2 de agosto de 2019

Elementos esenciales de las cosmogonías griegas míticas y filosóficas


Las cosmogonías son actos que requieren un proceso y, por tanto, no son instantáneas. En algunos casos, esos procesos comienzan de un modo automático, casi automático, pero en otros hay una deidad demiúrgica que inicia y organiza el proceso. Las cosmogonías acontecen en un determinado tiempo, sacro e inicial y, en numerosos casos, se asocian a rituales, si bien pueden tener otras funciones (de carácter político, cómico). Estos relatos se conciben desde la concepción que se tenga del mundo. Se puede entender el mito cosmogónico como una negación de la evolución de las cosas, de la historia, pues proyecta una imagen de quietismo de un mundo fundado en una temporalidad original. Las cosmogonías no se refieren únicamente, al nacimiento del mundo, sino también, y esencialmente, al proceso de configuración del orden del mismo.
Las varias cosmogonías griegas presentan variaciones en sus elementos constitutivos, estableciendo modelos diferentes que tal vez traduzcan determinadas visiones del estatus y jerarquía que los componentes tienen en el mundo. Así, sin ir más lejos, en los orígenes puede aparecer el Éter, el Agua o el Tiempo, además de otras varias entidades. Las características que presentan en común son paralelas a aquellas presentes en los relatos y esquemas próximo-orientales.
La organización del mundo no se concibe como un proceso creativo, sino como un ordenamiento cuasi automático y mecánico. No responde a los deseos de un creador que lo organiza todo. El tránsito ocurre desde un estado en quietud, desordenado, informal y no clasificado, a otro organizado y en movimiento continuo. El esquema narrativo de las cosmogonías helénicas se inserta en esquemas que funcionan, operativamente, a través de disociaciones desde un estado inicial indiferenciado. Tales disociaciones acostumbran a ser de pares de elementos que se oponen, las cuales configuran una realidad de fundamento positivo. Se trata, en consecuencia, de la presencia de la noción de polaridad en pleno funcionamiento. Las primeras son estrictamente mecánicas, pero posteriormente ya se producen a través de uniones sexuales.
Por otra parte, el ordenamiento del mundo no es repentino. Hay fases, de las cuales la intermedia presenta una abundancia activa de monstruos, así como un período de denodadas luchas. Estos combates se llevan a cabo entre los poderes del desorden y aquellos del mundo ordenado. Hay que tener en cuenta que los representantes del desorden no son derrotados de modo definitivo (como en la mitología egipcia), sino provisionalmente, dejando con ello abierta la posibilidad de su reaparición en numerosas formas, tales como diversos cataclismos y terremotos. En los mitos, los diferentes seres monstruosos suelen rebelarse contra la deidad principal. Esta situación, que presupone una de continua alerta y vigilancia, es necesaria para que el mundo avance como debe, teniendo en cuenta que imponer un orden taxativo, sin que exista la posibilidad de una ruptura, podría dar lugar a un ordenamiento letárgico y acomodado.
En la antigua Grecia también existieron cosmogonías filosóficas, en las que se presentan explicaciones acerca del origen del mundo. Es el caso de las de los filósofos presocráticos. Estas cosmogonías mantienen los esquemas de las míticas, aunque las despersonalizan, convirtiendo sus aspectos en elementos físicos. Entre las diferentes cosmogonías del antiguo mundo griego destacan la hesiódica, las cosmogonías órficas (por ejemplo de la Helanico y Jerónimo), la cosmogonía paródica de Aristófanes incluida en su comedia Las Aves, y la atribuida a una controvertida figura como fue Epiménides.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, agosto, 2019.

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