Imagen: una inhumación de tres adultos (dos varones y una mujer), en Dolni Vestonice, República Checa. Portan colgantes fabricados con colmillo de zorro polar, brazaletes y diademas.
La más antigua, e incontestable evidencia de sapiens
en Europa se encuentra en Pestera cu Oase, en Rumanía, yacimiento datado entre
36000 y 34000 años, y Kostenki, en Rusia, fechado en 36000 años. Tras ellos hay
un número de sitios con restos óseos que muestran que el sapiens se desplazó
por Europa de manera considerable. Es el caso concreto de Abri Tapolca en
Hungría, Bacho Kiro en Bulgaria, Silicka Brzova en Eslovaquia, Cromagnon en
Francia, Kelsterbach en Alemania, y la Caverna Kent en Inglaterra.
A pesar la ausencia de ciertos restos humanos para el
largo período que se extiende desde 45000 a 36000 años, los arqueólogos confían
en los varios yacimientos con herramientas y artefactos para trazar las rutas
levantinas e indicar así los movimientos de sapiens hacia Europa. Un ejemplo
notable se encuentra en el conjunto lítico hallado en una gran caverna
denominada Temnata, en los Balcanes (en el noroeste de Bulgaria), que se data en
46000 años. Este conjunto es muy similar al del sitio de Boker Tachtit, en el
Neguev, de hace 49000 años. La conexión es confirmada a través de otros
similares conjuntos líticos encontrados en un número importante de sitios de
Europa oriental, desde Austria a Rusia, que se datan entre 46000 y 40000 años
(Istállóskö, Bacho Kiro, Bohunice, Mladec, Szeleta, Stranski Skala y Willendorf
II). En todos ellos las herramientas son bastante diferentes a las elaboradas
por neandertales y, por extensión, también debió ser diferente el proceso de
pensamiento empleado en relación al usado por las poblaciones neandertales, que
vivían en la misma época en esas mismas áreas.
Hay pocas dudas al respecto de que esta rápida y
extensiva transferencia de tecnología fue el resultado de sucesivas migraciones
de sapiens desde el Levante, siguiendo los ríos mayores de la Europa oriental,
Dniéster, Dniéper, Desna, Don, Danubio, hasta llegar a Italia, Francia y España
(Fumane, hace 44000 años, Abri Pataud, hace 40000 y L'Arbreda, hace 42000,
respectivamente).
Los sapiens acabarían por arrinconar a los
neandertales, y sacarlos de competencia, en todos los lugares en donde
coexistieron. Fueron los sapiens más numerosos, más viajados, con mayor y más
selectiva capacidad cazadora, con mayores conjuntos de armas y, por tanto,
mayor experiencia en matar toda clase de mamíferos, con un lenguaje, se
presume, que les ayudaría a coordinar a los grupos de caza, y con una mayor
experiencia en la adquisición de alimentos, que incluyen el pescado y las
aves.
En todas las cavernas en Europa en donde ambas
poblaciones coexistieron las capas más bajas son aquellas de cultura
neandertal, cubiertas por las superiores de cultura sapiens, sin que medie
entre ambas un gran lapso de tiempo.
En los comienzos, la cultura sapiens era, en muchos
aspectos, como aquella del Levante, si bien con muchas variaciones locales en
los diferentes asentamientos europeos. Pero rápidamente se desarrolló de modo
extensivo, más especializado y con técnicas más eficientes en la producción de
útiles, alargando los tipos y el número de hojas y puntas, además de comenzar a
usar nuevos materiales y desarrollar nuevos rituales.
Hace 40000 años se convirtió en una distintiva cultura
europea, la Auriñaciense, que claramente descendía de la cultura moderna
procedente de África y el Levante, aunque con una más avanzada complejidad y
sofisticación, que conllevaba mayor capacidad de producción y un mayor cuidado
en la ornamentación y el embellecimiento.
El clima mayormente seco y frío fue un clima ideal
para las estepas herbáceas y los bosques abiertos de coníferas, que desplazan
los densos bosques de vastas áreas de Europa y Asia central en las latitudes
medias, y se convierten en lugares ideales para un gran número y variedad de
animales como el lobo, el conejo, la liebre, la marmota y otros más
pequeños. Pero también los son para
mamíferos de gran tamaño que prosperan en las planicies herbáceas, como mamuts,
rinocerontes, hipopótamos, elefantes, antílopes, bisontes, caballos, ciervos o íbices.
Era un clima, en definitiva, muy apropiado para los cazadores humanos.
En virtud de la proliferación de presas, los sapiens
llegan a convertirse en depredadores a gran escala y con una habilidad sin
precedentes. Establecen una compleja cultura de conquista de gran impacto sobre
el medio ambiente circundante. Practicaban una caza no oportunista, (a
diferencia de los neandertales), y, por tanto, selectiva y estratégica, lo que
implicaba un cambio cualitativo tanto en la percepción como en la utilización
de la naturaleza, si se compara con los modos empleados por los Neandertales.
Esta es, sin duda, una razón de peso significativa para comprender el éxito de
los sapiens.
Para
explotar este abundante conjunto de animales las sociedades Auriñacienses incrementaron
e intensificaron las estrategias de caza, a tenor de la presencia de huesos
largos de herbívoros en muchos
yacimientos de sapiens. Un signo de este aspecto es un más extenso conjunto de
armas que el de sus ancestros levantinos. Muchas piezas tuvieron un extenso
rango de funciones y formas; hubo diferentes armas para distintos animales.
Además, varias nuevas herramientas fueron elaboradas, no tanto para la caza
como para tratar la pieza una vez capturada, como el caso de los cuchillos de
hoja larga con mangos de hueso para desmembrar las carcasas de los animales
cazados.
Precisamente, otro signo de la intensidad de la caza
practicada por el sapiens estriba en el sistemático trabajo practicado sobre
las pieles. Los restos de lobos y zorros en yacimientos de la Europa oriental y
de Rusia (Avdeevo, Eliseevichi I,
Kostenki, Mezhirich o Mezin) son extremadamente abundantes, lo cual es un
indicador muy plausible de que más que cazados estos cánidos eran capturados
para poder usar sus pieles.
El pedernal fue un material tan crucial para los
cazadores Auriñacienses que no dudaron en recorrer grandes distancias para
adquirirlo, algo que los neandertales jamás hicieron.
En el sitio de Dolni Vestonice, en le República Checa,
al sur de Brno, se constatan desplazamientos (hasta la Polonia y Hungría
actuales), para conseguir pedernal de alta calidad, así como obsidiana para
emplearlos en el noventa por ciento de los útiles allí encontrados. Esto no
significa, en cualquier caso, que la extensa área cubierta por los habitantes
de Dolni fuese su exclusivo territorio de caza, aunque es probable que se
encontraran con otras poblaciones semejantes. Las necesidades, además de las
habilidades, para crear vínculos y alianzas con otras gentes, pudieron hacer
posible las ayudas en casos extremos (una sequía local, un invierno muy severo)
y la devolución de favores previos. De hecho, esta reciprocidad solidaria
todavía hoy se constata entre poblaciones como los Kung del Kalahari o los
Loikop de Kenia.
La cultura Auriñaciense fue la primera en emplear de
manera intensiva el hueso, el asta y el marfil, de animales como el mamut, el
rinoceronte y el ciervo, además del bisonte, los zorros y liebres. Se destacan,
especialmente, las puntas de lanza hechas en estos materiales. Todo este
esfuerzo en beneficio de una caza eficiente al máximo. Las lanzas pudieron
haber sido armas esenciales para la caza de grandes y poderosos animales como
el bisonte o el mamut.
La punta de lanza de asta de ciervo o de marfil con
base para un mango más antigua se halló en el yacimiento de Istállóskö, en
Hungría, y se ha datado en torno a 44000 años. Esta arma llegó a convertirse en
una marca cultural en los siguientes 17000 años. Unas cincuenta puntas de lanza
de asta se hallaron en uno de los niveles de Abri Blanchard, y otras setenta y
cinco en Isturitz, ambos sitios en el sur de Francia.
El uso de hueso, asta y marfil de mamut también fue
clave en la fabricación de ornamentos, como cuentas y pendientes, sobre todo a
partir de dientes de animales (zorros principalmente) y de conchas marinas.
Algunas evidencias se encuentran en dientes partidos de lobos y zorros de Bacho
Kiro, de 43000 años de edad, así como en dientes de diversos animales en la
cueva de El Pendo, en España, de 40000 años de antigüedad. Su abundancia y
elegancia sugieren que estos adornos habrían tenido un rol esencial, quizá como
un medio para representar creencias, identidad social y valores.
Un indicador clave de la presencia y valor de los
ornamentos (cuentas, pendientes) desde España a Rusia, es que fueron fabricados
en casi cualquier material, esquisto, esteatita, hematita, pirita, lignito,
talco y hasta coral, además de dientes, marfil y hueso (de mamut, castor,
ciervo rojo, bisonte, hiena, zorro) y caparazones de animales marinos. Otro fue la profusión de tales adornos, como
se evidencia en varios sitios del sur de Francia (Blanchard, Castenet, de la
Souquette, fechados entre 34 y 32000 años), en donde se han hallado cerca de
mil cuentas de piedra y marfil e incontables conchas marinas, lo que evidencia
una compleja secuencia de producción. Uno más estriba en la distancia de
procedencia de los materiales, las materias primas con las que se fabricaban
las cuentas. En Kostenki, en las cercanías del río Don, los caparazones de
moluscos procedían de la costa del Mar Negro, mientras que en Pavlov, en la
zona de Moravia de la República Checa, los caparazones allí encontrados se
piensa que proceden de la región norte del Mar Adriático.
La relevancia de la ornamentación va más allá de la difusión
de una identidad individual o grupal. Es muy probable que el adorno jugase
alguna clase de función política o social, estableciendo roles y jerarquías
entre los miembros de las bandas y tribus. Las decoraciones de este período,
además de evidenciar sistemas complejos de significado y acción social, también
muestran la posibilidad de nuevas clases de sistemas sociales, presumiblemente
más intrincadas, además de organizaciones desarrolladas necesarias para
asegurar la cohesión interna y gestionar la tensión y estrés de la caza,
incluso en las condiciones climáticas más severas.
Un nuevo y poderoso fenómeno cultural que también
apunta a los efectos de la presión medioambiental apareció en la sociedad
sapiens no mucho después del uso extendido de la ornamentación. Se trata del
surgimiento del arte, esculpido, grabado, pintado, que comenzaría en torno a
35000 años (la Cueva Chauvet, la más antigua con registro de arte se data entre
36 y 35000 años[1]), y que
continuaría a través de Europa durante los siguientes veinticinco milenios.
Existieron diferentes clases de arte para distintos
propósitos. En general, todos ellos parecen haber estado orientados hacia
alguna forma de magia, pues se trata de imágenes que podrían ser manipuladas a
favor de un determinado fin humano. Las pequeñas figuras esculpidas, por
ejemplo, encontradas profusamente en todo el occidente europeo y en Asia
central, en especial a lo largo del Danubio y sus tributarios, representan una
amplia gama de formas humanas y animales. Se trataría de animales de presa de
toda clase, aunque con preferencia por el mamut, además de algunos felinos,
mujeres individualizadas y partes del cuerpo femenino, más raramente hombres y
falos con cierta frecuencia.
Se piensa que la mayoría de las figuras de animales
serían ejemplos de tótemes que podrían cargarse y emplearse en la magia para la
caza[2].
Muchas de ellas muestran señales de haber sido usadas repetidamente, como es el
caso de las figurillas de marfil de bisonte, mamut y caballo del sitio de
Vogelherd, en Alemania.
Algunas otras pequeñas esculturas, en específico
aquellas del área morava de la Europa central y el Danubio superior en el
suroeste de Alemania, representan carnívoros, en especial leones y osos. Aunque
esos animales no eran usualmente cazados pudieron haber sido objeto de cierta
clase de magia, en particular aquella empleada para dispersar su peligro o
encarnar su poder.
Sin embargo, no todas las esculturas Auriñacienses
incluirían magia para la caza. Es lo que ocurre con las casi doscientas figurillas
de mujeres desnudas, bulbosas y con pechos y vientres exagerados, que se
denominan figurillas Venus, y que tal vez pudieron ser usadas para algún tipo
de magia reproductiva o de la fertilidad.
En dos sitios adyacentes en Moravia, en laderas de
Colinas, Pavlov y Dolni Vestonice, ocupados hace 28000-27000 años, existen
evidencias de los primeros ejemplos de fabricación “cerámica”, aunque no de
vasijas, sino de una forma, quizá única, de piezas de caza mágica. En Dolni
Vestonice se han evidenciado dos hornos al aire libre, excavados en el suelo, y
con miles de fragmentos de figurillas de arcilla en su interior[3].
En un área cercana hay otras casi cuatro mil figuras, la gran mayoría de
animales, moldeadas con el loess local.
Muchas figuras medio humanas y medio animales fueron
muy representadas en el arte (hayan sido chamanes o humanos que adquirían
características animales). Lo mismo ocurre con figuras con grandes genitales o
líneas en forma de U (tomadas como vulvas), o con animales preñados o copulando.
Todo ello podría haberse hecho con la intención de asegurar, presumiblemente,
una fertilidad continuada.
Los animales parecen vivos; semejan estar respirando,
relajados o tensos, y prestos para iniciar el movimiento. El arte, bien en
pintura o escultura, incluye cualquier forma de esfuerzo humano con el fin de
controlar la naturaleza y extender el dominio homínido. De un modo simbólico,
los seres humanos llegarán a estar incluidos en nuevas relaciones con el mundo
animal o, al menos, intentarán extender las viejas relaciones de nuevos modos.
Podría tratarse de un primer paso hacia la independencia a gran escala del
mundo natural. Una independencia de un ecosistema de cuyos vínculos dependían
para su sostenimiento vital.
La rápida emergencia del arte tuvo que haber sido una
respuesta a cierta extraordinaria clase de nueva presión. Se han señalado, por
parte de casi toda la comunidad científica, dos fenómenos como los que habrían
creado las condiciones propicias para que la gente se viese forzada a crear rituales
y ceremonias alrededor de pequeñas esculturas de marfil o de pinturas de
animales en las paredes rocosas de las cuevas.
Uno de ellos se refiere al clima. Estaríamos hablando
de un clima más frío, acompañado por una drástica disminución de las precipitaciones,
con presencia de veranos secos e inviernos que pudieron limitar el crecimiento
de las plantas. Muchas poblaciones, en consecuencia, se habrían desplazado
hacia el sur. Únicamente dos regiones proveen las condiciones suficientemente
benignas para garantizar un gran número de presas, aquellas de las que más
depende la población: el suroeste de Europa, concretamente, el sur de Francia y
la costa cantábrica de España, además de la estepa rusa del sureste, en
especial en los valles de los ríos Dniéper y Don.
Aquí, abundaba la tundra herbácea y árboles como
los sauces y olmos en los valles. Gran
número de animales árticos se adaptaron (mamut, caballo); además animales como
el bisonte, el rinoceronte o el ciervo rojo se movilizaron hacia estas áreas
para alimentarse de hierba. La gente siguió a los animales, sobre todo aquellos
que actuaban suficientemente rápido para huir de los largos y fríos inviernos
del norte, asentándose en los valles de los ríos, en donde estarían protegidos
de los vientos glaciales, tendrían agua en abundancia y pasto suficiente
durante sus migraciones anuales.
Los lugares más hospitalarios fueron los estrechos y
profundos valles a lo largo de los ríos del suroeste de Francia (Garona,
Dordoña y Lot). Aquí las gentes podrían
apreciar las ventajas que proporcionarían las numerosas y profundas
cuevas y abrigos rocosos, y capturar las presas animales cuando llegasen a los
estrechos corredores rivereños.
Un incremento en el número de personas en esas
regiones favorables significaría un incremento de la competencia por los mismos
animales salvajes, de manera que la caza podría haber tomado una mayor
importancia que antes, en virtud de la prioritaria necesidad de obtener un
complemento regular de alimento. En tales condiciones una nueva e intensificada
forma de “caza mágica” tal y como la que podría proporcionar el arte, debió ser
inevitable.
Algunas especies animales disminuirían su tamaño
corporal y no se adaptarían por completo al clima seco y frío, ante lo cual
acabarían extinguiéndose. Este hecho pudo haberse añadido a la presión
competitiva sobre las bandas de cazadores e incrementar la necesidad de
desarrollar nuevos rituales para expresar y transmitir poder sobre la presa
elegida. Para esto, la pintura en particular, pudo haber sido un medio natural
profundo convirtiendo a las cuevas en
galerías naturales. Se podría explicar, así, el motivo de que muchas de las
cuevas con pinturas parietales en Europa, se hallen ubicadas en el suroeste, en
donde las densidades de población habrían sido más grandes.
El otro proceso, quizá más relevante, acompaña y
magnifica los efectos del estrés climático. Según los estudios genéticos, la
mayoría de los hombres en la población europea actual pueden trazar sus
ancestros al Asia central en los últimos 35000 años. La gente que habría
migrado desde el Levante a las tierras esteparias de Asia central hace 45000
años, primero se dispersaron hacia el este, en Siberia, hace 40000 años, y
luego hacia occidente, tal vez forzados por el clima de la estepa abierta, con
sus fieros vientos y heladas temibles, en busca de valles y entornos más
cálidos. Viajarían, siguiendo los rebaños de animales, hasta las provincias
atlánticas de la Europa occidental alrededor del 35000 antes del presente.
Una migración humana de esta magnitud, como sugiere la
preponderancia de los genes asiáticos en Europa, podría haber modificado
grandemente la sociedad europea en unos pocos miles de años. Presumiblemente,
los nuevos vecinos absorberían las poblaciones sapiens previas que habían
venido a través de la ruta mediterránea, desplazando las poblaciones
neandertales a su paso y estableciendo la cultura Auriñaciense. De esta cultura
no habrían diferido mucho pues, en cualquier caso, procederían de las mismas
raíces levantinas
Este proceso presentaría algunas variaciones respecto
a los conjuntos líticos Auriñacienses en las diferentes localidades geográficas
y en el creciente número de sitios de ocupación sapiens en este período. A esto
se añade que el influjo de población en una época de creciente escasez de
alimentos provocaría, obviamente, que las sociedades humanas tuviesen que tomar
severas medidas para sobrevivir. De nuevo el arte pudo haber sido una razonable y ritualizada
respuesta. Sería una reacción particularizada al gran estrés por mantener la
caza bajo las severas condiciones climáticas y de fuerte presión demográfica.
La respuesta estaría indicada por la presencia de muy pequeñas y portátiles
esculturas y por la total ausencia de pinturas parietales en cuevas, en ese
tiempo presentes en otras partes del mundo (Levante, norte y sur de África),
lugares en los que tales presiones no existirían.
De hecho, en Levante, siempre hubo abundancia de
alimentos en forma de plantas y animales, incluso en los períodos más fríos, y
en todo momento contó con una continuada presencia de grupos humanos. Por
consiguiente, no se manifestaba ese estrés ni hubo “necesidad” de recurrir al
arte. No fue sino hasta hace 13000 años atrás que el área experimentó una
presión demográfica, momento en que surgió el arte de la cultura Natufiense
como reacción.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Feiap-Ugr. Enero del 2017
[1] Hubo indicadores previos de la capacidad del sapiens para el arte. Es el
caso de las piezas de la Cueva Blombos y del caballo inciso en Hayonim. Sin
embargo, es hacia las fechas señaladas, momento en que se produce un incremento
en abundancia y calidad, cuando surge un nuevo nivel creativo y un
mayor grado de relevancia para esas sociedades.
[2] Una de las figuras más inusuales, y también de las más antiguas, está hecha
de marfil de mamut y procede de la Caverna Hohlenstein-Stadel en el sur de
Alemania. Ha sido datada en 32000 años. Se trata de un cuerpo humano de pie,
con prominentes espaldas, pesados brazos y una cabeza semejante a algo parecido
a un gato. Usualmente se piensa que podría ser un león y el individuo un chamán
o brujo porque estas personalidades, en casi todas las sociedades históricas
tribales, portan máscaras de animales para desempeñar sus rituales. Podrían
haberlas usado para crear un encanto chamánico, común en el registro
etnográfico, para controlar el comportamiento de los animales, curar una
enfermedad o cambiar el clima. La pieza pudo encarnar, sin embargo el interés
humano en valorar y asumir la fuerza y ferocidad de un animal de tales
características, una posibilidad que, en cualquier caso, no anula su posible
propósito mágico.
[3] Las figuras rotas, presumiblemente a propósito, pueden ser un ejemplo de
alguna suerte de magia que pudo haber tenido un especial significado para los
cazadores, quienes, destruyendo las figurillas, tomarían el alma de una figura
de animal individual y así en la realidad su contrapartida podría ser más
vulnerable en el momento de la cacería. También le podría haber conferido a los
cazadores un sentido de inevitable poder
sobre las presas en el futuro. El conjunto de tiempo y esfuerzo tomados para
crear y fragmentar las figurillas, una actividad ni utilitaria ni productiva,
sugiere que la acción debió haber tenido alguna relevante significación.
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