Ilustraciones. La
primera es la imagen de una Gorgona en una de las asas de una crátera de bronce
que apareció en la tumba de la dama de Vix; la segunda corresponde a una jarra
para vino ática, que apareció en el interior de un enorme caldero de bronce.
Tumba del príncipe celta de Lavau.
A principios de los años cincuenta del, pasadlo siglo
XX, un arqueólogo aficionado y agricultor, de nombre Maurice Moisson, encontró
en el yacimiento de Mont Lassois, muy cerca de la localidad francesa de Vix, lo
que serían los indicios de una tumba celta del siglo V (datada en torno a 480
a.e.c.), correspondiente a la primera Edad del Hierro (Hallstatt). El sepulcro
contenía el cadáver de una mujer de elevado rango social, probablemente una
sacerdotisa o una princesa, acompañado de un muy lujoso ajuar.
La dama había sido adornada con joyas, especialmente
un collar de perlas de piedra y ámbar, fíbulas hechas de hierro, un torque de
oro y una tobillera de bronce. Alrededor del cuerpo apareció dispuesta una
suntuosa vajilla de características mediterráneas: un enocoe broncíneo para
escanciar vino, una pátera de plata, una enorme crátera de bronce procedente
del sur de la península itálica y varios vasos de cerámica ática[1].
Además, se halló en la tumba una estatuilla femenina y los elementos metálicos
de un carro[2].
El yacimiento de Mont Lassois se encontraba enclavado
en una ruta comercial principal, por la que durante el siglo VI a.e.c. se
transportaba el estaño de las islas británicas hasta la cuenca del Mediterráneo.
Dicha ruta, que cubría la demanda de oro, hierro y esclavos, utilizaba los
grandes ríos, como el Saona, Ródano, Rin, Mosela y el Danubio. Es muy probable
que el asentamiento formara parte de un principado, muy beneficiado por su
posición como intermediario en la ruta mercantil. Tal posicionamiento se habría
mantenido hasta que las nuevas aristocracias guerreras posteriores, de la
cultura de la Téne (segunda Edad del Hierro), lo hiciera declinar[3].
En 2014, el equipo del Instituto Nacional de Exploración
Arqueológica de Francia descubrió en la localidad de Lavau, al sureste de la
capital, París, un espléndido complejo funerario en el cual destaca la tumba de
un príncipe celta que data del siglo V a.e.c.
El recinto funerario contiene los restos de un hombre
que estaba depositado en el interior de un carruaje. A su lado, aparecieron un
gran machete, un caldero de bronce, diversos barreños y piezas de cerámica
fina, concretamente del Ática. El caldero de bronce, de notables dimensiones,
está decorado con cabezas de lobos y con la del dios-río griego Aqueloo, que
presenta cuernos, un mostacho triple y unas orejas de toro[4].
Otros objetos en la tumba se relacionan con el banquete ritual griego. Es el
caso de una espectacular cuchara de plata y oro que se usaba para filtrar vino,
que solía consumirse con agua. Esta pieza es un indicador de que la aristocracia
celta adoptó esta práctica griega y una evidencia de la intensa relación
existente entre las poblaciones celtas y el ámbito del Mediterráneo.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas. FEIAP-UGR, España.
[1] La pátera
de plata tenía un umbilicus de oro,
en tanto que la copa ática de figuras negras estaba decorada con escenas de
combate entre hoplitas.
[2] La
presencia de restos de un carro parece indicar que se trataría de una tumba de
carro hallstática que se puede comparar a las cámaras funerarias propias de los
príncipes celtas, datables en la misma época.
[4] La pieza
parece ser, por su tipología, griega o, incluso, etrusca. Pudo destinarse a la
preparación de la bebida, quizá vino. De hecho, en su interior apareció un
enocoe, jarra de vino ática decorada con una escena dionisíaca.
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