Imágenes, de arriba hacia abajo: copia del siglo II del retrato en mármol, a partir de un original del siglo IV a.e.c., del historiador Jenofonte. Museo Nacional del Prado, Madrid; y copia helenística del busto en mármol del general e historiador Tucídides del siglo IV a.e.c. Museo Real de Ontario.
Los griegos lograron satisfacer su curiosidad histórica haciendo un recorrido desde la épica hasta la historia llevando a cabo un gradual mecanismo de racionalización y desmitologización, así como de aplicación paulatina de la crítica a los datos de la tradición mitológica. Esta dependencia de la historiografía griega de sus orígenes mitológicos y poéticos, en especial de la épica, explica la pervivencia de elementos ahistóricos en los historiadores más arcaicos. Resulta oportuno señalar que los griegos no separaban lo mítico de lo histórico de forma taxativa como en la actualidad se hace. Así pues, entre los siglos VIII al VI a.e.c., el conjunto de tradiciones se sometió a un proceso de análisis para armonizarlas y organizarlas sistemáticamente en un orden cronológico. Desde la época de los héroes hasta el tiempo de los poetas se estableció un puente genealógico, organizando una línea que remontaba a los orígenes de las comunidades locales. Pero esto no es historia todavía, pues no hay ni exactitud ni una intención de que sea historia, en tanto que no hay intención de dar cuenta verídica del pasado. Los intereses de los autores son otros.
Son varios los factores y condicionantes que favorecieron el paso a la historia. En primer lugar, el desarrollo de las polis, que implica una organización política más compleja, motivo por el cual se requiere una administración sofisticada. Por otro lado, las relaciones entre ciudades conlleva contratos, tratados, acuerdos o pactos, y comienza a cobrar relevancia fijar los datos del pasado. Es el momento del surgimiento de los cronistas locales, conocidos como logógrafos, que recogen acontecimientos del pasado más reciente vinculados con una determinada localidad. En segundo lugar, el proceso de colonización, que lleva a los griegos a desplazarse lejos de sus ciudades, contactando con otras comunidades de diferentes costumbres. Se abren, con ello, nuevos horizontes a las mentes griegas, estimulando la curiosidad, la inquietud y el interés.
En tercer término, el desarrollo del comercio y las nuevas técnicas de navegación, lo cual propicia nuevos intereses prácticos, como la necesidad de registros para señalar las distancias entre puertos, mostrar las rutas más adecuadas o localizar las costas más peligrosas. En estos aspectos radica la importancia de los Periplos, caso del de Escílax (siglo VI a.e.c.), que recogía informaciones de un intrépido viaje desde el Indo hasta el Golfo Arábigo, o el viaje anónimo fundamento de la Ora marítima de Avieno, descripción de las costas tartésicas desde el suroeste de la Península Ibérica hasta Marsella. Además de las informaciones geográficas se despierta la curiosidad por notas etnográficas.
El contacto con el mundo oriental permite el acceso a los griegos a materiales históricos nuevos, de gran riqueza, como los archivos palaciales egipcios, plenos de datos y reseñas muy arcaicas. En este sentido, resulta relevante resaltar que los primeros historiadores griegos no empezaron a escribir la historia de Grecia, sino la de los reinos orientales, pues disponían de mejores y más abundantes materiales que los existentes en Grecia. Es así como sobresalen Dionisio de Mileto y Caronte de Lámpsaco, ambos autores de historias de Persia, o también Janto de Lidia, con su historia de los persas.
Al destacado aumento de información se suma el paulatino desarrollo de la crítica, como hace Jenófanes con su crítica al carácter antropomórfico de los dioses de Hesíodo y la poesía homérica, o un Heráclito sobre la tradición poética. Al factor de la crítica hay que aunar, para la creación de una verdadera historia, la consideración histórica del acontecer. En los orígenes de la historia griega, la concepción histórica tuvo que pugnar con el pensamiento arcaico. Y es que las sociedades antiguas no se interesaban por la existencia histórica pues lo que existía era un tiempo sacro y cíclico, en el que ya había acontecido todo, en tanto que nuestro “profano” tiempo, repite los modelos atemporales.
La concepción histórica se cimenta en la creencia de que el acontecer humano se ubica en una linea temporal evolutiva que requiere la primacía de la causalidad; es decir, que cada hecho condiciona y provoca los acontecimientos posteriores. A ello se añade la actitud del historiador en su afán de cumplir su rol de testigo veraz de aquello que narra o relata. Estos aspectos resaltan el propósito de romper con la tradición, necesidad que no siempre se lograba. El historiador, como el filósofo, concederá preeminencia a su propio criterio frente a la tradición, que hasta ese momento se aceptaba sin necesidad de ser analizada.
No obstante, la tradición mítica no se va a disipar así como así. De esta manera, la distinción entre logógrafo y mitógrafo no es absoluta, en tanto que al remontarse a un pasado muy lejano, el logógrafo debe utilizar los arcaicos mitos a falta de informaciones objetivas debido a la carencia de materiales históricos. Estos logógrafos, como Hecateo de Mileto, deben recurrir a las líneas genealógicas para organizar los materiales históricos.
Desde un punto de vista formal el principal cambio entre épica e historia consistirá en el paso del verso a la prosa como forma prioritaria de expresión. La comunicación escrita de esta forma sigue ayudando a la memorización y también facilita las anotaciones. Sin embargo, en un principio se mantuvieron algunos recursos propios de la literatura en verso, como se constata en Hecateo o en Acusilao.
En la épica ya existían rasgos de la concepción histórica que funcionarían como puntos de partida. Es el caso de la necesidad de relatar los hechos en secuencias temporales, en sucesiones coherentes de acontecimientos. También es el caso de la concepción evolutiva de los hechos, ya previamente presente en los llamados mitos de progreso, en los que frente a la idea de la historia humana como una decadencia degenerativa desde una lejana época primitiva dichosa (mito de las Edades de en Trabajos y Días de Hesíodo, por ejemplo) se explicita el concepto de que el ser humano progresa desde un ambiente agreste, salvaje hasta un estado humanizado y civilizado, como se puede deducir de Jenófanes.
Asimismo, es lo que ocurre, a la vez, con el principio de causalidad, presente ya en el fundamento de los mitos etiológicos, que argumentaban la razones de un específico acontecimiento a partir de un hecho de épocas pasadas que le daba pleno sentido. En la épica existen también antecedentes palpables en lo tocante a la actitud de veracidad, como se vislumbra en la Teogonía de Hesíodo o en el poema de Parménides. En este último aspecto hay, no obstante, una diferencia crucial: en la épica la verdad se entiende revelada por los dioses, garantes de su certeza, mientras que el historiador usará su capacidad crítica en forma de opinión.
Este tránsito desde la épica a la historia puede verse en Eumelo de Corinto autor, a fines VIII a.e.c., de un poema épico sobre la polis (las Corintíacas), que los logógrafos convirtieron en una historia en prosa de la ciudad; en Acusilao de Argos, quien utiliza el poema épico la Forónida para narrar de los primeros hechos de la localidad de Argos; o en Helánico de Lesbos, quien busca organizar una cronología sistemática recurriendo a noticias de los registros del Próximo Oriente, a las listas de arcontes y a las genealogías épicas. Hechos y personajes históricos se entremezclan, por consiguiente, con las tradiciones míticas.
Incluso los motivos que el propio Heródoto aduce para justificar su obra son semejantes a los descritos. El accionar de su historia es similar a los factores que movilizan a los héroes épicos. Es lo que ocurre con la jactancia de Creso, merecedora del castigo de las deidades, o con la de Agamenón (en la Crestomatía de Proclo), cuando caza una corza jactándose de su captura diciendo que ni siquiera Ártemis lo habría hecho mejor, hecho que provocará el consiguiente castigo de la diosa.
A pesar de su consideración de patriarca de la historia, Heródoto no es histórico en un sentido moderno del término, en tanto que entiende que la causalidad histórica deriva de un poder sobrenatural que es el que ordena las acciones humanas, teniendo además, un concepto biográfico de la historia, que implica que los hechos son motivados esencialmente por circunstancias individuales y psicológicas.
Se puede afirmar, por lo tanto, que la primigenia historia griega consistió en un gradual desarrollo entre mito e historia, cuyo responsable principal fue ese espíritu positivo jonio que fue desplegando la crítica y la desacralización de aspectos de la tradición, desarrollándolos en un sentido racional y profano. No obstante, los vestigios de la tradición se siguieron siendo visibles en la nueva realidad transmitida.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, julio, 2023.
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