IMÁGENES, DE ARRIBA HACIA ABAJO: EL CRÁNEO
DE VILLABRUNA, ITALIA; EL ESQUELETO DE LA BRAÑA 1 (LEÓN); Y LA MANDÍBULA DE LA
DAMA ROJA, CUEVA DEL MIRÓN, CANTABRIA.
Los estudios
genéticos llevados a cabo en los últimos tiempos han sido decisivos a la hora
de aclarar el panorama de la prehistoria del continente europeo,
particularmente la que corresponde al final del Paleolítico Superior, desde
hace 45000 años hasta 13000. Los investigadores, específicamente genetistas,
señalan la presencia de momentos poblacionales que reemplazan a otras
poblaciones previas a través de migraciones que coinciden con cambios
climáticos relevantes. Se establece que neandertales y sapiens se cruzaron de
modo eficaz, tuvieron una descendencia fértil, si bien el porcentaje de ADN ha
ido disminuyendo de forma gradual, revelando una determinada incompatibilidad
evolutiva.
Los primeros
sapiens llegaron a Europa hace 45 mil años, pero su huella genética no se
encuentra ya en las poblaciones actuales. Las primeras poblaciones con las que
persiste cierto parentesco son de hace 37000 años, y se identifican con la
cultura lítica auriñaciense (que sustituyó a partir de hace unos 38000 años a la cultura Musteriense), cultura a la se asocian los ejemplos más arcaicos de arte (cueva de
Chauvet y un instrumental óseo especializado (flautas)[1].
Era una época en la que seguían predominando las glaciaciones, lo cual debió
suponer movimientos de población en dirección al sur o su desaparición
definitiva.
Hacia 33 mil
aparece otro grupo humano que reemplaza prácticamente por completo al anterior.
Esta vez es vinculado con la cultura gravetiense, relacionada con las Venus
paleolíticas realizadas en hueso y con los restos de pinturas de manos en
negativo. Sin embargo, hace 20 mil o 19000 años reaparecen en el contexto
continental algunos descendientes pertenecientes a la cultura auriñaciense. Es
posible que sus antepasados hubiese migrado hacia refugios más cálidos en el
sur de Europa, entre ellos la Península Ibérica, y que una vez pasados los
rigores del frío de la última glaciación, sus descendientes se hubiesen
expandido, de nuevo, hacia el norte del continente, recuperando algunos
territorios y reemplazando a la población existente. Algunos restos humanos
hallados en Cantabria parecen demostrar que los habitantes de esta región
estaban emparentados con ellos.
Pero todavía
habría habido otra oleada poblacional. Hace 14000 años, una población humana
llegada desde el Próximo Oriente se despliega por el continente y se hace
dominante, sustituyendo a buena parte (aunque probablemente no a toda) de las
poblaciones anteriores. La identificación de esta nueva población se verificó a
partir de los restos de un cazador-recolector hallado en Villabruna (Italia).
Las marcas genéticas de esta última población se perpetuaron durante varios
milenios, como parece demostrar el hallazgo de un cazador-recolector aparecido
en el yacimiento de La Braña, en León, datado en 7000 a.e.c., que estaba
emparentado con este grupo.
Un aspecto
que ha resultado descollante para los investigadores es que los genes del
individuo de La Braña muestran que su tez era oscura y, muy probablemente, sus
ojos claros. Hasta la aparición de sus ancestros en Europa (14000 a.e.c.), se
estima que todos los europeos tenían la piel oscura pero los ojos marrones. Los
primeros individuos con genes de pieles más claras vivieron hace unos 13 mil
años. Solamente con la llegada de los
primeros agricultores desde Oriente Medio, ya en el Neolítico, la tez blanca se
hace más generalizada.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-Ugr. Abril, 2017
[1]
El fósil humano de la cueva del Mirón, en Cantabria
que ha sido nominado como la “Dama Roja”, pertenece al linaje de los primeros
pobladores auriñacienses. Está emparentada con un individuo de la Cueva de
Goyet, en Bélgica, fechado hace unos 35000 años.
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