IMÁGENES: ARRIBA, PECTORAL DE ORO DEL TESORO DE EL CARAMBOLO. MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA; ABAJO, BRONCE CARRIAZO CON FIGURA FEMENINA (QUIZÁ SEÑORA DE LOS ANIMALES), Y CON PEINADO AL MODO EGIPCIO ENTRE DOS AVES, PROBABLEMENTE ACUÁTICAS. MUSEO ARQUEOLÓGICO DE SEVILLA.
Los
documentos y escasas noticias existentes sobre la, hasta ahora, mítica
Tartessos[1]
hablan de una ciudad amurallada en la Andalucía atlántica, cuyos habitantes
vivían de modo opulento gracias al comercio de metales. Cartagineses y
marineros fenicios señalaron que cargaban ingentes cantidades de plata en
Tartessos. El poema geográfico griego del siglo VI a.C., Ora maritima, traducido por el poeta latino Rufo Festo Avieno en el
IV de nuestra era, describe las rutas marinas que unían las islas bretonas y
Marsella (colonia griega en la época, con el nombre de Massilia), y relata los
accidentes costeros, así como sus pobladores, entre los que se cuentan los
tartesios. El poema centra buena parte de su desarrollo en la descripción del
supuesto territorio tartesio. La Biblia, por su parte, menciona que el estaño
de Sidón y Biblos procedía de una remota tierra denominada por los semitas como
Tarshish (hoy reconocida por los
lingüistas como la Tartessos de los griegos).
Heródoto
comenta que a mediados del siglo VII a.C. un tal Kolaios, navegante jonio de
Samos, arribó por accidente a Tartessos, lugar que describe como un gran
mercado. No obstante, el mismo historiador de Halicarnaso dice que el
descubrimiento oficial de Tartessos no fue llevado a cabo por Kolaios, sino por
los marineros de Focea, ciudad jonia de Asia menor, quienes llegados a la
ciudad fueron cordialmente acogidos por su legendario rey Argantonio[2].
De allí regresaron cagados de riquezas en metales como la plata.
Los
tartesios debieron pertenecer a los grupos célticos atlánticos, responsables de
las construcciones megalíticas en todo el occidente europeo. La llegada de los
semitas fenicios en el siglo X a.C., con iniciales intenciones mercantiles,
pudo haber desplazado a los tartesios. Justino menciona una leyenda que afirma
que los gaditanos (Gades fue una colonia fenicia fundada en torno a 1100 a.C.)
vencieron en un combate naval a las tropas de un rey tartesio de nombre Theron.
Es probable que esta mención haga referencia al fin del reino libre de
Tartessos y al comienzo de la dominación fenicia del territorio de la
legendaria ciudad.
Los
griegos denominaron a los pueblos descendientes de Tartessos (en realidad
sucesores más que herederos en línea directa), como Turdetanos. Estrabón, en su
célebre Geografía, afirma que se trata del pueblo de mayor cultura entre los
iberos, ya que tuvieron una escritura propia, desarrollaron la poesía, lograron
confeccionar crónicas históricas y hasta consiguieron elaborar leyes.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
[1] El marco
cronológico de Tartessos abarcaría desde, probablemente, antes del siglo X y
hasta 500 a.C., en tanto que el de los Turdetanos comprendería desde el final
tartésico hasta en torno al 180 a.C.
[2] Argantonio,
“hombre de plata”, es considerado el último soberano tartesio. No obstante, en
virtud de su dilatada vida (unos trescientos años), su nombre pudiera
referirse, en realidad, a una dinastía. En última instancia, está íntimamente
asociado en las fuentes griegas, tanto desde un punto de vista comercial como
militar, a los foceos minorasiáticos. Otros reyes míticos que le precedieron
fueron Gárgoris, inventor de la apicultura, su hijo Habis (o Habidis), creador
de la agricultura, así como un tal Nórax que, al mando de mercenarios iberos,
habría fundado la ciudad sarda de Nora.
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