Los testimonios de la gran poesía épica griega (Ilíada, Odisea), así como de la obra de
Hesíodo, reflejaban la historia de los griegos en un contexto concreto de
diversos valores e ideales que seguramente satisfacía, en un momento
determinado, los elementos referenciales que el griego necesitaba para
comprender las relaciones del ser humano con su entorno, con el mundo
circundante. La interpretación racionalista del mito fue un modo de actuación
primario de la historiografía (como lo fue también para la filosofía). No
obstante, la historiografía griega recuperaría el carácter vívido de la poesía.
En
el contexto socio-político del comienzo de la historiografía destaca la
presencia de Mileto en la tradición, como también había ocurrido con la
filosofía. En este puerto comercial, punto final de algunas rutas
próximo-orientales, confluyeron varias circunstancias que propiciaron la
historiografía.
Una
de ellas es la profundización del espacio geográfico (en el contexto de la
expansión colonial griega), cuyas primeras manifestaciones acontecen en las
primeras observaciones y manifestaciones del mundo llevadas a cabo por los
filósofos. Esto trae consigo el despertar de la conciencia sentida por los griegos
de su propia identidad y de las diferencias culturales existentes entre los
diversos pueblos. Por otra parte, se desarrolla la concepción de la noción de
progreso. La adquisición por parte del ser humano de la conciencia de su
efectividad y responsabilidad, proceso que se asocia con el nacimiento y
desarrollo de la actividad política del ciudadano en la polis, desempeñó también un rol relevante en los
orígenes de la historiografía. La toma de conciencia del carácter
“temporal” de la existencia humana se lleva a cabo por mediación de la activa
vida política.
Las perspectivas en cuanto a la concepción del
espacio, el tiempo y el propio hombre se amplían en el contexto de un notable cambio intelectual, cuyo exponente
principal (desde la perspectiva de la historiografía) fue Anaximandro, autor
de teorías que explicaban la formación física del Universo y el nacimiento y
despliegue de la vida sobre la tierra[1].
La ambición intelectual de la historiografía griega está fuera de toda duda. Se
manifiesta en una decidida voluntad de que narrar los hechos sirve para
observar las leyes, más o menos fijas, que los rigen. El espíritu crítico,
implícito desde el principio en la historiografía, pudo haber estado
condicionado por la dificultad de los griegos de Asia Menor para mantener fija
su cultura, en virtud de la confrontación a una multiplicidad de otras
notablemente desarrolladas, o de optar por alguna otra.
Se
suelen distinguir cinco tipos fundamentales de literatura histórica griega, ya
conformados a fines del siglo V a.e.c. Se trata de la genealogía, la
etnografía, la historia, la horografía y la cronología. La primera refiere e
intenta sistematizar las tradiciones mítico-legendarias. La etnográfica afronta
la descripción de territorios y poblaciones extranjeras. La histórica, por su
parte, presenta los acontecimientos de los seres humanos. La horográfica ofrece
una relación anual (al modo de la crónica) de la historia de una ciudad desde el
momento de su fundación. La cronográfica muestra un sistema que permite ubicar acontecimientos
que transcurrirían en distintas regiones del mundo.
No
parece plausible pensar que la especulación genealógica y etiológica hayan
originado la historiografía griega, si bien la literatura genealógica fue una
forma de prosa literaria cultivada desde muy antiguo, como es el caso de la
genealogía heroica de la Odisea, o la
sistematización de Hesíodo de las distintas tradiciones genealógicas.
Los
primeros ejemplos etnográficos cuentan con la particularidad de que presentan
sin prejuicios las costumbres de otros pueblos. Tal interés estaba presente ya
en la épica homérica y en la de viajes (Arimaspeas
de Aristeas, por ejemplo). La Periegesis (luego Periplo), que supone una pormenorizada
descripción, desempeñó un destacado papel en la génesis de la etnografía griega.
En su forma literaria se enfocaba en la descripción de territorios y poblaciones
a partir de las impresiones de un navegante (de cabotaje) que recorría las
diferentes regiones costeras. Hacía una presentación de las costumbres más
pintorescas y señalaba sus observaciones referidas al origen de cierto
asentamiento o acerca de lo que éste significaba en el mito. En determinados
casos registraba la distancia entre varios asentamientos. Es muy probable que
no fuese infrecuente, por otro lado, que estos escritos contasen
con un resumen de historia política en forma de una más o menos detallada
relación de reyes o de dinastías. En este contexto se destaca el griego Escilax
de Carianda, quien trabajó para el rey persa Darío, y que fue autor, también,
de una biografía de Heraclides, autócrata de Milasa de Caria.
Los escritos en los que se refería año tras año la
historia de una ciudad recibían el nombre de Horoi (Anales). La cronología
de las historias locales, localizadas ya pleno el siglo V a.e.c., fue
simultánea del desarrollo de la historia local gracias a una imperante
mentalidad erudita.
El uso del vocablo logógrafos se debe a Tucídides. Con
el mismo se refiere a predecesores suyos, sin nombrarlos, que anteponen el
favor del auditorio a la verdad. Tal vez usaba el término pensando en los
autores de discursos, quienes no tenían reparos en sacrificar la veracidad en
beneficio del éxito de sus alocuciones. La expresión referida a “historiadores”
siempre fue peyorativa en la antigüedad. El término, que no debería usarse, al
igual que el de jonios, implicaría la presencia de un grupo de historiadores
que han empleado un mismo método o se han referido a una temática análoga. En
tal sentido, es preferible rehuir la expresión, si bien puedan ser reconocidas
ciertas características comunes, sobre todo la ordenación genealógica del
conjunto, la mayor parte de las veces confuso y hasta contradictorio, de las
tradiciones que les llegaban, así como la interpretación racionalista del mito.
La ordenación genealógica revela el innegable influjo
de las obras cosmológicas y teogónicas precedentes, a pesar del rechazo que se
les profesaba. Es bastante posible que estos historiadores, muchos de los
cuales eran exiliados, hubieran viajado de una ciudad a otra para impartir
conferencias y leer discursos. Si tal fuese el caso, no se podría pasar por
alto el paralelo con los sofistas, con muchos de los cuales varios de estos
historiadores comparten un cierto
agnosticismo en relación a lo divino.
Los orígenes específicos de la actividad histórica
griega se ubican en Mileto. El primero en ser mencionado es Cadmo, el autor de
una Fundación de Mileto y de toda Jonia. Entre las primerísimas
obras históricas helenas se cuentan las historias de Persia. En tal sentido, el
primer autor conocido de un texto de tal temática y consideración sería
Dionisio de Mileto. Dionisio pudo haber sido casi contemporáneo de Hecateo, y
habría escrito sobre Persia en un par de obras, Pérsicas o Relatos de
Persia y Sucesos posteriores a Darío.
Hecateo, por su parte, pertenecía a una antigua y
bastante influyente familia de Mileto. Se sabe muy poco de su vida. Agatemero comenta
de él que realizó muchos viajes. De hecho, parece que puede aseverarse que tuvo
una estancia en Egipto y que, quizá, visitó también Fenicia y ciertos
territorios del Mar Negro. No sería inapropiado suponer que el objetivo primordial
de sus viajes hubiese sido el de documentarse para la composición de sus trabajos.
Se le atribuyen dos, tituladas Genealogías y Contorno de la
Tierra. Como no podría ser de otra
manera, manifiesta una evidente voluntad de homogeneizar las tradiciones
genealógicas contradictorias, y en llevar a cabo una racionalista interpretación
del mito.
Hecateo racionalizó las leyendas. Al producirse la desmitologización
de las leyendas griegas se desvaneció la diferenciación cualitativa entre las
hazañas del pasado, antiguas, y aquellas recientes. Plasmar por escrito las más
cercanas en el tiempo facilitó el
impulso clave para la conformación de la historiografía griega. Se sustituyeron
los antiguos héroes por seres humanos históricos. Los logoi sobre
personalidades relevantes, como Creso o
Giges, obtuvieron una significación análoga a los relativos a los personajes
heroicos. Así, la historiografía, centrada en el deseo de conmemorar propio de
la épica, ensalzó grandes hombres del mismo modo que la épica había hecho con
las figuras de los héroes legendarios. Decisiva para la historiografía fue
también la confrontación que este autor llevó a cabo de las tradiciones griegas
con aquellas de otras culturas, con lo cual se superaba el límite del propio
ámbito griego.
Janto fue un lidio helenizado originario de la
localidad de Sardes, tal vez súbdito del imperio persa. Fue contemporáneo de
Heródoto y autor de una obra acerca del origen y la historia de los lidios, Lydiaka
(Relatos de Lidia), en la cual se
centraba especialmente en la etapa legendaria y mucho menos en el
período histórico de los Mermnadas[2].
Janto llegó a extenderse hasta asuntos de carácter geológico. Probablemente muy
leído, escribió sobre la religión persa, aunque es complicado determinar si sus
Magika o Relatos sobre los
magos, eran una obra independiente o formaban parte de una mayor.
Caronte, natural de Lámpsaco, fue también
contemporáneo de Heródoto. El léxico Suda le hace autor de una serie de
escritos, que incluyen unos Relatos de
Persia, si bien hay serias dudas al respecto. Con mayor seguridad, es el
autor de los Horoi (Anales) de Lámpsaco, en principio una historia local, aunque es probable que su
ámbito fuese mucho más amplio. Tal vez pudo haber sido una obra analística,
ordenada a partir de los magistrados anuales de la ciudad, pero que, además de
los acontecimientos locales, recogiese otros de interés histórico genérico.
Acusilao, por su parte, natural de la localidad de
Argos, fue un historiador de mediado el siglo V a.e.c. que escribió en jonio.
Se le atribuye un escrito que llevaría por nombre Genealogías, en la expondría, siguiendo la obra de Hesíodo (la obra
empezaría con una cosmogonía y una teogonía), la tradiciones legendarias en
prosa. Ferécides de Atenas comparte con su contemporáneo Acusilao el interés por
el difícil mundo de las genealogías, pero sin las implicaciones filosóficas de
aquel. A diferencia de otros, algo específico de su obra fue la ausencia de
interpretación racionalista del mito, pues su principal motivación radicó en
presentar la tradición de un modo amplio, sin mostrar preocupación alguna por
la convencionalidad de la misma.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR, octubre de 2017.
[1] En lugar de sistematizar las tradiciones, la filosofía
jonia ha sido relevante, precisamente, por lo contrario. La especulación
filosófica prescindía en esencia de tales tradiciones y buscaba por otros
derroteros la solución de los problemas que se planteaban. A pesar de ello, su
influencia en la génesis de la historiografía es determinante.
[2] En la antigüedad, el empleo de temáticas orientales,
desde la perspectiva griega, suele incluir de modo generalizado, aspectos
extraordinarios. Desde este punto de vista Janto sería un antecesor de Ctesias.
Es bastante probable que se haya documentado gracias a más que factibles viajes
por Frigia o Armenia, y a partir de la investigación de tradiciones orales. Una
característica propia de Janto es que abandona el jonio por el ático en sus
escritos.
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