5 de marzo de 2021

Ciudades del mundo antiguo (I): urbes de Mesopotamia y Siria





Imágenes, de arriba hacia abajo: vaso votivo de Uruk; base pétrea del zigurat de Anu, en Uruk; murallas de Nínive, reconstruidas modernamente; y panorámica de Tell Mardikh, identificada con la localidad siria de Ebla.

Ante la imposibilidad de tratar todas las ciudades antiguas de las zonas geohistóricas de la antigüedad, se hará una selección. En esta primera parte, se analizará el devenir histórico de Uruk, Kish, Lagash, Nínive y Babilonia, en el entorno mesopotámico, y Alepo, Damasco, Ebla, Karkemish y Palmira en el de Siria.

Uruk, Tell al Warka en árabe y Erec en arameo, estaba ubicada en Irak, al sur de Bagdag. Fue un asentamiento neolítico desde por lo menos el sigo VI a.e.c., sobreviviendo hasta comienzos del siglo VIII. Su período de esplendor como núcleo sumerio ocurrió en el IV milenio. Llegó a tener una extensión de más de 500 hectáreas y tal vez unos 70.000 habitantes. Su importancia ha sido tan significativa que ha dado lugar a un período cultural, siendo uno de los primeros núcleos urbanos donde se usó la escritura.

Descubierta en 1849 por William Loftus, en ella habitó una sociedad compleja, diversificada, estratificada y especializada. La Lista Real Sumeria dice que su fundador fue Enmerkar, constructor del templo Eanna dedicado a Inanna. Acabó siendo el centro neurálgico, cultural y económico, sumerio, durante el III milenio. Contó con cinco dinastías y se considera la patria chica del rey-héroe Gilgamés, protagonista de la famosa epopeya que lleva su nombre. Exponente de la formación de las primeras ciudades-estado sumerias, llegó a expandir su influencia por el sudoeste de Irán, Siria y el sudeste de Anatolia, lugares todos en donde han aparecido objetos de la cultura material de Uruk.

Kish, Tell al Uhaymir en árabe, fue una ciudad-estado sumeria de la zona septentrional de Mesopotamia, conocida como ciudad de la colina. Ubicada a pocos kilómetros de Babilonia, se encuentra a menos de cien kilómetros al sur de Bagdag. Se le conoce ocupación desde el IV milenio (periodo de Jemdet Nasr), y fue un poder regional prestigioso durante el dinástico más temprano. Dominó las rutas comerciales entre la alta y la baja Mesopotamia, siendo rival de Lagash, Ur y Uruk. Su hegemonía en el futuro espacio acadio hizo que los reyes sumero-acadios en sus pretensiones de soberanía se titulasen simbólicamente como reyes de Kish y de las cuatro partes (Sumer, Subartu, Elam y Amurru, con Kish en centro). Según la Lista de Reyes Sumerios su primer rey fue el mítico Jushur, aunque se considere a Etana su fundador y primer soberano. Su población tuvo un componente semita muy relevante.

Lagash, Tell al-Hiba en árabe, se encontraba a las orillas del Tigris. Fue una meridional ciudad-estado sumeria descubierta en los años setenta del siglo XIX por un cónsul francés, llamado Ernest de Sarzec, cuyo legado continuarían arqueólogos como André Parrot. Contenía varios núcleos urbanos, según documentos de la III Dinastía de Ur, entre los que destacan Girsu, Bagara y la propia Lagash. Era una ciudad relevante ya en el III milenio. En ella aparecieron las famosas estatuas de Gudea, figuras del gobernador (ensi o lugal) hechas en diorita. Gracias al documento iconográfico y epigráfico llamado la Estela de los Buitres, se sabe que la ciudad mantuvo un conflicto, en época de su rey Entemena, con la localidad de Umma por cuestiones fronterizas. Tras la conquista semita los gobernantes de Lagash dependían de Sargón de Acad, aunque su cultura se mantuvo sumeria. Se conocen dos dinastías, la primera de las cuales finaliza su periplo con el famoso rey Urukagina, hacia 2370 a.e.c., autor de un código legal que recoge varias reformas de carácter social.

Nínive, Nainawa en árabe, estaba próxima a Mosul, en la orilla este del río Tigris. Era una ciudad muy conocida en Egipto y en Mesopotamia en el II milenio por ser el lugar de culto de Ishtar y porque controlaba las rutas comerciales que iban del Mediterráneo al Índico. Su descubrimiento y exploración se deben a Austen Layard en 1847, quien además de estructuras (fundamentalmente palacios), halló miles de tablillas escritas en cuneiforme, que conformaban la gran biblioteca de Asurbanipal. La urbe estuvo sometida a Mitanni primero y a los asirios después. Con Senaquerib (siglo VIII a.e.c.) de hecho, alcanza la dignidad de capital imperial. Su perímetro amurallado cubría  una docena de kilómetros. Se la menciona en la Biblia como una gran ciudad, edificada por un rey, de nombre Nimrod, considerado familiar de Noé. Medos y babilonios, en interesada conjunción, la reducirían a escombros en 612 a.e.c., poniendo fin con ello al reino neoasirio.

Babilonia, en el actual Irak, al sur de Bagdag, fue la capital del imperio paleo y neobabilónico; un importante centro religioso y mercantil desde el II milenio y hasta mediado el I a.e.c. Aparece ya como ciudad-estado independiente en la etapa del renacimiento sumerio (III Dinastía de Ur), si bien existen menciones de su existencia desde la época acadia de Sargón. Tras ser testigo de las pugnas entre los estados regionales de Isin, Eshnunna y Larsa, Babilonia se convertiría paulatinamente en una potencia regional. Fue muy prestigiosa ya en todo el mundo antiguo. Heródoto, hacia 450 a.e.c., tras la conquista persa, la consideraba una ciudad esplendorosa por sus decorados templos y palacios, además del zigurat que pudo dar lugar a la bíblica Torre de Babel. Entre 1899 y 1913, Babilonia fue excavada por el arqueólogo alemán Robert Koldewey. Reconstruyeron la Babilonia de la etapa del reinado del rey Nabucodonosor II, si bien bajo tales ruinas se encuentran los restos de la ciudad de épocas anteriores.

En el siglo XVII a.e.c., Babilonia era el centro de un amplio imperio, durante el reinado de Hammurabi. Esta Babilonia de Hammurabi contaba con templos y palacios, así como un laberinto de estrechas calles flanqueadas por casas. Las edificaciones eran de adobes, sobre cimientos de ladrillos cocidos. Estaba protegida por fuertes murallas. Después del reinado de Hammurabi, Babilonia pasó a manos de los Casitas (entre 1660 y 1150 a.e.c.), y ya en el siglo VII a.e.c. fue tomada y saqueada por los asirios. Con Nabopolasar, que derrotó a los asirios en 626 a.e.c., Babilonia recuperó su antigua gloria. Es la época en la que la ciudad pudo tener una extensión de 850 hectáreas y estar habitada por 250.000 personas. De esta etapa histórica de la ciudad data la famosa Puerta de Ishtar, que se puede ver fielmente reconstruida en Berlín, además del templo de Marduk. Tras la muerte de Nabucodonosor, el poder de Babilonia desapareció. La ciudad cayó en manos persas, en 539, siendo conquistada de nuevo en 331 a.e.c., por el macedonio Alejandro Magno. Alejandro la convirtió en su capital, pero cuando murió, la región entera pasó a manos de uno de sus generales, Seléuco, quien construyó una nueva capital, Seléucia, de forma que Babilonia sería abandonada.

Alepo, denominada Khalpe, Beroea por los macedonios, Halep por los turcos y Halab en árabe, es una antigua y famosa ciudad del norte de Siria, hoy todavía habitada (unos 5 millones de habitantes). Existe como núcleo poblado desde el II milenio a.e.c., tal y como señalan fuentes hititas. La referencia histórica más antigua es de 1780 a.e.c., siendo capital del reino de Yamhad, de carácter comercial. Más tarde caería en manos hititas (hacia 1600), de hurritas e incluso egipcias. Estuvo con posterioridad bajo el poder asirio, persa, grecorromano y bizantino. Asediada por los cruzados cayó en manos árabes y luego mongolas.

Damasco, Dimisq en árabe, ha sido llamada Ciudad del Jazmín o paraíso oriental. Sus primeros asentamientos se datan en el VII milenio a.e.c., siendo mencionada en los anales egipcios de Tutmosis III, quien la acabaría conquistando. Desde antiguo fue un gran centro religioso, económico y cultural de todo el Levante y el Próximo Oriente. Los primeros asentamientos, del séptimo milenio como se ha comentado, se establecen en torno al sitio de Tell Ramad. Perteneció al reino hicso durante un par de siglos, en el marco de la provincia llamada Amurru, siendo además mencionada en la Biblia, concretamente en el Génesis.

Flavio Josefo la hace fundación de Uz, un hijo de Aram, nombre que alude a los arameos. Así, con los semitas arameos se forma en el siglo XI a.e.c. un reino de nombre Aram-Damasco, que acabaría enfrentando al Reino de Israel en el siglo VIII, aunque firmaron finalmente un acuerdo ante el amenazante poderío del Reino Neoasirio. Su rey más notable fue Hadad. Acabó sometida a los asirios y con posterioridad a los egipcios del faraón Necao II y a los neobabilonios. Más tarde cae en manos de Alejandro Magno y mediado del siglo I a.e.c. es sometida por la Roma de Pompeyo. Formaría parte de la Decápolis grecorromana, aunque estuvo un tiempo bajo control nabateo. Al igual que Palmira o Petra, Damasco fue un núcleo esencial en las rutas comerciales, estando unida por vía terrestre con otras principales urbes de la región levantina y próximo-oriental, como Jerusalén. Damasco destacó con posterioridad como capital del califato Omeya.

Ebla estaba ubicada cerca de Alepo, en el norte de Siria. Aunque se conocía su existencia desde el siglo XIX, pues en la Tello sumeria una inscripción menciona Ebla como lugar de procedencia de madera para erigir un templo, fue arqueológicamente descubierta en los años setenta del siglo XX por Paolo Matthiae y Giovanni Pettinato, quienes descubrieron un palacio y miles de tablillas cuneiformes datadas en el III Milenio, un hecho que confirmaba que el yacimiento de Tell Mardikh era la Ebla que mencionaban los textos sumerios y acadios. Estas tablillas formaban parte de un gran archivo, que contenía textos de carácter administrativo, religioso, épico, tratados, listas reales y hasta diccionarios. Se confirmaba que Ebla había sido un relevante núcleo económico y religioso, un centro de poder a la altura de los mesopotámicos y egipcios.

Ebla, gobernada por un rey, fue una ciudad-estado importante en los milenios III y II, si bien acabó siendo destruida por los acadios, y dominada por Ur y Yamkhad, aunque renació, según consta en textos de Alalah, entre 1800 y 1600 a.e.c. bajo los amorreos, siendo su primer rey Ibbit-Lim. Hacia 1600, fue asediada por los hititas de Hattusili I, logrando sobrevivir como un pequeño núcleo hasta el siglo VII.

Karkemish, la Jerablus bíblica, fue una antigua ciudad ubicada en la región conocida por los romanos como Europus, entre Siria y Turquía, en la orilla oeste del Éufrates. Destacó como núcleo en los reinos de Mitanni, el hitita del gran Suppiluliuma I, y del asirio, para finalmente ser conquistada por Babilonia. Fue el lugar en donde, según la Biblia, egipcios y babilonios sostuvieron un relevante combate armado. Karkemish fue descubierta a fines del siglo XIX por el inglés George Smith. En las investigaciones arqueológicas del lugar participó activamente Thomas Edward Lawrence, el famoso Lawrence de Arabia. El núcleo estuvo poblado desde el Neolítico, convirtiéndose en un centro mercantil a lo largo del III milenio, en contacto con lugares como Ebla o Ugarit. Su momento más relevante fue, sin duda, como fortaleza hitita en Siria y núcleo administrativo. 

Palmira, en árabe Tadmur (urbe que repele), fue una antigua ciudad aramea en Siria, nacida en torno a un oasis, a poco más de doscientos kilómetros de la capital Damasco. Se la denomina Ciudad de los árboles del dátil. Con presencia poblacional desde el V milenio, Palmira se convertirá en centro estratégico y comercial en virtud de su ubicación en la Ruta de la Seda (unía India y Persia con los puertos del Mediterráneo occidental). Como lugar de parada de las caravanas adquirió la denominación de Novia del Desierto. Llegó a ser la capital de un reino de poca duración en época de la reina Zenobia, en el siglo III.

Pasó a ser colonia romana para caer posteriormente en el olvido hasta el siglo XVII, cuando poblaciones nómadas la reutilizaron para sus cabalgaduras. El tetrapylon, el templo del dios Bel (dios solar), el ágora, la gran columnata, el teatro, el templo Nebo y el valle de las tumbas, en las afueras de la ciudad, que servía como necrópolis, serían sus vestigios más impresionantes. Algunos, por desgracia, como el templo de Bel o el arco del triunfo, fueron destruidos por la intolerancia del llamado Estado Islámico (Daesh). Su primera mención se encuentra en las tablillas del archivo de Mari que datan del II milenio. También aparece mencionada como ciudad fortificada en la Biblia hebrea, en el Talmud y la Midrash. Incluso Flavio Josefo atribuye su fundación al rey Salomón.

Bajo el control seléucida en el siglo IV a.e.c., la urbe aparece como una ciudad independiente. Palmira sería ya parte de una provincia romana, la de Siria, desde Tiberio (14-37), siendo renombrada por Adriano como Palmira Hadriana en el siglo II. Zenobia se rebelaría contra la autoridad romana, haciendo algunas conquistas y encabezando un efímero reino. Tuvo que ser Aureliano en el último cuarto del siglo III quien restaurase el control romano. Se establecieron en ella legionarios y Diocleciano la amuralló ante la amenaza de los persas sasánidas. Ya en el siglo VII sería conquistada por los árabes.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP-UFM, marzo, 2021.

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