16 de octubre de 2024

Prometeo. Proceso de humanización del Titán desde la Antigüedad al Renacimiento




Imágenes, de arriba hacia abajo, una copa ática con figuras negras, hoy en el Museo del Louvre, en París. Beocia, hacia 500 a.e.c. Heracles está liberando a Prometeo de su cautiverio; relieve de sarcófago romano, también en el Museo de Louvre, datado en el siglo III. Prometeo, a la izquierda, crea al hombre, mientras algunos dioses olímpicos observan el proceso, entre ellos, Atenea, con su casco, Hermes y su pétaso alado; un par de Moiras; Posidón y Artemis, con la luna creciente; vaso de Apulia de figuras rojas, atribuido al Pintor de Suessula, actualmente en el Museo Estatal de Berlín, y datado hacia 350 a.e.c. Heracles libera al titán de su cautiverio. El águila que lo torturaba, muerta por el héroe, cae en picado hacia el inframundo. Bajo la tierra, Perséfone agarra a una antorcha Eleusina de cuatro cabezas; y un mosaico romano de época imperial, ubicado en el Museo de Damasco, Siria. Datado entre 560 y 550 a.e.c. El titán, a la derecha, esta sentado, ocupándose de la creación de la humanidad. Detrás de él están una diosa y arriba Psyche, la mariposa alada (el alma) y Hermes con su caduceo. Abajo en la esquina izquierda esta Aion (personificación del tiempo) con una banda que tiene inscrita los signos del zodiaco. Junto a él aparece sentado Gaia, rodeada por una multitud de pequeños Karpoi cargando sus canastos de frutas. Las cuatro damas aladas encima de Aion son, probablemente, las diosas de las cuatro estaciones. A lo largo de la parte superior se ven los jefes de los cuatro vientos y un par de niños alados llamados Drosoi, que vierten líquido desde recipientes de cerámica. Los vientos en la esquina superior izquierda se etiquetan: Notos, viento sur, y Euros, del Este, Zephyros en la parte superior derecha (Oeste) y Bóreas (del Norte).

Se ha escrito, realmente mucho, acerca del Titán Prometeo y sus interpretaciones. No obstante, ciertos aspectos asociados a esta deidad primigenia son menos conocidos o han sido menos elaborados. En las fuentes griegas, es decir, en Hesíodo, Esquilo y Platón, en donde la mayoría de los contornos de la mitología prometeica se hacen visibles, las narrativas asocian al Titán, cuyo nombre alude a la prevención, la previsión y la prudencia, con los orígenes; así el sacrificio animal inaugural, el amanecer de la cultura de la humanidad o la creación del fuego (y sus usos culturales), pero hay un aspecto e los orígenes que está ausente. Me refiero a su rol como creador de la humanidad.

Este acto de “trascendente” transformación primordial se consolida en las Metamorfosis de Ovidio. En las páginas del poeta romano, Prometeo mezcla tierra con agua de la lluvia para moldear una imagen humana. En las famosas fábulas de Esopo la mezcla es, específica y curiosamente, con lágrimas. Algunas imágenes corroboran esta labor. Es el caso de una gema en forma de escarabajo, de los siglos III y II a.e.c., en donde se retrata a Prometeo configurando un torso humano, o el de un sarcófago de mármol del siglo II, en el Museo del Prado en Madrid (y que a muy pocos llama la atención), en el que el Titán crea una figura humana, sobre cuya cabeza Atenea ubica una mariposa (recuérdese que en griego psyche es tanto alma como mariposa).

Desde la Antigüedad Tardía al Renacimiento el Prometeo que domina la imaginación no es el dios insurgente, que Zeus castiga con el águila (el símbolo del propio Zeus), mortificando sin fin su hígado (no por casualidad un órgano regenerable) y solidario (con la humanidad), sino también el creador, el moldeador, el fabricator y el animador de seres humanos. Con la incorporación de la mitología pagana al cristianismo surge un problema mayúsculo: como encuadrar su rol como creador con el del Dios que crea a Adán.

Para Tertuliano, el escritor cristiano de Cartago (siglos II-III), es simple: el verus Prometheus es Dios (en Apologético); para el escritor norteafricano Lactancio, Prometeo inventa el arte de hacer estatuas, pues el único creador de los seres humanos de carne y hueso es, por supuesto, Dios (en Instituciones Divinas). Este evidente proceso de prometeica humanización continua con Agustín (ya para los siglos IV y V), quien argumenta directamente que Prometeo era un mortal a quien se estimaba como el mejor maestro de sabiduría (en La Ciudad de Dios).

Muchos siglos después seguirá esta tendencia, como se puede ver en el teólogo Pedro Comestor, para quien Prometeo fabrica automata; esto es, estatuas que caminan, trayendo, eso sí, la civilización a la humanidad (en Historia Escolástica). Prometeo se ve sometido, por consiguiente, al evemerismo y al alegorismo, como le ocurre a muchas entidades míticas clásicas.

En el tratado mitográfico de G. Boccaccio, titulado Genealogía de los Dioses Paganos, reporta, partiendo de Servio y Fulgencio, que la virtuosidad del Titán al fabricar hombres inanimados atrae la atención de Minerva, quien le guía al cielo para que allí encuentre lo que necesite para culminar convenientemente su trabajo. En el cielo ubica hinojo en las ruedas del carro del dios solar Febo y captura el fuego, que luego lleva a la Tierra para esparcir vida a los humanos por él creados. Así, guiado por la sabiduría de Minerva toma del cielo la verdad (el fuego) que inserta en el cuerpo de los humanos a los que convierte en racionales desplazando la brutalidad. Natale Conti, el célebre mitógrafo italiano del siglo XVI, entiende, en Mitologías, que Prometeo simboliza la herejía del protestantismo, en oposición al águila heráldica empleada como emblema por el Sacro Imperio Romano.

Prometeo va a ser retratado entre la indefensión y la angustia. Y es que debido a que creó a la humanidad debe, en consecuencia, ser castigado. En el panel de una cassone o cofre pintado por Piero di Cosimo hacia 1515, se yuxtaponen dos escenas. A la izquierda, el Titán, aplica con propósito y reverencia, una antorcha con la que enciende el corazón de una estatuilla humana; a la derecha, Mercurio lo ata a un árbol mientras un águila espera, hambrienta, su momento. En ocasiones, aparece llevando un gran anillo, símbolo de continuidad (Servio sobre la Églogas de Virgilio, y en Astronomica de Higino) y que se refiere a la tradición que lo imagina con un eslabón de cadena que lleva consigo para ser atado a una roca por Zeus. No por casualidad, para el humanista italiano Polydore Vergil, Prometeo es el inventor de los anillos.

Una vez que el antiguo marco religioso del mito prometeico desapareció, el conflicto entre el Titán y Zeus se desmarcó de las connotaciones teológicas y acabó mutando hacia una confrontación política entre un dictador despiadado, por supuesto el Crónida, y un noble luchador por la libertad, un heroico, y muy humano, Prometeo.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, octubre, 2024.

 

7 de octubre de 2024

Mitificación literaria de los mundos prehistóricos: Edgar Rice Burroughs


Imágenes: arriba, mapa original de Pellucidar, de la primera edición de Pellucidar (1915); abajo, mapa de Caspak, la tierra que el mundo ha olvidado, de 1917.

Edgar Rice Burroughs es el célebre creador del no menos famoso y mítico Tarzán de los monos. Los relatos de héroes y heroínas del novelista estadounidense, transportan a los lectores desde las selvas africanas y los fondos marinos muertos de Barsoom hasta los gigantescos bosques de Amtor y el salvaje mundo interior de Pellucidar, e incluso hasta el hogar de civilizaciones extraterrestres.

Este autor de ciencia ficción popular, de historias de fantasía ha sido también, y sobre todo, un brillante creador de literarios y míticos mundos perdidos, habitualmente localizados en islas, espacios aislados y temporalmente arcaicos o fuera del tiempo histórico. Son espacios malditos y prohibidos, propiciadores de situaciones dramáticas y, desde luego peligrosos para todos aquellos que atinan a aventurarse por ellos. En tales lugares, además, el ser humano no es la especie que domina.

Uno de ellos es Pellucidar, un espacio prehistórico ubicado, al modo jules-verniano, en el centro de la Tierra, en donde existen océanos, montañas, bosques y un sol interior; un lugar habitado por animales ya extintos (pterosaurios, mamuts, dinosaurios, arcaicos humanos, tigres dientes de sable). Aquí incluso habita un grupo de depravados piratas españoles, de seguro antiguos visitantes ahora retenidos, que son comandados por su cabecilla, de nombre El Cid. En este pintoresco mundo viven, asimismo, los mahars, grupo inteligente telepático que procede de los pterosaurios.

Otro de estos espacios es la tierra de Pal-ul-don, habitada por distintas etnias humanas arcaicas y por gryfs, dinosaurios modificados. Aquí, de hecho, los triceratops se han hecho carnívoros, de ahí que sus pezuñas se hayan convertido en garras; un tercero lleva el nombre de Caprona o Caspak, todo un continente perdido en los mares del sur, del que habría existido un inicial conocimiento gracias a un oscuro marino italiano del siglo XVIII. Este continente está habitado por una singular flora y fauna: insectos y helechos gigantes, pterosaurios y plesiosaurios, rinocerontes lanudos, homínidos, aurochs, hienas de las cavernas, y otros seres. Conforme se asciende por el río de Caprona en dirección al norte, los organismos son más evolucionados, hasta llegar, por supuesto, al Homo sapiens, la cumbre evolutiva.

Todo esto recuerda un conocido cuento de Isaac Asimov llamado Una estatua para papá, un relato en el que una conexión temporal con el Mesozoico a través de un crono tubo facilita a dos científicos la recuperación de varios huevos de dinosaurio del tamaño de los de los patos. De los huevos incubados surgen pequeños dinosaurios bípedos. Por accidente, uno de ellos se electrocuta, descubriendo los científicos que su carne es realmente sabrosa. Tanto es así, que se harán ricos criando y comercializando el dinopollo, carne de dinosaurio (de dinosaurios aviares), semejantes a los hoy existen.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, octubre, 2024.