Irán y Persia son dos acepciones diferentes para una misma área geográfica, aunque responden a conceptos diferentes: Irán procede de Aryanam o tierra de los arios. Aryan es el nombre colectivo de pueblos indoeuropeos asentados entre el segundo y el primer milenio a.n.e. entre el Éufrates y el Ganges; Persia corresponde al SO. de la meseta iraní, la región de Parsa (conocida por los griegos como Parsis y Fars por los árabes). De esta zona procedieron los Aqueménidas, la dinastía persa que crea el imperio, de ahí el uso del nombre. En la llanura de Khuzistán, desde el III Milenio a.n.e. conocida como Elam, se desarrollará la primera organización estatal, con capital en Susa. El interior de la meseta tendrá dos funciones: servirá de cuenca receptora de pueblos invasores, y será una zona de paso obligado para los contactos entre Oriente y Occidente.
En el IV Milenio a.n.e. se desarrolló una comunidad calcolítica con asiduos contactos con Mesopotamia. Los progresos tecnológicos y los contactos mercantiles con Mesopotamia provocarán que el hábitat en aldeas dé paso a las ciudades, en especial Susa, que se convertirá en el centro de la comunidad elamita, extendida por el Golfo Pérsico, Anshan, en el actual Fars, Elam (forma babilonia Elamtu, denominada por los elamitas Haltamti) la prolongación de la baja Mesopotamia (Khuzistán y parte del Luristán). Aunque ensombrecida por las actividades de las urbes sumerias, lo que supone una deuda respecto a los progresos en Uruk, Susa desarrolla, hacia 3300 a.n.e. un sistema de escritura denominada protoelamita, así como una glíptica, adoptada de la sumeria, con una temática cotidiana y con presencia de animales fantásticos. Las tablillas con esta escritura aparecen en yacimientos como Tepe Sialk o Godin Tepe. En el III Milenio a.n.e. Irán manifiesta ya características culturales propias, que sólo serán difuminadas con las posteriores invasiones de los indo-iranios. El desarrollo urbano y cultural se fortalece gracias a contactos con otras culturas: con el país de Meluhha (cultura del Indo), o con Sumer, quizá a través de Magán (localizada a ambos lados del estrecho de Ormuz) y Dilmún (la isla de Bahrein, en el Golfo Pérsico).
Tras encontrarse sometida a la I Dinastía de Kish, Elam recupera su independencia bajo la dinastía de la ciudad de Awan. Esta dinastía (2425-2150 a.n.e.) habría estado compuesta por unos doce reyes. A partir del reinado del octavo rey, Elam cae bajo el poder acadio, pues es conquistada por Sargón de Akad. Bajo el rey Kutik-In Shushinak, sucumbe la dinastía, al tiempo que también la acadia. Tal coincidencia pudo deberse a un mismo motivo: la invasión de las poblaciones montañesas de los Guti. No obstante, quizá el fin de la dinastía de Awan se debió a la toma de la ciudad de Anshan por Gudea, de Lagash, hacia 2200 a.n.e.
Elam es una suerte de federación, con un jefe supremo que gobierna sobre un conjunto de príncipes vasallos. La trasmisión hereditaria se haría a través de la madre. La titulatura oficial de la monarquía elamita era sukkal-mah o Gran Regente; un hermano del rey, que ejercería una suerte de virreinato, era el sukkal, regente de Shimashki. Un tercer personaje era el sukkal de Susiana. La influencia acadia, no obstante, afecta la escritura (se adopta el cuneiforme), así como el ámbito religioso. El panteón elamita aparece encabezado por diosas, como Pimikir, Kiririsha (Gran Diosa), y Parti. Sólo desde el II Milenio a.n.e. empiezan a cobrar importancia los dioses masculinos (Humban, Hutran, Nahhunte, dios sol, o In-Shushinak, Señor de Susa).
La etnia de los elamitas es dudosa. Pudieron haber sido gentes de piel oscura o negra, de acuerdo con las representaciones en las tumbas vidriadas de Susa y en los bronces encontrados en Luristán. No obstante, una carta de los archivos reales de Mari, datada a principios del II milenio, dice de ellos que eran negros. Según la tradición bíblica se diría que se trata de una etnia semita, pues según el Génesis, Elam es un hijo de Sem y hermano de Asur, Arfaxad, Lud, Aram y Cainam. En consecuencia, elamitas, asirios, arameos y cananeos tendrían un origen común.
Tras desaparecer la dinastía de Awan, los escribas elamitas mencionan la de Shimashki, quizá seis principados reunidos, con el núcleo en la región de Isfahán. Durante bastante tiempo, la dinastía será dependiente de los dinastas de la III Dinastía de Ur, hasta 2025 a.n.e., cuando Susa es arrebatada al rey Ibbi-Sin de Ur. La dinastía de Larsa, hacia 1925 a.n.e. establece un dominio efectivo sobre Susa, que será el principio del fin de este período dinástico, en realidad poco conocido. Aunque es posible que la invasión de los casitas hubiese afectado Elam, parece más probable que se hubiera producido una reorientación elamita hacia el Irán anterior y las regiones vecinas del Golfo Pérsico, incluyendo algunos conflictos con el País del mar, en el mismo Golfo. Aunque en el III Milenio a.n.e. la urbanización ya había arraigado en Irán, a finales del mismo se evidencia un proceso de abandono masivo de asentamientos, fruto de dos motivos: la invasión de poblaciones extranjeras, o rigores climáticos que generaron colapso económico. Respecto al primer postulado, se ha hablado de que comenzaría la llegada de indoeuropeos, a la par que se instalaban en Anatolia, si bien la arqueología no demuestra vestigios de destrucción. Quizá la llegada de pobladores indoeuropeos sea más una consecuencia del abandono urbano que una causa. En relación a la segunda hipótesis se menciona que la desecación pudo haber provocado una disminución de tierras cultivables y, por lo tanto, hambrunas, pero lo cierto es que el urbanismo iranio estaba estrechamente relacionado con la explotación minera. El fenómeno afecta, en cualquier caso, a la cultura del Indo, cuya vida urbana también declina. En todo caso, el vacío demográfico del interior de Irán es aprovechado por poblaciones nómadas que encuentran aquí lugares adecuados para la sedentarización. Tales poblaciones portan una cerámica de color gris, que se difundirá por todo Irán, salvo en las montañas del Luristán. El grupo étnico de estas poblaciones es indo-ario, rama escindida, ya en el IV Milenio a.n.e., en torno al Volga, de otro grupo indoeuropeo (iranios), que dos milenios después aparecerán en estos territorios. Esta separación tan arcaica se constata porque los Kafirs de Afganistán y los mitanios, herederos de estas penetraciones, no presentan rasgos iranios. Los indo-arios, asentados en torno al Caspio, en la llanura de Gorgan, se caracterizaban por haber domesticado el caballo y por su pericia comercial. Decididos a movilizarse (sin razones aparentes), se dividen en dos grupos: uno occidental, hacia Mesopotamia y luego el Mediterráneo, desarrollando una poderosa estructura estatal (Imperio de Mitanni); y el otro oriental, en ocasiones mezclados con nómadas del norte de Asia central, con los que a través del paso de Khaiber entrarían en India.
La indoeuropeización de la meseta irania empezó mucho antes de la instalación de medos, persas y otros grupos iranios. La llegada de los iranios, hacia el siglo XIV a.n.e., está documentada, arqueológicamente, por la aparición de una cerámica gris, armas arrojadizas de bronce y ciertos objetos de los ajuares funerarios. La expansión subsiguiente coincide con el declive de Mitanni y el colapso de la dinastía casita en Babilonia. Los iranios se habían dividió en dos grupos: el primero se estableció en Irán occidental, donde daría lugar a dos territorios, uno medo y el otro persa; el segundo se asienta en la orilla oriental del Mar Caspio, pero luego siguen curso hacia el este, entrando en contacto con los indo-arios instalados en India. Estos iranios orientales son los Turanios del Avesta. Tenemos así, una oposición entre medos-persas, por un lado, y turanios, por el otro. Los primeros, en contacto cultural con Mesopotamia crean las estructuras estatales que darán lugar al imperio; los segundos, crean aspectos religiosos básicos de la cultura irania, como el zoroastrismo y la poesía épica. Con la entrada de ambos grupos, hacia fines del II Milenio a.n.e., desaparece la Edad del Bronce y comienza la Edad del Hierro. Estas tribus migratorias eran de carácter ganadero y pastoril, aunque practicaban una agricultura subsidiaria. A su paso es muy probable que se fueran mestizando, lo que complica su realidad histórica. Parece seguro que estos recién llegados potencian la jerarquización social y la actividad artesanal (los bronces de Luristán y los vasos de oro y plata). La nueva segregación social es detectable por medio de los espacios de habitación, pues la presencia de fortalezas, palacios y aldeas fortificadas tendría como función el control del ámbito rural, así como en las tumbas reales.
*En esta serie se incluyen reinos cuyos territorios están geográficamente al margen de la región o provincia mesopotámica, pero cuya influencia fue notable, caso de Anatolia o todo el corredor levantino.
Prof. Dr. Julio López Saco
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