Imágenes:
arriba, una escultura del dios Sobek con el rey Amenhotep III. Museo de Luxor;
y (abajo), la denominada estela del cocodrilo, hacia 1295-1070 a.e.c. Se
representa al dios Sobek o Sobek-Re, un dios asociado con el Nilo. Brooklyn
Museum.
Las
divinidades del antiguo Egipto se conocen mejor por sus apariciones en el arte
que en mito. La conocida presencia de divinidades con cabeza de animal era
visto como algo repugnante ya por griegos y romanos. Mientras en el mundo
clásico existían los dioses y los monstruos, desde cierta perspectiva en Egipto
sus monstruos parecían ser sus propios dioses[1].
No
se puede asegurar con claridad si las divinidades egipcias moraban en algún reino divino más allá del
espacio y el tiempo o si habitaban el mundo humano. Algunos textos religiosos
mencionan el dios creador Amun como una fuerza incognoscible e invisible que
existe más allá de los límites del cosmos. Otros, por el contrario, enfatizan
que algo de la esencia del creador estaba presente en los elementos con los que
se configuraba el cosmos y en todos los seres que había generado.
Los
dioses vivían en el pasado. La mayoría de las narraciones míticas hablan de una
remota era cuando una dinastía de dioses gobernaba Egipto. Tal edad dorada
llegó a su fin debido a los primeros actos de rebelión y asesinato.
Gradualmente, los dioses se retiraron a
sus reinos divinos más allá de la tierra, o debajo de la misma, en donde vivían
con sus misteriosas verdaderas formas de seres radiantes. La mayoría de los
mortales solamente podrían entrar en el reino de lo divino tras la muerte, si
bien las deidades podían interactuar con el mundo humano en una cierta variedad
de formas diferentes.
Las
deidades podían manifestarse en fenómenos naturales como inundaciones, plagas o
tormentas. Sus espíritus podían residir en personas especiales o inusuales,
como los reyes o los enanos, así como en animales considerados sagrados,
árboles u objetos de distinto tipo. De hecho, una de las principales funciones
del arte egipcio fue proveer una corporalidad temporal a las deidades en la
forma de estatuas, pinturas o jeroglíficos. Se podría pensar que una deidad
como Sobek viviría simultáneamente en el océano primigenio antes de la
creación, en un palacio en las montañas del horizonte, en áreas agrestes de los
lagos y pantanos de Egipto, así como en las estatuas y cocodrilos sagrados que
se mantenían en los templos.
A
lo largo del curso de la historia de Egipto alrededor de unas ochenta deidades
dispusieron de santuarios o templos que fueron construidos en su honor en más
de un lugar. Algunas, como la diosa celeste Nut, muy raramente estuvieron
sujetas a un culto, aunque fueron muy prominentes en el mito. A partir de mito
y el ritual estrechamente vinculados, se puede decir que hubo unas treinta
deidades que podrían ser descritas como divinidades nacionales mayores. La
palabra egipcia ntr, que significa
poder o dios, fue empleada por las deidades mayores y por numerosos seres menores,
tales como los dioses de las estrellas, conceptos personificados, reyes
deificados, los habitantes del inframundo e, incluso, los bizarros seres
protectores mostrados sobre algunos objetos.
Algunos
estudiosos han señalado que desde sus arcaicos comienzos la religión egipcia se
desarrolló en un tipo de monoteísmo. Los textos éticos egipcios se refieren
simplemente a dios en singular como la fuerza que gobierna el universo. Los
mitos de creación muestran que los egipcios creían en un ser primigenio que
había generado un número infinito de deidades, animales y personas. Desde el
Reino Nuevo en adelante, ciertos textos tratan al panteón egipcio como un
conjunto de almas o formas de este primigenio creador. En el gran ciclo
creativo, lo divino siempre se manifiesta en numerosos dioses o diosas.
Cada deidad podía cambiar en una pareja o un grupo, o
emerger con otra deidad. La fluidez con la que esas divinidades fueron tratadas
en el pensamiento egipcio probablemente ayudó al desarrollo de los mitos
narrativos.
Si bien en el mundo real la mujer egipcia no gozaba de
todos los privilegios de los hombres, en el mito las diosas raramente eran
inferiores en poder a los dioses. La mayoría de los mitos de creación egipcios
tuvieron un creador masculino, pero en algunos se destacó una creadora
femenina, como el caso de Neith[2].
Las diosas fueron bastante a menudo definidas en
término de su relación con una deidad masculina. Cuando eran adoradas como
parte de una pareja, el nombre femenino era ubicado en segundo término, como
hubiera ocurrido en una pareja humana. Sin embargo, si la deidad jugaba un rol
maternal, la deidad niño tenía una posición inferior. El desempeño maternal fue
más relevante para una diosa que el rol paternal para la mayoría de los dioses
masculinos. El amor romántico estuvo casi enteramente ausente en el mito
egipcio, pero el maternal fue consistentemente retratado como uno de las
fuerzas más poderosas en el universo.
Las restricciones en el arte religioso pudieron
generar una cierta pasividad en las diosas. En el mito, algunas diosas
jugaron un papel dominante. Isis es una
figura poderosa porque lucha para vengar la muerte de su marido y para enfocar
a su hijo en el trono de Egipto. En el
arte, las diosas parecen haber poseído un mayor rango de formas físicas que los
dioses masculinos. Sus habilidades para cambiar de forma fueron celebradas con
intensidad en el mito. En un episodio mítico, Isis cambia de forma de una vieja
grulla a una joven chica y de nuevo a un ave de presa. En términos generales,
las diosas fueron más temidas que los dioses, lo cual demuestra que no fueron
simpes acompañantes pasivos en el panteón egipcio.
Las deidades egipcias funcionaban, muy a menudo, en
grupo. Ante la presencia de una divinidad mayor como Ra, acreditado con
autoridad regia, las demás deidades usualmente actuaban como cortesanos
sirvientes. Cuando un dios o una diosa eran denominados hijo o hija de Ra, esto
solamente significaba que era su descendiente o su pariente más joven. El más
famoso grupo de divinidades egipcias fue
el que conformó la Enneada de
Heliópolis, que combinó elementos mayores del pensamiento religioso encajando a
Osiris y Horus en el árbol familiar de Ra-Atom. Las cuatro, y hasta cinco,
generaciones en este árbol genealógico abarcan la historia cósmica desde la
creación del mundo hasta el establecimiento del reinado.
Los dioses también podían ser agrupados en lo que
pareciera ser una familia nuclear, comúnmente, una tríada conformada por la
madre, el padre y el hijo. Sin embargo,
no se deben tomar estas familias literalmente. Con escasas excepciones
las deidades egipcias no eran personalidades fijadas, con historias de vida
fijas e inamovibles. La más célebre pareja divina es la que formaban Osiris e
Isis, aunque en ocasiones Osiris aparecía como marido de ambas hermanas e Isis
podía ser la compañera sexual de su propio hijo Horus. La gran mayoría de las
divinidades jugaban roles particulares, como padre, consorte o hijo, en
relación al más extenso rango de las demás deidades[3].
Para los egipcios de la antigüedad, los dioses fueron
primera y principalmente poseedores de poder. A todos ellos se les podía
invocar para alguna cosa en concreto, si bien existió un cierto grado de
especialización. La naturaleza de la deidad podía expresarse a través de sus
nombres y epítetos, pero también por su apariencia y los roles que desempeñara
en los mitos.
Los epítetos de lugar fueron los más habituales.
Ciertos dioses y diosas fueron simplemente espíritus que presidían una zona,
ciudad o rasgo local. Deidades menores, como Sia, dios del pensamiento
creativo, fueron meras personificaciones de conceptos que podrían haber
permanecido abstractos en otros ámbitos culturales. La diosa Maat, quien
personificó el orden divino, comenzó de este modo, aunque se desarrolló
posteriormente en una figura más completa en el mito como la hija favorita del
dios del sol. Otros dioses, por su parte, fueron vinculados a los elementos del
mundo natural, aunque no de un modo simplista. El sol era únicamente la
manifestación visible de la gloria de Ra, quien derrotaba a la muerte y
otorgaba luz y energía a todos los seres vivos. Sin embargo, el mito le
confirió a Ra otra dimensión como un gobernante falible que se entristecía por
las revueltas humanas y las conspiraciones divinas. Ciertas divinidades fueron
asociadas con habilidades concretas o con áreas de la experiencia cultural
humana (Thot con la escritura, Isis con el duelo y la curación, Hathor con el
amor). Tales asociaciones generaron mitos.
Las deidades mayores tenían, usualmente, diversas
esferas de interés, algunas de la cuales se solapaban con las de otras
divinidades[4].
En los himnos y oraciones las deidades son invocadas
por su sabiduría, poder y fuerza. No obstante, ese poder tenía limitaciones. Se esperaba que los dioses obedeciesen las reglas de maat. Estaban sujetos al destino y no
siempre sabían lo que podría ocurrir en el futuro. En el mito egipcio, los
dioses son representados como entidades de larga vida, y más poderosos y
fuertes que la gente común, aunque envejecen y no son invulnerables. En la
conocida historia llamada El nombre secreto de Ra, el dios solar sufrió las
indignidades de la ancianidad y acabó siendo perjudicado por heka (magia),
uno de los poderes que había empleado para hacer el mundo.
En las luchas efectuadas contra los monstruos del caos
o con algunos de otra categoría, las divinidades egipcias podían ser heridas e,
incluso, morir. No obstante, tales muertes raramente eran más que un
inconveniente temporal. Isis sobrevivió a pesar de ser descabezada; Seth fue
ejecutado varias veces y de diferentes modos, pero siempre regresaba de Nuevo.
En tales casos, se trataba únicamente de un particular cuerpo, o manifestación
de la deidad, el que moría. Solamente Osiris parece fallecer en una manera más
definitiva, sin que parezca que vaya a regresar a la previa forma vital en
Egipto. Algunos textos referidos al mundo subterráneo pudieran sugerir que el
dios sol moría cada crepúsculo y renacía cada mañana. Eso era así en virtud de
que el tiempo se establecía en ciclos inescapables de nacimiento, muerte y
renacimiento.
En la mayoría de las inscripciones templarias los
dioses parecen ser entidades generosas y graciosas. Casi automáticamente
responden a las oraciones y ofrendas difundiendo bendiciones sobre el rey y el
resto de la humanidad. Sin embargo, los textos mágicos que ofrecían protección
a las personas contra algunas de estas mismas deidades, sugieren que no todo
era dulzura y luminosidad. Ciertas manifestaciones divinas, como las siete
formas de la diosa-león Sejmet, eran muy temidas. Además, las plagas y las
guerras que esta diosa infligía solían verse como castigos decretados por el
conjunto de deidades.
La bondad no fue un atributo automático de las
deidades egipcias. El hecho de que un particular epíteto de Osiris haya sido el
de “buen dios”, puede ser un indicio de
que ese epíteto debió usarse como una manera distinguida de hablar acerca de un
terrible dios de la muerte. Se puede recordar al respecto que en ciertas
historias demóticas Osiris envía dos demonios para que propicien una guerra
civil en Egipto, en tanto que el sacerdote-mago que descubre el plan divino es
brutalmente asesinado por Anubis.
Los estándares éticos que se esperarían de la gente
común no parecen aplicarse entre los dioses, siendo esto el particular
resultado del cambio de la interacción de las fuerzas cósmicas en historias
humanas con personalidades humanas. En el mito, las deidades pueden ser
retratadas con defectos propiamente humanos, como la lujuria, el mal
temperamento o los celos. Por otra parte, Cielo y Tierra (Geb y Nut), llegan a
ser una apasionada pareja que deben ser separadas por la fuerza para que el
proceso creativo pueda llevarse a cabo. En algunas pocas fuentes, incluso el
creador dios solar parece ser una terrorífica deidad que consume todo con
regularidad.
Los
dioses, en fin, eran tratados como si existiesen dos tipos de tiempo, un
presente continuo, al que se puede acceder a través del ritual, y un pasado
remoto, cuando el mundo era completamente diferente. En el primero, las
deidades pueden aparecer como seres falibles con deseos y emociones, mientras
que en el segundo, son poderosas fuerzas cósmicas cuyas interacciones no son
limitadas ni dirigidas por pequeños asuntos humanos.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR.
[1] Sobek-Ra, por ejemplo, fue una entidad que combinó
la esencia de dos dioses, la del dios-cocodrilo y la de la deidad solar. Esta deidad dual se representaba con una
parte animal que expresaba sus extraños y sorprendentes poderes divinos. En particular,
encarnaba la longevidad y la fuerza del cocodrilo, así como el poder dador de
vida de las aguas del Nilo. El disco solar en el tocado simboliza a Ra, dios
que da luz, vida, manifestándose él mismo en su forma de Sobek. Su
representación en parte humana permite su interacción con el rey y la
posibilidad de ofrecerle al soberano el anj
o símbolo de vida. Se manifiesta, entonces, la relación entre el rey, que
representa a la humanidad, y Sobek-Ra, que simboliza a los dioses.
[2] En
teoría, todas las divinidades obedecían al dios solar regio Ra, aunque en el
Reino Nuevo Ra tuvo una contrapartida femenina conocida como Raiyet. En algunos
mitos Ra parece depender del poder de su feroz hija, la diosa-ojo, que fue
creada cuando Ra-Atom envió su ojo en busca de sus hijos perdidos, Shu y
Tefnut, a la oscuridad del océano primigenio.
[3] En el
mito, Sobek fue, generalmente, el hijo de la diosa creadora Neith. En alguno de
sus centros de culto fue emparejado con la diosa serpiente Renenutet, mientras
que Horus niño adquiría el papel de su hijo. En algún otro, Sobek se emparejaba
con Hathor, siendo el dios lunar Khonsu el miembro joven de la tríada. Este
emparejamiento pudo haberse debido a la asociación con el Nilo, en el momento
en que Hathor se vincularía con la inundación del río y con el
viento del norte, necesario para propiciar la navegación. En el mito,
esta diosa podía tener un triple aspecto: como madre, consorte o hija de Ra.
Era el eterno complemento femenino del dios solar.
[4] Sirva, de nuevo, un ejemplo relacionado con Sobek. Pocas de sus características
le eran exclusivas, pero todas ellas juntas formaban un único perfil divino.
Mostraba su forma de cocodrilo a la par de otros dioses, como Seth y
Khenty-khet; al igual que el primero, podía ser considerado como el más fuerte
de los dioses. Como Min, se creía el más viril de los dioses, capaz de
satisfacer cualquier número de diosas. Al igual que Hapy, el espíritu de la
inundación anual del Nilo, era adorado para que verdeciese el desierto; era,
también, un dios local para la gente en la región de El Fayum, en donde
habitaba alrededor de un lago infestado de cocodrilos; era, así mismo, el
protector de aquellos que trabajaban en o cerca del agua, como los cazadores de
pájaros, pescadores, y lavadores. Era el brutal instrumento del destino que lograba
arrebatar a la gente de la muerte repentina, así como una de las criaturas que
encarnaba el océano primigenio portando el sombrero con el disco solar. Fue, en
definitiva, una deidad que creó, y sostuvo, el mundo.
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