Diversos útiles asociados al mamut.Yacimiento de Santa Isabel de Iztapan
El
Paleolítico Inferior, Arqueolítico o período pe punta de proyectil, entre 28000
y 12000 a.e.c., presenta una economía de recolección, siendo la caza bastante
escasa. La industria lítica se caracteriza por la presencia de grandes útiles
de piedra pesados y realmente toscos. El bifacialismo es incipiente y no hay
puntas de proyectil. Abundan las raederas, navajas y raspadores. Los materiales
empleados van desde la obsidiana y el sílex, hasta el basalto y el
pedernal.
Los
yacimientos destacados de este arcaico período son los de Tlapacoya, datados en
torno a 22000 a.e.c., Caulapan, con dataciones semejantes, y El Cedral, el más
antiguo, con una antigüedad de 33000 años. El Cenolítico (12000-5000 a.e.c.,
dividido en inferior, hasta 7000 y superior, de 7000 a 5000 a.e.c., el ser
humano en la región desarrolla una clara actividad cazadora de grandes
mamíferos, entre los que destaca sobremanera el mamut, pero también de otros
más pequeños, como el conejo y los ciervos. Se emplean para esta labor puntas
de proyectil del estilo Folsom y Lerma, con bordes refinados[1].
En esta etapa son muy numerosos los yacimientos, entre los que se pueden
nombrar San Joaquín, Rancho Colorado y Coxcatlan del Cenolítico inferior, Cueva
Falcón, Cueva Texcal para el Cenolítico superior, entre otros. En Belice, en particular, se han definido
complejos interesantes correspondientes en LoweHa, Sand Hill, Melinde y
Progreso, cuya cronología oscila entre 9000 y 2500 a.e.c.
En
este período hay presencia significativa de arte rupestre, ubicado en la Baja
California. Se destaca la Cueva de San Borjita, con diversas representaciones
de animales y antropomorfas, la Cueva de los Venados, La Pintada, en Sonora y
los abrigos de Mitla.
En
coincidencia con los cambios climáticos, transformación de especies animales y
aumentos demográficos, que se producen con la entrada del Holoceno, se constata
la aparición de cultígenos de elevado valor alimenticio, pronto convertidos en
plantas de cultivo. Ello lleva implícita la aparición de la agricultura y de la
vida aldeana en diversos focos independientes entre sí. El protoneolítico,
entre 5000 y 2500 a.e.c., se hace presente en yacimientos del valle de Tehuacán
y la Sierra de Tamaulipas. En algunas de las fases de estas localidades
(Infiernillo en Tamaulipas y El Riego en Tehuacán) son detectables cultígenos
como la calabaza y el chile. No obstante, será en las siguientes fases, sobre
todo en la Coxcatlan del valle de Tehuacán, hacia mediado el IV milenio, cuando
los cultígenos se hagan muy abundantes, incluyendo el maíz. En las fases
Nogales-Ocampo Temprano en la Sierra de Tamaulipas, entre 5000 y 3000 a.e.c.,
se constatan los cultígenos de frijoles[2].
La recolección sigue presentando la gran mayoría de la actividad económica,
seguida de la caza, y solamente con no más del ocho por ciento, el cultivo
propiamente dicho. Será en el Formativo cuando ese porcentaje de alimentos
cultivados alcance un significativo treinta por ciento de la actividad
económica desplegada.
La
fase que sigue al Protoneolítico es el Formativo (o Preclásico), etapa en la
que se afianza la economía agrícola y surgen las primeras formas
arquitectónicas y cerámicas[3],
incluyendo la figuración zoomorfa y antropomorfa. En este período, cuya primera
etapa todavía se puede considerar neolítica, se destaca la cultura Zohapilco
(entre 2500 y 2000 a.e.c.), que muestra el ejemplo más temprano de
asentamientos aldeanos con agricultura extensiva, combinada, a la par, con la
caza (cérvidos principalmente), y la explotación de animales acuáticos como
tortugas y peces. La industria lítica ofrece notables ejemplos de raederas y
raspadores así como formas microlíticas hechas en obsidiana.
Las
específicas condiciones ecológicas en el valle de México desde 1500 a.e.c. pudo
propiciar la concentración en el área de numerosas aldeas agrícolas que no
desdeñaban la actividad pesquera y la caza, muy abundante en función de los
ríos y lagos de la región. Las aldeas, ubicadas en las orillas de los cursos de
agua, estarían formadas por diversas chozas de madera, cañas y barro, y
albergarían unas doscientas o trescientas personas. En estas aldeas se hallan
ya instrumentos confeccionados en madera, hueso, arcilla y hasta fibras
vegetales, destacando los morteros y machacadores. El primer arte
arquitectónico, además de las chozas de vivienda, lo representa la famosa
Pirámide de Cuicuilco, una forma escalonada, probablemente un templo (primer
ejemplo de concepción simbólica de la morada de una deidad), construida gracias
a la labor comunitaria de un buen número de aldeas.
Finalmente,
la aparición de figurillas, con una gran variedad de tipos, permite establecer
secuencias históricas más seguras y conocer con mayor detalle las vestimentas y
costumbres, además de los tipos humanos, propias de las aldeas de la región. Se
destacan las representaciones de mujeres amamantando niños, danzantes, chamanes
ricamente ataviados para llevar a cabo sus ceremonias, así como las de
personajes de probable carácter mitológico y religioso, en especial, figuras
humanas de dos cabezas o figurillas femeninas desnudas con caderas amplias,
quizá proto divinidades del maíz o deidades madre que representarían la
fecundidad del suelo.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV-Escuela de Letras, UCAB, Caracas
[2] La
siguiente etapa en Tehuacán es la fase Abejas, y en la región de Sierra de
Tamaulipas y Sierra Madre es La Perra-Ocampo Tardío, que avanzan hasta 2200
a.e.c., y en donde además de frijoles y calabaza, aparece el maíz del tipo
primitivo Nal-tel.
[3] Si bien
en el área andina las dataciones de las primeras cerámicas son más antiguas
(Puerto Hormiga, Valdivia), ya en el área mesoamericana se pueden ofrecer
fechas cercanas al 2300 a.e.c. en la fase Purrón en Tehuacán, y para el Lago de
Chalco en la cultura Zohapilco.
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