En la fotografía, un tetradracma en plata de Naxos, Sicilia,
datado hacia 460 a.e.c. Se trata de una de esas piezas maestras propias de ciertas
acuñaciones helenas. Fue acuñada no mucho después de la caída de la dinastía de
los Deinoménidas de Sicilia (la que inicia Gelón), momento en que los naxios
pudieron regresar a su antigua ciudad (pues Hieron se Siracusa había forzado su
traslado, con los catanios, a Leontinos). En el anverso puede apreciarse la
cabeza de Diónisos (tradicional en la ciudad), modelado con un poderío
extraordinario. La cabeza del dios, con su poderoso cuello y su gran barba
parece sobresalir los límites del círculo. Las ondulaciones de su cabello bajo la
corona de vid presentan distintas profundidades con la intención de conferir un
sentido real a la espesura de su pelo. En el reverso, y entre las letras
NAXION, se observa un sátiro sentado, manteniendo en una de sus manos un
cántaro (una copa de vino). Muestra sus piernas separadas y los pies
relativamente acortados. Los músculos y la estructura del torso adquieren un
sentido escultórico del volumen y de tridimensionalidad sorprendentes. Es una
pose impactante, de agreste fuerza. Es una pose que, no obstante, ya se puede
observar en ejemplos de pintura vascular en vasos atenienses de fines del siglo
VI, así como en figuras en bronce bajo las asas de ciertas vasijas hechas de
ese metal. La tridimensionalidad de la figura puede compararse, en fin, con la
figura de un infante esculpido en el frontón del templo de Zeus en Olimpia, más
o menos contemporánea de la moneda. Estamos, pues ante una gloriosa imagen de
un sátiro de Naxos.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Febrero, 2018.
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