29 de marzo de 2022

Arqueología en Asia central: platos, hebillas, monedas, copas







 

En esta entrada se comentan varias imágenes de diferentes objetos de relevancia arqueológica e, indudablemente, histórica. Tienen en común una procedencia centro-asiática y, en algunos casos, motivos iconográficos de inspiración helena.

La primera corresponde a un plato hecho en plata, que muestra la presencia de Dionisos y los demás dioses olímpicos. Profusamente decorado, probablemente fue elaborado en alguna provincia oriental del mundo romano. Lo más relevante es que fue hallado a fines de los años ochenta del pasado siglo en el lugar de Beitan, condado JingYuan en el Gansu, China. En una segunda imagen se observa la cabeza de un Buda con restos de su aureola de inspiración persa. Datada en los siglos III y IV, y hoy en el Museo Estatal de Arte Oriental de Moscú, fue encontrada en Kara Tepe, Turquía meridional, muy al oeste de las fuentes originales del budismo.

Una tercera pieza es esta hebilla de cinturón en oro con el motivo de animales entrelazados atacándose. Datado en la dinastía Han Occidental, fue descubierto en el mausoleo del rey Chu, en el monte ShiZi, Xuzhou. La cuarta imagen corresponde a una tapa cerámica con un relieve que presenta la imagen de una criatura mítica alada (Gopat Shah) que ha sido datada entre los siglos IV y II a.e.c. Fue encontrada en Kalaly Gyr, Turkmenistán.

La quinta, pertenece a una moneda de oro, concretamente un bracteato, en la que se muestra “sintetizada” la historia romana de Rómulo y Remo. Hallada en Panjikent, Sogdiana, se ha fechado en el siglo V. Resulta un claro indicador de que la historia mítica contó con una variante extendida por Asia central, hasta el punto que el motivo reaparece en pintura unas centurias después (Usrushana, siglo VIII). Finalmente, una copa de tallo, hecha en bronce dorado fundido, con un Eros rodeado de vides, que apareció en un tesoro encontrado en Datong (China) en los años setenta del pasado siglo. Pertenece a la dinastía Wei Septentrional. Probablemente, no obstante, se trate de una réplica bactriana de un vaso bizantino contemporáneo, de apenas unos doce centímetros de altura.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2022.

18 de marzo de 2022

Roma, sus mitos y leyendas: Clelia, Curcio, Jano y Yuturna


Imágenes: arriba, Mucio Escévola ante Lars Porsena, cuadro del pintor Giovanni Francesco Romanelli. Palacio del Louvre, siglo XVII; abajo, el bifronte dios Jano coronando la fuente en el patio de la Casa de Pilato, en Sevilla.

Tito Livio, historiador romano que vivió a caballo entre el siglo I a.e.c. y la primera centuria de la Era, relata en su célebre Historia de Roma un episodio de ordalía en el río Tíber. Muy probablemente se pueda interpretar como la historización de un mito que haría comprensible el origen de la Venus a caballo.

La paz firmada entre Lars Porsenna, a la sazón el rey de Clusium, ciudad etrusca, que había marchado previamente sobre Roma para restablecer en el poder a los Tarquinios, y los romanos, trajo consigo que el soberano etrusco, según se había estipulado, mandase descender al ejercito desde el monte Janículo, para así abandonar el territorio romano. Mucio Escévola, que había intentado asesinar a Porsenna, recibió un merecido reconocimiento por su comportamiento y actitud valerosa en la guerra. Del mismo modo, las  mujeres también solicitaron la obtención de títulos públicos  en virtud de su participación en la defensa de Roma.

Clelia había sido una de las prisioneros del rey Porsenna. Eludiendo a los centinelas se puso al frente de un grupo de mujeres que atravesaron el Tíber. Clelia las condujo sanas y salvas, entregándolas incólumes a sus parientes. Enterado Porsenna de la fuga, envió legados a Roma con la intención de solicitar la exclusiva entrega de Clelia. Una negativa de los romanos supondría considerar roto el tratado, pero si la recibía, la ofrecería sin un rasguño a su familia. Porsenna demostró su admiración por Clelia, señalando que su empresa era muy superior a las hazañas de Horacio Cocles y del propio Mucio Escévola.

Porsenna acabó regalándole a Clelia una parte de los prisioneros, tal y como como ella misma había exigido. Clelia eligió a los más jóvenes. Renovada la paz, Porsenna la obsequió una estatua en reconocimiento de su valentía, algo considerado como desacostumbrado en una mujer. La escultura representaba a una muchacha a caballo. Fue ubicada en la parte más elevada de la Vía Sacra.

Ciertas variantes refieren que la estatua ecuestre respondía al hecho de que Clelia había pasado el Tíber a caballo, o a que Porsenna le había regalado un équido. El mito puede explicar, en consecuencia, el origen de la Venus a caballo y su culto respectivo.

Cayo Μarco Curcio es también una figura legendaria de Roma, reseñada por numerosos autores, como Tito Livio, Suetonio, Plinio, Varrón o Plutarco, entre otros. En los inicios de la República romana se abrió en el Foro romano una grieta, un enorme agujero. Los habitantes de la ciudad intentaron colmarlo. Según un oráculo, para cerrar el gigantesco agujero, los ciudadanos tendrían que arrojar en él, a modo de sacrificio, aquello de más valor.

Curcio interpretó la profecía oracular en el sentido de que lo más valioso que la República de Roma tenía era su juventud y su soldadesca. Por tal motivo, determino sacrificarse por el bien colectivo. Montado a caballo y armado, se consagro a los dioses infernales, arrojándose a la gran sima, que de inmediato se cerró, apareciendo un lago, que desde entonces se conoce con el nombre de Lacus Curtius.

En sus orillas crecieron una vid, un olivo y una higuera, árboles cuya simbología es siempre positiva. En la época imperial se oficializó la costumbre de arrojar monedas al lago como ofrendas a Marco Curcio, considerado el genio del lugar.

Otra variante del mito cuenta que Marco Curcio era en realidad un sabino que, durante la guerra entre Rómulo y Tito Tacio, se hundió con su caballo en los pantanos que existían en las proximidades del Comicio, viéndose entonces obligado a abandonar su montura. Sea de una manera o la otra, el factor agua está muy presente en esta leyenda romana.

Jano es uno de los dioses más arcaicos del panteón romano. Se le representa generalmente con dos caras. Sus mitos señalan que había sido rey en Roma. No obstante, otras versiones apuntan que Jano  era oriundo de la región de Tesalia, desde donde fue desterrado a Roma. Se decía de él que había sido el primero en emplear barcos, así como el inventor de la moneda acuñada. Asimismo se le atribuye la salvación de Roma de la conquista sabina.

Tito Tacio y los sabinos intentaron apoderarse de la ciudad de Roma. Jano hizo brotar del suelo un surtidor de agua cálida que asustó sobremanera a los atacantes, que al ver semejante prodigio huyeron despavoridos. Los mitos asociados al dios le atribuyen a su reinado las características específicas de la Edad de Oro; es decir, paz, abundancia de riqueza, honestidad, tranquilidad. Se podría decir que Jano cumplió el rol de soberano civilizador de los más arcaicos habitantes del Lacio, que ignoraban cómo cultivar, desconocían las urbes y carecían de leyes. Sería Jano quien les enseñase todos esos logros civilizatorios. 

Después de su fallecimiento, Jano se convierte en una divinidad. Presenta las mismas singularidades de los grandes héroes de otros mitos, como Moisés, Habis o Rómulo. Una versión del mito cuenta que Jano se casa con la ninfa Yuturna, con la que tiene un hijo, un dios de las fuentes. Yuturna recibía honores en las orillas del rio Numicio, que pasaba cerca de Lavinium (ciudad del Lacio fundada por Eneas). No obstante, su culto se trasladó a Roma, lugar en donde una fuente sita en el Foro Romano adquirió el nombre de la ninfa. Además, se construyó en su honor un santuario en el Campo de Marte, en una zona pantanosa de la ciudad que Marco Agripa, en la época de Augusto, desecó por completo.

Yuturna ejerció las funciones de una divinidad salutífera, como solían serlo las ninfas. Una versión la convirtió en amante de Júpiter, quien en correspondencia le concedió la inmortalidad, además del reinado sobre el Lacio, las fuentes y los afluentes del Tíber.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2022.

 

8 de marzo de 2022

Mitos y cultos sirio-fenicios en el imperio romano


Imágenes: arriba, estatua de Júpiter Doliqueno sobre un altar dedicado por Cayo Espurio Silvano, datada en el siglo III. Carnuntum, Austria; abajo, Venus (Afrodita) y Adonis, óleo de Tiziano, datado en 1554. Museo de El Prado, Madrid.

Los mitos y cultos provenientes de la región sitio-palestina en el Mediterráneo oriental provocaron un gran impacto en el pensamiento religioso de la época imperial romana. Una de estas deidades más renombradas en la Diosa Siria, deidad suprema del  panteón sirio, que ejercía de paredra de Hadad. Estaba asociada a la fertilidad, la reproducción y la procreación, de ahí que el falo sea uno de sus aspectos simbólicos primordiales. Como rectora del universo y ama del destino humana es responsable del orden establecido. En tal sentido garantiza también la reproducción del sistema, una condición esencial en su instrumentalización por mediación del poder establecido.

Para el siglo III a.e.c. encontramos su culto en Macedonia, Etolia (con un estatus cívico) y Egipto. Parece factible que su difusión se produjese gracias a sirios esclavizados que son vendidos en  la isla de Delos, entre los siglos III y II, donde se constata la presencia de un santuario dedicado a Dea Siria en el último tercio del siglo II a.e.c. Desde la isla se produciría su diáspora, por Sicilia, las ciudades del Egeo y la misma Roma. Su presencia también aparece documentada en Britania y las provincias danubianas, tal vez introducido por personal militares. Es aquí en donde se muestra como una manifestación de la diosa universal. Su ritualidad se percibe con claridad en Apuleyo, concretamente en El Asno de Oro. También en una obra que se atribuye a Luciano de Samosata, de nombre Sobre la Diosa Siria, se habla de Atargatis, denominación con la que se le conoció en Grecia y Roma, y en la que se  describe su culto en Hierápolis.

Desde la perspectiva iconográfica, la diosa pudo adoptar de Cibeles la apariencia de potnia theron  o señora de los animales, entronizada entre leones, además de un cetro y un tocado en forma de torre, que simboliza la protección de las ciudades. La presencia de una rueca indicaría el dominio del ciclo cósmico, conectándose con Hadad, el Sol, aspecto expresado en los rayos que a veces rodean su corona. En la localidad de Ascalón, Atargatis se representaba como una sirena, destacando su hegemonía sobre los animales del mar. En tal sentido, en una versión mítica se habla de su nacimiento de un enorme huevo lanzado a tierra por los peces, que ulteriormente sería incubado por una paloma.

Dea Siria o Atargatis es equivalente a la diosa griega Afrodita y a la Astarté fenicia, divinidades propias del amor carnal. Se puede suponer, con alto grado de certeza, que en el occidente romano no conservó rasgos caracterizados como mistéricos.

En Dolique, una localidad de Comagene, la divinidad tutelar era un Baal representado habitualmente de pie sobre un toro, sosteniendo en su mano izquierda la piedra del trueno y el labris o doble hacha en la diestra. Su herencia cultural neo hitita confirma su advocación de deidad del trueno y la potencia, característico del ámbito anatolio y siriaco del norte. La conquista romana de este espacio geográfico conllevó su equiparación nada menos que con Júpiter. Así, la dispersión de sus fieles por el Imperio romano facilitó su denominación como Júpiter Doliqueno.

Van a ser esclavos, mercaderes y, sobre todo, militares los responsables de su presencia en territorios alejados de su lugar de origen, que era la ruta que unía la región de Asia Menor con el Éufrates. Gracias a comerciantes y soldados, si bien siempre flanqueado por sus acompañantes primordiales, los Dióscuros, el dios alcanzó, en especial desde el reinado de Vespasiano, centros militares de relevancia en el sector latino hablante del Imperio, además de en la propia Roma, lugar en el que se constataron dos santuarios en su honor, en el Esquilino y en el Aventino.

Durante su proceso de difusión por Occidente experimentó una helenización, que se reflejó en la iconografía, como también en la conversión que sufrió en divinidad universal. Desde esta perspectiva se convirtió en garante de la salvación, además de los triunfos militares. La presencia de representaciones astrales al lado de los gemelos Dióscuros en su iconografía, y el uso de su epíteto Aeternus, posibilitan la interpretación de Doliqueno como un Señor del Tiempo, regulador del cosmos. Tal control y señorío sobre el tiempo y el hierro e confieren los atributos necesarios para obtener una fácil aceptación en los medios militares romanos.

Los actos litúrgicos celebrados en homenaje a Júpiter Doliqueno acostumbraban a culminar en el sacrificio de un toro (de hecho, con los bucráneos se decoraban sus santuarios), que era seguido de un banquete en el que participaban los sacerdotes del culto. Panonia fue, quizá, el territorio con una mayor implantación del culto doliqueno, aunque probablemente también lo fue en determinadas localidades del norte de Hispania.

El dios fenicio Adonis penetra muy pronto en el escenario mítico griego, desde los primeros contactos fenicio-griegos por lo que se entremezclan tradiciones diferentes en su historia. Ya Hesíodo alude a una leyenda al respecto, retomada por Safo de Lesbos en el siglo VII a.e.c.

Resulta muy probable que la introducción de Adonis en la Hélade se produjera desde la isla de Chipre, un centro de regulación de las relaciones comerciales y diplomáticas entre el Egeo y el Levante oriental durante el primer milenio a.e.c. Tal es de este modo, que una de las versiones del mito, recogida en las Metamorfosis de Ovidio (X, 296-560) lo convierte en vástago de una incestuosa relación entre Ciniras, a la sazón soberano de Chipre, y su propia hija Mirra o también Esmirna. En algunos casos, sin éxito real, se ha buscado un proceso racionalizador evemerista con el objetivo de justificar la existencia de Adonis. Desde esa perspectiva, estaríamos en presencia de un personaje histórico, hijo del histórico también rey Elibaal de Biblos, que vivió en el siglo X a.e.c.

La integración en el ámbito cultural griego se lleva a cabo a través de la  mitología. Será la diosa Afrodita, como equivalente de Salambó, la que caiga rendida a los encantos de un hermoso Adonis joven. Sin embargo, acaba falleciendo durante la caza de un jabalí, tal vez una transfiguración de Ares o de un Hefesto celoso. Apolodoro, comenta que Paniasis, hija fruto de un incesto entre Tias y Esmirna, es castigada siendo metamorfoseada en árbol, específicamente el de la mirra, de cuya corteza nacerá Adonis.

El hermoso retoño es guardado en una caja por Afrodita, confiándosela a Perséfone para que se lo cuide. Sin embargo, la diosa infernal no desea devolverlo, de forma que ambas diosas litigan hasta que Zeus intercede, en una especie de decisión salomónica, imponiendo tiempos específicos con cada deidad. El mito ha sido interpretado como la historia de un dios de muerte y resurrección, lo cual simbolizaría el ciclo vegetal. No obstante, esta interpretación ha sido matizada desde hace años por autores como Marcel Detienne.

Un río de Biblos, de nombre Adonis tenía la singularidad de teñirse de rojo en el aniversario de la muerte de la divinidad, lo cual era motivo suficiente para celebrar festivales (las Adonías) en su honor. Es factible que este culto se difundiese por el Mediterráneo por mediación de la conocida colonización fenicia. Con casi total seguridad, el culto pasó a Atenas desde Chipre a partir del siglo V a.e.c. En la capital del Ática la deidad fenicia se identificaría parcialmente con Eros, hijo de Afrodita. La característica resurrección de Adonis sería tomada en préstamo, según cree Luciano, del culto egipcio de Osiris, durante el singular proceso del sincretismo helenizador de deidades y héroes orientales.

A decir de Teócrito, en concreto para la ciudad de Alejandría, las Adonías, consistían en una celebración pública de las nupcias de Adonis y Afrodita. Según la tradición, el festival habría sido instaurado por una compungida Afrodita. Aquellos que imitaban a los dioses figuraban una relación sexual obre alfombras, rodeados de objetos de marfil y oro, así como de frutas, siendo protegidos por erotes. Al día siguiente, después de la muerte de Adonis, su efigie era llevada en procesión a la orilla del mar por mujeres en duelo. Tales damas iban con las cabezas rasuradas, implorando sin cesar el regreso del joven dios. Finalmente, las mujeres, tal y como se refleja en la pintura vascular ática de finales de la quinta centuria antes de la Era, plantaban semillas en vasijas y cajas (los célebres jardines de Adonis, que regaban con agua templada. Sin embargo, una vez brotadas las plantas, morían temprano, aludiendo así al mito.

Finalmente, un factor de relevancia es que asociados con el festival de las Adonías, las mujeres celebraban banquetes rituales en los que únicamente ellas participaban. En ellos podían hallar los momentos más oportunos para nutrir y hacer valer sus específicas relaciones sociales al margen de la tutela, tanto del padre como del marido. 

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2022.

 

1 de marzo de 2022

Anales Yao de la Creación de los Naxi


Los Anales Yao de la Creación, de autor desconocido, es un texto bilingüe. Por una parte, encontramos el texto Dongba, en color, y su correspondiente chino en negro. La escritura Dongba, en forma de glifos, pertenece a unos antiguos caracteres que se usaron para registrar  el dialecto de la nacionalidad Naxi occidental, ubicada en las proximidades del río Li, en Yunnan. Su desarrollo se produjo en torno al siglo VII.

Los Naxi (también Naqxi y Mosha-yi) configuran un grupo étnico probablemente originario de Tíbet, descendientes de los nómadas llamados qiang. Los primeros pobladores Naxi se dividieron en una tríada de grupos. Uno de ellos, que mantuvo el nombre naxi, se estableció en Baishan; otro, de nombre Bai, se trasladó hacia Dali, en Yunnan, mientras que el tercero, de nombre Mosuo, habitan próximos al lago Luku (Lugu). Todos ellos seguidores de la religión Dongba (fundamentada en el bön tibetano), acabarían adoptando el budismo tibetano y, con posterioridad, también el taoísmo.

Estos Anales reflejan el entendimiento que la nacionalidad Naxi poseía en lo tocante al mundo natural y a los orígenes de la humanidad, representando las múltiples migraciones que dicha nacionalidad sufrió a lo largo de su historia, así como las luchas que sus antepasados tuvieron que sostener contra el medio. El trabajo retrata, de forma colorida y vívida, con imágenes brillantes, a Chaozeng Li’en, mítico ancestro del pueblo Naxi, y a su esposa Chenhong Baobai. La obra desborda imaginación de los Naxi hacia la sabiduría y el heroísmo de sus antepasados, entremezclándolos con descripciones referentes al amor fiel.

A la par que se registra la historia y la cultura tradicional Naxi, el libro también refleja, si bien de una manera indirecta la filosofía religiosa, la vida social y las costumbres matrimoniales antiguas. La obra, que puede perfectamente ser catalogada como una épica heroica, no sólo representa la literatura Dongba, sino que se configura como un auténtico clásico de la religiosidad Dongba, poseyendo, por lo tanto, un gran valor histórico y, desde luego, mitológico. 

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2022.