IMÁGENES: RECREACIÓN GRÁFICA DE LA CARTAGO PÚNICA CON EL PUERTO CIRCULAR EN PRIMER TÉRMINO; Y RESTOS EN LA COLINA DE BYRSA, CARTAGO.
Los entresijos, particularidades y
elementos legendarios de la fundación de Cartago fueron recogidos por autores
como Timeo y Menandro, más tarde poetizados por Virgilio y después compilados
por Justino en el siglo II. El relato, cargado de dramatismo, dice que el rey
Pigmalión de Tiro mató, en un arrebato de codicia, al marido de su hermana Elisa
(de Elishat, nombre atestiguado en
exvotos púnicos). Esto provocó que esta última huyese con algunos fieles, entre
ellos varios notables de la ciudad. Hizo una escala en Chipre y, después de
varios azarosos peregrinajes y aventuras, que le valieron el nombre de Dido[1]
(Deidó, denominación que aparece en
Ennio y en Virgilio) entre los indígenas del norte de África, llegó a lo que
hoy es Libia. Cuando Elisa-Dido fundó Cartago, el rey de los libios, de nombre
Hiarbas, pretendió desposarla[2].
Sin embargo, en salvaguarda de su fidelidad a su marido asesinado por el rey,
finge llevar a cabo una ceremonia expiatoria, arrojándose a una hoguera[3].
Este episodio del mito mantuvo
siempre, según menciona Apiano en su Libyca,
un significativo valor simbólico, pues en 146, cuando la ciudad cayó en manos
de Escipión Emiliano, la mujer del derrotado Asdrúbal se lanzó a las llamas con
sus hijos desde la cima de un bastión de resistencia de la urbe ubicado en el
templo de Esculapio (el Eshmún semita),
en la cima de la colina de Byrsa.
Precisamente, otro de los aspectos
distintivos del mito de fundación es esa imagen etiológica de la palabra Byrsa,
que da nombre a la ciudadela. La alusión de Virgilio es llamativa, porque
señala que los tirios compraron toda la tierra (byrsa) que pudiese abarcar el lomo de un toro. En Justino, Elisa
compra todo el terreno con el que puede cubrir la piel de un buey (bursa en griego, piel de buey, de donde
nuestra “bolsa”), una manera simbólica de designar un primer asentamiento[4].
Al salir de la ciudad de Tiro,
Elisa-Dido se hizo acompañar por una delegación de la nobleza de la ciudad
(bien ciudadanos, politai, o senatores, notables) sino que se llevó
también lo que Justino llamó sacra
Herculis, objetos litúrgicos del culto de Hércules, nombre que adoptó el
dios fenicio Melqart. Se podría ver aquí, tal vez, un acto de fidelidad a la
memoria de Asherbas, el marido de Elisa, que fue sacerdote de Hércules-Melqart
en Tiro, aunque Melqart era la divinidad políada de la ciudad fenicia. Estos sacra Herculis, en cualquier caso,
aseguraban a la fundación de la colonia una consagración religiosa, en tanto
que la presencia de notables un fundamento político.
El historiador griego de la primera
mitad del siglo IV, Filisto de Siracusa, afirmaba que Cartago[5]
había sido fundada por los tirios Azoras y Karkhedon (en torno a 1215 a.e.).
Otro historiador griego, también del siglo IV, Eudoxio de Cnido, señala que
poco tiempo antes de la guerra de Troya los mencionados tirios colonizaron
Cartago. Apiano, en el siglo II, continúa esta tradición, aunque cambia el
nombre Azoras por Zoros (vocablo derivado de Tiro, que es en fenicio sur, “roca”). Karkhedon, por su parte,
es un epónimo, la transcripción griega del nombre semita Qart Hadasht, o
“ciudad nueva” fundada en Chipre antes de serlo en Cartago. En todos los casos,
no obstante, la fundación antecedería a
la guerra troyana.
A partir de las listas reales de
Tiro, conocidas por la historiografía griega, se tiende a considerar, no
obstante, una cronología más baja. Según Timeo de Taormina (Tauromenio), entre
el siglo IV y el III a.e., Cartago fue fundada casi cuarenta años antes de la primera Olimpíada, en torno
a 814-813 a.C. Apenas con un año de diferencia, esta fecha la menciona también
Cicerón en De republica. Las mismas
señas se encuentran también en Veleio Patérculo y en la Crónica de san
Jerónimo. Las noticias de otro historiador griego de la primera mitad del siglo
II a.e., Menandro de Éfeso, fueron recogidas en el siglo I por Flavio Josefo,
quien dice que la fundación de Cartago
se produjo durante el año siete del mandato del rey Pigmalión de Tiro (en el
cómputo de los anales tirios correspondería a 819, o al 814 de Timeo o al 824
de Justino).
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
[1] Dido constituye, en realidad, un
apodo. La Elisa de Tiro pasa a llamarse Dido en África, y es catalogada como
errante (Timeo), mujer viril (virago
en Servio, un gramático comentarista de Virgilio), y asesina de marido (según
el comentarista bizantino Eustacio).
[2] Se cree que Hiarbas era el
soberano de los maxios, un nombre algo deformado referido a los habitantes de
un territorio cercano a Cartago, el pagus
Muxi que, en forma romanizada, heredó la circunscripción territorial
púnico-cartaginesa.
[3] Se puede perfilar tras este
episodio del mito de Elisa-Dido, en el que muere cremada, la particularidad
religiosa del auto sacrificio que el rey debía realizar (en un ámbito fenicio),
en casos de extrema gravedad (en este caso, asegurar la fundación de la ciudad
ante la amenaza indígena) Es probable que los sacrificios de infantes en el tofet haya sido una derivación ritual de
tal práctica. El sacrificio de Elisa en las llamas fija los límites de la
coexistencia entre los inmigrantes fenicios y el sustrato libio-bereber.
[4] Este ardid pudo haber estado,
desde una perspectiva simbólica, en el origen de la famosa perfidia púnica (fides Punica) que los romanos asociaron
con los cartagineses, así como de la calliditas
(habilidad, astucia), el sophisma
(falsedad de apariencia verdadera maquinada a partir de argumentos falsos para
confundir a la otra parte) de Elisa-Dido; es decir, entonces, el arte de
voltear las negociaciones en beneficio propio. Por otra parte, Byrsa pudo ser, en efecto, la
primera apelación de la ciudad de Cartago. Estrabón señala que en el centro de
la ciudad se ubicaba la acrópolis, a la que denominaban, precisamente, Byrsa.
[5] Qart Hadash, que significa nueva
ciudad. Más de un siglo después de su destrucción (146 a.C.), Augusto fundó
sobre la antigua ubicación urbana la colonia denominada Iulia concordia Carthago, que a la sazón sería la capital de la
provincia romana del África proconsular.
La imagen que dices tu dices que es la cartago púnica se trata en realidad de la cartago romana, fijate en los elementos urbanísticos.
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