En la imagen, un par de terracotas en forma de figuras
humanas femeninas, procedentes de Ur y Eridu. Periodo de El Obeid II, hacia
4500a.e.c.
Las primeras experimentaciones técnicas referidas a la
producción de alimentos se llevaron a cabo en los bordes externos del famoso
Creciente Fértil (Palestina, piedemonte de los Zagros y los montes Tauro y
Khuzistán). La franja levantina y del piedemonte resultaron lugares adecuados para
la explosión neolítica por la presencia de nichos estables, desde un punto de
vista ecológico, además de protegidos, en las llanuras y las cuencas
intermontanas. Además, en esta zona se facilitan los contactos entre
ecosistemas diferentes y, por tanto, es
muy enriquecedora la alternancia de animales y recursos vegetales. Son regiones
con lluvias suficientes, con bosques bajos, y con una importante presencia de
leguminosas, gramíneas, ovejas y cabras en estado salvaje, fundamento de la
neolitización.
Entre 15000 y 10000 a.e.c., el período Epipaleolítico,
se define como un período de caza selectiva y de recolección intensificada. La
caza se centra en especies pequeñas (a diferencia de lo que ocurría en el
Paleolítico), como cabras, ovejas y gacelas y, además, se empiezan a
seleccionar los animales y a controlar los rebaños, aunque todavía no hayan
sido domesticados[1].
Se especializa la recolección de gramíneas y legumbres, lo cual conlleva una
involuntaria selección y difusión. La movilidad
se estructura en función de los recursos explotables, un factor que
puede inducir al sedentarismo. El gran utillaje lítico del Paleolítico se hace
microlítico geométrico, con funciones especializadas. Ya se encuentran los
primeros morteros. El hábitat sigue siendo en cavernas, en donde se asientan
comunidades de unos cuarenta individuos. Las primeras culturas de esta fase son
Kebara, en Palestina, y Zarzi en el Kurdistán de Irak.
Entre 10000 y 7500, se establece un período de
producción incipiente. Algunos rumiantes, cabras y ovejas en concreto, inician
una relación simbiótica con el ser humano y son domesticados. Comienza a darse
un empleo sistemático de productos animales como la lana y la leche. Los
rebaños, probablemente ya propiedad de grupos humanos, son conducidos a los
lugares estacionales de pasto. La continuada recolección de gramíneas y
leguminosas silvestres (escanda, cebada, carraón) y la concentración de
semillas en los núcleos humanos debieron conducir a las primeras
experimentaciones de cultivo, delimitando parcelas al abrigo de los rumiantes.
Estaríamos en algo semejante a un cultivo de plantas silvestres. Ahora, en esta
fase, las comunidades construyen casas redondas semienterradas. Desde la óptica
arqueológica se distinguen campamentos base permanentes a cuyo alrededor se
pudieron dar los primeros cultivos, así como campamentos de caza estacionales.
Los primeros silos, así como las primeras tumbas, individuales y, quizá,
familiares, son constatables. Se podría inferir que la presencia de rebaños y
tierras implican arcaicos conceptos de propiedad e, incluso, de transmisión por
herencia. Esta fase la representa el Natufiense (en Palestina y en Siria), el
Neolítico Acerámico A, así como yacimientos como Zawi Chemi y Shanidar, en el
piedemonte iraní, Ganjdareh, en Luristán, Bus Mordeh en Khuzistán y Kamir
Shahir en el Kurdistán. A pesar de ciertas diferencias regionales, el material
lítico consiste, en general, en microlitos geométricos especializados, como
hojas de hoces o puntas de flecha, arpones de hueso y anzuelos. En un principio
del período, los grupos dependen todavía de la caza especializada y de la
recolección intensiva, peor ya en el Neolítico Acerámico A de Siria-Palestina,
existen indicios constatados de cultivo, especialmente en Mureybet y Jericó.
A partir de 7500 y hasta 6000 a.e.c., hubo un
neolítico pleno, con comunidades sedentarias de aldea de más de doscientos o
trescientos individuos, y en los que se constata la presencia de casas
cuadrangulares de adobe y el cultivo de gramíneas y leguminosas así como la
cría de ovejas, cerdos, cabras, y más tarde, de bovinos., Culturas de este tipo
se desarrollan en Siria-Palestina con el Neolítico Acerámico B, en el
piedemonte de los montes Tauro, como el caso de Cayonu o Cafer Hüyük, en el
Kurdistán (Yarmo), en Khuzistán (Ali Kosh) o en Luristán (Tepe Guran). La
presencia de la casa cuadrangular es relevante porque posee un significado
social, ya que permite ampliaciones y establecer agregados en torno a pun
patio, tejidos reticulados y grandes edificios con basamentos pétreos. La
cooperación interfamiliar es muy probable. Las primeras expresiones ideológicas
de la estructura patriarcal son ahora posibles. Esta situación no excluye la
presencia de grupos tecnológicamente menos avanzados, como es el caso de los
yacimientos en el desierto de Judea o el desierto del Neguev, auténticos
campamentos de cazadores.
Se evidencian también contactos interregionales
gracias a la difusión de materias primas como la obsidiana, desde Armenia y
Anatolia, o de conchas marinas desde el Golfo Pérsico y el Mar Rojo.
Entre 6000 y 4500 a.e.c. surgen una serie de culturas
plenamente neolíticas, muchas de las cuales se desplazan a las meseta iraní y
anatólica y a las llanuras mesopotámicas, de espacios muy amplios. El riego de
cultivos, por canalización y drenaje en cuenca fluvial o por oasis (Eridu,
Jericó) se hace muy común. La dieta de gramíneas (trigo, cebada) se complementa
con legumbres, mientras que algunas plantas, como el lino, se aprovechan
industrialmente. La recolección de frutos silvestres no se abandona. La
ganadería aporta trabajo, con burros y bóvidos, carne y leche, además de fibras
textiles (cabras y ovejas). No obstante, perduran las actividades de caza, como
en el caso de los onagros y las gacelas, así como la pesca en agua dulce, en
ríos y pantanos. La documentación de los tejidos (pesas de telar, improntas
cerámicas), cubrirían las necesidades de vestir y reemplazarían las anteriores
pieles de animales, más propias del Paleolítico. La cerámica se usa en el
consumo de alimentos, muchos de ellos hervidos o cocidos, así como en el
almacenaje de líquidos.
Algunos
autores (O. Aurenche; S.K. Kozlowski), establecen tres grandes momentos en la
formación de las peculiaridades del estadio neolítico entre el 12000 y el 5500
a.e.c.: uno germinal, otro que ahonda en las raíces diseminadas por la región,
y un tercero final que percibe la eclosión de las definitorias formas
neolíticas y su asentamiento definitivo. En la fase germinal se distinguen tres
grandes conjuntos culturales en áreas diferentes, el Natufiense levantino, el
Zarziense de los Zagros y el Trialetiense de los valles altos de los grandes
ríos mesopotámicos. Para esta fase se han puesto en tela de juicio los términos
y periodizaciones ya clásicos, de connotaciones socio-económicas, acuñados a
partir de las excavaciones de K. Kenyon en Jericó y de las definiciones de G.
Childe, que acabaron por establecer las diferencias entre neolítico
pre-cerámico y cerámico. El modelo de R.J. Braidwood también está sujeto a
revisión y se encuentra en declive. Proponía la eclosión precoz del neolítico
en los montes Zagros, donde creía se daban las condiciones necesarias para el
nacimiento de la agricultura, elemento definitorio del proceso, el piedemonte y
los valles interiores. Desde ahí habría habido una difusión hacia el sur
mesopotámico.
El
segundo período, se llama proto neolítico a partir de la presencia de varias culturas diferenciadas e identificadas en función del
nombre de los yacimientos o de sus rasgos particulares, como el caso del
Khiamiense y el Sultaniense del Levante meridional. Si la secuencia levantina
da lugar al Khiamiense, que precede al Sultaniense, Aswadiense y Mureybetiense,
en los valles altos el Trialetiense es reemplazado por la industria de Çayönü,
y en los Zagros y Jezirah el Zarziense da pie al Mlefatiense y el Nemrikiense.
Es en la etapa denominada de eclosión cuando una serie de cambios morfológicos
cuantificables entre vestigios animales y vegetales, datables entre el 8300 y
8000 a.n.E., permiten definir en su sentido amplio la domesticación.
Acompañando a estas modificaciones se evidencian grandes mutaciones en el
ámbito simbólico a partir del tamaño de las representaciones zoomórficas y
antropomórficas.
Las
actividades productivas se llevan a cabo en viviendas cuadrangulares, como ya
se ha señalado, en las que se han hallado silos escavados, alacenas, hornos,
hogares, o zonas para la matanza y despiece de ganado y para la actividad
textil. No obstante, los tipos de vivienda varían, desde el conjunto que se
centra en un patio, hasta el retículo aglomerado de unidades celulares. Hay
asentamientos en aldeas abiertas, aldeas alveolares compactas (lo que supone
que los accesos son por los tejados) y aldeas con murallas. Generalmente, con
independencia de la tipología, suelen ser pequeñas y estar diseminadas. No se
constatan diferencias de rango a partir de los ajuares de las sepulturas.
La
posible religiosidad presenta un aspecto funerario y otro ritual (asociado con
la fertilidad, tanto animal y humana como vegetal). Hay una ausencia de
personalidades divinas individualizadas. La estructura social parece componerse
de familias nucleares reunidas, entre las que pudiera haber habido vínculos,
familias extensas y comunidades gentilicias[2].
No se constata especialización profesional.
Aunque
la dimensión productiva fue esencialmente local, pudieron existir agregados
culturales regionales y relaciones comerciales a larga distancia, en esencia de
materiales preciosos o suntuarios para la época, como fue el caso de la obsidiana,
las conchas marinas o ciertos metales. Estos intercambios son, en realidad,
trueques. Se pudo dar una difusión de aldea a aldea o bien a través de viajeros
que conectan el lugar de origen con aquel de destino.
La
primera cultura cerámica mesopotámica es la de Umm Dabaghiya (datada entre 6000
y 5500 a.e.c.). Se trata de un asentamiento con viviendas rectangulares de
varias estancias con almacenes adosados. La base económica es la caza del
onagro y de la gacela. Entre 5500 y 4500 a.e.c. se desarrollaron tres culturas
fundamentales: Hassuna, Samarra y Halaf. Más que sucesivas son culturas con
etapas de contemporaneidad con una distribución básicamente geográfica, siendo
Halaf la más septentrional y Samarra la más meridional. La cultura que sucede a
la de Umm Dabaghiya es Hassuna. Su despliegue, entre 5500 y 5000 es
contemporánea de la primera fase de Samarra y de Halaf (esta última la
absorberá en sus fases media y tardía). Las casas siguen siendo rectangulares
con varias habitaciones y almacenes. La cultura de Samarra presenta tres fases
(antigua, 5600-5400, atestiguada en Samarra y Tell es-Sawwan; intermedia,
5400-5000, palpable en Tell Shemshara, Choga Mami, Baghuz; y tardía, 5000-4800,
atestiguada únicamente en Choga Mami). La cultura de Halaf, tras su fase
antigua (5600-5300 a.e.c.), localizada en Arpachiya, en Asiria, se propaga por
la Alta Mesopotamia y hasta la costa mediterránea. La economía aquí se
fundamenta en la cebada de secano y en la cría de ovejas y cabras.
El
desarrollo cultural de la Baja Mesopotamia es diferente. Antes de los drenajes
y las obras de irrigación la zona era pantanosa. Allí surgirá, casi
improvisadamente, la cultura de Eridu. Ello significa que su proceso de
formación se desconoce o estuvo radicado en los márgenes geográficos, quizá en
el Khuzistán. Un desarrollo de Eridu es la cultura de Hajji Muhammad (en las
proximidades de Uruk), que se propaga hasta Kish y más allá del río Tigris,
hasta Choga Mami y los centros del Khuzistán (en su fase de Khazineh). Esta es
la unidad cultural que en la geografía histórica comprenderá lo que será Sumer,
Elam y Acadia. También es el punto de partida de la cultura de El Obeid, con la
cual el sur mesopotámico se pondrá a la vanguardia técnica y organizativa de
todo el Próximo Oriente. Con el inicio de El Obeid principia la fase
calcolítica. Culturas posteriores y marginales destacadas ahora son la cultura
de Khirokitia en Chipre, sin cerámica y con viviendas circulares, y las de Tepe
Giyan y Dalma Tepe, en los montes Zagros.
La
fase cultural de El Obeid abarca una fase antigua, clásica, entre 4500 y 4000
a.e.c., y otra tardía (4000-3500 a.e.c.)[3].
Los centros más importantes serán Eridu, Ur, Ras el-Amiya y Tell Madhur. La
agricultura, la ganadería caprina, ovina y de bóvidos, además de la arboricultura
y la horticultura (de cebollas y demás legumbres), serán los fundamentos
básicos de la economía. En ciertas poblaciones la dieta se completa con el
pescado.
Después
de los pequeños templos embrionarios de Eridu, se constatan templos mayores en
El Obeid clásico, que servirán para centralizar, urbanísticamente, el
asentamiento así como la organización del poder político y económico. Ahora son
relevantes los ajuares funerarios, que ya reflejan diferencias crecientes en lo
relativo al nivel económico de los difuntos. Este hecho deja entrever la
existencia de una sociedad que se empieza a estratificar económica y
funcionalmente. Algunas producciones se hacen en serie (hoces de terracota),
indicio de artesanos profesionales dedicados a tiempo completo. Se introduce
también el trono manual para la fabricación cerámica, un proceso que, en
cualquier caso, culmina en el período sucesivo, el de Uruk Antiguo.
Los
agregados socioeconómicos y políticos son mucho más complejos ahora que la
aldea neolítica. Este hecho tiene su origen en la ampliación de la producción
agrícola de llanura gracias a la irrigación extensiva y a la introducción del
arado tirado por animales. Todo ello conlleva una especialización funcional,
profesional así como una estratificación progresiva de la sociedad de las
comunidades.
Centros
septentrionales que suceden a la cultura Halaf tardía serán Tepe Gawra, Nínive
y Tell Arpachiya, además de Tell Brak. Las culturas con cerámicas de tipo El
Obeid se difunden hasta la alta Siria (Ras Shamra), al sureste de Anatolia
(Mersin), a Irán (Siyalk II-III; Tepe Hissar I). En los centros El Obeid
típicos, la metalurgia del cobre está mal documentada, aunque sin duda alcanzó
niveles técnicos significativos, siendo usada para la fabricación de utensilios,
objetos decorativos y armas. El calcolítico tardío del este de Anatolia y el
Gasuliense de Palestina (entre 3700 y 3300 a.e.c.) sirve de punto final al
período El Obeid Tardío, y de comienzo a la fase de Uruk Antiguo en la Baja
Mesopotamia. Aunque entre El Obeid Tardío y Uruk Antiguo no hay ruptura, sí
existe un cambio en los tipos cerámicos. El yacimiento guía de la fase de Uruk
Antiguo es el propio Uruk, que sucede a Eridu tanto desde la óptica
arqueológica como en la realidad histórica, además de (en el norte), la
continuidad de Tepe Gawra. La exportación de los elementos típicos de la
cultura de Uruk hacia la periferia mesopotámica ocurre en la fase Tardía.
En
esta etapa de Uruk el papel que desempeña el templo corresponde a nuevas formas
de religiosidad. Ahora el carácter comunitario de los edificios de culto y la
presencia de varios templos en un mismo núcleo urbano son indicadores de la
aparición de verdaderas personalidades divinas. La relación entre éstas y las
propias comunidades contará a partir de ahora con una clase sacerdotal que
dirigirá coordinadamente los comportamientos económicos, y también políticos,
de todo el cuerpo social.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Marzo de 2017
[1] Un animal
domesticado hacia el 10000 a.e.c. fue el perro, si bien no como fuente
alimenticia, sino como animal de caza y para guarda de rebaños.
[2] No
existen edificaciones públicas en forma de templos o almacenes comunes que
exterioricen la unidad comunitaria. Los primeros santuarios extra familiares se
observan en la Eridu de la Baja Mesopotamia.
[3] El calcolítico
mesopotámico de El Obeid concuerda con el de Susiana C, Mehmed, Susa A y Bayat
en el Khuzistán; con Amuq D y E en Siria, y con Mersin 16 y 15 en Anatolia, en
un horizonte cronológico que discurre entre 4500 y 3500 a.e.c.
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