Imágenes, de arriba
hacia abajo: ser mitad felino y mitad humano, en posición de acecho. Parece un
chamán transformándose en su alter ego. Sus ojos y su tocado, radiante,
sugieren que es una entidad que viaja por mundos paralelos. La Tolita. Botella
en forma de vivienda. Representa diversos niveles cósmicos. La Tolita. Figura
antropomorfa. El personaje tiene una pose hierática. Está adornado con marcas
que deben señalar su identidad como miembro de un linaje prestigioso, una
fraternidad de guerreros o algún culto concreto. Guangala. Caja ceremonial. Se
representa la fuerza cósmica, con diseños que evocan el origen del Universo. La
espiral simboliza el flujo vital continuado de energía. Guangala.
La Cultura Guangala, cuyo
desarrollo se produjo entre 100 a.n.E. y 800, ocupó un territorio azotado por
el fenómeno de El Niño, con prolongadas sequías seguidas de estaciones muy
lluviosas de corta duración, lo que motivó la construcción de presas para
contener el agua. La alternancia ambiental afectó la organización social
Guangala. El grupo dirigente se mostraba un tanto inestable e inseguro en
virtud de que en las épocas prolongadas de sequía era muy difícil la
redistribución, de la que el grupo era responsable. Además, las prolongadas
sequías motivaban traslados poblacionales que impedían o, al menos
dificultaban, la conformación de una elite dominante. Es por eso por lo que
aquí las diferencias sociales no fueron tan marcadas como en otras culturas del
período y se hizo notable la ausencia de centros ceremoniales. En el proceso
final de la cultura los jefes locales se preocupaban más de organizar los
intercambios y la redistribución de artículos exóticos, manteniendo vínculos
sociales y expresando su prestigio mediante el uso de elementos foráneos, sobre
todo mesoamericanos.
En la cerámica se destacan las
ocarinas con forma humana, que muestran personajes engalanados y tatuados. Una
cerámica fina de pintura tricolor elaborada, probablemente, por encargo de los
jefes locales para ser empleada en las fiestas y consolidar así su prestigio
con gran dispendio de comida (lo que incluía la destrucción de las piezas) es
también otro modelo cerámico habitual. Las gentes Guangala trabajaron,
asimismo, el cobre, fabricando con este metal agujas, anzuelos y anillos.
La sociedad conocida como La Tolita
(600 a.n.E. hasta 400) en Ecuador corresponde con la Cultura Tumaco en
Colombia. Se desarrolló en un ambiente natural ribereño y marino, con presencia
de manglares. Esta cultura es el resultado de readaptaciones locales vinculadas
con poblaciones del Formativo en la zona. Desde el punto de vista arqueológico
hubo cuatro etapas culturales: la fase Temprana, la de Transición, Tolita
Clásico y Tardío.
Muchos de los recursos ribereños
típicos fueron complementados con una agricultura del maíz, la yuca, el frijol
y la calabaza. En la etapa de Transición se produjeron cambios en los
asentamientos, ahora en terrenos secos fruto del relleno de pantanos, y se
consolida el uso de los metales y de los objetos cultuales. En la época de La
Tolita Clásico el asentamiento se convierte en un centro ceremonial regional
importante, mientras que en el período Tardío la población del lugar llegó a
cinco mil habitantes, lo que produjo el aprovechamiento de nuevos espacios
ganados a las ciénagas, algunos de ellos empleados como cementerios.
El mundo sacro de La Tolita es
percibible en la cultura material, en particular a través de una iconografía
que relaciona el mundo de las fuerzas sobrenaturales con los asuntos
cotidianos. Las primeras están relacionadas con seres y animales poderosos,
tanto del cielo (aire), caso del murciélago, águila harpía o búho, como de la
tierra y el agua (jaguar, sierpe, caimán). Todos ellos accedieron al estatus de
deidades. Muchas esculturas híbridas, antropo-zoomorfas, representan las
divinidades animales humanizadas, que se convertían en iconos socio-religiosos.
Las piezas llamadas “prisioneros” parecen representar rituales de pubertad o
sacrificios humanos (entendido éste como un regalo-ofrenda a una deidad), que
tenían la finalidad de obtener beneficios de los dioses. En el centro
ceremonial se organizaba el intercambio de bienes comestibles y artículos de lujo.
El trabajo orfebre también poseía una evidente carga simbólico-religiosa. El
brillo del oro y el platino expresaba la fuerza vital cósmica a través de las
asociaciones con el sol y la luna, respectivamente. El resplandor de ambos
metales significaba, por consiguiente, la muestra visible del poder.
Prof. Dr. Julio López saco
Maestría en Historia de América, UCV-UCAB
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