Imagen, moneda con el epígrafe de la gens Fabia, cuyos miembros decían descender de Hércules, y a la que pertenecía Quinto Fabio Píctor.
El momento en que surgen los primeros relatos historiográficos, a finales del siglo II a.e.c. coincide con el tiempo del decisivo enfrentamiento con Cartago, aunque también coincide con una cada vez mayor implicación de los intereses de Roma en el mundo territorial y cultural griego, en primer término en la Magna Grecia, y posteriormente en el Oriente asiático.
La historiografía romana está vinculada a una serie de aspectos peculiares. En tal sentido, está asociada al poder político desde el instante mismo de su surgimiento. Sus autores suelen ser miembros de la clase dirigente y, en consecuencia, conocen los entresijos del poder gracias a sus propias experiencias. Tienen como objetivo crucial difundir por todas partes la gloria de Roma y defenderla de cualquier ataque enemigo. Esto supone la presencia en la historiografía de una intención didáctica y propagandística.
Otro aspecto es el apego a la tradición, algo que se ve reflejado en la forma en que el sistema educativo inculcaba a los jóvenes la reverencia acuñada en los modelos idealizados del pasado así como la necesaria fidelidad al sistema de valores de los antepasados, de los mayores. No obstante, ya en Grecia se empleaba la historia como un instrumento de enseñanza política y moral. Además de este sentimiento patriótico y del tradicionalismo, un elemento clave es también el realismo y el moralismo reflejados en su interés por la conducta humana.
El género historiográfico es, desde sus orígenes, y en virtud de lo que se ha señalado, patrimonio de la clase dominante, que lo usa como un instrumento para reafirmar su especial visión de la historia pasada, y como un tamiz para apreciar la realidad política presente, subrayando con ello los valores morales tradicionales, pero aquellos en específico que convienen a sus intereses sociales y políticos. Es así como la mayor parte de los historiadores republicanos estarán ligados a una concreta postura política, un aspecto que se refleja en el notable peso específico que la historia contemporánea posee en sus obras.
Es habitual pensar en los romanos más como guardianes de la tradición que como lectores críticos de su historia reciente, aunque son abundantes los testimonios en sentido contrario, tal y como se sugiere en Cicerón y en Tito Livio. En un principio la orientación política es optimate, pero con el transcurrir del tiempo, surgirán historiadores de tendencia popular. Sea de una forma o de la otra, el deseo de ofrecer una imagen favorable de una de las facciones, o bien de una familia, conduce a los analistas de cualquier época a falsear datos y a ofrecer una visión sesgada de los acontecimientos.
Al margen de las obras autobiográficas y los commentarii, como los de César o Sila, quienes escriben historiografía no acostumbran a ser figuras descollantes (con independencia de Catón).
Ciertos autores, como Claudio Cuadrigario y Valerio Antias, aunque no se sabe si eran nobles, defendieron en sus obras los intereses de las familias Claudia y Valeria. En este sentido, incluso cuando la nobleza no se ocupaba de ello en persona, controlaba la historiografía.
El interés por las antigüedades de la mayoría de los historiadores republicanos deriva formalmente del hecho de que la clase dirigente romana sintetiza y simboliza el respeto por los valores religiosos y morales tradicionales, lo cual presupone la conservación y custodia de un patrimonio ritualizado. El interés de la élite en guardar y transmitir ese patrimonio, reside en que fundamenta su poder.
Con los materiales tradicionales y apelando al patriotismo, el tradicionalismo, a la ejemplificación moral y a la observación psicológica, surgió el género historiográfico en su variante analística, con personalidades como Enio y Fabio Píctor, quienes se centran en la historia de Roma, confiriendo a su obra el nombre de Annales. El impulso provino de la experiencia en las guerras púnicas contra el poderío de Cartago, un referente crucial en la toma de conciencia de Roma como Estado.
Los Annales, escritos en prosa, de este tiempo abarcan desde los orígenes de Roma hasta la época en que se escriben. Son relatos, de sesgo nacionalista y escritos en griego, de miembros de la clase senatorial. Se conocen como Prisci Annales y también como Graeci Annales. Posteriormente, vendrían los Annales en latín de personajes como Polibio y Catón el Censor. Los primeros analistas son Cincio Alimento, pretor y general durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.e.c.) y Fabio Píctor, senador y pontífice. Posteriormente, será el turno del senador Gayo Acilio, Catón el Censor, y los cónsules Casio Hemina, Calpurnio Pisón (además censor), Fabio Serviliano, el jurista y también general del ejército, Sempronio Tuditano y Postumio Albino. Ninguno era ni maestro ni un literato, pues escribir historia no era su profesión. Sus escritos iban dirigidos a una elite de personas cultas, asociada con la clase dirigente y el Estado.
Esta primera historia romana, que se caracteriza por la sobriedad expresiva y por su concisión, iba dirigida, por lo tanto, a los griegos y a unos pocos romanos cultos que conocían y hablaban griego. Es una historiografía con una función diplomática. Entre los siglos III y II a.e.c. los romanos sienten como imprescindible evocar las hazañas del pasado, con un propósito propagandístico: demostrar a los griegos que Roma fue leal con sus aliados, y que las guerras que tuvo que llevar a cabo fueron de carácter defensivo. La analística tiene como una de sus funciones justificar el imperialismo expansivo romano, haciendo entender que la hegemonía de Roma es beneficiosa para el mundo, en tanto que garantiza la paz.
El primer relato histórico y el primer historiador romano (siglo III a.e.c.), serían Annales y Fabio Pictor, respectivamente. Contaba como fundamento o fuente con la tradición oficial de los Annales Pontificum. Trata los orígenes (arché) y la fundación (ktísis) de Roma, luego refiere un periodo intermedio y, posteriormente, detalla los acontecimientos desde la primera guerra púnica. Sigue a Timeo y otros historiadores griegos que se orientan a escribir sobre los orígenes de pueblos y ciudades, y que se han interesado por los inicios de Roma, esbozando su leyenda. La finalidad de Fabio Pictor pudo haber sido la de ofrecer una versión positiva de Roma, alabando a Roma y justificando, en consecuencias, sus guerras emprendidas.
Bibliografía básica
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Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-AVECH-AHEC-UFM, noviembre, 2025.

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