Imágenes: grabado que muestra al francés Jean-Francois
La Pérouse cuando llegó a Pascua (1786); y vista de un grupo de varios moai en
el altar Ahu Tongariki.
En la isla de Pascua (Rapa Nui en la denominación de
sus habitantes, de origen polinesio,) se destaca la presencia de los moai
(escultura de persona), unas novecientas esculturas antropomorfas de medio
cuerpo con los brazos pegados a los lados, las manos apoyadas sobre el bajo
vientre, cabezas de facciones hieráticas, con narices alargadas, aletas nasales
destacadas y labios abultados. En algunos ejemplares se pueden ver grabados
geométricos en la espalda, algunos dibujos realistas, símbolos tribales y
tortugas. Aquellas más arcaicas poseen una cabeza redondeada, con un cuerpo
rechoncho e, incluso, las piernas dobladas en cuclillas sobre los talones (como
el arrodillado o Tukuturi), que tiene una posición análoga a la de los tiki de las islas Marquesas. La mayoría
de las esculturas son masculinas.
Las cuencas oculares de los moai contuvieron ojos de
escoria volcánica, obsidiana y coral blanco, pues los ojos los dotaban de vida.
Una estatua son ellas era considerada inerte, en tanto que al recibirlos se
convertía en un retrato viviente (aringa
ora) de un antepasado, que era capaza de acumular fuerza sobrenatural para
proyectar como protección sobre los miembros de la tribu. Después de algún
conflicto, los vencedores solían derribar los moai de los vencidos y les
sacaban los ojos para, de este modo, restarles poderío.
Estas esculturas se solían ubicar (aunque no todas) en
un ahu-moai, o complejo funerario, al
modo de los marae polinesios (sitios
adecuados para ceremonias religiosas). Este ahu-moai
se estructuraba en una plaza delimitada por muros escalonados con dos alas. Una
rampa frontal empedrada llevaba hasta una terraza elevada, en donde se
colocaban una o varias estatuas. Dentro de esta terraza se encontraba la cámara
mortuoria. Los moai se ubicaban de espaldas al mar, mirando hacia una aldea
ceremonial interior que contaba con varias cabañas comunitarias (hare paenga).
En relación a la función y significado de los moai se
podría decir que sus emplazamientos parecen asociados a leyendas históricas de
la población rapanui. Debieron estar íntimamente vinculados al episodio mítico
que refiere la llegada de los primeros pobladores a la isla, conducidos por un
soberano de nombre Hotu Matu’a. El mito cuenta que en una isla de nombre Hiva,
probablemente una de las Marquesas, reinaba este rey. Una noche, el espíritu de
un mago de nombre Haumaka, hizo un viaje astral desde la isla hacia oriente,
concretamente la bahía de Anakena al nordeste de Pascua. El mago creyó que este
era el lugar propicio para que la familia real se instalase. Sin embargo, el
soberano, antes de emprender la migración, envió una canoa hacia oriente con
siete expertos exploradores. Solamente después se desplazó él mismo, su esposa
(Vakai) y una hermana de esta, llevando consigo la estatua Tautó, que tenía
forma de falo.
La ubicación de las esculturas también podría
relacionarse con el hecho de que funcionarían como hitos para señalar los
límites de cada una de los clanes de la isla[1].
En tal sentido, puede ser por este motivo que los moai encarnaban el espíritu
viviente de antiguos caciques, reyes ancestrales que, presidiendo el ahu, garantizaban riqueza y fertilidad a
su clan específico.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR.
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