El
denominado anillo o sello de Néstor fue hallado por un campesino en una tumba
en Pilos, en el Peloponeso. Ha sido datado en el Período Minoico Tardío
(1700-1450 a.e.c.). En este sello dorado, a pesar de su pequeño tamaño, se
puede observar en él una compleja escenografía, un drama de transformación, en
el que aparecen como representados animales (león, perro, pájaro y mariposa),
un árbol de la vida y un híbrido zoomorfo, concretamente un grifo. Estaríamos,
presumiblemente, ante imágenes referidas directamente a la vida de ultratumba que
imaginaron tanto minoicos como micénicos
La
imaginería del sello se estructura y organiza a partir de un retorcido árbol de
la vida, que brota de un pequeño montículo cubierto de brotes en el centro. Sus
dos grandes ramas laterales dividen la escena en el inframundo, en la sección
inferior, y la vida de ultratumba, en el sector superior. Si se observa la
escena a partir de la zona inferior izquierda, se puede apreciar lo que pudiera
ser una sacerdotisa con cabeza de ave que intercepta a un intruso. Sus alzados
brazos parecen sugerir la presencia de sacras ceremonias solamente aptas para iniciados. Otra oficiante, también con cabeza
de pájaro, hace señas a una pareja joven, que se muestra cogida de la mano,
para que se acerquen hasta el lado contrario del tronco del árbol. Mirando en
dirección opuesta, otras dos figuras más con cabeza de ave parece que rinden
homenaje a un grifo, sentado en un trono ante la deidad, gestualizando con los
brazos alzados (acción que sugiere una epifanía), en tanto que la diosa se
mantiene un tanto alejada tras él. Su brazo derecho apunta con claridad hacia
abajo, en dirección al grifo, mientras que el izquierdo lo hace hacia arriba, orientado
a la escena superior. Pudiera dar la impresión que tal actitud sugiere que la
deidad, al final, es la única con el
poder de trasladarse del inframundo a la vida de ultratumba.
La
escena que se despliega por debajo de las ramas principales del árbol recuerda
las salas del juicio egipcias, en las que una procesión análoga conduce al
fallecido ante el dios Osiris. En el ritual egipcio, es Tot (no se olvide, con cabeza
de pájaro de pico largo, esto es, un ibis), anota el resultado del juicio,
durante el cual se ha pesado en una balanza el corazón del difunto además de la
pluma de la Verdad, imagen simbólica de la diosa Maat. En este caso, se observa
con nitidez, los asistentes que se dirigen al grifo sentado en el trono del
juicio poseen, asimismo, cabezas de pájaro. Detrás del grifo se encuentra la deidad,
ubicada de manera semejante a como lo hace Isis tras un Osiris sentado.
En
la raíz del árbol hay un curioso perro, que nos podría rememorar, en principio,
al can guardián Neolítico que custodia el árbol de la vida, pero también al
posterior chacal Anubis egipcio, que guía las almas de los fallecidos,
anticipando además al célebre can Cerbero, de la mitología griega, animal
asociado a Hécate, divinidad inframundana. Conviene también observar que dentro
de las raíces del árbol aparecen unas pequeñas formas oblongas que semejan brotes
de plantas, tal vez imágenes de una nueva vida en preparación, que surge de la
muerte. Si con el gesto de la diosa se asume que la pareja fallecida satisfizo al
tribunal del juicio, aquí representado por el grifo con pose y aspecto de
esfinge, entonces la pareja de “almas” se trasladaría a la sección superior del
sello, en donde deben enfrentarse al poder de la diosa, en este particular
simbolizado en la inmensa figura de un león. El felino reposa sobre una suerte
de plataforma sostenida por un par de esforzadas figuras femeninas. Su actitud
de reposo pero también de vigilancia, puede referirse a su responsabilidad de
resguardar los misterios de la deidad, ¿del mismo modo que en la cueva
paleolítica de Les Trois Fréres?. En la parte superior del árbol, al lado del
gran felino brotan ramas de hiedra, cuyo crecimiento espiriliforme, con verdes
hojas perennes, sería una imagen que podría simbolizar la inmortalidad, lo cual
preludiaría la famosa “rama dorada” en la Eneida de Virgilio.
La
pareja está ausente del sector superior derecho de la escena, en donde domina
el gran león, aunque reaparece junta al otro lado del tronco del árbol. Esto
podría indicar la realización de un ritual de paso por mediación del cuerpo del
animal, de ahí el gesto de epifanía de la mujer, que podría expresar satisfacción
y asombro ante su nuevo y cambiado estado. Sentada ahora sobre una rama, se
halla (en esta ocasión más cerca), la deidad minoica además de otra figura con
la que da la impresión de estar manteniendo una especie de conversación
mientras revolotean sobre su cabeza un par de mariposas.
Y
es que, a fin de cuentas, toda vida contiene una promesa de renovación.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, enero, 2020
¡Qué análisis tan fascinante! ¡Mil gracias por compartirlo!
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