12 de marzo de 2020

Valor y función de las figurillas-ídolo del Neolítico Final en la Península Ibérica





Imágenes (de arriba hacia abajo): placa escultórica en forma de figurillas proveniente de Anta do Espadañal, en Évora, Portugal. Ha sido datada entre 3500 y 2500 a.e.c.; figurilla en forma de cilindro que fue hallado en Morón de la Frontera, Sevilla. Datada entre 3000 y 2500 a.e.c. se encuentra resguardada en el Museo Arqueológico de Sevilla y; figurilla-ídolo con ojos, elaborado en pizarra. Fue encontrada en Anta do Curral da Antinha, también en Évora, y datada entre 3600 y 2600 a.e.c. Hoy está en el Museo Nacional de Arqueología de Lisboa.

Las figurillas humanas con sexo explícito y de grandes ojos, a veces con cabellos y peinados, objetos en sus manos, tatuadas, maquilladas y vestidas con túnicas y otros ropajes decorados con motivos geométricos, denominadas también como ídolos, son objetos arqueológicos muy abundantes en la península Ibérica meridional. Han sido halladas más de seis mil. Son piezas que fueron de uso relativamente común entre linajes y agrupaciones sociales entre 3900 y 2200 a.e.c., y cuyo origen pudo estar más que en el Neolítico en el Paleolítico. Muchas de estas pequeñas figurillas pudieron emplearse como amuletos, siendo llevadas al cuello por las personas. Además, algunas fueron depositadas en las tumbas o, incluso, presidieron en lugares destacados ciertas estancias de habitación.
Realizadas en diversos materiales, arcilla, piedra, marfil, parecen reproducir códigos comunes aunque no se descarta que cada una de ellas tuviese una historia propia. Posiblemente se heredaban generacionalmente porque transmitirían informaciones individuales pero también sobre un determinado grupo. El grupo ejercería el papel de propietario.
Aunque en el resto de Europa han aparecido algunas de estas figurillas, aquellas con ojos rodeados con rayos del sol son específicamente peninsulares, un más que probable reflejo de la síntesis entre una realidad y algún mito en el que participarían personas. Las primeras figurillas femeninas aparecieron en Almería, en el contexto histórico de la Cultura de los Millares. Inicialmente se pensó que podrían simbolizar diosas madre de culturas y religiosidades orientales de carácter agropecuario, que habrían sido traídas hasta la península por mercaderes en busca de metales en el sur durante el IV y el III milenio a.e.c. No obstante, es muy probable que sus funciones, como arriba se comentó, fuesen muy variadas.
En la península Ibérica hubo una especialización formal concreta de las figurillas. La mayoría representaban cuerpos de mujeres explicitando claramente su sexualidad con la presencia de triángulos públicos destacados y senos amplios. Si fueron elaboradas por mujeres, se podría intuir en ellas claras informaciones sobre las actividades cotidianas y la fertilidad. Sin embargo, aquellas asociadas a contextos funerarios serían concebidas como objetos que permitirían mantener en el recuerdo la memoria de los antepasados a través de personajes femeninos. No es baladí recordar, en tal sentido, que las mujeres se ocupaban de la preparación de los fallecidos antes de su inhumación. Si tales figurillas pasaban de generación en generación, como se supone, servirían entonces de marcadores del pasado (familiar, de clan, de linaje) y estarían cargadas de una funcionalidad ideológica destacada.
Las posteriores estelas con armas de la Edad del Bronce, a partir de 2200 y hasta 800 a.e.c., presentes en las inhumaciones acabarían por sustituir gradualmente a estas figurillas, lo cual supondría la verificación de decisivos cambios sociales. Se constataría de tal modo el paso de sociedades de agricultores con intereses colectivos a otras en las que predominarían liderazgos elitescos fundamentados en la tenencia y uso de las armas. Los mensajes ancestrales entonces dejarían de estar en pequeñas figuras y se materializarían en figuras de guerreros de tamaño natural.  

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, marzo, 2020

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