La
tablilla de arcilla conocida inicialmente como Imago mundi, y luego, más correctamente como mapa babilónico del
mundo, fue un espectacular hallazgo, hoy clásico, que se produjo en el antiguo
núcleo babilónico de Sippar a fines del siglo XIX. Descubierta por el
arqueólogo Hormuzd Rassam, la tablilla, datada entre los siglos VII y VI
a.e.c., contiene el primer mapa conocido del que se tenga noticia. Ya en el
siglo XX, el asiriólogo I. Finkel encontró otro fragmento del mismo mapa, que
completaba la primera tablilla. Hoy se conserva en el British Museum.
El
pequeño mapa (de apenas 12 centímetros de altura), está compuesto por varias
formas geométricas acompañadas por inscripciones en cuneiforme, referidos a
topónimos, distancias entre lugares y accidentes geográficos variados. En el
centro del esquema se encuentra Babilonia, en forma rectangular y cruzada por
un río, el Éufrates, cuyo curso se representa con dos líneas paralelas,
mostrándose desde sus fuentes anatólicas y hasta la desembocadura en el golfo
Pérsico. Una referencia en acadio al norte de Babilonia señala una cadena
montañosa, seguramente los Zagros, mientras que en el sur se menciona Susa, la
capital elamita. La ciudad de Urartu figura al noreste, en tanto que la capital
de los casitas (Habban) se sitúa (en realidad de modo incorrecto), en el
noroeste.
Mesopotamia
está rodeada por el “río amargo” (denominación del Océano), que divide la
región exterior en siete territorios, todos ellos entendidos como lejanos. Se
escenifican por medio de triángulos. Allende estos territorios alejados está
ubicado el cosmos, con presencia de los astros y constelaciones. Estaríamos,
entonces, ante una representación del mundo conocido, pero también ante un tributo
debido al dios tutelar babilonio, Marduk, responsable de su creación. Este es
el motivo por el cual la tierra conocida, lo que incluye montañas, ríos, el
océano y las ciudades, se representa en el interior de una circunferencia que
la separa del cosmos (un modo de indicar la presencia separada de Tierra y
Cielo). Es posible, según se interpreta a partir del poema babilónico Enuma Elish, que los mencionados
triángulos simbolizasen puentes de conexión del mundo terrenal con las
dieciocho constelaciones de dioses a los que Marduk tuvo que vencer.
Aunque
este mapa no es topográfico en un sentido estricto, sí es un intento
documentado de representar el mundo conocido en esa época y lugar, de un modo
tanto completo como orgánico. Este hecho lo convierte en excepcional.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, Diciembre, 2019.
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