Imágenes. Arriba, Deucalión y Pirra, obra de Domenico Beccafumi, datada en 1520; abajo, Deucalión y Pirra, de P. Rubens, óleo sobre tabla de 1636, hoy en el Museo de El Prado, Madrid.
La historia del diluvio en la mitología griega es plural. El espectacular cataclismo de la inundación se convierte en las formulaciones filosóficas principales en un episodio que contempla un ciclo de destrucción y renovación, a veces entendido como típico del modo antiguo de observar la historia.
En el ámbito cultural griego y romano existieron tres tradiciones, cada una con su propio héroe. La más relevante e influyente fue la configurada alrededor de la figura mítica de Deucalión, convertida en una versión proverbial, en tanto que las otras dos, la vinculada a Dárdano, fundador legendario de la dinastía de Troya, y la relacionada con Ógigo, rey de Atenas o incluso de Tebas, son bastante más marginales. No obstante, todavía existe alguna que otra tradición más periférica. Se refiere a la que relata un acontecimiento devastador en Frigia, cuyo protagonista estelar es un hijo de Brombio, de nombre Priaso. Este Priaso habría escapado de una inundación propiciada por Zeus en Frigia, refugiándose en Beocia. Asimismo, una tradición diluviana conectada con la versión bíblica estaba enraizada en Apamea, cuudad que recibió la denominación de Kybotos (en la versión de los Setenta, arca), y en la que se acuñaron monedas con la inscripción Noé, al lado de la representación del arca, en forma de lárnax, junto a dos personas.
Hoy en día, existe consenso en la crítica al afirmar que el motivo mitológico del diluvio provino del Próximo Oriente en época arcaica. La mayoría, y las más antiguas, referencias diluvianas en Grecia, se hallan en la región de Lócride, un hecho que ha motivado señalar que las historias viajaron desde la costa de Siria hasta las helenas a través de la isla de Eubea. Es probable que el monte Parnaso, cuya ladera nororiental se encuentra en Lócride, jugase un rol destacado en el establecimiento del mito en tierra helena. El momento de dicha instalación aparece testimoniado en el Catálogo de las Mujeres de Hesíodo, en el que Deucalión aparece como clave en la configuración de las genealogías heroicas que establecían un estimable prestigio a las estirpes de la época histórica. No obstante, existen dudas sobre si el Deucalión del Catálogo de las Mujeres es ya el mismo héroe diluviano de la época clásica. En cualquier caso, es posible que una historia diluviana estuviese presente en la Titanomaquia de Eumelo.
Sea de una manera o de otra, las distintas versiones imperantes reflejan los efectos de la tensión entre la dispersión local y una convergencia panhelénica unitaria. Por una parte, el mito del diluvio, que tiene como protagonistas a Deucalión y Pirra, se incorporó al tejido de historias que los griegos históricos identificaron como sus épocas pretéritas. Las etapas de tal proceso implican su vínculo con Delfos y con la región de Tesalia, proceso crucial en la formación de la identidad griega en los comienzos del siglo VI a.e.c. Hay que remarcar que Helánico de Lesbos, autor de la Deucalionea, convertía a Deucalión en rey de Tesalia, si bien la tumba de Pirra la ubicaba en Cino, en la Lócride. Además, en los escolios a Píndaro se destaca que según Helánico, el arca de Pirra y Deucalión descansó finalmente en el tesalio monte Otris, y no en el Parnaso.
Por otra parte, la historia cuenta también con desemejanzas y rivalidades propias de carácter político y cultural de algunos de esos mismos griegos que no quieren perder sus elementos específicos en una identidad genérica. El artificio mitopoético que amalgamó difusión y convergencia consistió en conciliar el diluvio de Deucalión con diversos otros lugares, tanto a través del protagonista principal como por medio de la sincronización con las salvadoras acciones de otros héroes culturales de titularidad local (Platea, Lesbos, Megara, Samotracia, Dodona, en la región del Épiro, Quíos). La historia de Atenas se sincronizó, según cuenta Apolodoro, con el diluvio del mencionado Deucalión durante el reino del rey Cranao. El Mármol de Paros, así como Trogo Pompeyo, advierten que Deucalión se refugió en la polis, siendo el encargado de erigir un templo a Zeus Olímpico. Por su parte, Teopompo (de Quíos), Plutarco y Apolonio de Acarnas, refieren la noticia de que en las Antesterias se conmemoraba la salvación de la inundación. Para Arriano, Deucalión habría desembarcado en Argos.
Estas historias están protagonizadas por personajes de relevantes linajes míticos griegos que no se incorporaron al sistema helénico que inicia con el vástago de Deucalión, Heleno, y toda su descendencia. El motivo diluviano en tales genealogías puede ser un medio de enfatizar su específica independencia en relación a otras prestigiosas familias de la historia mítica helena.
La primera mención a un diluvio como componente de la historia antigua griega aparece en Píndaro. La historia de la pareja Deucalión y Pirra se muestra, asimismo, en la escena cómica a principios del siglo V a.e.c., como es el caso de Pirra o Prometeo, del poeta siciliano Epicarmo.
Salvar a los demás de una devastación y salvarse a uno mismo es una tarea que le corresponde a alguien que destaque por su sabiduría, su poder y su estatus. Con su sobrevivencia, Deucalión encarna un desacato a las órdenes de los dioses, aspecto relevante en la mitología asociada a Prometeo. Es así que lleva a cabo un par de actos desafiantes en la esfera humana, al modo prometeico, la creación de los seres humanos y la institución del sacrificio. Tal cualificación genealógica se constata por mediación del matrimonio con Pirra, hija de Epimeteo, hermano de Prometeo, y Pandora. Por si fuera insuficiente, Pirra conecta la historia con la geografía de la región de Tesalia. Así, a tenor del poeta helenístico Riano de Creta, Tesalia también era nombrada como Pirrea.
La causa del tremendo diluvio fue, según refiere Apolodoro, la voluntad de Zeus de aniquilar por completo los hombres de la denominada Raza de Bronce, aunque en el conocido relato de las edades de Hesíodo, la Raza de Bronce no finaliza por mor de un decreto divino, sino a causa de la violencia que esos humanos propician. El intertexto de Hesíodo encauza la acción de Zeus con el motivo de Prometeo de resistirse, y desafiar, los planes de Zeus, favoreciendo a una desamparada raza humana y apostando por su sobrevivencia.
La acción definitiva de Zeus es una reacción a la degradación de la humanidad o una respuesta a algún crimen que simbolice el poder devastador de su accionar. Aquellos que sobreviven no lo hacen por su piedad, sino que la salvación responde a la presencia cercana de una montaña con una elevación suficiente. Esto significa que en la tradición más arcaica de Deucalión y de otros héroes del diluvio, la culpa humana como motivo inicial no estaba presente. La decisión de Zeus, en apariencia arbitraria, refiere entonces un mundo de pugnas y rivalidades entre deidades y seres humanos, motivo mitológico muy próximo al que se halla en el Próximo Oriente, ámbito en el que se integraría la Grecia arcaica. Los dioses, creadores del ser humano, mantienen con éstos una relación de tensa ambivalencia, resuelta en una separación que tendrá como intermediación el ritual que los héroes del diluvio instituyen.
Las torrenciales lluvias que desencadena Zeus, a decir de Apolodoro, provocan una inundación que afecta a buena parte de la Hélade, si bien dejando a las cimas de las montañas como único refugio posible. Como algunas regiones quedan a salvo, el diluvio mítico griego facilita la conexión de tradiciones diferentes a través de historias de refugios y de escapadas. Los nueve días de inundación, período bastante breve, aproxima la versión de Apolodoro a las conocidas versiones babilonias que posteriormente se comentarán.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, marzo, 2023.
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