12 de enero de 2015

Dhyanibudas: los cinco grandes Budas celestiales o de la meditación

TANGKA TIBETANO CON DEIDADES FAVORECIDAS POR LA ORDEN KAGYU. EN EL PRIMER REGISTRO, DESDE ARRIBA, PRAJNAPARAMITA Y VAJRADHARA, LUEGO SAKYAMUNI Y LOS CINCO TATHAGATAS EN LOS OTROS REGISTROS. MEDIADO EL SIGLO XIII.

Adhibuddha es el inefable símbolo del Universo. Desde él emanan formas divinas y a él retornan. Suele ser simbolizado por los cinco Budas cósmicos que emanan del cuerpo del Dharma (los Dhyanibudas o Budas de meditación): Vairocana, Ashobhya, Ratnasambhava, Amitabha y Amogasidhhi, de los cuales, a su vez, son derivados los cinco bodhisattvas producidos desde el cuerpo de bendición, reflejos y activos principios de los Budas previos; esto es, Samantabhadra, Vajrapani, Ratnapani, Avalokitesvara y Vishvapani, los cuales se manifiestan sobre la tierra en los cinco Budas “humanos”: Krakucchanda, Kanakamuni, Kashyapa, Sakyamuni y el Buda venidero o Buda del futuro, Maitreya.
La función primaria de los Dhyanibudas es agitar, animar las vibraciones, inspirar las asociaciones mentales y provocar la apertura a nuevas experiencias por medio del más extenso rango de símbolos y arquetipos. También llamados Tathagatas o Budas celestiales, ocupan una posición auspiciosa y trascendente en el panteón Vajrayana, habitando reinos celestiales conocidos como Tierras Puras. En Tíbet encabezan la jerarquía divina y se relacionan estrechamente con órdenes religiosas particulares y con relevantes personalidades históricas o individualidades míticas de esa región. Estos cinco Budas trascendentes suelen ser representados en tangkas tibetanos (estandartes pintados), colocando a Vairocana en el centro y los otros cuatro, de modo simétrico, en cada punto cardinal. También pueden aparecer representados cada uno por su lado, sentados sobre tronos de leones adornados con joyas.
Vairocana, Aquel que Brilla, es una representación del Vacío que contiene y trasciende todo. Se representa de blanco con la presencia de la rueda de ocho radios del sendero budista en una mano, y sentado sobre un trono de leones, abrazado por la Madre Divina del Espacio Infinito. Se vincula con el primero de los elementos constitutivos del Universo, el éter o espacio. Se asocia al gesto (mudra) denominado dharmachakramudra o puesta en movimiento (y en práctica) de la rueda doctrinal, enseñanza que conduce a la suprema sabiduría e iluminación, que Vairocana representa. Se le asocia el bodhisattva Samantabhadra.
Ashobhya (Inmutable, Imperturbable), es protector del este, azul como el cielo. Desde su corazón irradia la pura luz blanca de la sabiduría, límpida como un espejo en el cual todas las cosas son reflejadas sin alteración. Se conecta con el agua y aparece sentado sobre un trono mantenido por elefantes. En su mano izquierda porta el vajra de cinco puntas, y con los dedos de su mano derecha, toca el suelo en un gesto que significa firmeza. Abraza a Locana, Madre Divina, Ojo de Buda. Suele estar íntimamente ligado al bodhisattva Vajrapani, a veces en la forma de Mahasthamaprapta. Puede ser representado de color azul.
Resplandeciente en el color del sol, Ratnasambhava es el protector del sur. Su mano, dirigida hacia el suelo, muestra su palma en un gesto de ofrendar las tres joyas del budismo (el propio Buda, la doctrina búdica y la comunidad de monjes). De hecho, aquí se encuentra el origen de su nombre (Origen de las Tres Joyas). El color amarillo al que se asocia, se vincula con la tierra, de la que es protector, junto a su contrapartida femenina Mamaki, a quien abraza representado sobre un trono mantenido por caballos, curiosamente, animales solares con la estrella en el cenit. Se asocia con el bodhisattva Ratnapani.
Amitabha (Infinito Esplendor), por su parte, es el señor del oeste, y es tan rojo como el sol en el ocaso, de ahí su asociación con el fuego. Con sus manos elabora el gesto de meditación mientras mantiene un loto, símbolo de la visión intuitiva que surge de la purificación de la percepción. Se le representa sentado sobre un trono de pavos reales, abrazando a Pandaravasini (la que está vestida de blanco). El contraste de rojo y blanco simboliza la llama de la visión discriminadora y la luminosidad de la pura percepción. Se encuentra asociado con el gran bodhisattva Avalokitesvara y se le intercambia con Amitayus, el Buda de la vida eterna.
Amoghasiddhi (Infalible Perfección), es el guardián del norte, encarnación del misterio del Sol a Medianoche, o la presencia de la luz invisible que guía la Iluminación. El amarillo del sol y el azul nocturno se mezclan para crear el verde, color de la sabiduría activa, que irradia desde su corazón. El doble vajra que mantiene en su mano simboliza la benevolencia y la compasión, las dos virtudes cardinales del budismo tántrico. Su mano levantada mostrando la palma, en el gesto abhayamudra, invita a no temer. Se le muestra sentado sobre una criatura mítica que es parte hombre y parte pájaro, agitándose en el aire, con el que se encuentra asociado. Se une con la diosa Tara (Estrella), Señora compasiva de la Suprema Salvación. Su bodhisattva relacionado es Vishvapani.
En relación al control de la mente, los colores se asocian con las cinco principales alteraciones que afligen la psique: el blanco con la ignorancia, el azul con el odio, el amarillo con el orgullo, el rojo con la lujuria y el verde con la envidia. Concentrándose sobre el color, se es capaz de estimular el estado mental con el que cada uno está relacionado para poder pacificarlo; pacificación que se logra al referirse al Buda del mismo color, el cual con su serena y luminosa imagen, muestra cómo es posible transformar estados psíquicos negativos en otros positivos. El retrato de estas divinidades se usa como ayuda en el proceso de disolver las pasiones a través del cultivo de los “cinco juicios”. El devoto, eligiendo la imagen sagrada correspondiente, muestra las cualidades de la deidad hasta el punto de identificarse él mismo con el dios, en una suerte de transmutación de su personalidad humana en la personalidad divina.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-Caracas

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