Imágenes: una imagen
de Xiwangmu en terracota. Dinastía Han Oriental, siglo II; y la propia Xiwangmu
con la corona sheng, en un relieve en la tumba Suide, Shaanxi.
El
culto a los muertos estuvo más extendido que los cultos estatales. Fue
practicado por el emperador, los nobles las familias poderosas y, quizá, por
los campesinos. Sin embargo, solamente la elite registró esta actividad por
escrito. Además, enterró a sus muertos en tumbas de ladrillo o piedra, lo que
ha permitido su sobrevivencia.
Hubo
una división del culto de los muertos entre el templo ancestral, en donde los
linajes eran ritualmente constituidos, y la tumba, en donde la inhumación
conjunta de marido y esposa, al lado de imágenes réplica de su vida juntos,
reafirmaba el hogar en el mundo de los muertos.
En
el siglo IV a.e.c. algunas tumbas tomaron el aspecto físico de viviendas o
palacios. Todas las tumbas de época Han Oriental, salvo las de los más pobres,
eran modeladas sobre la tipología de las casas. En el período de los Reinos
Combatientes la idea de la tumba como réplica de la casa no sólo fue visible en
la práctica sino que llegó a ser articulada como un principio teorético. Desde
la mitad de los Han Occidentales, las tumbas fueron excavadas en los muros de
los acantilados y divididas en compartimentos, con una sala de recepción, los
habitáculos privados, en donde se depositaba el cadáver, y cámaras para el
almacenaje. En el frente las cámaras eran construidas de madera con techos de
azulejo. Los terratenientes eran enterrados en tumbas de ladrillo construidas
en fosos-cavernas horizontales que, a menudo, tenían la forma de una vivienda.
Muchas veces los ladrillos eran estampados con diseños variados, y se pintaban
murales polícromos que incluían imágenes del sol, la luna, las estrellas, así
como los animales de las cuatro direcciones y narraciones propias de la
literatura y la historia.
Más
adelante las tumbas de cámara con arco fueron construidas con pequeños
ladrillos, suplantando a otros tipos de tumba. Las de los nobles y los altos
oficiales se erigían a gran escala modeladas sobre las elaboradas moradas en
las que vivían. Murales y frescos representaban escenas de la vida de los
moradores del sepulcro o mostraban una idealizada visión de la otra vida a la
que los difuntos aspiraban.
Un
nuevo tipo de tumba fue construida con piedras y diseños grabados en época de
los Han Oriental. La dispersión de la cámara de enterramiento seguía imitando
la casa del habitante de la tumba. En muchas de las piedras se representaban
escenas cotidianas o incidentes propios de la carrera del ocupante de la tumba.
Hacia el final del siglo I la noción de una tumba como una réplica de la
vivienda llegó a convertirse en un convencionalismo.
Aunque las mujeres tuvieron un rol marginal en el
sistema patrilineal chino de la antigüedad, la casa del mundo subterráneo de la
tumba era definida, en muchas maneras, por el vínculo entre marido y mujer,
quienes eran inhumados juntos. Esposas y maridos no solamente residían en la
tumba como una pareja de cadáveres, sino que había imágenes de ellos sentados
juntos o escenas de intimidad y afecto físico. Algunas escenas representaban los
asistentes femeninos de la esposa. A menudo, éstas eran mostradas tejiendo o
recolectando hojas de morera. Otras mujeres se mostraban como entretenedoras
(danzantes, tocando música), o laborando en las cocinas en donde los banquetes
eran preparados.
Las deidades representadas con el fin de transformar
la tumba en un cosmos fueron, muy habitualmente, mujeres. En diversas tumbas
algunas aparecen en una puerta entreabierta dando la bienvenida al fallecido al
mundo de la muerte. Las divinidades más frecuentemente representadas en las
tumbas Han fueron la Reina Madre de Occidente y la pareja Fuxi-Nüwa. Xiwangmu
era la gobernanta del reino inmortal al que los moradores de la tumba aspiraban
a llegar, mientras que Nüwa y Fuxi fueron una pareja espiritual que se unió
para estructurar el mundo y proveer, así, un modelo divino tanto para la casa
como para la inhumación conjunta.
La relevancia de esos dioses en el mundo de las tumbas
es mucho mayor que en los textos. Ese carácter disparejo se traduce en las
diferencias existentes entre el mundo espiritual y el social, entre la
patrilinealidad sancionada por el estado y la casa gobernada por las mujeres y
con su influencia no sancionada.
En las tumbas de elite de la dinastía Zhou Occidental
las vasijas de bronce eran las mismas empleadas en los templos ancestrales, si
bien en los sepulcros de más bajo rango fueron a menudo reemplazadas por
sustitutos cerámicos. Hacia la mitad del período Zhou Oriental la sustitución
de los costosos originales por imitaciones baratas, algo conocido como “vasijas
espirituales” fue común en las tumbas aristocráticas. Mientras el ritual Zhou
demostraba los vínculos entre los vivos y los parientes fallecidos, quienes
eran festejados juntos en las odas, en el período de los Reinos Combatientes la
separación de vivos y muertos llegó a ser un rasgo principal del ritual
funerario.
En el lugar de los conjuntos de vasijas rituales Zhou,
los bienes funerarios del período de los Reinos Combatientes y de la época Han
fueron objetos de uso diario, como ropas, vasijas laqueadas, platos, cerámicas
o alimentos, además de modelos o imágenes de tales objetos así como otros
bienes de la vida cotidiana mundana (graneros, casas, herramientas, animales).
Entre las réplicas e imágenes estaban aquellas de seres humanos, tanto de la
gente enterrada en la tumba como sus sirvientes, entretenedores, cocineros o
trabajadores agrícolas. Tales figuras proveían al muerto de una completa y
feliz existencia en la tumba. En algunas tumbas de los Han Orientales el muerto
es representado como un fantasma que infligía enfermedades o desgracias a los
vivos, a menos que el fallecido estuviese perfectamente aprisionado en el
sepulcro.
En la etapa Han Oriental el fallecido estaba sometido
a juicio y servicio penal impuesto por un gobierno burocrático modelado sobre
el modelo Han. Debía existir una absoluta separación entre los vivos y los
muertos[1].
En algunas historias del Libro de los Han se describe como los esqueletos eran
pulverizados y hervidos en sustancias venenosas para prevenir que el muerto
amenazase al vivo a través de los sueños. Precisamente, la inhumación era un
método para remover la amenaza que el fallecido implicaba.
No hay certeza sobre por qué los chinos percibieron a
los muertos como una amenaza. Tanto los textos políticos como rituales de los
Reinos Combatientes y de la etapa de los primeros imperios insistían en la
necesidad de mantener la división con el fin de evitar el colapso propio del
caos. Las divisiones entre Cielo y Tierra, entre Hombre y Mujer, o la separación
entre vivo y muerto, eran límites fundamentales cuya desaparición podría
conducir hacia el desorden. La reaparición del muerto en el mundo humano
señalaba el colapso de estos límites, lo cual podría dar como resultado una
catástrofe para los vivos. En las discusiones sobre fantasmas del período de
los Reinos Combatientes y de la etapa de los primeros imperios se ponía el
acento en sus rol de vengadores. En la Transmisión
del Maestro Zuo, del siglo IV a.e.c., fantasmas vengadores como Bo You,
Shen Sheng, y otros espíritus infelices aparecían en sueños o en visiones para
expresar su resentimiento o para tomar alguna vida. En un capítulo del Mozi se busca probar la existencia de
fantasmas describiéndolos con frecuencia como espíritus vengadores que retornaban
para castigar a los que les habían hecho algún mal en la vida. Estas historias
de espíritus vengadores también aparecen en el Shi ji, en donde se manifiestan a los vivos con demandas de un
correcto enterramiento, para rescatar un ataúd inundado o para que se les
asista en cualquier otra circunstancia. Los fantasmas se pueden aparecer a los
mortalmente enfermos, con el fin de llevárselos. Los espíritus en los Reinos
Combatientes y en la China imperial antigua aparecen en el mundo humano cuando
algo ha ido mal, cuando vienen a
castigar a alguien, en demanda de ayuda o a llevarse a alguien al mundo
subterráneo.
En un mundo que funciona propiamente bien el muerto y
el vivo están rigurosamente separados, de forma que si el muerto regresa es a
modo de señal de problemas, como precursores de inconvenientes. Cuando los
fallecidos son vistos como una amenaza a los vivos, la construcción de tumbas a
partir del modelo de casas puede entenderse como un esfuerzo por proveer lo
necesario para el muerto y así permanezcan para siempre en su propio mundo.
Pero no se trata de una casa cualquiera. Todo un mundo debe estar previsto, en
el que imágenes y réplicas estén presentes para que el muerto pueda disfrutar
de todos los placeres posibles y permanezca feliz en sus sepulcro.
Un ejemplo de los múltiples roles de las tumbas como
viviendas o mundos propios, se encuentra en Mawangdui. Aquí, un estandarte
sobre un ataúd interno provee un modelo del Universo, como un mundo subterráneo
acuoso, un mundo de los vivos identificado por una escena de ofrendas y un
plano celestial marcado por el sol y la luna con seres asociados. El ataúd
interno llega a ser un completo universo donde el alma podía morar. El
estandarte del ataúd interno está rodeado por un segundo ataúd cuyas decoraciones
incluyen imágenes de espíritus cornudos que mantienen armas para matar a las
criaturas malévolas, así como auspiciosos animales híbridos y criaturas
mágicas. Un tercer ataúd contiene una imagen de una cumbre montañosa flanqueada
por dragones, animales divinos e inmortales, tal vez Kunlun, la montaña mágica
del sector occidental del mundo, que era el reino de la Reina Madre de
Occidente. Tales imágenes sugieren que la tumba o el ataúd podrían servir como
un paraíso de inmortales.
Dado que los inmortales eran seres aéreos asociados
con el extremo occidente (Kunlun) o el extremo oriente (montañas flotantes del
Mar Oriental), esas imágenes sugieren que la tumba mágicamente incluye el mundo
entero. El equivalente de la casa del otro mundo estaba dividido en cuatro
cámaras con una serie de bienes funerarios para proveer una existencia
confortable. La cámara norte copiaba la cámara interior de una casa, con
cortinas, esteras de suelo, vasijas para la comida y la bebida, muebles de
habitación, una pantalla pintada y figurillas con ropajes que representaban
músicos y diversos asistentes. Los restantes compartimentos contenían almacenes
de utensilios domésticos y de alimentos, además de numerosas figurillas que
simbolizaban sirvientes. La tumba era un completo universo, llegando a ser un
modelo recurrente en el arte funerario Han.
Las etiquetas esculpidas sobre un ataúd encontrado en Guitoushan
incluyen la Puerta del Cielo, Nüwa y Fuxi, los cuatro animales direccionales,
la luna y el sol, numerosos inmortales, así como réplicas de construcciones
tales como el Gran Granero. Las imágenes sobre las celdas de la tumba y los
muros incluyen la luna, el sol, las constelaciones, los animales de los cuatro
cuadrantes, los espíritus de la lluvia y el viento, la Reina Madre de Occidente
y su corte de inmortales. Estas últimas también aparecen sobre innumerables
objetos enterrados en las tumbas, como los conocidos como “árboles de dinero”.
El mundo subterráneo tenía su propia burocracia. Los
oficiales incluían el Emperador del Cielo, el Director de los Lapsos de la
Vida, el Duque de las Colinas, el Jefe Comunal de la Puerta de la Tumba o el
Conde de la Tumba. Algunos textos estipulan que ciertos objetos enterrados en
los sepulcros llegaron a ser propiedad en el mundo subterráneo del ocupante de
la tumba, mientras que cualquier otro cadáver inhumado en ella se convertiría
en su esclavo. Otros textos de protección de las tumbas mencionan al Emperador
Amarillo o a sus emisarios para comandar los ejércitos de espíritus encargados
de repeler las incursiones de los demonios. Todavía otros más solicitan a los
oficiales del mundo subterráneo que se aseguren que los cómputos de vida fueron
los correctos y que el fallecido no fue tomado prematuramente o en lugar de
alguien más con el mismo nombre. Historias semejantes se convirtieron en un
subgénero literario en los siglos posteriores a la etapa Han.
Mientras la tumba llegó a ser el sitio cultural mayor
en la época Han, los sacrificios en el templo a los ancestros eran realizados
por poderosos linajes ya al final de la dinastía. Los documentos Han, así como
una monografía de Sima Biao (del siglo III) sobre el ritual, describen los dos
templos ancestrales en Luoyang y las ofrendas que allí se llevaban a cabo. Los
emperadores eran presentados en los templos en el momento de su ascenso al
poder. Los debates que se mantuvieron acerca del ordenamiento de las tabillas,
la descripción de los registros y de los bailes y músicas empleados fueron muy
comunes. Los fragmentos de las Ordenanzas Mensuales de las Cuatro Categorías de
Personas (Si min yue ling), indican que las grandes familias
continuaron haciendo ofrendas en los templos ancestrales al igual que en las
tumbas a lo largo del siglo II. En
diversos puntos el texto señala que las ofrendas en las tumbas debían tener
lugar el día después de las ofrendas en el templo, lo cual sugiere una
prioridad ritual de estas últimas. A diferencia de las ofrendas en el templo,
las de las tumbas incluían ofrendas a no parientes.
El vínculo de los sacrificios en los templos con los
de la tumba, con cierta prioridad de los primeros, también aparece reflejado en
el relato de Sima Biao sobre los sacrificios imperiales en el período Han
Oriental. Este texto del siglo III menciona que el segundo emperador de los Han
Orientales estableció el precedente de que el emperador no debería erigir un
mausoleo en el sitio de la tumba, sino simplemente ubicar una tablilla en el
templo del fundador de los Han Orientales. Los sacrificios en la tumba eran
ofrecidos solamente a selectas mujeres y a los emperadores que habían fallecido
antes de alcanzar la edad adulta, de modo que no podían ser localizados en el
templo ancestral. Sima Biao dice que esta exclusión se debía al hecho de que
esos emperadores no habían reinado pues sus madres lo habían hecho como
regentes.
El templo permaneció como el más relevante sitio para
la adoración ancestral a causa de que era el lugar clave para el sistema
patrilineal, mientras que la tumba, por el contrario, estaba reservada para
individuos y el hogar. Las ofrendas en las tumbas imperiales estuvieron
reservadas para niños y mujeres, quienes no eran miembros por entero del
linaje, en tanto que las ofrendas templarias indicaban una membrecía en el
linaje y la autoridad política. Las ofrendas de los templos suponían la ocasión
de reunir a la verdadera familia, lo que implicaba los miembros masculinos del
sistema patrilineal, mientras que las ofrendas en las tumbas incluirían formas
más distantes de sociabilidad, entre las cuales se encontraban los superiores
políticos, los enseñantes, amigos, los mayores del lugar y los parientes
remotos. Tal estatus secundario de las tumbas es sugerido en la organización de
los cementerios de los clanes, que comenzaron a aparecer en el período de los
Han Orientales.
A causa de que los templos fueron descritos en los
textos rituales canónicos, mientras que los registros de los rituales en las
tumbas no anteceden el período Qin, los intelectuales de los Han Orientales
celebraban el primero de ellos como característico de las más elevada
antigüedad, denigrando del último al considerarlo un desarrollo de la etapa de
los Reinos Combatientes o una innovación del Primer Emperador de Qin. Las
ofrendas en los sepulcros serían vistas como una desviación perpetuada entre
los Han Occidentales, mientras que las de los templos derivarían directamente
de los clásicos.
Los ritos funerarios Han se han estudiado en términos
de la creencia en dos almas, hun, una
refinada alma “nube” asociada con el yang,
y po, un alma turbia, de “luna
nueva”, asociada con el yin. Se suponía que el alma hun ascendía al Cielo, mientras que el alma po permanecía en la tierra. Esta oposición aparece únicamente en
una par de textos escolásticos, el Li Ji
y el Huainanzi, que siguen la
tendencia de los intelectuales Han de vincular todo lo fenoménico al yin-yang o
a las Cinco Fases.
En los materiales escritos más cercanos a las tumbas,
las inscripciones sobre piedra de los Han Orientales, los términos hun y po son intercambiables, combinables. Para los escritores de los
Reinos Combatientes y de los Han, el rasgo clave no se refería a la naturaleza
del alma, sino a las apropiadas formas del ritual, en particular si las
inhumaciones deberían ser elaboradas y costosas o frugales y sencillas. Para los antiguos confucianos, influenciados
por la sociedad Zhou, en la que el culto ancestral era la actividad religiosa
fundamental, así como la definición de nobleza, los funerales debían ser
extremadamente elaborados. Para los mohistas, por el contrario, los
enterramientos fastuosos son denunciables por constituir un gasto innecesario.
El texto filosófico de los
Estados Combatientes, Xunzi, establece que los múltiples ataúdes, los
bienes funerarios, las elaboradas decoraciones y los adornos funerarios
remarcan el orden social, manteniendo la jerarquía en el ritual mortuorio. Los
Anales de Primaveras y Otoños del Estado de Lü, sin embargo, responde que
los enterramientos suntuosos invitaban a actuar a los ladrones de tumbas.
Lo que la gente quería evitar a toda costa era el decaimiento,
el deterioro del cadáver. Aquellos con mayores riquezas perseguían este
objetivo a través del revestimiento de jade del cuerpo entero. Muchos ejemplos
al respecto se han hallado, destacándose uno en Mancheng. Sin embargo,
paradójicamente, los objetos preciosos que podían garantizar la vida eterna en
la tumba, podían conducir a que los cuerpos fuesen abandonados a los elementos.
Las grandes familias de los Han Orientales extendieron
el culto del muerto a los santuarios funerarios. Los servicios en tales
estructuras eran atendidos por miembros de la familia pero también por
asociados, clientes o amigos. Ellos le conferían un aspecto religioso a las
redes formadas a través de la educación y el servicio gubernamental que
vinculaba, cada vez más, a muchas poderosas familias en contra de una corte
dominada por eunucos.
Tiempo después de que la tumba fuese sellada, imágenes
en los santuarios podían ser vistas por los descendientes y por los asociados.
Esas imágenes proclamaban el programa moral y político que el fallecido había
inculcado a su posteridad. El más preservado de tales santuarios es el que
pertenecía a la familia Wu en Shandong, en el que se ofrecía un completo e
ideal mundo.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Septiembre de 2016.
[1] En una
ordenanza del 175 sobre la familia de Xu Wentai, se dice que el muerto retorna
a las sombras (yin), y los vivos a la luz (yang); los vivos poseen sus villas (li) y los muertos sus aldeas (xiang).
Los vivos están subordinados a la occidental Chang’an, mientras que los
fallecidos lo están al oriental Monte Tai.
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