Imágenes:
mapa de los grupos tribales germanos, las fortalezas y legiones romanas en el
siglo I; el sarcófago Ludovisi, datado en el siglo III. Se representa un
enfrentamiento entre romanos y germanos. La figura principal pudiera ser Hostiliano.
Los
germanos son el resultado de la indoeuropeización del sur de Escandinavia y de
Dinamarca por parte de gentes provenientes de Europa central, portadoras de una
cerámica cordada y de hachas. En la región meridional de Escandinavia y
Dinamarca los indoeuropeos procedentes de Europa central hallaron una cultura agraria, creadora de megalitos,
la llamada cultura megalítica nórdica. Este impulso hacia el Norte debió
ocurrir entre 3000 y 2500 a.e.c., alcanzando por un lado Bielorrusia, Rusia
central y el área báltica en el Este, desde donde luego surgirían los baltos;
y, por el otro, Dinamarca, el sur de Suecia y de Noruega, Holanda y el rincón
noroeste de Alemania. En consecuencia, la cristalización de los germanos como
pueblo se configuró a partir de la mezcla de estos dos elementos étnicos y
culturales, si bien con la imposición de la lengua de los indoeuropeos
centroeuropeos.
Desde
la región escandinava, una expansión hacia el Sur parece haber comenzado ya en
el II milenio a.e.c. A mediados del siglo VI a.e.c., los germanos habían
alcanzado la cuenca del Rin, imponiéndose a la población celta que
anteriormente había ocupado esa región.
La
primera noticia que las fuentes históricas proporcionan acerca de los germanos
se fecha en la última parte del siglo IV a.e.c. y se la debemos a un viajero y
geógrafo griego, de nombre Piteas. Este autor menciona la tribu de los teutones,
en esa época asentada a orillas
del Mar del Norte. El primer testimonio escrito en lengua germánica se
encuentra sobre un yelmo hallado en Negau, en el sur de Austria, datado,
probablemente, en el siglo III a.e.c.
A
finales del siglo II a.e.c. se produjo la
primera confrontación directa entre latinos y germanos, los dos pueblos que
resultaron decisivos en la conformación de la Europa moderna. Dos tribus
germánicas, cimbrios y teutones atravesaron el Rin e
invadieron la Galia. Los germanos alcanzaron también el río Danubio, que
cumplió en el Sur el mismo rol de contención que el Rin en el occidente.
Después de derrotar por dos veces a los romanos en terreno galo, se dirigieron
hacia el norte de Italia. Mario, no obstante, los aniquila en 102 en Aquae Sextiae. Un año después hace lo
mismo con los cimbrios en Vercellae.
Ya
en el siglo I a.e.c. Julio César emprendió la total conquista de las Galias. En
dicha empresa tuvo la oportunidad de contactar de modo directo y más prolongado
con los germanos. En 58 a.e.c. se enfrento victoriosamente a la tribu de los suevos,
capitaneada por Ariovisto. En el 9 a.e.c. Roma extendió sus fronteras desde
el Rin hasta el Elba, sin embargo, no pudo resistir allí por largo tiempo, ya
que en los primeros años de la primera centuria de nuestra era los germanos de
allende el Rin se sublevaron, y al frente de Ariminio derrotaron a los romanos
en la famosa batalla de los bosques de Teotoburgo. A partir de estos hechos,
Tácito escribe su Germania a fines del siglo I. Con posterioridad, además de
Ptolomeo en el siglo II y los textos escritos en Escandinavia, hay que esperar
al siglo VI, con Jordanes y Gregorio de Tours, para obtener nuevas noticias
sobre los germanos. Ya después se dispone de abundantes textos escritos en
diversos dialectos germánicos.
Señala
Cesar que las tribus germánicas eran independientes entre sí, y no parecían
contar con una jefatura capaz de controlar y hacerse obedecer por todos los
poblados en que la tribu se asentaba. Únicamente en tiempos de conflicto se
elegían jefes que actuaban conjuntamente, sin que hubiera predominio de uno de
ellos sobre los restantes. Tácito afirma que la jefatura era electiva, pero
vitalicia. El caudillo debía pertenecer a una específica familia o clan. Su
autoridad estaba investida de carácter religioso, civil y militar, pero no era
hereditaria, sino que a su fallecimiento se procedía a una nueva elección.
Tácito se refiere a los germanos que habitualmente se denominan occidentales, divididos en tres
grandes variedades a las que nomina como ingaevones, istaevones, y herminones[1].
Él mismo ofrece una explicación mítica, según la cual cada una de tales
divisiones correspondía a la descendencia de uno de los tres hijos que tuvo Mannus,
el hijo del dios Tuisto,
que a su vez era hijo de la diosa Tierra. Una variante de la
leyenda, señala que Mannus habría
tenido numerosos vástagos que habrían dado lugar a las diversas tribus.
Desprovistas de su halo legendario, esas tradiciones pueden demostrar que los
germanos, a pesar de su multitud de tribus y de la falta de unidad política
entre ellas, poseían y compartían conciencia de su identidad étnica.
No
parece haber existido un endoétnico para el conjunto de los germanos. El
vocablo germano de las fuentes
clásicas parece, realmente, un exoétnico que, probablemente, los romanos
tomaron de los celtas. También es muy posible que estos tampoco designaran con
tal nombre a toda la estirpe germana. Parece que era la forma en que los
celtas, o algunos de ellos, denominaban a determinada tribu de germanos que
habitase en su vecindad más próxima.
Los
godos, atraviesan el
Danubio en 376, huyendo de los hunos.
Se alían con Roma y se asientan en Moesia como nuevos defensores del
limes. Luego se dirigieron hacia el occidente, hasta que se asentaron en la
península ibérica (visigodos) y en la itálica (ostrogodos). En 406 vándalos y suevos (junto con los alanos, que no eran germanos), atravesaron el Rin y
cruzaron las Galia. Unos años después, los burgundios se asientan en la Galia
como aliados de Roma. A mediados del siglo V, numerosos pueblos germánicos sin
tierra y empobrecidos encuentran lo que creen su oportunidad en la penetración
en el Imperio.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas. FEIAP-UGR.
[1] A los ingaevones pertenecen las tribus de anglos, frisones, sajones y jutos; por su
parte, los herminones reciben el nombre genérico de suevos, si bien estaban divididos en
múltiples tribus, como los marcomanos,
los semnones (núcleo de la federación de tribus que llevó el nombre de
alamanes), cuados y longobardos. A los istaevones,
por fin, pertenecen tribus como los bátavos,
ubios y los tréveros, además de la
confederación de tribus agrupadas bajo la denominación de francos, entre
otras varias.
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