21 de febrero de 2023

Nuevo libro. Udâna. Declaraciones inspiradas de Buda


Amigas, amigos, estudiantes, colegas. Cordial saludo. Finalmente disponible para cualquier interesado/a, un nuevo libro, en coautoría, que lleva por título Udâna. Declaraciones inspiradas de Buda (Generis Publ., Chis., 2023, pp. 265), texto de relevancia filosófica, histórica y mítico-religiosa que recoge dichos del propio Iluminado. Se llevó a cabo una introducción, la elaboración de un extenso aparato crítico y de notación que contó con la colaboración de Fulvio Scarcia en lo tocante a ciertos aspectos lingüísticos. Primera traducción en formato bilingüe en nuestro idioma. Una exposición de situaciones y comentarios reflexivos finales del propio Buda a cada situación planteada. El libro, en versión digital o impresa, se podrá adquirir en ciertas regiones de Asia, África, Europa y América, a través de plataformas muy reconocibles (Saxo, Bokus, Amazon, Libroterra, Barnes & Noble, Adlibris, Octavia Books, Babelio y otras más).

Friends, friends, students, colleagues. Cordial greetings. Finally available to anyone interested/a, a new book, co-authored, entitled Udâna. Declaraciones inspiradas de Buda (Generis Publ., Chis., 2023, pp. 265), text of philosophical, historical and mythical-religious relevance that gathers sayings of the Enlightened One himself. An introduction was made, the elaboration of an extensive critical and notation apparatus that had the collaboration of Fulvio Scarcia with regard to certain linguistic aspects. First bilingual translation in our language. An exposition of situations and final reflective comments of the Buddha himself to each situation posed. The book, in digital or printed version, will be available through highly recognizable platforms (Saxo, Bokus, Amazon, Libroterra, Barnes & Noble, Adlibris, Octavia Books, Babelio and others).

Amigas, amigos, estudantes, colegas. Cordial saudação. Finalmente disponível para qualquer interessado/a, um novo livro, em co-autoria, que leva por título Udâna. Declaraciones inspiradas de Buda (Generis Publ., Chis., 2023, pp. 265), texto de relevância filosófica, histórica e mítico-religiosa que reúne ditos do próprio Iluminado. Realizou-se uma introdução, a elaboração de um extenso aparelho crítico e de notação que contou com a colaboração de Fulvio Scarcia no tocante a certos aspectos linguísticos. Primeira tradução em formato bilíngue em nosso idioma. Uma exposição de situações e comentários reflexivos finais do próprio Buda a cada situação levantada. O livro, em versão digital ou impressa, poderá ser adquirido em certas regiões da Ásia, África, Europa e América, através de plataformas muito reconhecíveis (Saxo, Bokus, Amazon, Libroterra, Barnes & Noble, Adlibris, Octavia Books, Babelio e outras mais).

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, febrero, 2023.


 

15 de febrero de 2023

Príapo: del antiguo mito a la recepción contemporánea



Imágenes: arriba, fresco de Príapo en la casa de los Vetii, en Pompeya; abajo, estatuilla galo romana hecha en bronce de Príapo o, tal vez, Genius.

Príapo, deidad de origen oriental, cuyo culto parece que proviene de Lámpsaco, en la Turquía moderna, se solía representar como un personaje itifálico. Su desmesurado pene refiere un precario control de los impulsos así como su incapacidad de actuar con moderación. De su figura nos hablan Ovidio, Catulo, Marcial, Horacio, Diodoro de Sicilia, Pausanias y los Carmina Priapea (composiciones de los siglos I y II). Hijo de Afrodita y Dioniso, o bien de la diosa y Adonis, en función de las diferentes versiones, es un dios rústico, al que se le atribuye la protección de la vida vegetal, tanto huertas como jardines.

Se le representaba como un pequeño hombre barbudo, en ocasiones un anciano itifálico. La población rústica empleaba esta deidad y sus representaciones como una fórmula mágica para neutralizar el mal de ojo contra la envidia y como medio de potenciar la sexualidad. Como vástago de dioses desinhibidos (Afrodita, Dioniso), aunque en otras versiones también de Hermes, Zeus o Pan, se entendía que debía pagar los errores de sus progenitores. En la versión en la que es descendiente de Afrodita y Dioniso, se señala que la diosa quedó embarazada de un antiguo amor durante un viaje a la India, sin que Dionisio lo supiera, siendo por ello maldito por Hera.

En el imaginario popular su fisionomía característica reside en las representaciones romanas, tanto en relieves, amuletos o pinturas (Casa de los Vetii en Pompeya), como en esculturas o en los tintinnabula, campanillas de función apotropaica. Sus estatuas probablemente ornaban jardines y huertos romanos. Su alusión a la fuerza, vigor y superioridad masculina (sexual, económica, social, militar y política), de los varones de las elites, contrastaba con la mollitia o blandura, característicamente femenina en el mundo romano. Su actitud agresiva, violenta y engreída es común en sus relatos míticos, en los que intenta violar a Vesta y a la ninfa Lotis.

En Roma no será la única deidad fálica, pues tanto Genius como Mutino Titino o Fascino compartieron este característica. Plinio, por ejemplo, advierte que Fascino era un guardián protector del mal de ojo en Roma; divinidad de forma fálica que formaba parte de los sacra que protegían las Vestales.

Tras el fin del Imperio romano, se cristianizó el culto fálico a Príapo y al resto de deidades de estas características. Determinados santos, como Nicolás, Eutropio de Orange, Cosme y Damián, san Fiacro o san Faustino, mantuvieron elementos que recordaban ligeramente a Príapo. En el Renacimiento, se hace alusión a los llamados dedos gordos del pie de san Cosme, que semejan falos.

El protagonismo moderno del dios ocurre sobre todo en el siglo XVIII, como se constata en el poema erótico de Alexis Piron (Oda a Priapo, de inicios de la centuria), en un catálogo de ilustraciones de tema sexual que pretendidamente procedía de antiguas alhajas acompañadas de alusiones escritas, se dice realizadas por una tal Elephantis, meretriz de la época de Tiberio, o en Disertación sobre la adoración de Príapo y su conexión con la teología mística de los antiguos, de Richard P. Knight, de finales del siglo. Modernamente, aunque el término priapismo ya lo empleó Celio Aureliano en el siglo V, que ya distinguía diáfanamente priapismo de satiriasis, refiere la conocida disfunción sexual.

Además, la imagen ha sido apropiada por parte de los colectivos homosexuales. En esta contexto, destaca el caso del Templo de Príapo, religión neopagana, con un probable origen en el San Francisco de los años setenta del siglo XX, y cuyos miembros adoran el pene, señalando al falo como el camino hacia la sabiduría y la verdad; la compañía Priape, fundada en Montreal en 1974, dedicada a vender ciertos productos para el consumidor homosexual masculino, y cuyos nuevos miembros han abierto un canal de televisión (Priape Tv); y el manga Priapos (2014), de Mentaiko Itto, cuyo argumento es, por decir lo menos, pintoresco: Zeus, que ya no es capaz de soportar los defectos de los seres humanos, piensa un genial plan de extinción masiva, que consiste en enviar a Príapo a la tierra con la tarea de convertir en homosexuales a todos los hombres, evitando, en consecuencia, la reproducción del género homo.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, febrero, 2023.

9 de febrero de 2023

Jardines del antiguo Japón. Arte, naturaleza y símbolo




Imágenes, de arriba hacia abajo: jardin-río de piedra Daisen-in, en Kyoto; jardín de musgo Kokedera, en el templo budista Saihō-ji, en Kyoto y; jardín Ritsurin, en Takamatsu, con varios lagos.

Los jardines en Japón son una expresión de arte, naturaleza y simbología. Aquellos de nobles y emperadores, diseñados para el disfrute de pequeños momentos, se vieron acompañados de los jardines en los templos budistas, espacios concretos que simbolizaban la especulación filosófica y la introspección más profunda. En los jardines, al igual que en los parques, se recrean idílicos paisajes especialmente diseñados con la intención de provocar la sensación de armonía y pensado equilibrio.

Los jardines son creaciones que poseen una extrema complejidad. A presencia de arbustos y plantas se añaden estanques con carpas de colores (la carpa koi, símbolo de perseverancia), puentes, caminos serpenteantes delimitados por altas plantas de bambú y piedras, así como otras estructuras arquitectónicas. Todo ello configura un conjunto en estricto orden, sin dejar resquicio a escenarios que puedan ser predecibles. De esta forma, cada elemento es parte esencial de un proyecto diseñado con la finalidad de producir una sensación pictórica. Se establecen espacios en los que cada elemento participa en la recreación del equilibrio natural, centrado en los árboles, el agua y las rocas, los tres elementos cruciales que adquieren una significación simbólica precisa.

Los árboles simbolizan el fluir temporal, expresado en la sucesión estacional, mientras que el agua, presente en lagos, arroyos o pequeños estanques, representa la vida. En tal sentido, el líquido elemento debe fluir de este a oeste, calcando el recorrido del sol. Por otro lado, las rocas, de formas suaves, aportan, debido a su evidente inmovilidad, sensación de sosiego y paz. Además, la presencia de guijarros o arena fina se emplea en los suelos con la intención de que éstos sean más cómodos para los espíritus. Un complemento habitual son los setos y las linternas de piedra, de funcionalidad decorativa pero también espiritual. Las linternas suelen estar ubicadas en las zonas menos visibles, con la intención de simbolizar la presencia de un sendero interior.

La tipología de los jardines se enmarcan en aquellos de roca, siendo el agua sustituida por arena blanca (el karesansui), y en los de pequeñas dimensiones que se suelen establecer en los patios de las casas (tsubo-niwa). El karesansui, denominado jardín seco y mal llamado jardín zen, destaca por la ausencia física del agua, si bien está presente simbólicamente a través de grava o arena de color blanco que se rastrilla remedando el movimiento ondulatorio del agua alrededor de las rocas. Tales piedras, además, representan islas o montañas, símbolos de estabilidad (frente al ámbito cambiante del agua), y de longevidad. Las rocas nunca son pares, y jamás están presentes en número de cuatro (número cuyo ideograma es parecido al que refleja la muerte).

Las rocas que simbolizan islas se denominan shima, en tanto que el monte Shumi acostumbra a ser la roca principal del jardín, que simboliza el eje del mundo. El monte Horai, por su parte, responde a una conjunto rodeado de agua, lugar aislado ideal para poder rezar o meditar. Piedras y arena ensalzan, en consecuencia, la temática de la inmutabilidad, concepto clave del budismo zen. 

La tradición del tsubo-niwa, por su parte, es antigua, pues surgió en el período Heian, concretamente a partir del siglo VIII. Un jardín muy conocido es el roji, un pequeño jardín rústico especialmente diseñado para las casas en las que se lleva a cabo la ceremonia del té. Recrea un ambiente bucólico con la finalidad de que las personas sean capaces de olvidar toda preocupación en el momento previo a la realización de la mencionada ceremonia. Por otro lado, el kaiyu-shiki-teien, concebido para los nobles japoneses y los adinerados señores feudales, solía reproducir con fidelidad diversas áreas geográficas en miniatura.

Entre los más hermosos jardines que hoy todavía se pueden contemplar en Japón destacan los de Okayama, Mito, el jardín de musgo Kokedera y, sobre todo, el parque Kenrokuen en la localidad de Kanazawa, antigua ciudad, de esplendoroso pasado y de rico patrimonio, cuyo desarrollo cultural se produjo durante el sogunato de Tokugawa.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, febrero, 2023.

1 de febrero de 2023

Apolonio de Tiana y Parménides: religiosidad y mito en la filosofía antigua


Imágenes, arriba, Lecito ateniense de figuras negras, del siglo IV a.e.c. Helios y Noche. Helios, ascendiendo en su cuadriga, la Noche, alejándose hacia la izquierda y Eos a la derecha. Atribuida al Pintor de Safo; abajo, un filósofo vagabundo, tal vez Apolonio de Tiana, quién vivió parte de su vida en Creta. Escultura hallada en Gortina (siglo II), ahora en el Museo Arqueológico de Heraklion, Creta.

Apolonio de Tiana fue un místico y un filósofo de una rica y reputada familia griega de la, por entonces, provincia romana de Capadocia, en la actual Turquía. Natural de Tiana, vivió en el siglo I de la Era. Fue Filóstrato quien escribió su biografía, realmente legendaria, en el marco de la denominada segunda sofística. En la peculiar y muy mítica vida de Apolonio los viajes son un referente crucial. Se dice que recorre el mundo conocido, incluyendo el extremo occidente, las Columnas de Heracles en Cádiz o la lejana India en el extremo oriental. Sus periplos y aventuras son contados por su acompañante, y al tiempo, discípulo Damis, un asirio al que instruye al modo socrático.

Siendo todavía joven, Apolonio de Tiana renuncia a su rica herencia familiar y se acoge al pitagorismo. Remeda el periplo de su maestro Pitágoras, otro eterno viajero que siempre va en busca de la sabiduría. De este modo, visita a los gimnosofistas de Etiopía, los brahmanes de India o a los magos babilonios, empapándose de todo el conocimiento que encuentra a su paso. Su modo de vida es bohemio y austero, pues sigue una estricta dieta vegetariana, comiendo los frutos de la tierra.

Al igual que ocurre con Empédocles, se abstiene de manchar con sangre los altares de las deidades, siguiendo una forma de vida que recuerda al ser humano su cercano parentesco con lo divino. La condición humana es privilegiada y peculiar, en tanto que somos la única especie animal que conoce a los dioses y, además, filosofa reflexionando acerca de su naturaleza. La creación es motivada por la bondad de los dioses, de ahí se colige que los humanos bondadosos gocen de la oportunidad de participar de lo divino. Por tal motivo, es menester entonar himnos que complazcan a los dioses. No obstante, Apolonio sostiene que el hombre es un ciudadano universal y que existe una deidad, inaccesible a la razón, superior a las divinidades de los pueblos. Aquélla, a diferencia de éstos, no necesita ni solicita oraciones o sacrificios, o que se le nombre.

Aunque el viaje de Apolonio hasta Etiopía resulta inverosímil, Lucio Flavio Filóstrato revela ciertas peculiares ideas respecto a los ríos Nilo y Ganges. Sus semejanzas radican en que ambos ríos son considerados divinos; además, sus ritos de celebración son parecidos. Cuenta el sofista que Apolonio remonta el Nilo buscando a los gimnosofistas, sabios que moran en unas colinas situadas en donde rinden un culto especial al propio río. Son gentes que no precisan de vestimenta ni viviendas, pues viven al aire libre y se congregan en un bosque en la orilla del río. A la llegada de Apolonio estalla una suerte de desencuentro, lo que reflejaría una arcaica rivalidad entre la sabiduría egipcia y la india.

Apolonio manifiesta una tesis en la cual los egipcios etíopes, por mediación de la ruta del mar Rojo, establecerían contacto con los indios, adquiriendo de ellos su filosofía, aunque nunca lograsen llegar a su nivel de conocimientos. Esta herencia india se ajusta bien a la vida pitagórica. Lo indio y lo pitagórico pertenecen a una sabiduría secreta que se aparta de las filosofías conocidas. Es silente, expresándose con acertijos.

La vida mendicante y ascética de los pitagóricos se fundamentaba en una triple creencias, la armonía estelar, la reencarnación o metempsícosis y el poder de los números como fundamento de lo que es real. La superioridad de los indios sobre los egipcios reside para Apolonio en que los primeros, como ciertos pitagóricos, logran reconocer sus propias reencarnaciones. Incluso él mismo dice recordar su vida pasada, como la de timonel en una nave egipcia; un recuerdo semejante al de Pitágoras, que aseveraba que había sido el héroe Euforbo en la época de la guerra de Troya.

En Babilonia, por su parte, Apolonio renuncia a participar en el sacrificio de un caballo que el soberano ofrece al Sol. Eso sí, pasa un buen período de tiempo aprendiendo los secretos de los brahmanes. Entiende que India tiene un aura mítica, que asocia con el célebre país de los lotófagos de la Odisea, donde los forastero que degustaran sus frutos olvidaba para siempre el retorno a su patria. No es baladí recordar que desde época alejandrina la región estaba helenizada. El valle del Indo, y en especial Taxila, era la sede del denominado arte greco budista de Gandhāra (estilísticamente griego pero con temática búdica), además de un relevante centro de enseñanza hinduista y budista. De hecho, el propio Heródoto señala que el griego es allí la segunda lengua. No hace falta destacar que ciertos hallazgos arqueológicos han confirmado, en parte, estas descripciones de Apolonio.

Su interlocutor fue el rey de nombre Yarcas, un verdadero sabio. Los brahmanes viven obsesionados con el concepto de pureza (vestimenta, costumbres, dieta), consagrándose al estudio desde su juventud. Se les exige una memoria impecable y que no sean lujuriosos, glotones o charlatanes. Los grandes sabios habitaban una región delimitada por los ríos Ganges e Hífasis (hoy Beas). El Hífasis acabaría siendo la frontera oriental del Imperio de Alejandro Magno.

Los sabios indios poseen una naturaleza noble y filosófica, en virtud de que lo que emprenden lo hacen honrando al Sol, hecho que supondría que no se expresarían sin una inspiración divina. Hasta, se dice, sus mentes pueden penetrar en otras. Entre todo el conjunto de deidades sobresale la memoria. Por ello, Apolonio les pregunta si, como supuestamente pasaba con los griegos, se conocen a sí mismos. La respuesta es afirmativa, pues dicen conocer todo porque primero se conocen a sí mismos.

En relación con el alma, señala que los indios saben quiénes fueron en vidas pasadas y que, además, transmitieron la doctrina de la reencarnación a los etíopes, “indios” que desde épocas arcaicas habrían habitado en el subcontinente. A su vez (aunque parezca sorprendente), la habrían introducido en Egipto. En cuanto al origen y la conformación del mundo, argumentan la presencia de cinco elementos; los cuatro conocidos en el ámbito más el éter, que vendría a ser aquello que inhalan los dioses.

El conocimiento verdadero es el que asegura que todo está vivo, sea un animal, una planta o hasta un mineral. Los brahmanes lo instruyen en el arte de la adivinación utilizando las estrellas. Apolonio terminará por redactar cuatro libros, convirtiéndose en el primer yogui griego, a la par que en el primer viajero conocido que es imbuido de la sabiduría de los brahmanes.

Parménides de Elea, por su parte, fue una figura no menos legendaria que Orfeo. Fue el autor de una serie de versos escritos gracias al dictado de la Diosa blanca. Nos referimos al poema filosófico llamado Sobre la Naturaleza. Su Poema, para muchos expertos, la primera obra del pensamiento occidental, resulta al tiempo una alegoría iniciática cargada de poderosos símbolos así como un relato de aventuras.

El jonio Parménides vivía en el sur de Italia. Empleaba para expresarse la lengua panhelénica de Homero. Ya se había escrito con anterioridad poesía épica después de Homero, ya que Hesíodo lo había hecho en su genealógica y didáctica exposición acerca de la naturaleza de las divinidades que aparece en su famosa Teogonía. De hecho, en la sección segunda del poema de Parménides aparece el Eros cosmogónico hesiódico, al margen de unas cuantas deidades conceptuales del tipo Guerra, Lucha o Deseo, cuyo origen tiene que hallarse en la Teogonía. La obra de Parménides, no obstante, es singular y novedosa. En un proemio de excelsa elocuencia relata el ascenso del filósofo a los cielos. Se trata de un alucinante viaje imaginario comparable a los del antiguo Egipto.

La deidad y el filósofo de Elea conversan acerca de la verdad eterna, real y profunda, que es de origen divino, diferente a las apariencias del mundo físico. Parménides es trasladado en su viaje, gracias a un carromato con dos yeguas, hasta la misma deidad. El vehículo es impulsado por las hijas de Helios, alejándolo de la morada de la Noche y haciendo que se oriente hacia la luminosidad.

Llega a un umbral pétreo desde donde se inician dos senderos, el del Día y el de la Noche. La puerta está cerrada y las llaves que la abren son custodiadas por Diké. Se abre finalmente la puerta y la diosa le recibe, dándole una amable la bienvenida. Le dice que han sido Temis y la propia Diké quienes le han guiado por un camino que no es el humano, un sendero tan poco confiable como puedan ser las opiniones de los hombres.

Este especial pasaje de la obra, conservado gracias a Sexto Empírico, muestra una destacada imaginería simbólica, que incluye el carruaje, los animales y las puertas del mundo superior. No es una ruta para los mortales, por eso únicamente las hijas de Helios pueden mostrar el camino. La visión del Reino de la luz que aquí se establece es una experiencia religiosa, que implica que cuando la visión humana se dirige hacia la verdad oculta la vida se transfigura. El prototipo de tal experiencia puede encontrarse en las prácticas mistéricas y en las ceremonias de iniciación. Así pues, se trata de la experiencia íntima de lo divino por parte de un humano quien, revelado lo visto, fundar una comunidad. Es por tal motivo que al comienzo la escuela de Parménides fue una suerte de espacio de convivencia secular y religiosa, de características míticas y proféticas.

Parménides transmuta el lenguaje de los misterios para crear un espíritu que se denominará filosofía. En tal sentido, la filosofía no emerge de conceptos abstractos, sino de una simbología mítico-religiosa presente desde antiguo en Eleusis o en Delfos. Quizá esto explica el por qué se considera a Parménides un nuevo Odiseo, viajero que recorre caminos con la intención de aumentar sus conocimientos. Naturalmente, es un periplo que no corresponde al mundo físico; es una vía de salvación, como aquellas de las religiones mistéricas.

En virtud de que la realidad posee una naturaleza espiritual y el pensamiento mejora el mundo, el ser humano debe escoger entre dos vías: entre la errada (la del no-ser) y la recta, la del ser, aunque existe una tercer camino que es el que recorren los ignorantes, creyendo que el ser y el no-ser poseen una real existencia. Son los denominados hombres de dos cabezas, en realidad, invidentes y sordos.

El ser contiene propiedades constitutivas, ya que nunca fue generado y jamás desaparecerá. Se encuentra más allá de la multiplicidad. Muy probablemente influido por corrientes de pensamiento orientales, Parménides hace surgir el mundo de la apariencia de la oposición entre oscuridad caótica y la luz prístina y primigenia. La mezcla (a través de Eros, como en Hesíodo), y el equilibrio entre ambas es lo subyacente al mundano orden aparente. Encima de todo ello está la diosa, cuya sede resulta ser un trono ubicado en el centro de dos anillos que rodean el mundo, que son el de la noche y el del fuego. Se viene a decir, por consiguiente, que si se quiere conocer lo divino hay que hacerse divino, efecto que se logra por medio de la imaginación.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, febrero, 2023.