Imágenes, de arriba hacia
abajo: campana con un nombre real urarteo (Argishti). Entre 786-756 a.e.c.; fíbula
frigia de la Anatolia central, datada entre los siglos VIII y VII a.e.c.; y fachada
del templo rupestre frigio de Kümbet.
Tito Livio menciona en su
obra una gens antiqua a la que
los griegos dieron el nombre de Λίγυες y luego los propios romanos el de
ligures. Plutarco, sin embargo, apunta que se auto denominaban ambrones, un nombre que coincide con el de una
tribu germana, aliada de los teutones, que lo empleaba, parece ser, como grito de combate. El nombre
de este pueblo ha perdurado hasta la actualidad en la región italiana de
Liguria, si bien en la antigüedad ocupó, de seguro, zonas mucho mayores (Costa
Azul y la Riviera francesas). También habría que incluir las poblaciones
ligures de ciertas islas, como Córcega y Elba.
En varias fuentes antiguas se recogen diversas menciones del nombre
“Liguria” en regiones meridionales de la Península Ibérica. Avieno, por
ejemplo, habla de un lago Ligustino en territorio tartesio; Esteban de
Bizancio menciona una ciudad ligur en esta misma zona y llama ligures a sus
habitantes; el geógrafo griego Estrabón, citando a Eratóstenes, denomina a
España con el nombre de Península Ligur; Tucídides, por su lado, asegura que
una migración ligur expulsó a un grupo de iberos que habitaban junto al rio
Sicano en Hispania y se fueron a morar a Sicilia.
Al margen de la posible filiación de los ligures, muy
discutible, se puede precisar que cuando los romanos entraron en contacto con
ellos, allá por el siglo III a.e.c., los
ligures llevaban mucho tiempo sufriendo la presión e influencia de los celtas.
Polibio señala que hacia mediados del siglo II a.e.c. había todavía numerosas
tribus ligures que no estaban sometidas a Roma, y que, además, obstaculizaban
el viaje terrestre de las legiones romanas hacia Hispania. La total anexión a
Roma de toda Liguria solamente se produjo en 14 a.e.c. por obra de Augusto,
momento en que se da inicio el proceso de su completa romanización. No
obstante, por las referencias de Séneca y Plinio se sabe que en el primer siglo
de nuestra era se continuaba hablando la lengua de los ligures.
Gracias, precisamente, a su contacto con los romanos
nos han llegado algunas referencias de los ligures itálicos al respecto de su
aspecto, hábitos, carácter y costumbres. Se describen delgados y no muy altos,
pero resistentes; de tez oscura y belicosos, además de avezados marinos y
comerciantes poco fiables. Las tradiciones conservadas por Catón y Varrón
relacionan a los ligures con
los sículos. En relación
a su lengua, Plinio atestigua que hablaban de modo diferente a los
galos, y Séneca afirmaba que era distinta del ibero.
No se cuenta, por desgracia, con ningún texto en
lengua ligur. De lo poco que se dispone tenemos unas modestas glosas en varios
autores antiguos: asia (centeno),
bodinco (profundo, sin fondo) y sigynna mercader, comerciante,
buhonero) se han catalogado como las más seguras. La toponimia, así como la antroponimia de la región de
Liguria ofrecen una mezcla de elementos indoeuropeos y otros que no lo son.
Aunque con algunas pequeñas reservas, se ha solido considerar ligur el sufijo -asco,
que se encuentra en topónimos y etnónimos del tipo Comasco, Bergamasco o Vinelasca, (Ademaseos, Carrasca o
Panasca, entre otros, en la Península Ibérica).
Las primeras noticias acerca de los frigios se
encuentran en las crónicas asirias, en las que reciben el nombre de muski. Según las crónicas, ya en el siglo XII a.e.c. se habían convertido en una amenaza para el Imperio Asirio, y por ello
Tiglat Pileser I se esfuerza en derrotarlos. El nombre con el que eran
designados en las fuentes griegas es el de frigios, si bien ellos se llamaban a
sí mismos Βρίγες (briges).
Asentados en Asia Menor, sin embargo su lengua no
pertenece a la rama de las lenguas anatólicas. Según cuentan las tradiciones
griegas y macedonias recogidas en Heródoto, los frigios habrían invadido Asia
Menor procedentes de Tracia antes de la Guerra de Troya. Otra tradición
independiente asegura que habrían
entrado en Asia Menor con posterioridad a la caída de Troya. En cualquier caso,
el origen balcánico de los frigios parece indiscutible. De hecho, la
denominación muski de las fuentes asirias se pone en relación con el tema Mus- y Mys- que
está presente en los Balcanes en etnónimos como moesios y misios[1]. En cualquiera de los casos, su presencia
en Asia Menor es segura desde el siglo XII a.e.c.
Es muy probable que hayan sido los frigios, asociados
tal vez con los gasgas, uno de los elementos clave en la caída del
Imperio Hitita. No obstante, el momento
de mayor apogeo del reino frigio se produjo hacia el s. VIII a.e.c., cuando
ocupó prácticamente la mitad occidental
de la Turquía actual. Es la época a la que pertenece el célebre rey Midas. La
prosperidad del reino frigio fue cercenada por la incursión de los cimerios, un
pueblo procedente de las estepas, quienes derrotaron al ejército del rey Midas,
el cual, según reza la tradición, se suicidó. Con el inicio de la decadencia de
Frigia el liderazgo en Asia Menor recayó, de lleno, en manos de Lidia.
En el siglo VI a.e.c. Frigia pasó a ser parte del
imperio persa. De hecho, varios de los miembros del ejército persa de Jerjes
que trabó contacto con los griegos eran
frigios. En su imparable declinar, los
frigios fueron objeto de comercio esclavista en los mercados de las polis
griegas. En 275 a.e.c., una nueva incursión de parte de otro grupo indoeuropeo,
ahora de filiación celta, los gálatas, propició la división del territorio
frigio en dos. Su parte occidental se integró en el reino de Pérgamo, en tanto
que su sector oriental quedó en poder de estos gálatas. Desaparece desde ese
momento el nombre de Frigia, sustituido de ahí en adelante por el de Galacia.
La sociedad, cultura y religión frigias son una mezcla
de elementos indoeuropeos y pre indoeuropeos, aunque su lengua es claramente
indoeuropea. La deidad principal es la diosa Kubila una diosa madre (la Kubaba
de los luvitas, la Kybeba de los lidios y la Cybele de los griegos). También
era adorada una deidad masculina de la bóveda celeste, Mazeus. Se cree que los frigios fueron una
aristocracia guerrera que se impuso sobre una población preexistente, aquella
del reino hitita que, a su vez, había sometido a la población previa, hatti,
que hay que considerar pre indoeuropea. La fama de los frigios fue
adquirida por sus habilidades artesanales y estéticas. A ellos se atribuye la
invención del arte del bordado y la de ciertos instrumentos musicales, en
particular la flauta. Se les considera, además, inventores de las fabulas de animales,
si bien probablemente solamente fueron el vehículo transmisor de elementos que
hay que remontar al ámbito sumerio.
Al respecto de la lengua frigia han quedado glosas en
diversas fuentes griegas, nombres propios y, especialmente, varias inscripciones.
Las inscripciones corresponden al frigio
antiguo, que discurre
entre los siglos VIII y VI a.e.c., sobre todo en objetos hallados en
sepulturas, y al frigio tardío, que discurre entre los siglos II y IV,
mayormente en inscripciones funerarias.
La
región oriental de la Turquía actual fue ocupada por una notable cultura que se
conoce con el nombre de Urartu. Las primeras noticias de este pueblo se hallan
en las fuentes asirias hacia el siglo XIII a.e.c. La época de mayor esplendor
de Urartu se constata entre los siglos IX y VIII a.e.c., una etapa truncada por
las incursiones de los cimerios en el siglo VII y de los escitas en la
siguiente centuria. Las debilidades acumuladas en Urartu fueron aprovechadas
por el naciente poderío de los medos para incorporarlo a su imperio.
Probablemente se trata de las gentes que aparecen mencionadas por Heródoto con
el nombre de alarodios. Además, el historiador de Halicarnaso los
menciona como un grupo armado a las órdenes de Jerjes cuando decide atacar
Grecia. En la inscripción de Behistán correspondiente al reinado de Darío, el
padre de Jerjes, se menciona, asimismo, el nombre de arminiyas. Los armenios ocuparon el antiguo
solar histórico de Urartu y desplazaron parte de sus habitantes pre
indoeuropeos hacia las regiones al este del monte Ararat, sometiendo a los
demás, quizás gracias al poder de una aristocracia guerrera.
No
se sabe con seguridad el momento concreto en que los armenios entraron en
Urartu ni desde donde procedieron. Heródoto, una vez más, dice que eran antiguos
colonos frigios. La opinión especializada más generalizada supone que
irrumpieron en Asia Menor hacia 1200 a.e.c. como uno de los famosos Pueblos del Mar, procedentes de los
Balcanes. Una centuria después se habrían asentado en las regiones occidentales
de lo que es la Armenia histórica. Luego la ocuparían por completo
posteriormente. Sin embargo, últimamente se ha puesto en duda la identificación
del armenio con el frigio. Además, como no aparecen mencionados de modo
diferenciado los armenios entre los Pueblos del Mar se cree que la presencia
minorasiática de este pueblo es mucho más antigua de lo que se suponía. Un
argumento al respecto se fundamenta en la aparición de los nombres Armanam y
Armanim en las inscripciones acadias del rey Naramsin (hacia 2250 a.e.c.), cuya homofonía
con el nombre de los armenios en las inscripciones persas (Arminiya) no parece
ser una mera coincidencia.
Por
otra parte, en el vocabulario armenio existen préstamos tomados al hitita y
luvita, que no pueden explicarse a partir de lo que permaneció de las lenguas
anatolias tras la caída del Imperio de los hititas. Algunas palabras hititas
son, de hecho, préstamos armenios. El nombre con el cual los armenios se auto
denominan es hay, y a su país Hayastan. Las fuentes hititas del
siglo XIV a.e.c. mencionan claramente una región del Asia Menor ubicada al
sureste del Imperio Hitita, a la que aplican el nombre de Hayasa, que se
traduce como “tierra de los hay”.
Si se valoran convenientemente los préstamos armenios en hitita y los hititas
en armenio, todo parece indicar que la presencia armenia en Asia Menor es
bastante más antigua de lo que se suponía hasta ahora, remontando muy
probablemente, al III milenio a.e.c.
Bajo
la conducción de los armenios, la antigua región de Urartu nunca alcanzó
una pujanza semejante a la de
antaño. Pronto quedó bajo el dominio
persa, y luego griego, tras la conquista de Alejandro Magno. A comienzos del
siglo II, el emperador Trajano anexionó Armenia al Imperio Romano. No obstante,
Adriano, pensando que la lejanía de esos territorios debilitaba a Roma, hizo
retroceder la línea fronteriza hasta ubicarla en el Éufrates. En los siglos
posteriores, Armenia se convirtió en un habitual teatro de conflictos, al encontrarse cogida
entre dos potencias fronterizas, Roma al oeste, y los partos al este.
Un
hecho relevante es la conversión de Armenia al cristianismo. A principios del
siglo IV, el rey armenio Tiridates III se convirtió al cristianismo, influido
por San Gregorio el Iluminador, y lo declaró religión oficial del Estado. Este
acontecimiento capital acabó orientando a Armenia hacia occidente, alejándola
de la influencia persa. Otro factor decisivo fue la invención de un alfabeto
propio, realizada en el siglo V por San Mesrop. Por su parte, la lengua del siglo
V, que se conoce como armenio clásico
(garbar en armenio), se continuó utilizando hasta el siglo
XIX, por la gente instruida, y todavía hoy es la lengua de la Iglesia de rito
armenio.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Junio del 2016
[1] Algunos
eruditos piensan que muski designaría en realidad a los armenios. Incluso quienes eso creen, no dejan de admitir que los frigios habrían
entrado en Asia Menor en la misma penetración que los muskis. Ambos
pueblos, frigio y armenio, se denominarían con la raíz mus-, pero con
una formación diferente. La mayoría de las gentes minorasiáticas los habrían
confundido y llamado indiscriminadamente con el vocablo muski, que
propiamente señalaba únicamente a los armenios. Con los luvitas del I milenio a.e.c. se habrían
distinguido, llamándoles musas a los frigios y muskis a los
armenios.
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