Algunos ejemplos iconográficos de la pintura vascular griega son realmente sorprendentes. Es el caso de la presencia de algunos llamados críptidos (seres muy extraños, hipotéticos y misteriosos, muy probablemente inexistentes). En esta oportunidad se muestran dos buenos ejemplos.
El primero, una probable singular entidad (propia de la criptozoología), sobre una crátera de figuras rojas de Apulia del pintor de Adolphseck, datada entre 380 y 370 a.e.c. Posiblemente se representa a Heracles apuntando a un ave del lago Estínfalo. La pieza se halla resguardada en el Antikensammlung de Kiel, con número de inventario B 537. La escena suele interpretarse como Heracles, apoyado por una armada Atenea, atacando a una de las temibles aves de Estínfalo. El héroe aparece retratado joven y desnudo, con un arco en la mano y el pie izquierdo apoyado en una roca; tras él, su carcaj y una piel de león; la diosa, sentada, posee sus atributos militares habituales (casco, lanza y escudo). Pero, ¿realmente es este el episodio que aquí se representa?.
Las aves del lago Estínfalo suelen representarse como aves acuáticas similares a gansos o cisnes, mientras que aquí el monstruo resulta una suerte de extraordinaria criatura híbrida con cabeza de pez, alas y plumaje de ave, patas con largas garras y siete barbillas en la cara. Incluso podría haber dudas con la presencia de la diosa, algo muy poco habitual en este contexto. Incluso si la escena representa, en efecto, el sexto trabajo de Heracles, la construcción figurativa del ser críptido ocupa un lugar apropiado entre las escenas cuyos monstruos parecen inspirarse en posibles hallazgos fósiles. La representación de híbridos monstruosos bien pudo haber estado influida por los fósiles, abundantes en el sur de Italia. La presencia de esos barbos se pueden apreciar también en una crátera corintia y en un pélike de la Colección Ragusa de Tarento. ¿Podría tratarse, tal vez, de una escena teatral?.
Otro probable ejemplo de críptido se encuentra en una crátera de campana con figuras rojas, obra del pintor de Dijon, hoy en Milán (inv. A 1995.03.01), seguramente perteneciente a un enterramiento de la segunda mitad del siglo IV a.e.c., en donde se representa a dos figuras de la procesión de Dioniso danzando, ambas sosteniendo thyrsi, es decir, bastones con punta de piña utilizados en el ritual dionisíaco.
Uno de ellas es un joven desnudo que sostiene una flauta en la otra mano; está de pie delante de una estela (lápida). La otra es una mujer. Dirige directamente su mirada a una curiosa criatura situada entre los dos. Este pequeño ser, que se distingue por un rostro grotesco, largas orejas, alas de gruesas plumas, un par de patas y una larga cola parecida a la de un lagarto, está con su rostro vuelto hacia la mujer. En este caso, se vuelve a considerar una plausible influencia de hallazgos fósiles, que habrían contribuido a dar forma a extrañas criaturas como ésta, que aparecen como parte de escenas de culto.
Es posible que la singular criatura que aparece en la crátera pudiese representar una estatuilla de culto, en función de la representación estática de su pose. Además, no se puede excluir un posible uso en circunstancias funerarias, dada la presencia de la estela, que recuerda a objetos funerarios análogos colocados sobre tumbas, donde se celebraban libaciones en honor del difunto.
Bibliografía sobre el tema
Mayor, A., The First Fossil Hunters: Dinosaurs, Mammoths, and Myth in Greek and Roman Times, Princeton University Press, 2011.
Robinson, E. G. D. & Robinson, T., “Geomythology in Ancient South Italy’”, Mediterranean Archaeology, 28-29, 2015-2016, pp. 77-90.
Schauenburg, K., “Herakles und Vogelmonstrum auf einem Krater in Kiel”, Mededelingen van het Nederlands Instituut te Rome, 41, 1979, pp. 21-27.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, abril, 2025.
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