Estatua de tradición siria y mesopotámica de un rey del reino arameo de Sam’al.
Los
arameos, cuya historia es nómada por excelencia, conformaban un conjunto de
tribus semíticas que desde la región de Aram
(un término de origen hurrita), una zona ubicada en la orilla oeste del
Éufrates, se expandieron por Siria, Mesopotamia, Elam e, incluso, Asia menor,
siguiendo las corrientes migratorias de fines del siglo XII a.e.c. El término Aram aparece citado por vez primera en
un texto acadio de Naram-Sin (2260-2224 a.e.c.), en el que el rey acadio anuncia
su victoria sobre un señor de Aram y
de Am. Sin embargo, parece que este Aram no tiene relación con los arameos.
En cierta documentación de Mari y Ugarit, del II milenio a.e.c., aparece el
vocablo Aramu como nombre propio y
como gentilicio. En una lista geográfica de tiempos del faraón egipcio Amenofis
III se menciona un país de Aram.
El
origen de los arameos pudiera hallarse en el desierto sirio y arábigo. Las
primeras referencias claras a ellos se observan en la época del, rey asirio
Tiglatpileser I (entre 1115 y 1077 a.e.c.). Los arameos, finalmente asentados
lograron, en parte gracias a las actividades comerciales de las gentes de
Palestina y el interior de Siria, establecer unidades geopolíticas
independientes, pequeños estados autónomos medianamente centralizados.
El
principal reino arameo en Siria fue Aram Soba, fundado a finales del siglo XI
a.e.c., que estuvo articulado por la presencia de diversas ciudades, como Betah
o Damasco, que tenían sus propios reyezuelos, pero que reconocían formalmente,
la supremacía de un tal Hadad Ezer. Damasco, por ejemplo, estableció su propia
dinastía de la mano de Rezón (965-926 a.e.c.), el hijo de un general de Hadad,
en una época coetánea a la del reinado de Salomón. En este sentido, Damasco era
un reino arameo independiente (llamado en los textos cuneiformes Sha-imeru-shu), que entró en contacto
militar con los israelitas en diversas ocasiones. El reino, con Ben-Hadad I
(880-865 a.e.c.) se convirtió en la potencia primordial de toda Siria. De
hecho, aliado con doce reyes de Siria y Palestina, este soberano logró vencer a
los poderosos asirios de Salmanasar III en el país de Hamat. Tuvo que ser el
asirio Tiglatpileser III quien, en 732 a.e.c., tomase el reino y deportase a su
población.
Otro
de los reinos arameos en la zona fue Hamat, en las márgenes del río Orontes, en
el centro de Siria. La realeza de este reino, no obstante, padeció una
ocupación hitita. Entre sus reyes, destacó Urhilinas (Irkhuleni, entre 860 y
830 a.e.c.), uno de los participantes de la coalición contra los asirios de
Salmanasar III, su hijo Uratamis, y el rey Eni-i-lu, quien reinó entre 750 y
730 a.e.c. Sería el asirio Sargón II quien, finalmente, conquistaría este
reino, instalando colonos asirios en la región y poniendo a un militar como gobernador
de la nueva provincia asiria.
En
la zona del alto Jordán se formaron los pequeños reinos de Ma’akah, Gheshur y
Bet-Rekhob. El primero de ellos, ubicado en el sur del Líbano, se sabe que se
sometió al poder de Damasco y luego pasó a formar parte de Asiria a fines del
siglo VIII a.e.c. Los Ammon (los Bit-Ammani de las fuentes de los asirios),
establecieron su capital, en torno al curso superior del río Yabbok, en Rabbah,
la actual Amman, capital de Jordania. Tas fieras luchas contra Israel, cayeron en
manos del rey David. Sus reyes, desde Ba’sa hasta Amni-nadbi, fueron
tributarios de los asirios. En Aleppo (Khalpu),
antiguo centro amorreo del norte de Siria, se formó, en el siglo IX a.e.c., un
reino arameo denominado Bit-Agusi, comandado por un soberano de nombre Gusi.
Hacia finales del siglo IX a.e.c., con el rey Atashumki, el reino dirigió una
coalición anatólico-aramea contra el asirio Adad-nirari III, a quien no pudo
vencer, pero salió ganando algunos territorios. En 754 a.e.c. Asiria pacta un
tratado de alianza con Bit-Agusi para afrontar el inconveniente con el reino de
Urartu. No obstante, Tiglatpileser III acabaría conquistando el reino,
provocando su desaparición en 740. Otro pequeño reino arameo en la región fue
Katak.
Desde
el siglo X a.e.c., los arameos llegaron al sureste de Asia menor, en torno a
los montes Tauro, instalándose en territorio luvita. Allí fundan un reino
denominado Sam’al o Bit-Gabbar, primeramente mencionado en los anales del rey
asirio Salmanasar III. El asirio derrota al rey Khayanu de este reino en 858
a.e.c., y le somete al pago de tributo anual. De los diez reyes del reino de
Sam’al el más renombrado fue Kilamuwa (fines del siglo IX a.e.c.), quien vence
a los danuna con apoyo asirio. Al morir Bar-rakib, a fines del siglo VIII
a.e.c., el reino fue incorporado a Asiria como una provincia más, de la mano de
Salmanasar V.
Las
fuentes avisan que hacia 1100 a.e.c. había gentes arameas en el norte de
Mesopotamia y en el Éufrates medio, en donde se constata la presencia de los reinos
Bit-Adini, Bit-Zamani, Bit-Bakhiani, Tilabri y Sarugi. De ellos, quizá
Bit-Adini haya sido el más famoso. Con capital en Tell Barsip desde 970 a.e.c.,
estuvo enfrascado siempre en luchas contra los asirios. Estos destruyeron
algunas de sus ciudades y deportaron a sus habitantes. La conquista definitiva
le corresponde a Salmanasar III, quien conquista la capital en 856. El reino de
Bit-Bakhiani aparece mencionado por primera vez en un texto de Adad-nirari II
(911-891 a.e.c.). Assurnasirpal II, en expedición contra Karkemish, atraviesa
su territorio y recibe del reino tributo y tropas. La capital, Guzana, fue
destruida por Tiglatpileser III en 730, en un momento en que reinaba un tal
Kapara. En el alto Tigris había otros principados arameos, como Nasibina,
Mamblu, Bit- Zamani y Gidara, de la tribu temanaia.
En el Éufrates medio, por su parte, destacó Bit-Khalupe y Sukhi, asociado a
otro principado, el de Khindanu. Todos ellos eran tributarios asiduos de los
asirios, hasta el sometimiento total durante el reinado de Tiglatpileser III.
La
base social aramea fue la familia patriarcal. El conjunto de familias y clanes
conformaban la tribu, asociadas entre sí a través de leyes comunales. El
control lo tendría un Consejo de Ancianos, uno de los cuales era un jefe (nasiku) temporal. La comunidad de sangre
o descendencia eran los criterios de legitimidad[1].
La estructuración de la población se haría, genéricamente hablando, entre
nobles y campesinos (señores y pueblo). Sobre ellas gobernaba un jefe (antiguo
jefe tribal), y sobre los jefes un rey (mlk),
que se haría con el tiempo hereditario, poseedor del poder militar, judicial y
económico.
La
economía se fundamentaba en la ganadería ovina, vacuna y caprina, en una suerte
de pastoreo semi nómada. Sedentarizados, también practicaron la agricultura y
la actividad mercantil, comerciando en caravanas con metales, como hierro,
cobre o estaño, y con madera, granos y textiles. Coincidieron entre los arameos
la propiedad comunal, en los pastos, la privada de armas u objetos suntuosos, y
la familiar, en algunas tierras, animales y sus propias tiendas.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Febrero 2015.
[1] En conjunción con la independencia y autonomía propia
de cada reino arameo, se mantuvo siempre una relación estrecha, sobre todo en
los conflictos contra el enemigo común, Asiria. Este vínculo se oficiaba en
coaliciones basadas en tratados de asistencia militar, como las que dirigió,
por ejemplo, Damasco.
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