Los libros que en la
Biblia hebrea suelen considerarse sapienciales
son Proverbios, Eclesiastés o Qohélet y Job. A estos habría que añadir Eclesiástico,
conocido como Ben Sira, y Sabiduría, que nos han llegado en griego
(y están entre los libros deuterocanónicos).
La
sabiduría posee, en este contexto, dos elementos cruciales, el conocimiento
(que permite sacar conclusiones y aplicarlas) y la experiencia (que hace
percibir un orden que subyace a las realidades). Con ellos la tendencia es
alcanzar el arte de transitar por la vida con éxito.
El
conocimiento y la experiencia tienen como objeto y campo de observación el
funcionamiento de la realidad en cualquier aspecto: la naturaleza, el ser
humano en sí y en sus relaciones sociales además de sus relaciones con Dios. La
finalidad es una vida dichosa, fecunda, plena. En este sentido, la sabiduría
roza la ética.
La
búsqueda, práctica y enseñanza de la sabiduría,
implica una triple confianza: la confianza en la realidad cósmica y humana, que
no es opaca, se deja conocer (no esconde sus secretos) y está ordenada; la confianza
en el ser humano y en sus capacidades para observar, investigar, reflexionar y
conocer el orden que atraviesa la realidad, lo cual permite amoldarse a él y
vivir con seguridad, evitando sucumbir en el caos siempre amenazante; y la
confianza en lo divino, creador de todo lo que existe (con su ordenamiento) y conservador
de tal creación.
Así,
para conseguir sabiduría, es imprescindible partir de una actitud correcta
respecto a Dios. El principio de la sabiduría, el temor de Dios, supone ser
obediente a su voluntad, respetarle y reverenciarle. Se trata, entonces, de
tener una actitud correcta hacia Dios, basada en el respeto, la obediencia y la adhesión fiel. Tener éxito
y ser feliz dependerá de que se esté en buena relación con Dios, se encuentre
su orden y haya acomodo a él. Eso es sabiduría.
El
fundamento de las ideas sapienciales es el humanismo, la alegría por el orden
mundano, la emoción ante el misterio de la vida, la fe en Dios y un afán en la
búsqueda de la sabiduría, que es búsqueda de la felicidad. Sabiduría es, en
consecuencia, al mismo tiempo esfuerzo del hombre y regalo divino y, por tanto,
está hecha de razón y fe.
La sabiduría tradicional es consciente, no obstante,
de los límites en el saber humano. En consecuencia, reacciona aceptando que el hombre no lo sabe
todo. Pero esos casos en que falla lo humano no son muestra de la incapacidad del
ser humano, sino de la soberanía divina que todo dispone. Así, en el marco de
una perspectiva teológica (Proverbios,
Eclesiático), se acaba identificando la sabiduría con la Ley.
El significado de sabiduría es amplio. Abarca habilidad,
destreza, astucia, experiencia, saber, inteligencia, observación y búsqueda del
éxito. Es decir, saber hacer y saber vivir. Es sabio es aquel que atina con el
momento y el método más adecuado. Son sabios, por tanto, aquellos que ejercen
sus actividades con habilidad y pericia. Sin embargo, se considerará a los
ancianos como los sabios por antonomasia, tanto por experiencia como por
prudencia.
El vocablo sabio adquirió el significado de escriba,
del profesional del arte de leer y escribir. Se refiere, entonces, a hombres
expertos en la administración y la cultura profana y religiosa que estaban
vinculados al palacio o el templo; esto es, la elite ilustrada. Sin embargo, el
primer ámbito sapiencial fue la familia, el núcleo básico del pueblo llano. Ahí
será en donde se cultive la tradición sapiencial transmitida de forma oral a
modo de refranes y proverbios. De hecho, en las secciones más antiguas de
Proverbios hay escasas referencias a la corte o a los círculos ilustrados. Tal
es así que algunos de sus dichos delatan su origen campesino.
Con el advenimiento de la monarquía, este saber
popular empieza a ser tratado académicamente. Surgen los proverbios cultos y
empiezan a ponerse por escrito. Nace de este modo la actividad sapiencial profesional, de carácter
escolar y didascálico.
La sabiduría culta
recibe influencias (Egipto, Mesopotamia), tanto en contenido como en
las formas literarias a través de los escribas cortesanos. Es el caso de la Enseñanza de Amenemope o de la Instrucción
de Dwa Jeti, en el caso egipcio, así como de Diálogo de un hombre con su Dios
(cercano al Libro de Job) y de
Consejos de sabiduría (próximo a
los proverbios bíblicos), en el caso de Mesopotamia.
El género literario sapiencial es en esencia el
proverbio (mashal) que, en
realidad, hace alusión al proverbio popular y culto, a la pequeña instrucción sapiencial, las comparaciones
y enigmas, fábulas, alegorías, el
poema didáctico, la literatura
onomástica, himnos y oraciones. El
proverbio, sea popular o culto,
es la forma simple de este género literario. En él se condensa una
experiencia aquilatada en forma poética que avisa el modo de afrontar
circunstancias variadas de la vida. Habitualmente emplea imágenes que impactan
al que lo escucha haciendo cómoda su memorización. En términos generales, ni
impone, ni prohíbe, ni siquiera aconseja. En su forma indicativa es afín a los
refranes y, por tanto, el oyente debe extraer sus conclusiones prácticas.
El proverbio podía
transformarse en una pequeña instrucción
sapiencial, que constaba de varios versos, en general en forma
imperativa (un mandato o una prohibición), en los que un maestro (el padre o una
persona mayor) se dirige a un joven exhortándolo a tener una cierta conducta. Se
suelen incluir los motivos para disponer de determinada conducta y, en ocasiones,
se muestra una suerte de moraleja al respecto de las consecuencias de obrar
según lo aconsejado o no[1].
El enigma,
por su parte, plantea al oyente o al lector un desafío con la
intención de provocar reflexión, y una vez obtenida respuesta poder adoptar un
comportamiento apropiado.
El poema didáctico se distingue de la instrucción porque no está dirigido, de modo directo, a los
oyentes o alumnos, sino que el maestro reflexiona para sí mismo sobre algún
tema, religioso o profano. Los sabios utilizaron también en sus escritos el discurso sapiencial, en el que quien habla es la
Sabiduría personificada.
Entre los libros sapienciales se destacan,
sobremanera, El libro de los Proverbios,
El libro de Job y El libro del
Eclesiastés o Qohélet. El libro de los Proverbios es la primera
obra sapiencial de la Biblia, semejante a un refranero. Algunos ellos
pertenecen a una época oral, popular, representando un estadio de sabiduría del
pueblo. Otros, por su parte, son más académicos. En realidad, está formado por
una serie de colecciones de
autores diversos, aunadas por un autor, un compilador o un redactor final.
El título original es Proverbios de Salomón. Se
observa aquí el fenómeno de la pseudonimia, procedimiento practicado en la antigüedad
que atribuía a un personaje célebre la
autoría de un libro para prestigiarlo. Salomón era famoso, precisamente, por su
sabiduría. Con su nombre se prestigiaron también obras sapienciales como
Eclesiastés y el deuterocanónico Sabiduría. Del mismo modo, bajo el mismo
principio, David fue considerado el autor de la poesía religiosa (Salmos), en
tanto que Moisés de la legislación (Torá).
Encontramos en este libro instrucciones sapienciales,
discursos (Doña Sabiduría o Doña Locura), escenas que ilustran comportamientos
(holgazán, prostituta), además de preguntas retóricas. Todo ello esbozado desde
una perspectiva religiosa.
El libro de Job es una obra anónima y compuesta. Su
datación se encuadra entre el siglo V y el III a.e.c., si bien el texto aparece
completamente terminado alrededor de 200 a.e.c. Es un libro que compendia
varios géneros, poema didáctico, epopeya, el diálogo, la disputa sapiencial, la
lamentación y el drama. Es un rasgo muy notable la distribución, y abundancia,
de los nombres divinos (Yahvé, El, Eloah, Shadday, Elohim).
Job es, en el fondo, un libro sapiencial que presenta antecedentes en las sabidurías de
Mesopotamia e, incluso, de Egipto. Es el caso de El hombre y su dios, un escrito en lengua sumeria de alrededor de
2000 a.e.c.; Ludlul bel nemequi (Alabaré
al Señor de la sabiduría), un documento en babilónico antiguo, cuyo origen parece
encontrarse en la época casita; y el poema acróstico Diálogo de un hombre
con su amigo (Teodicea babilónica),
escrito en lengua neobabilónica, entre 1000 y 800 a.e.c.
El libro, en fin, es una obra de ficción. Job es un
caso, eso sí, límite, con el cual se
puede estudiar un determinado problema que, desde luego, es real.
El libro del Eclesiastés se titula Discurso de Qohélet, hijo de David, rey de
Jerusalén. Aunque no se conoce el autor, probablemente fue un acomodado judío
culto de Jerusalén, que ejerció su magisterio públicamente. La composición del
texto debió ser en el siglo III a.e.c., en la Palestina tolemaica.
El libro no posee un género literario específico
expositivo. Se le ha calificado como testamento real, diatriba, colección de sentencias
y reflexiones (meditación, pensamientos). Se encuentran en el libro del Eclesiastés
observaciones, proverbios, instrucciones y consejos, además de lamentaciones,
bendiciones, alegorías y parábolas. La obra se puede considerar un monólogo o un
soliloquio, en tanto que autor usa las opiniones de los demás para discutirlas
o rectificarlas si es necesario.
Ha sido comparado con la literatura cínica y pesimista
de Egipto y de Mesopotamia. En el caso egipcio con la Instrucción de
Ptahhotep, las Quejas del campesino elocuente, la Canción del
arpista y la Disputa
sobre el suicidio; en tanto que en
el de Mesopotamia se le ha puesto a la par con Diálogo del pesimismo.
Incluso ha habido paralelos con cierta lírica griega arcaica, en específico la obra
de Teognis.
El posicionamiento de Qohélet es, en fin, personal, se
desliga de la tradición y tiene pretensiones globales; esto es, intenta erigirse
encima de las experiencias con la finalidad de hallar un juicio de conjunto
sobre la realidad y la vida.
Bibliografía
referencial
Alonso Schökel, L., Manual de poética hebrea,
edit. Cristiandad, Madrid, 1987
García Cordero, M., Biblia y legado del antiguo
Oriente, B.A.C., Madrid, 1977
Lévêque, J., Sabidurías del antiguo Egipto,
EVD, Estella, 1984
_________., Sabidurías de Mesopotamia, EVD,
Estella, 1996
Morla, V., Literatura sapiencial y otros escritos,
EVD, Estella, 1994
Vílchez, J., Sabiduría y sabios en Israel, EVD,
Estella, 1995
Von Rad, G., La sabiduría en Israel. Los
sapienciales. Lo sapiencial, edic. Fax, Madrid, 1973.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR, junio, 2018.
[1] También existieron proverbios numéricos, emparentados con el enigma y con la enseñanza, así
como el proverbio comparativo, en el
que se busca similitud entre dos miembros, para describir alguna
situación, o también para sopesar o aprobar una conducta sobre alguna otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario