25 de marzo de 2017

El extranjero en la iconografía del Egipto antiguo (I)



Imágenes: arriba, “los nueve arcos” y cautivos en el fondo de unas sandalias. Tumba de Tutankamón; abajo, un relieve de Ramsés II en una escena de la batalla de Qadesh, apresando por el cabello enemigos (un nubio, un libio y un asiático); Menfis.

El arte egipcio, producido por la elite letrada, entendía que el otro, dentro del propio Egipto, lo conformaban las mujeres, los siervos, los niños, artesanos y campesinos. Fuera de la tierra egipcia, lo eran los “foráneos”, los extranjeros, que diferían de los egipcios en el lenguaje, las costumbres, la vestimenta y las creencias. Durante los Reinos Antiguo y Medio, los contactos con los no egipcios se restringían a los residentes en áreas fronterizas y también a aquellos particularmente vinculados al comercio exterior y la diplomacia.
La subyugación de los extranjeros constituyó un tema muy común en el arte egipcio. La representación de no egipcios cubría grandes espacios en palacios y templos, aparecía sobre estatuas reales, elementos arquitectónicos, mobiliario y hasta sobre recipientes de cosméticos. Su preeminencia en el arte se debió al rol cosmológico que los extranjeros jugaban. Fueron vistos como la encarnación metafórica del caos indiferenciado de la no existencia, que antecedía a la creación y que después la rodeaba (incluso a veces penetrando en ella), amenazando el mundo ordenado de Egipto. Maat se concibió como la antítesis y el complemento del caos; un compuesto de justicia, orden, acción correcta, paz y tradición. Un mundo conocible nombrado y categorizado que podía ser mantenido por las acciones del faraón y de su gente. La caótica no existencia allende Egipto era, no obstante, un necesario componente de la vida egipcia, porque era la fuente de toda fertilidad y renovación, como lo había sido de la creación misma.
Los extranjeros fueron contemplados, de modo genérico, como una masa indiferenciada, amenazante, aunque no tanto por su capacidad de atacar como de sumergir y reabsorber las distinciones ordenadas. Por su localización exterior, su incontable número y su naturaleza intercambiable, los foráneos se asemejaban a las aves, peces y animales salvajes del desierto y de los pantanos egipcios, que también representaban la no existencia y tenían que ser sometidos y controlados para mantener Maat. Al igual que la subyugación de los extranjeros, la caza de animales, la captura de pájaros y la pesca de peces, fue un tema relevante en la iconografía egipcia. Los paralelos aclaran que el modo en que los egipcios representaban a los foráneos no implicaba odio xenofóbico ni temor. De hecho, los textos y las biografías de oficiales suelen mostrar a la elite egipcia interactuando pacíficamente con no egipcios, tanto dentro como fuera de Egipto.
La representación de los extranjeros estuvo cercanamente asociada a la representación de la realeza egipcia. Uno de los más corrientes contextos en los cuales los foráneos eran mostrados fue el de las escenas de golpes violentos, en las cuales el faraón mantenía sujeto del cabello a un cautivo arrodillado, mientras con su mano libre levantaba un arma preparada para ejecutarle. Su gran número, la idéntica apariencia y las poses análogas se asociaban al caos indiferenciado. La escena de golpear al enemigo pudo haber simbolizado la ejecución ceremonial de un cautivo extranjero o un ritual en el que un fragmento de escultura era “atacado”, en lugar de un enemigo vivo, como se sugiere de las esculturas decapitadas de cautivos atados encontradas en el complejo mortuorio de Pepi II. En cualquier caso, la escena llegó a ser un icono de la realeza.
El nombre del rey también podría representado golpeando extranjeros. Así, en el serej del rey Aha de la Dinastía I extiende sus brazos desde las esquinas para agarrar y golpear a su enemigo. El mismo recurso se observa en las bases de las estatuas en el primer patio de Medinet Habu, donde los halcones encima del serej de Ramsés III y sus cartuchos mantienen a sus cautivos con brazos humanos.
Un motivo regio vinculado fue la representación de extranjeros aplastados y pisoteados bajo los pies del faraón, quien debe ser mostrado en su forma humana o como humano con cabeza de halcón o de esfinge. De hecho, es probable que esta situación pudiera haber sido uno de los principales roles de la esfinge, pues vemos que ocurre en una escena en el templo mortuorio de Sahure, antes de la creación de la forma de la esfinge. El motivo, tal vez, es muy antiguo, del Período Predinástico. En la Paleta del Campo de Batalla un león pisotea cautivos caídos, mientras que en la Paleta del Toro, un enemigo caído es aplastado por un toro. Esto sería así si se entiende que leones y toros están ya simbolizando en este momento al gobernante.
Los extranjeros fueron también representados sobre las bases de las esculturas regias. El pisoteo del enemigo foráneo puede aparecer implicado  en representaciones tardías de extranjeros atados sobre las suelas superiores de las sandalias reales y en las cubiertas de los reposapiés del faraón, tal y como los preservados en la tumba de Tutankhamón, y también en los “senderos de cautivos” pintados en los suelos del palacio real de Amarna. Al igual que las escenas de golpear al enemigo, este motivo estuvo, salvo pocas excepciones, limitado a los contextos reales.
Una característica de la representación de extranjeros en el arte egipcio es su pasividad. Los “otros” egipcios (niños, mujeres, artesanos, campesinos), tendían a ser mostrados activos en escenas con hombres de la elite. Por su parte, los extranjeros, si no eran simplemente mostrados muertos debido a los temibles ataques del faraón, se representaban pasivos, permaneciendo de pie, arrodillados, levantando sus manos en sumisión o súplica, y caminando solamente si eran cogidos por sus ropas. La pasividad general de los extranjeros responde, probablemente, a la presencia del rey, quien activamente los sometía; su pasividad enfatizaba, así mismo, el tremendo esfuerzo necesario para crear Maat.
A pesar de su rol cosmológico de la no existencia indiferenciada, los foráneos fueron, normalmente, diferenciados en distintos grupos. El aprecio egipcio por la taxonomía y las oposiciones (o polaridades) dualísticas fueron un contrapeso significativo sobre la homogeneidad teorética de las gentes extranjeras. No se debe olvidar que el mundo organizado egipcio consistía en oposiciones entre el este y el oeste, la tierra cultivada y el desierto, el valle del Nilo al sur y el delta al norte. Se distinguían entre ellos y también se oponían. Muy habitualmente, los nubios del valle meridional del Nilo eran contrastados con los asiáticos[1] de las tierras septentrionales y orientales de más allá del Sinaí.
En los templos del Reino Nuevo los nubios eran mostrados, muy a menudo, sometidos por el rey llevando su corona blanca meridional, sobre el sector sur de los pilonos del templo. Por el contrario, los asiáticos aparecían subyugados por el faraón, con su corona roja del norte, en la zona septentrional de los pilonos. Un tercer grupo, menos comúnmente representado, tal vez porque no tenía un opuesto polarizante, fue el de los libios, habitantes del desierto y los oasis del occidente de Egipto. Los libios eran fueron a menudo sustituidos por los asiáticos, aunque también ocurrió que las tres etnicidades podían ser agrupadas como una tríada de pueblos foráneos, lo cual era muy apropiado porque los egipcios empleaban las tríadas para indicar multiplicidad. Los grupos genéricos se vieron aumentados por más específicas representaciones de agrupaciones de extranjeros en contextos históricos concretos, como pasaba con las gentes de Punt (relieves de Sahure y Hatshepsut), o los comerciantes levantinos (tumba de Khnumhotep II en Beni Hasan). Además, las escenas de hambrunas de Sahure y de la pirámide de Unas muestran poblaciones emancipadas que, ocasionalmente, han sido identificadas como beduinos del desierto.
Además de la dual y la triple división de los extranjeros genéricos y de las referencias históricas a grupos étnicos más específicos, los enemigos extranjeros fueron representados, desde los períodos más antiguos de la historia egipcia como un Grupo de Nueve Arcos. Parece probable que esos arcos, inicialmente, no representasen nueve grupos individuales de extranjeros. El número tres simboliza multiplicidad, y tres treses significa totalidad, de manera que agrupar nueve arcos representa a todos los enemigos del faraón y de Egipto.
Los cautivos pisoteados fueron, a menudo, representados sobre las caras de las basas de las estatuas. Sus superficies superiores mostraban habitualmente un grupo de nueve arcos bajo los pies del rey, una práctica que parece datar de la Dinastía III. Posteriormente,  los nueve arcos también se observan sobre sandalias, reposapiés y suelos pintados, algunas veces solos, y otras en combinación con los extranjeros que representaban. En las escenas de golpear con violencia el faraón puede mantener consigo un arco o el cautivo puede levantar un arco hacia el soberano, con su cuerda vuelta hacia él, en gesto de sumisión y de súplica. Esta arma básica n los conflictos armados implicaba que los cautivos se habían rebelado contra el faraón, violando, de este modo, Maat. Los extranjeros no son, así, meramente subyugados a causa de que eran foráneos, sino porque su sometimiento es un requisito necesario para restablecer Maat. El uso más antiguo de arcos para simbolizar enemigos se remonta a la cabeza de maza ceremonial del Rey Escorpión (Nagada III-Dinastía 0).
En el Reino Nuevo, momento en el que los nueve arcos empezaron a ser identificados con nueve particulares grupos étnicos, dos de esos grupos eran los egipcios del Alto y el Bajo Egipto, lo cual demuestra que el universo de “otros” peligroso no consistía únicamente de extranjeros, sino de una mezcla de foráneos que amenazaban el país, y de egipcios de ambas partes del mismo, quienes perturbaban el orden establecido violando las normas y las leyes. Unos y otros se colocaban al margen de la protección del estado y del faraón.
Los nueve arcos incluían los tres enemigos tradicionales, libios (thnw), nubios (jwntjw-ztj) y asiáticos (mntjw-nw-stt), mientras que los restantes cuatro son más complicados de identificar[2]. Se trata de hw-nbw, š3tjw, shtjw-jm y pdtjw-šw. Algunos investigadores (Wildung sobre todo), sugieren que serían los pueblos de las tierras mediterráneas, los nubios superiores, los moradores de los oasis y los nómadas del desierto oriental. Otros, por el contrario (O’Connor, Quirke), ofrecen unas identificaciones más tentadoras: pueblo de Hau-nebu;  pueblo de Shat; los habitantes de las tierras de los pantanos de Iamu; y el pueblo del arco (o de la pluma) de Shu. Durante el período grecorromano el señalamiento de egipcios del Alto país como “Orientales” y los del Bajo Egipto como “Sirios” en la lista de los nueve arcos en el templo de Edfu, parece sugerir que cuando Egipto estuvo gobernado por extranjeros, se sintió la necesidad de explicar el potencial escenario en el cual un rey no egipcio sometía a los egipcios. Tales egipcios fueron, claramente, vistos como alienados de la sociedad, como verdaderos “foráneos” por sus propios crímenes.
En el periodo arcaico (2950-2545 a.e.c.) y en el Reino Antiguo (2540-2120 a.e.c.), los extranjeros eran representados únicamente en contextos reales. Aunque existen tumbas decoradas de oficiales como las de Weni y Harkhuf, cuyos textos autobiográficos describen interacciones con los extranjeros, no hay representaciones de foráneos en esas tumbas. Los no egipcios también se encuentran enteramente ausentes de las tumbas elitescas de Elefantina, región fronteriza cuya elite estuvo muy a menudo inmiscuida en el comercio foráneo.
Durante la etapa de conflictos sociales del Primer Período Intermedio (2118-1980 a.e.c.), las gentes de etnicidades extranjeras comienzan a mostrarse en las capillas funerarias provinciales, usualmente en un contexto de actividad militar. En el Reino Medio (1980-1750 a.e.c.), las representaciones volvieron a ser infrecuentes en los contextos no regios. Algunas excepciones se encuentran en provincias, notablemente la tumba de Khnumhotep II en el cementerio de Beni Hasan, en donde se puede observar una procesión de comerciantes levantinos con los ojos pintados.
Una relevante excepción a la ausencia de foráneos en monumentos no regios en el Reino Antiguo y Medio es la representación de pastores beduinos conduciendo un toro. Desnudos o casi, y a menudo de una delgadez esquelética, esos aislados beduinos se observan en capillas funerarias de tumbas no reales de ambos períodos, tanto en la capital como en las provincias. Su apariencia sugiere que los beduinos no fueron vistos como un grupo extranjero durante esas épocas. Como las regiones de los oasis fueron habitados por beduinos desde tiempos remotos y gobernados por oficiales egipcios, es probable que tales habitantes fuesen considerados como un sub conjunto de la población egipcia. Nunca aparecen, de hecho, en escenas de golpes violentos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. 




[1] El término asiático en egiptología designa una categoría omniabarcante en la cual los egipcios incluían habitantes del Levante y de Mesopotamia. No obstante, en virtud de su elasticidad, es probable que la palabra incluyera también pueblos de ciertas regiones del sur de Europa.
[2] En la tumba de Kheruef, en donde los nueve arcos se muestran sobre la base del trono del rey como ciudades capturadas, los cautivos asociados con esos cuatro pueblos son idénticos a aquellos cautivos vinculados con los asiáticos. El enemigo del Bajo Egipto es también mostrado como un asiático, pero con barba corta, mientras que el del Alto Egipto aparece como idéntico a los nubios. 

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