24 de mayo de 2022

Baal-Hadad. Mitos originarios en Canaán


Imágenes. Arriba, estela con Baal portando un rayo, hallada en Ugarit. Hoy está en el Museo del Louvre; abajo, un dibujo de un monumental hadad fechado en el siglo VIII a.e.c., hallado en Gerdschin, en las proximidades de Sam'al (Zincirli). En su parte inferior lleva una inscripción aramea en donde se dice que fue erigida por el rey Panamuwa, rey de Ja'udi. En la actualidad se exhibe en el Pergamonmuseum de Berlin.

Es muy probable que el mito de la lucha entre Marduk y Tiamat influyese en la población de la región de Canaán, puesto que aquí se relataba una historia semejante sobre Baal-Hadad, dios de la tormenta y la fertilidad que, a menudo, aparece mencionado, si bien con términos poco agraciados, en la Biblia.

El relato de la lucha de Baal con una deidad de nombre Yam-Nahar, dios de mares y ríos, se conserva en diversas tablillas datadas en el siglo XIV a.e.c. Baal y Yam moraban con El, el Dios supremo cananeo. En el consejo que preside El, Yam solicita que Baal le sea entregado. Con el empleo de un par de armas mágicas Baal derrota a Yam y está a un paso de matarlo cuando Asera, la mujer de El y, en consecuencia, madre de los dioses, intercede por él afirmando que no es nada honorable matar a un prisionero.

Baal se avergüenza y perdona a Yam, que simboliza el aspecto hostil, desmesurado y salvaje de los mares y ríos, que continuamente amenazan con inundar y devastar la tierra, en tanto que Baal, dios de la tormenta, es el encargado de fertilizarla. En otra versión del mito Baal mata a Lotán, un dragón de siete cabezas, probablemente el llamado Leviatán en hebreo. En la mayoría de las antiguas culturas el dragón simboliza lo informe, latente, e indiferenciado; por lo tanto, el caos. De esta forma, Baal detuvo el retorno al caos primordial con un acto genuinamente creador y por tal motivo fue recompensado con un palacio edificado por los dioses en su honor. Hay que recordar que en la religiosidad primitiva se consideraba la creación como algo estrictamente divino, pues las divinidades son las que pueden aportar un significado renovado al mundo.

Pero en esta empresa Baal sufre un contratiempo y muere. Debe descender al mundo de Mot, la deidad de la muerte y la esterilidad. Cuando el Dios supremo El se entera de la suerte que corrió su hijo baja de su elevado trono, se viste de sayal y se hiere en las mejillas. A pesar de este auto sacrificio no puede redimir a su hijo. Será Anat, amante y hermana de Baal, quien dejará la morada divina yendo en busca de su alma gemela. Cuando encuentra su cuerpo organiza una fiesta funeraria en su honor, coge a Mot, lo despedaza con su espada, lo incinera y lo muele como si fuese grano antes de sembrarlo en el campo. Una serie de relatos análogos se contaban sobre otras grandes diosas, como Inana o lshtar, e incluso Isis en Egipto, que buscaban al dios muerto y le conferían vida a la tierra. La victoria de Anat, sin embargo, debe perpetuarse, reeditándose y reactualizándose año tras año, en una celebración ritual.

Posteriormente, aunque se ignora de qué modo exactamente, Baal es devuelto a la vida y llevado ante Anat. Tal apoteosis de totalidad y armonía, simbolizada por la unión.de los sexos opuestos, se celebraba por mediación de un rito sexual en el antiguo Canaán. Imitando así a las deidades, tanto varones como mujeres compartirían su lucha contra la frustrante esterilidad, garantizando la creación y la fertilidad del mundo. La muerte de un dios, la búsqueda de la diosa y el regreso, siempre triunfante, a la esfera divina, van a ser motivos mítico-religiosos constantes en numerosas culturas de la antigüedad. Tal mitema reaparecerá, reinterpretado, en la religión del Dios único que adorarán judíos, cristianos y musulmanes.

En la Biblia se atribuirán estas constantes religiosas a Abrahán, que abandona Ur y se asienta en Canaán. Abrahán pudo ser un jefe nómada encargado de guiar a su pueblo desde Mesopotamia hasta el Mediterráneo al final del tercer milenio a.e.c. Estos nómadas, llamados en las fuentes egipcias y mesopotámicas abiru, habiru o apiru hablaban lenguas semíticas occidentales, entre ellas el hebreo

Algunos servirían como mercenarios, en tanto que otros trabajarían como comerciantes o caldereros. Los relatos sobre Abrahán en el Génesis lo presentan, de hecho, sirviendo al rey de Sodoma en calidad de mercenario, describiendo sus frecuentes conflictos con las autoridades de Canaán. El relato del Génesis sobre Abrahán y sus descendientes podría sugerir que existieron tres oleadas de asentamientos hebreos primitivos en Canaán, la primera de ellas asociada con Abrahán y Hebrón, siendo la tercera oleada de asentamiento aquella célebre de en torno a 1200 a.e.c, cuando unas tribus que pretendían ser descendientes de Abrahán llegaron a Canaán desde Egipto, después de su liberación por parte de una deidad de nombre Yahveh, deidad de su líder, Moisés.

Con esta última llegada a Canaán, el comienzo resultará ser completamente nuevo. En lugar de concentrarse en la creación del mundo, además de en el periodo arcaico como lo hacían sus contemporáneos en Mesopotamia y la propia Canaán, la tradición yahvista está más interesada en el ordinario tiempo histórico. Marduk, Baal o Anat no se podrían implicar en las vidas comunes y profanas de sus adoradores, en virtud de que sus acciones habían acontecido en el tiempo sacro. En contraposición, el Dios israelí hizo valer su eficacia en los hechos normales del mundo real.

En cualquier caso, los primeros hebreos compartirían, sin duda, un buen número de  las creencias religiosas de los cananeos. Probablemente creyeron en la existencia de divinidades como las mencionadas Baal, Anat o Marduk. Además, es muy probable que el Dios de Abrahán fuera El, ese Dios supremo de Canaán arriba mencionado. Se trata de una divinidad que se presenta a sí misma ante Abrahán como El Elyon o el Dios Altísimo, El de Betel y El Shaddai, es decir, El de la montaña, tal vez uno de los títulos más tradicionales de este dios.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, mayo, 2022.

 

10 de mayo de 2022

Arte mueble: elementos míticos y narrativos


Imagen. Tema de la cierva y el orificio en bastones perforados. El Pendo, El Valle y Abrigo Mége. Evocación de algún concepto sobre el mito del sol naciente, simbolizando la cierva el planeta Venus.

El arte de la prehistoria está abierto a diversas interpretaciones factibles en cuanto a su sentido, significado y función. Debemos tener en cuanta, a la hora de profundizar en una de estas posibles interpretaciones que existe un salto al vacío conceptual muy amplio entre las sociedades cazadoras y recolectoras del Paleolítico Superior y las sociedades contemporáneas que pretenden llevar a cabo una hermenéutica sobre sus manifestaciones “artísticas” 

En cualquier caso, no resulta inverosímil pensar que en aquellas pequeñas comunidades de cazadores-recolectores del Pleistoceno, de modo análogo a lo que sucede en las culturas ágrafas, estuviese presente y activo un poderoso componente de tradición oral. Solamente de esta manera tal vez algunos cuentos, leyendas o mitos más elaborados, puedan estar encerrados en los soportes del arte mueble, aunque sea siempre muy imprecisa cualquier interpretación en este sentido.

En esta línea argumental, lo ciertos es que hay constancia arqueológica de determinadas piezas muebles que presentan decoraciones con cierta “escenografía” realmente complicadas y, además, recurrente. En ocasiones, incluso, con la presencia de lo que se atisba como personajes fantásticos, un factor que harían entrever que nos encontramos delante de la expresión sintética de un posible mito. En este orden de cosas, en consecuencia, la funcionalidad del objeto podría ser aquella de materializar una fórmula narrativa o mitográfica, probablemente de carácter ritual, tal vez de orden iniciático.

Si bien la posibilidad es cierta, no deja de ser problemático alcanzar un conocimiento pleno y certero, en tanto que se ignoran los significados de la conjugación, asociación o vinculación de los motivos que formarían parte del universo ideológico y de las creencias de sus creadores. Ello no es óbice, no obstante, para no llevar a cabo un meticuloso acercamiento a un tema de tales características, no exento, naturalmente de críticas o de muy posibles cambios interpretativos asociados a la aparición de ejemplos en los registros arqueológicos. .

Algunos ejemplos pueden ser de utilidad para intentar este acercamiento. Un artefacto óptimo que sirve para ilustrar esto que se comenta es el llamado candil de cérvido de La Vache, popularmente conocido como “El espectro”.  De muy escaso tamaño, procede del período señalado como Magdaleniense Superior. En el objeto se observan esculpidas cinco cabezas acopladas pertenecientes a distintos animales. La extremidad distal muestra un ave, de cuyo cuello sale, por una cara, un prótomo de ciervo (o tal vez de uro) que remata en un pez (se ha identificado como un salmón), con dos signos formando un aspa en el dorso; de la otra cara, partiendo al tiempo del ave, la cabeza de un oso (quizás un caballo) seguida de la testa de un felino.

Algunos investigadores llevaron a cabo una interpretación del objeto, de carácter simbólico, ya en los años setenta del pasado siglo XX. El pájaro simbolizaría el aire, el agua estaría representada por el pez, mientras que el probable caballo y uro o cérvido serían los herbívoros terrestres (de carácter benéfico), en tanto que el felino u oso, como carnívoros terrestres, reflejarían los aspectos maléficos. Una combinación análoga de elementos estaría asimismo presente en un tubo del propio yacimiento en donde fue hallada la pieza. En él se aprecia la serie ciervo frontal, pez, caballo-oso frontal y, hacia la izquierda una hilera de seres extraños seres, tal vez humanos o quizá pájaros.

Nuevos ejemplos que reiteran temas animalísticos semejantes, igualmente en soportes óseos parecidos, manifiestan la conjugación de un carnívoro (en versión silueta o prótomo) atacando, en la mayoría de los casos, a un cérvido con la cabeza en una visión frontal. La reiterativa constancia del tema, así como lo parecido de su composición han llevado a algunos investigadores (especialmente Sieveking, en 1978), a interpretar la escena como una plasmación de un determinado acontecimiento mítico o narrativo, aunque se desconozcan sus claves y códigos. Otros investigadores más recientemente, caso de Barandiarán, en 1993, retomaron el asunto. Haciendo una disección de cada uno de los ejemplares, concluye criticando las determinaciones previas que veían aquí escenas de ciertas asociaciones temáticas semejantes, sobre todo porque es necesario hacer revisiones más profundas de las piezas.

Hay constancia de objetos con sujetos de apariencia humana o antropomórfica que tienden a perseguir, acosar  y hasta  rodear a animales. La ambigüedad en relación a los individuos se debe a que la mayoría de las veces resulta extremadamente complicado saber con seguridad si son realmente antropomorfos o, por ejemplo, pájaros. No obstante, a pesar que unos cuantos se observan bestializados, se muestran con diáfano bipedismo y, además, con carácter itifálico.

A pesar de todas estas razonables dudas, autores como Duhard, en los años noventa del pasado siglo se aventuró a utilizar las piezas como argumentos para establecer una división sexual del trabajo, así como los roles sociales paleolíticos. Todo ellos en función de unas supuestas actitudes y actividades asociadas a los géneros en obras mobiliares, en las cuales las mujeres procederían de manera pacífica, mientras que los varones lo harían de una forma vehemente.

Con la peculiar denominación de mito de los cazadores de bovinos se estaría desarrollando una narración consonante en un conjunto de piezas en las que destaca la figura de un bisonte o un uro vinculado con siluetas humanoides o meramente antropomorfas, esquematizas y simples, que en ocasiones llevarían al hombro una suerte de instrumento o herramienta alargada.

En la placa ósea de Raymonden es visible un bisonte desmenbrado, con dos de sus patas cortadas puestas delante de la cabeza. Partiendo de ésta, hay un trazado ramiforme que pudiera hace creer que estamos en presencia de la columna vertebral del propio animal. En ambos lados del diseño previo emergen dos series de figuras identificables como perfiles humanos. En el denominado hueso del Abrigo del Château des Eyzies, parece probable que se hubiera concretado una idea análoga, ya que junto al gran herbívoro fueron emplazados unos seres en hilera que recuerdan en buena medida los perfiles de la placa anterior. Sin embargo, no deja de haber especialistas que prefieren visionar aquí elementos vegetales propios de un paisaje circundante.

Los personajes, tres en concreto, aparecen dispuestos en fila en Bruniquel, si bien en este caso se sustituyó la cabeza del bisonte por la de un uro. Por otra parte, en la decoración en bajorrelieve de un bastón hallado en La Vache, el uro se muestra completo, aunque nuevamente se repite la presencia, a su derecha, de los tres individuos reseñados, uno de ellos brindando el venablo.

Si se fuerza un tanto las comparaciones, en la pieza ósea de Laugerie-Basse aparece un individuo, que parece claramente humano, que está siguiendo, vigilando o tal vez reptando, detrás de un gran bisonte. Al igual que en el hueso de Isturitz, se perciben dos bisontes en una cara y dos mujeres tumbadas en la otra. Además, tanto los humanos como los animales, presentan idénticos signos ramiformes sobre sus cuerpos.

En el marco del espléndido arte parietal de la cueva de Lascaux, se puede contemplar la única, y a la par muy célebre, composición donde un bisonte, probablemente herido por la acción de una azagaya, embiste a un antropomorfo masculino, de una forma un tanto similar a un bajorrelieve de Roc-de-Sers. En ciertas ocasiones, el llamado mito de los cazadores adquiere otra nueva variante cuando la presa son équidos y no bisontes ni uros. Esta modalidad puede aparecer reflejada en tres objetos de igual temática. El tubo óseo con decoración peri circular de La Vache, contiene un pez, un caballo, y varias siluetas de forma semi humana. En un ejemplar de La Madeleine, los équidos se reducen a prótomos, aunque se muestra de una manera especialmente nítida el personaje con el correspondiente instrumento (arma) al hombro, cercano a un diseño que tiene forma de ofidio. Del mismo modo, en el bastón de Teyjat sobresale el dibujo de un caballo, además de un signo serpentiforme y una suerte de entes bípedos bastante bestializados, hasta el punto que son nombrados popularmente como los pequeños diablos.

En algunos otros pocos ejemplos, como en un rodete de Mas-d'Azil o en la plaqueta de Péchialet, se puede comprobar una nueva versión que refiere las escenas de cazadores, en tanto que en esta ocasión aparecen las figuras intentando abatir nada menos que a un gran plantígrado; es decir, un oso.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, mayo, 2022.

1 de mayo de 2022

Eridu: urbe paradisíaca en la mitología de Mesopotamia


Imagen: hipotética reconstrucción del templo de Eridu (nivel VII).

Se ha querido ver en Eridu el Edén o paraíso mesopotámico; es decir, el lugar de la creación. Sería el inicio de la historia que relata el modo en el que el dios babilónico Marduk creó el mundo. Este relato de la creación aparece en la introducción a un encantamiento que probablemente se recitaba con la finalidad de purificar el templo de Nabu en la localidad de Borsippa.

Se señala en esta narración que todo era agua primordial. A partir de ese caos acuoso Marduk construye casas y edifica una ciudad (Eridu), y dentro de ella el Esagila o templo de Marduk. Del mismo modo, se hicieron necesarias las criaturas vivientes; esto es, la humanidad, además de los dioses Annunnaki. Las construcciones fueron hechas de barro. Los dioses se establecieron en esta morada.

Esta narración es evidentemente un mito de los orígenes, de cómo el mundo fue divinamente creado. Se establece la noción de la ciudad como un lugar sacro y, al tiempo, hace referencia a una urbe en específico, Eridu. La etapa previa  a la creación se describe como la ausencia de cualquier rasgo particular de la civilización, tal y como se entendía en el mundo de la antigua Mesopotamia. En un océano primigenio, la primera ciudad, Eridu, así como el gran templo de Marduk en Babilonia, denominado Esagila, son generados a través de un acto de pensamiento divino iniciador del proceso de la auténtica creación.

De la misma manera que los habitantes de las zonas pantanosas mesopotámicas construyen sus casas o chozas en islas flotantes de caña, Marduk emplea barro sobre un entramado de juncos para formar así una plataforma. Desde este fundamento primordial, aunque endeble, se inicia el proceso constructivo de las ciudades y templos. Naturalmente, desde ese instante, las deidades residirán en la tierra, viviendo en las ciudades, configurándose como sus verdaderos dueños. La morada urbana de los dioses les deleita sobremanera; por consiguiente, las ciudades mesopotámicas serán siempre sagradas.

Se puede argumentar, en consecuencia que el Edén mesopotámico no es en realidad un jardín con agua, plantas y bosques, sino una ciudad, formada a partir de una pequeña porción de tierra rodeada por las aguas; por tanto, desde una isla. La primera construcción, y la de mayor relevancia, es un templo. La tradición mesopotámica presentaba de esta singular forma la creación, evolución y función de los núcleos poblados. Entre ellos sería Eridu el que proporcionaría el paradigma mítico fundacional. A diferencia del paraíso edénico bíblico, de donde las deidades expulsan al ser humano   para siempre después de su irremediable caída, Eridu seguirá siendo un lugar físico, real, imbuido de un carácter sagrado, pero a la vez siempre accesible. El carácter local de esta narración mítica, con todas sus referencias a las condiciones especiales de la región, se comprende si se considera el antiguo emplazamiento de Eridu.

Eridu es la denominación arcaica de un lugar conocido hoy en día como Abu Shahrein, en Irak. La etimología del vocablo Eridu no se conoce, si bien podría pertenecer a un sustrato lingüístico propio de una temprana cultura pre sumeria. Los sumerios la escribían usando el signo NUN, que se parece a una caña o a un árbol.

La relación entre el mito y el entorno geográfico de la ciudad es un aspecto reseñable. Eridu es un asentamiento ubicado bastante al sur, en el límite de la llanura aluvial y muy cercano a la zona pantanosa, un espacio que suponía una transición entre la tierra y mar, con presencia de  islas, cauces que modificaban su trayecto y cañaverales de gran frondosidad.  Además, el desierto occidental se encuentra relativamente próximo como para resultar una amenaza plausible. Por consiguiente, la antigua Eridu tenía un acceso a un triple entorno físico,  llanura aluvial, pantanos y desierto, lo cual supone también tres modelos de subsistencia; esto es, agricultura pesca y el pastoreo nómada o trashumante.

Eridu estaba emplazada sobre un altozano dentro de una depresión a  seis metros por debajo del terreno que la rodea, un factor que podía permitir que se pudieran acumular las aguas subterráneas. Se trata de un terreno pantanoso que puede llegar a ser un lago si hay abundantes lluvias. Los primeros textos mesopotámicos, datados en el tercer milenio, destacan la relevancia de tal lago. En sumerio el Abzu (Apsu en acadio), es el mar primordial. En las regiones más meridionales, donde la precipitación es escasa, la manifestación crucial del agua era el mítico Abzu. Dicen los textos que el agua rodeaba en la ciudad el centro religioso, al cual simbolizaba.

El concepto cosmológico mesopotámico implicaba que la tierra configuraba una extensión sólida, con forma discoidal, que se encontraba en el interior de una enorme masa de agua. Bajo la tierra se hallaba Abzu, mientras que encima el cielo formaba una bóveda que sostenía la parte superior de la masa acuosa que, en algunos lugares y en determinadas épocas del año, precipitaba como lluvia por cientos de agujeros del cielo. Eridu era, en tal sentido, el centro del culto al dios o la divinidad del agua dulce.

La más arcaica tradición convierte a Eridu en la ciudad más antigua, remontándose hasta  los primeros textos escritos allá a fines del IV milenio a.e.c. De hecho, la Lista Real Sumeria empieza diciendo que con posterioridad a que la realeza descendiese del cielo, Eridu se convierte en la sede de la misma, gobernando allí varios reyes durante miles de años. En consecuencia, la antigüedad de Eridu formaba parte del conocimiento tradicional que los mitos habían transmitido.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, mayo, 2022.