad de hacerlos llegar al común de las gentes, idearon imágenes que fueron hechas realidad gracias a los artesanos. Unos y otros elevaron, en materiales como el hueso, la piedra, el oro o la cerámica, un mundo de deidades, dueñas de los poderes y acreedores del trabajo de las demás gentes, estableciendo un sistema teocrático.
La cosmovisión religiosa se fundamentaba en la naturaleza. El ser humano era concebido como aparte de un todo inseparable. Todos los seres poseían espíritu, incluidos los difuntos y, en especial, los ancestros. Sacerdotes y chamanes eran los guías espirituales y los médicos que tenían la función de mantener la salud y el equilibrio. Por tal motivo, eran mediadores entre dioses, seres humanos y el medio ambiente. Aunque los sacerdotes pudieron detentar unciones administrativas y políticas, tal poder no era individual, sino grupal: estaría conformado por ellos, por gentes de alta jerarquía y por personajes ricos. Esta estructura de poder conformó una elite regional que se encargaría de dominar los poblados de menor rango a través de alianzas familiares y el pago de tributos. A través del aparato religioso el grupo dirigente propició el fundamento de su autoridad. Manipulaban los objetos sacros (emblemáticos y de significación espiritual) como símbolos de poder. Entre ellos destacaban los adornos (orejeras, narigueras, pendientes), elaborados en materiales nobles, como la turquesa, el oro o el Spondylus. Al acaparar y manipular objetos de esta índole el grupo dirigente tejió redes comerciales y sociales sobre distintos territorios, a cuyos jefes locales se les permitía integrarse a cambio de explotar ciertos recursos. De alto rango eran también los orfebres, mercaderes y los constructores de templos y de las obras de infraestructura agrícola. Estamos, pues, ante sociedades estratificadas pero sin un poder central. El poder político de los grupos de individuos de alta jerarquía, cuyo estatus dependía del control de la producción, no era de carácter hereditario, y por eso necesitaba ser reforzado organizando festejos y entregando regalos de cuando en vez.
La sociedad Jama-Coaque comenzó su andadura hacia 350 a.n.E. y la finalizó en 1532. El sitio San Isidro, el principal de esta cultura, fue un importante centro ceremonial y administrativo de carácter regional. El asentamiento estuvo habitado hasta mediado el siglo XIII. Una primera ocupación, temprana, corresponde a Valdivia, y una segunda ocupación a Chorrera (Fase Tabuchila). La tercera ocupación es la que pertenece a Jama-Coaque, cuyos elementos culturales son derivados de Chorrera. Localmente se conoce como Fase Muchique. Su larga duración se prolonga hasta la temprana época colonial. Es muy probable que se correspondan con la población histórica que los primeros cronistas mencionan como Campace. Jama-Coaque I es una sociedad de rango controlada por una minoría de población rica gracias al comercio de larga distancia por tierra y mar. Los contactos con culturas coetáneas sugieren relaciones con grupos de Mesoamérica, como se evidencia en las figurillas emplumadas, las hibridaciones entre animales y humanos, ciertos animales míticos, máscaras y figuras articuladas.
La producción cerámica, labor de artesanos especializados, se destaca por la presencia de figuras pintadas (en color amarillo, rojo, verde y negro). La gama de personajes es amplia: desde personas de rango ligadas al ceremonial, hasta músicos, agricultores, cazadores, artesanos y guerreros. Un grupo relevante es el de los chamanes, que usan hojas de coca y se les vincula con animales, sobre todo felinos, que evocan a los ancestros y espíritus naturales. El jaguar fue el principal animal sacralizado por sus características más sobresalientes: fortaleza y tamaño. Se asociaba con el sol y, por tanto, con la fertilidad de los campos de cultivo. Otros animales muy representados fueron la serpiente y el águila harpía, ambos asociados a seres míticos celestiales e inframundano. La vida ceremonial se testimonia por medio de los adornos de muchas de las figuras, sobre todo máscaras, joyas, diversos tocados y armas, además de a través de sus vestimentas. Las figuras más ataviadas son de género masculino, mientras que las que representan a mujeres aparecen con faldas pero con los pechos y torsos desnudos, si bien decorados con pintura corporal, quizá tatuajes, además de adornos en forma de brazaletes y collares. La elegancia de los tocados femeninos, así como de los tatuajes pudiera implicar un carácter simbólico asociado a un rango religioso. Ello supondría que las mujeres manejarían centros ceremoniales y estarían a cargo de organizar actividades rituales diversas. Los mercaderes también fueron, finalmente, muy representados en forma de figurillas cerámicas. Suelen aparecer con recipientes a sus espaldas en forma de canastos para transportar sus mercancías.

Prof. Dr. Julio López Saco
Maestría en Historia de América, UCV y UCAB, Caracas.

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