El
daoísmo desarrolló diferentes prácticas espirituales, entre las cuales
destacaron la meditación de la tranquilidad y la no acción del Daodejing,
la absorción de auto olvido y libertad mental
del Zhuangzi, la disciplina ascética y las técnicas de longevidad
de los fangshi, los encantos, sortilegios, talismanes, ceremonias
comunales y ritos de curación de los Maestros Celestiales, la visualización de
dioses y las excursiones extáticas, así como los rituales formales de los
grupos daoístas organizados.
Este
conjunto de actividades servían para establecer contacto entre los reinos
humano y divino y para capacitar, facilitando con ello, la transformación del
individuo o la comunidad en un ser de Dao. Habitualmente, ritual y meditación
estaban profunda e íntimamente imbricados. El ejercicio de la meditación debe
ser precedido, y posteriormente acompañado, de ciertas acciones rituales,
postraciones, purificaciones y cremaciones de incienso. Por otra parte, un
ritual es sólo tan eficaz como los poderes meditativos y los esfuerzos de su
sacerdocio oficiante.
El
sistema de integración de enseñanzas daoístas Tres Cavernas (sandong) se
retrotrae a la clasificación bibliográfica del siglo V del maestro Lu Xiujing.
Se fundamenta, en cualquier caso, en la noción budista de los Tres Vehículos (triyāna)
o senderos hacia la Iluminación: escuchar (srāvaka), el cultivo personal
(pratyekabuddha) y el esfuerzo por la salvación (bodhisattva). En
la versión de Lu Xiujing del sistema, la escuela Lingbao, con su poderosos foco
comunal, se ubicaba en la cima, mientras que la escuela Shangqing ocupaba el segundo rango y la escuela de los Tres
Soberanos (Sanhuang), la tercera.
Esta última, que no sobrevivió más allá de mediado el siglo VII, se focalizaba
en la divinización política y del gobierno gracias a la ayuda de talismanes y
correspondencias cósmicas. Los Maestros Celestiales fueron ubicados en el
fundamento de la pirámide, sin contar como una de las Tres Cavernas, aunque
siendo esenciales a todas ellas.
En el
siglo VI los textos daoístas fueron organizados en tres categorías principales,
siendo cada escuela asociada con una Caverna especial y con un determinado
Apéndice (que contenía materiales hagiográficos y técnicos). La relación sería
la siguiente: Shangqing-Perfección (Dongzhen)-Gran Misterio (Taixuan); Lingbao-Misterio (Dongxuan)-Gran
Paz (Taiping); y Sanhuang-Espíritu (Dongshen)-Gran
Claridad (Taiqing). Al margen quedaba
la Unidad Ortodoxa o Zhengyi.
En el
seno de cada Caverna y cada Apéndice, los textos se organizaban en doce clases
(un aspecto adoptado del canon budista), ordenándose de acuerdo al contenido y
el formato, en textos fundamentales; rituales y observaciones; talismanes
divinos; técnicas y métodos; instrucciones secretas; varias artes; ensalmos
numinosos; registros y biografías; genealogías y registros; eulogios y
encomios; preceptos y regulaciones y, finalmente, listas y memoranda.
Los
dioses de las Tres Cavernas se unían en un grupo conocido como las Tres Purezas
(Sanqing), o la Trinidad Daoísta.
Nombrados posteriormente como los Tres Mayores de los Cielos en el antiguo
sistema medieval, ubicaban al Celestial Divino del Comienzo Primordial, que
representa Shangqing, en el centro,
al Señor del Dao (Lingbao), a su
izquierda, y al Señor Lao (adoptado de los Maestros Celestiales y del Sanhuang), a su derecha.
Estas
tres divinidades encajaban con los Tres Tesoros (sanbao) de la religión, un concepto también adoptado del budismo
(Buda-Iluminación; dharma-Enseñanza y
sangha-comunidad de seguidores). Los
dioses de la trinidad representan los Tres Tesoros en el sentido de que el
Celestial Divino es el poder creativo en la raíz de toda existencia, el Señor
del Dao es quien revela las escrituras y presenta las revelaciones, y el Señor
Lao el profesor práctico, quien provee instrucciones en varias técnicas y se
comunica en mayor cercanía con la humanidad.
Las
tres divinidades se describen en la literatura como siendo en origen una sola,
mientras que en su diferenciación representan los diferentes aspectos del Dao
en sus varias manifestaciones. Aparecen representadas en esculturas desde el
siglo VI. Las estatuas mostrarán la totalidad de la enseñanza daoísta,
simbolizando en un grupo artístico la integración de todas las diferentes
escuelas y linajes.
En la
práctica ritual el sistema de las Tres Cavernas condujo al establecimiento de
una jerarquía formal de ordenación, primeramente descrita en el Fengdao
kejie (Reglas y Preceptos para Adorar
al Dao), que se fecha en torno a 620. Se consideraban un total de siete
rangos, según las escuelas. Para los Maestros Celestiales (Zhengyi) sería el Discípulo Registro; para el Gran Misterio (Taixuan) el Discípulo de la Buena Fe ;
para la Caverna Abismal (Dongyuan),
sería el Discípulo de la Caverna Abismal; para el Daodejing (Laozi), el
Discípulo del Eminente Misterio; para Los Tres Soberanos (Sanhuang), el Discípulo del Espíritu de la Caverna; para Lingbao (Tesoro Numinoso), el Preceptor
del Más Elevado Misterio y; finalmente, para La Claridad Más Elevada (Shangqing), el Preceptor de la Más Alta
Perfección.
Los
primeros tres rangos eran aquellos de los maestros laicos, en tanto que los
tres últimos eran monásticos, siendo el del medio (Discípulo del Misterio
Eminente), un estado transicional, que podría mantenerse si así se deseaba. Las ordenaciones en los tres rangos
comenzaban desde temprano en la vida de los niños. Primero se iniciaban en el
nivel de los Maestros Celestiales, recibiendo registros de generales
protectores. Después, cada nivel requería extensos períodos de entrenamiento y
guía por parte de un maestro de ordenación, así como diversos patrocinios de
parte de la comunidad.
Una vez
que una fecha oficial era establecida, el candidato era recluido para que
sufriera una purificación por un determinado tiempo, para luego aparecer en un
altar de plataforma de tres niveles, especialmente construido para la ocasión.
Usualmente era ubicado en el patio de un monasterio de enseñanza mayor, al cual
el maestro oficiante, en una ceremonia de invitación, había llamado a varios
dioses del Dao. Estaríamos, por lo tanto, ante un típico rito de paso con
separación inicial para llegar a un final de re-agregación y comunión.
Los
ordenados eran equipados con las insignias de su nuevo estatus; esto es, con
nombres religiosos, títulos, ropajes y un tocado apropiado a su nuevo rango.
Para mostrar su nueva afiliación debían recoger su cabello en un nudo encima de
la cabeza, a diferencia de los budistas, que se afeitaban el cráneo. Del mismo
modo, a diferencia del budismo, en donde las monjas tenían que observar muchas
más reglas que los monjes y poseían un estatus inferior, las mujeres en el
daoísmo eran tratadas en términos de igualdad. Tenían que someterse a las
mismas ceremonias. Solamente se distinguían de los varones en su elaborado
tocado, cuya denominación (nüguan)
también se empleaba para definir a una sacerdotisa daoísta.
En el
intercambio por su nuevo estatus los ordenantes hacían una solemne promesa para
seguir el Dao y hacer cualquier cosa necesaria para mantenerlo. Esta promesa
incluía la presentación de regalos de oro, sedas y objetos preciosos al maestro
de la institución, además del juramento formal de seguir las reglas y trabajar
en beneficio de lograr las metas de la organización. Los más elevados rangos
tenían unos trescientos preceptos, focalizados sobre el comportamiento social,
la interacción con los miembros de la comunidad y las formas de la conciencia
cósmica. Sin embargo, la mayoría de los rangos incluía la observación de los
diez primeros preceptos formulados por la escuela Lingbao. Esos diez preceptos consistían en cinco prohibiciones, en
imitación de los cinco preceptos budistas, y cinco resoluciones que reflejaban
las prioridades daoístas.
La toma
de los preceptos venía acompañada de la transmisión formal de un conjunto de
documentos escritos, tales como registros, talismanes y escrituras, que los
nuevos daoístas debían copiar a mano después de finalizar la ceremonia. Podían
emplear las copias para su estudio, la recitación y el trabajo ritual, mientras
que los originales debían mantenerse a salvo y, eventualmente, ser enterrados
con ellos a su fallecimiento.
El
intercambio ceremonial de preceptos y escrituras les autorizaba, formalmente,
como maestros completamente ordenados, sellando, oficialmente, su experticia en
los métodos daoístas (rituales y técnicas de meditación) necesarias para
activar propiamente el poder de los textos. Como parte fundamental de su
entrenamiento, los ordenantes aprendían a leer entre líneas, adquiriendo el
sentido de las sutilezas y de las frases, y a decidir qué meditación o
encantamiento debía emplearse para una determinada activación de una escritura
o de un talismán. La ceremonia concluía con otro conjunto de obediencias
formales a los maestros y a los Celestiales Divinos, así como con un cántico
comunal en forma de oda en honor de los preceptos[1].
Los
ritos daoístas crecieron a partir del ritual tradicional chino, que se dividía
en tres formas fundamentales, el sacrificio (si), la acción de gracias o la ofrenda (jiao) y la purificación (zhai).
En la China de la antigüedad la parte nuclear de la ceremonia era el
sacrificio, la presentación de objetos rituales (té, arroz, vino, dulces y
carcasas de animales) para los ancestros y las deidades. Habitualmente, esta
acción era seguida por una fiesta comunal, momento en el que las varias viandas
ofrecidas eran consumidas por la congregación.
La
purificación implicaba una serie de medidas preparatorias antes de unirse al
sacrificio. Tal medida suponía abstenerse de carne, vino y sexo, además del
contacto con la sangre. Además, incluía tomar baños y la donación de
vestimentas nuevas y formales. La parte concluyente de la ceremonia, la
ofrenda, era una suerte de rito para asegurar el mérito después de un
sacrificio exitoso. La finalidad era inducir a los dioses a otorgar sus bendiciones
a la humanidad. Todos esos rituales eran acompañados de ensalmos, oraciones y
encantamientos específicos.
El
ritual daoísta, a diferencia de la religión popular, localizó un menor énfasis
en los sacrificios de objetos que en la presentación de documentos escritos,
como sellos, talismanes, peticiones, anuncios, mandatos y memoriales. Para ello
se adoptaría el arcaico ritual de corte de la antigua China, que signaba las
formales interacciones entre el emperador, sus ministros y los representantes locales.
Los
oficiales mantenían en las audiencias tablillas y sellos de identificación
personal, presentando sus reportes y deseos en anuncios, peticiones y
memoriales formalmente escritos. Desde los Maestros Celestiales en adelante, el
ritual daoísta podía ser entendido, de esta manera, como la adaptación del
tradicional ritual cortesano chino de interacción con lo divino, pero ahora
interpretado como las puras fuerzas del Dao y dirigido a audiencias formales.
Aunque todavía se incluía la purificación, su eje central cambió del sacrificio
a la petición.
En la
escuela Lingbao, en el siglo V, se
añadió una nueva dimensión del ritual. La purificación (zhai) fue interpretada y usada del mismo modo como lo hacían los
budistas. Todos los seguidores budistas tenían que observar los cinco preceptos
contrarios (matar, robar, mentir, la mala conducta sexual y la intoxicación
etílica) en su vida cotidiana. Además, eran compelidos a unirse a los
monasterios en determinados “días de purificación” (de tres a diez cada mes).
En tales días, la gente podía tomar preceptos adicionales, participar en las
meditaciones monásticas, oír las lecturas de los monjes y tener la oportunidad
de confesar sus pecados. La práctica se retrotrae a la antigua comunidad
monástica budista, que cantaba las doscientas cincuenta reglas de los monjes
del Pratimoksa y confesaba sus
pecados dos veces al mes, en cada luna nueva y llena. Las purificaciones
budistas acabarían siendo adaptadas por los laicos y usadas para adquirir
mérito y oportunidades para la interacción social.
El
daoísmo adoptó esta forma de purificación y la vinculó con las formas
establecidas en los ritos de los Maestros Celestiales para crear el zhai como un nuevo rito comunal. Se
trataba de un evento público mayor y espectacular, llamado Festival de la
Purgación. Incluía participantes que cantaban, rezaban y confesaban sus
pecados, presentando a la par ofrendas y peticiones a las deidades.
La
confesión de los pecados (usado por los Maestros Celestiales) era ahora parte
de un espectáculo público, especialmente en un festival conocido como tutan zhai (La Purgación del Barro y el
Hollín). Se creía que este rito aliviaba el karma acumulado en el pasado y
ayudaba al pecador y a sus ancestros a alcanzar el estatus de inmortal. Las
ceremonias de gran escala para el beneficio del estado y la comunidad, como es
el caso de la Purgación del Registro Amarillo (huanglu zhai),
creaba armonía cósmica con el universo y aliviaba las tensiones
socio-políticas. Los festivales de purgación solían llevarse a cabo en
intervalos regulares, en los Tres Primeros (Imprimaciones), festivales de los
Maestros Celestiales, en los Ocho Nudos, al comienzo y en los momentos
principales de las estaciones, y en otras reuniones anuales mayores, al igual
que en ocasiones importantes para las instituciones del estado o
religiosas.
Cada
nivel de la jerarquía de la ordenación daoísta contaba con un conjunto de
diferentes prácticas de meditación. Mientras los daoístas del nivel del Zhengyi o Maestros Celestiales conocían cómo vincularse a los protectores
genéricos de sus registros, los seguidores del Laozi practicaban la tranquilidad y recitaban el Daodejing,
estableciendo una visualización del Señor Lao y de ciertos guardianes
celestiales, como los dioses de la Osa Mayor del
Norte. Aquellos miembros del más alto rango, de la Claridad Más Elevada,
aprendían extensas técnicas de visualización y métodos para llevar a cabo
viajes extáticos a las estrellas. Existía, por consiguiente, una cercana
conexión entre el ritual, las técnicas meditativas y el sistema de ordenación.
En la preparación para las meditaciones
avanzadas y ritualizadas, el entrenamiento daoísta incluía la práctica de las
técnicas de la longevidad, la concentración y el conocimiento. Las técnicas de
la longevidad eran las más básicas, y se empleaban para lograr un cuerpo
saludable. Todas las enfermedades debían ser eliminadas y todas las actividades
físicas, de cualquier índole, ser armonizadas. Para alcanzar esto, los
distintos practicantes tomaban diferentes medidas. Algunos permanecían en un
monasterio, otros peregrinaban hacia las montañas sacras, otros más trabajaban
haciendo ejercicios saludables y de control de la respiración, mientras que
algunos más se sometían a una determinada dieta y reducían su normal ingesta de
alimentos para tomar sustancias puras, medicinas y hierbas. Incluso los había
que bebían la denominada “agua talismán” y unos más que absorbían las esencias
puras del sol y la luna. En todos los casos, no obstante, la meta era la misma:
armonizar las diferentes energías del cuerpo, simular la digestión y la
circulación sanguínea, hacer una respiración consciente y profunda y
establecer, de modo genérico, un estado saludable que permitiese a los
practicantes mantener la misma postura corporal durante un largo período de
tiempo y vivir más del qi que de las
bebidas y los alimentos. De este modo,
se fortalecía la pura semilla de la inmortalidad, la naturaleza del Dao interna
(daoxing), y ya podía comenzar un entrenamiento más espiritual. Es decir,
con un cuerpo firme podía iniciarse de lleno el entrenamiento spiritual.
En
términos generales se seguía el modelo clásico de concentración y conocimiento
adaptado por el daoísmo del budismo Tiantai,
tal y como fue codificado por Zhiyi en el siglo VI. La concentración era
usualmente practicada focalizándose sobre la respiración. Sus diversos niveles
o estados fueron diseñados por el físico y alquimista daoísta del siglo VII Sun
Simiao en su obra Cunshen lianqi ming (Acerca de la Visualización del Espíritu y el Refinamiento del Qi).
Describe los niveles de concentración como cinco fases de la mente.
Una vez
alcanzada la estabilidad mental y la absorción en el objeto de meditación, los
practicantes pueden comenzar a practicar el conocimiento llamado “observación”
(guan). Aquí aprenden a ver el mundo con los nuevos ojos del Dao,
permitiendo que brille la naturaleza del Dao en lugar de depender de las
evaluaciones personales y los deseos egoístas.
Comienza con un examen crítico de la propia constitución psicológica del
practicante, descrita como consistente de espíritu (shen) y forma corporal o xing.
Ambos (espíritu y cuerpo) eran en origen
fuerzas cósmicas, luego distorsionadas por las fuerzas personales egoístas de
la mente (xin) y el cuerpo. Tales
agentes limitantes capturan la pureza interna original (descrita en ocasiones
como el qi personal) y ésta se ve
perturbada por los sentidos, las pasiones y los deseos. Para frenar este proceso y recuperar la
pureza espiritual y del cuerpo físico, los adeptos, a partir de la adaptación
de la visión del mundo budista, son guiados para darse cuenta de la naturaleza
cambiante de todo (la impermanencia) y de la no identidad de ellos mismos (no
yo). Esto se explica adecuadamente en el Zuowang lun o Discurso para Asentarse en el Olvido del
prolífico daoísta del siglo VIII, patriarca de la escuela Shangqing, Sima
Chengzhen (647-735).
Al
alcanzar este estado de desapego y nuevo entendimiento, los adeptos se ven
liberados de las pasiones y deseos, de tal manera que ellos mismos no son nada
sino manifestaciones de energía cósmica, de Dao, en una forma particular.
Recuperan la pureza del espíritu, que puede irradiarse libremente en todas las
acciones, alcanzando una nueva y más extensa identidad como parte del gran
universo. Ello conduce, eventualmente, a la habilidad para abandonar el yo
ordinario y el cuerpo terrenal y viajar, extáticamente, a los cielos y
comunicarse con los dioses[2].
Este
logro meditativo activa los más altos niveles de poder spiritual. A través del
mismo, la transformación personal se expande y se transforma en armonía social,
difundiéndose la bondad universal.
La
concentración y el conocimiento, partes de la meditación daoísta, surgieron
especialmente en la dinastía Tang bajo la influencia del budismo. Fueron
teoréticamente explicadas en una escuela filosófica conocida como el Misterio
Doble (Chongxuan), cuya principal
expresión se encuentra en los comentarios a los antiguos clásicos, como la
exégesis del Daodejing y el Zhuangzi de Cheng Xuanying, y la lectura
de Li Rong, también del Daodejing y
del Xisheng jing. Su codificación se produjo en la tardía dinastía Tang
por parte del maestro ritual de la corte Du Guangting (850-933).
La
mayoría de los textos codificados por la escuela se perdieron del canon daoísta.
Sin embargo, muchos de ellos fueron recuperados en forma de manuscritos en el
centro religioso mayor de Dunhuang. Como se aclara en tales manuscritos, la
expresión “doble misterio” se relaciona con la línea “misterioso y de nuevo
misterioso” del primer capítulo del Daodejing.
Su lectura supone el indicio de la meta mística de la profundidad, el silencio
y la libertad de todas las obstrucciones, en el sentido de hacer todo más y más
misterioso, a través del olvido de todo; en el doble olvido.
Los practicantes,
en sus esfuerzos meditativos, primero debían rendir todo pensamiento y deseo a
favor de la percepción del vacío y el no ser. A partir de ahí, podían abandonar
este nivel y liberarse también del vacío, alcanzando así la libertad del
éxtasis celestial. Transformando la conciencia en no conciencia, alcanzaban el
más alto nivel de ni conciencia ni no conciencia.
Esta
formulación del Misterio Doble adoptó la lógica budista de las cuatro
proposiciones, tal y como son presentadas en la escuela Mādhyamika o Sanlun (Escuela de los Tres Tratados). Fueron
presentadas en China por el pensador budista
Jizang (siglos VI-VII), quien sugirió que los practicantes deberían
deslizarse a través de los siguientes cuatro niveles: la afirmación del ser; la
afirmación del no ser; la afirmación de ambos y la negación de ambos, del ser y
del no ser. Eso significa que los adeptos comienzan con la asunción mundana de
que cada cosa existe, y que hay que trascender esto para comprender que en la realidad subyacente todo es vacío. Seguidamente, encuentran que este “vacío” en sí mismo no es nada
sino otro punto de vista y van más allá de él, descartando incluso, el no ser
para comprender que todo es ser y no ser al mismo tiempo. A partir de aquí,
alcanzan el más elevado estado y comprenden que las cosas, ultimadamente, ni
existen ni no existen. Ni la verdad ordinaria ni la absoluta verdad son, en sí
mismas, satisfactorias, sino que deben ser superadas y ocupadas como ser
simultáneamente presente y ausente, o ni presente ni ausente.
La
visión del Misterio Doble se focaliza, por tanto, en la formulación de estados
mentales y procesos asociados a los diferentes niveles de meditación daoísta,
explicándolos en un discurso altamente filosófico y vinculándolos con los
antiguos clásicos y los principios del buen gobierno y la armonía cósmica.
La
práctica spiritual en el daoísmo difiere de persona a persona. Existe una gran
variedad de técnicas que permiten el engarce de las actividades espirituales a
las necesidades específicas del individuo.
La tradición bastante flexible en general, permite una gran variedad de
combinaciones.
El
espacio sacro para las oraciones diarias puede encontrarse en el interior de
las propias casas. En algunos casos, existía una cámara de tranquilidad u oratorio
(jingshi), aislada de los lugares donde se llevan a cabo actividades
ordinarias. Dentro de este espacio, se permitían únicamente cuatro cosas; a
saber, un cremador de incienso, una lámpara de incienso, un banco o cojín de
oración y un instrumento de escritura además de papel o tiras de bambú. Antes
de entrar, los practicantes deben lavar sus manos, recogerse el cabello y
ponerse una vestimenta y un gorro limpios. Tiene que entrar con el pie derecho
primero, mientras mantiene una tablilla ritual con ambas manos. Arrodillado en
el banco de oración, el daoísta debía entonces tragar saliva y regular su
respiración, cerrar sus ojos y visualizar las deidades guardianas así como
otros dioses relevantes. Una vez presentes las divinidades, quemaba incienso y
recitaba una oración.
La
meditación y las técnicas de longevidad son más fáciles de adaptar al uso común. Las prácticas más avanzadas,
tales como las excursiones extáticas o
las abstenciones de alimentos, estaban reservadas a los daoístas más especializados,
mientras que otras técnicas se consideraban útiles para la gente común.
Las
técnicas de longevidad fueron las más extendidas y mejor conocidas entre las
técnicas daoístas. Sin embargo, no fueron originalmente daoístas, sino que
pertenecen a una tradición separada en el ámbito de la cultura china. Han sido
muy empleadas por gran número de chinos por variadas razones, como la salud, el
vigor sexual o contra el envejecimiento, sin que deban existir algunas
particulares creencias daoístas al respecto. La práctica de estas técnicas en
particular no es un criterio, en consecuencia, para juzgar el estatus de
alguien como “daoísta”.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Noviembre de 2017.
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Lu Kuanyü. 1964. The Secrets of Chinese Meditation.
London: Rider.
[1] Mientras todo lo previamente señalado ocurría en el
estado liminal del ritual, la parte final o re-agregación en la ordenación
daoísta seguía inmediatamente después, cuando el nuevo daoísta donaba sus
propias vestimentas y preparaba una ofrenda de acción de gracias.
[2] Residen cerca del Emperador de
Jade del Gran Dao en el Reino Numinoso. Aquí se produce una reunión en la
Perfecta Verdad. Alcanzar este nivel de cultivo significa alcanzar la fuente
del Dao. Es el Fin Último (Cunshen lianqi
ming).
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