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5 de mayo de 2025

Aves y sierpes fantásticas en la mitología persa




Imágenes, de arriba hacia abajo: plato sasánida con el Simorgh en el centro y con motivos de palmetas estilizadas. Siglos VII-VIII, Museo de Pérgamo en Berlín; rapto de Zal por el Simorgh. Sarai Albums, Tabriz, c. 1370 CE Hazine 2153, folio 23a; relieve del Simorgh sobre un muro de la iglesia de Samtavisi, en Georgia y; óleo sobre lienzo con el retrato de perfil del rey Fereydun, o Thraetaona en avéstico, de mediados del siglo XIX. Se le representa en un balcón dentro de un espacio circular.

Muchos de los monstruos del ámbito persa o iranio son de origen zoroástrico, si bien unos pocos tienen sus raíces en el Islam. Algunos son agentes de creación o destrucción, traviesos o provocadores de tentaciones. Otros representan un conjunto de angustias, desde el temor a la amenaza de gobernantes extranjeros hasta los peligros propios del parto.

En los mitos persas proliferan aves fantásticas y criaturas parecidas a pájaros en una enorme cantidad de formas. Probablemente el más célebre es el Simorgh, un gigantesco pájaro que semeja una montaña o una nube negra y puede arrastrar grandes animales como panteras, elefantes o cocodrilos. El Simorgh aparece en epopeyas y poemas que van desde Ferdowsi a la Biblia.

Como un símbolo de la esencia divina aparece por primera vez en el Avesta como el Saena o Senmurw, un ave todavía más enorme, que extiende sus alas sobre toda la tierra, formando una vasta nube de lluvia. El Saena está asociado con la buena fortuna y vive en medio del mar celestial, Vourukasha, en un árbol que contiene las semillas de todas las plantas del mundo. Cuando el Saena se posa en el árbol, las semillas se esparcen y una segunda gran ave, Camrosh, las recoge y las lleva hasta donde Tishtrya (ser divino identificado con Sirio) recoge agua, la mezcla con las semillas y hace llover esta mezcla sobre la tierra.

En el Revayat de Darab Hormazyar, un pájaro de nombre Amrosh ocupa el lugar del Saena. En el Bundahishn, colección de textos cosmogónicos zoroastrianos, el Saena tiene un homólogo maligno y asimismo enorme llamado Kamak. En lugar de traer la lluvia, atrae la sequía, extendiendo también sus alas sobre la tierra, pero en este caso provocando que los ríos se sequen. En vez de devorar a los enemigos de Irán, como hace Camrosh, este maligno pájaro se alimenta de la gente y los animales de Irán. Kamak es asesinado por el héroe escatológico Karshāsp, conocido en la mitología persa por matar monstruos, entre ellos el dragón cornudo Azhi Sruvara, el monstruo marino de talones dorados Gandarewa, el puño de piedra Snavidhka y el temible lobo Kapud.

En el tiempo en que Ferdowsi escribe su Shāhnāmeh, el Saena se conocía como el Simorgh, convirtiéndose en una presencia esencialmente benévola. Cuando Zāl, el bisnieto de Karshāsp (Garshāsp en el Shāhnāmeh) y padre del héroe Rostam, nace siendo albino, su padre, Sām, creyendo que es un div (demonio), lo abandona en las montañas. La Simorgh, aquí hembra, rescata a Zāl y lo lleva a su terrorífico nido.

De joven, Zāl regresa con su padre, pero antes de que abandone el Simorgh, le regala algunas de sus plumas, diciéndole que si tenía algún problema arrojase una de sus plumas al fuego, y así aparecerá de inmediato. Zāl tiene que hacer esto cuando su esposa, Rudābeh, está enferma de muerte mientras está embarazada de Rostam. Aparece de la nada el Simorgh y ayuda a Zāl a practicar una cesárea. Con otra de sus plumas, además, cura a Rudābeh. Años más tarde, cuando Rostam ha sido gravemente herido por Esfandiār durante un combate singular (después de que el padre de Esfandiār, el sha, mandara la captura de Rostam), Zāl invoca de nuevo a la Simorgh para que salve a su hijo. Cura a Rostam y le enseña a fabricar flechas con la madera de un tamarisco para matar a Esfandiār la próxima vez que se enfrenten en batalla. Este es un poder curativo enraizado en el zoroastrismo. El motivo es recurrente en los cuentos populares kurdos y armenios, donde el Simorgh se le denomina como Simir o Sinam.

El Simorgh también regala plumas en el Hamzenāmeh, un cuento en prosa basado en la tradición oral del oriente de Irán, muy popular a posteriori durante los periodos safávida y mogol. El héroe, aquí Amir Hamza, intenta que el Simorgh le lleve a través de los siete mares encantados de Suleyman para rescatar al emperador y a su familia, prisioneros de los divs o demonios (aunque también pueden ser ogros, gigantes o el mismo Eblis o diablo, vid infra). Por su parte, en el Shāhnāmeh, el Simorgh posee una contraparte maligna (también femenina), a la que Esfandiār mata durante una de sus siete pruebas (semejantes a las de Heracles en la mitología griega), junto con su descendencia, un evidente eco de Karshāsp matando al Kamak. Sin embargo, unos siglos después, el Simorgh se transforma en una suerte de guía espiritual. Ya en el Manteq al-Teyr de Ottār, el Simorgh es el sha de todas las aves del mundo, así como una metáfora de Dios, que vive muy alejado, más allá del monte Qāf, la mítica montaña considerada el pico más lejano de la Tierra y el hogar de los jinn o genios1. El viaje hasta allí simboliza el sendero que ha de transitar el Sufí.

En el arte de la época sasánida (entre los siglos III y VII), a veces se representa al Simorgh con cabeza de perro, garras de león y con alas y cola de un pavo real.

Homólogos míticos de esta especial ave son el Paskuch armenio, cuyo apelativo es similar al que aparece en los textos zoroástricos del Persa Medio Menog-e Khrad, como un lobo alado de color gris azulado que también habría sido asesinado por Karshāsp), el Anzû sumerio, el Paskudji georgiano, el Qonrul turco, el Simargl de los eslavos orientales, los Ziz y Pushqansā talmúdicos, y el muy conocido Garuda indio, famosa vahana o montura del dios Visnú. En la obra Las mil y una noches, y en su directo precursor persa, Hezār Afsāneh, Las mil fábulas, el Simorgh también se asocia con el monstruoso Rukh (o Roc), aunque se ha sugerido que el Roc procede del árabe “Anqā”, un pájaro gigante pre islámico con el rostro humano y cuatro alas.

Otros relevantes monstruos aviares presentes en el arte persa son el Gopat, el Lamassu y el Shedu, todos ellos variaciones de un toro o un león alado con rostro humano; el Shirdal, un león con cabeza de águila; y el Homā, mítica ave que otorga la soberanía a cualquiera persona que toque su sombra. Aunque comparable con el grifo griego, también se pueden apreciar las similitudes del Simorgh con el ave fénix, en tanto que ambas aves poseen poderes curativos. Al igual que ocurre con el ave mitológica china Fenghuang, el Simorgh y todos sus homólogos se representan con mucha frecuencia en combate con serpientes o azhdahās, es decir, dragones.

En la mitología persa, los azhdahās conforman una variedad de monstruos gigantescos parecidos a serpientes que habitan en el aire, el mar o la tierra. El término procede del avéstico azhi, que significa serpiente. Según el Bundahishn, fue Ahriman quien las creó. Actúan como antagonistas de los héroes del mito persa, en su rol de custodiar tesoros o reservas de agua, representando pecados o pruebas que hay que superar o, incluso, encarnando a poderosos enemigos extranjeros.

En el Avesta aparecen varios azhdahās. Así, Azhi Sruvara (también conocido como Azhi Zairita), un azhdahā amarillo que será asesinado por Karshāsp, que tiene cuernos, escupe veneno y se traga enteros a seres humanos y caballos; Azhi Raoithrita, un azhdahā alado de color rojo; Azhi Vishapa, especializado en ensuciar las aguas (como las Harpías griegas con la comida); y Azhi Dahāka, quien posee tres bocas, tres cabezas y seis ojos. Azhi Dahāka (o Dahāg), aunque dragón en el Avesta, se vuelve más humano, si bien conservando ciertas cualidades ofidianas, en mitos y epopeyas posteriores, donde aparece como descendiente de Ahriman, o incluso como uno de los Pishdādiān, shahs míticos descendientes de Hushang, el asesino de la Divinidad Negra, y Tahmures, aglutinador de demonios. En el Avesta, Dahāg es asesinado por Thraetaona (posteriormente llamada Fereydun). Sin embargo, en el Denkard (un resumen de las creencias y las prácticas zoroástricas del siglo X), cuando Dahāg es golpeado por el garrote de Fereydun, empieza a convertirse en reptil y en khrafstar (nocivas criaturas propias de la mitología zoroástrica), por lo que, en lugar de matarlo, Fereydun le encadena al monte Damāvand, donde permanecerá hasta el fin de los tiempos, momento en que se soltará de sus cadenas y Karshāsp despertará para matarlo definitivamente. Este relato se asemeja a otros mitos indoeuropeos muy similares, como el que refiere a Zeus encarcelando a los Titanes en el Tártaro, o Tyr haciendo o propio al lobo Fenris. Unos y otros lo que hacen es restringir en lo posible a un poderoso enemigo cósmico.

En el Shāhnāmeh, Dahāg se arabiza como Zahhāk y se representa como un gobernante extranjero tiránico, aunque inicialmente humano, de Irán, del mismo modo que en la mitología armenia, Azhidahāk es de forma similar la encarnación de la tiranía extranjera. Zahhāk acepta que Eblis, entiéndase el Diablo en el mito arabo-islámico, asesine a su padre, a la sazón un rey árabe, después de que le tiente con la irresistible promesa del poder. Eblis entonces besa cada uno de los hombros de Zahhāk, y un par de serpientes negras brotan donde lo hace. Eblis, haciéndose pasar por médico, convence a Zahhāk de que los ofidios estaban predestinados a aparecer y que debía dejarlas en paz. El rey serpiente se apodera entonces del trono de Irán, donde reina a lo largo de un milenio, permitiendo que florezca el mal por doquier. Al igual que Azhi Dahāka, Zahhāk acabará siendo derrotado por Fereydun.

Fereydun caza a Zahhāk y destroza el casco del rey serpiente con su gran maza con cabeza de buey, pero el ángel Sorush, una figura del Islam iraní que ocupa el lugar de la antigua deidad Sraosha del zoroastrismo, advierte a Fereydun de que todavía no ha llegado el momento de la muerte de Zahhāk. En consecuencia, Fereydun lo captura y lo encarcela en el monte Damāvand. El Shāhnāmeh asimismo contiene la historia de la hija de Haftvād y su kerm gigante (gusano, serpiente o dragón). La hija de Haftvād descubre un kerm enroscado en una manzana y lo cuida y lo alimenta hasta que, con el tiempo, este kerm comienza a crecer y su piel se vuelve negra con manchas de color azafrán. Al cabo de un lustro, ha crecido tanto como un elefante y vive enteramente de leche y miel. Haftvād se ha hecho tan poderoso y ha reclutado tantos soldados que ha llamado la atención del sha, Ardeshir, descendiente de Esfandiār y fundador de la dinastía Sasánida. Ardeshir mata al kerm como luego hará lo propio con el mismísimo Haftvād.

En las fuentes zoroástricas y maniqueas, como el pre citado Bundahishn y el Pahlavi Zand, se encuentran otros monstruos con forma de ofidios, como Gozihr y Mushparig, adversarios del sol, la luna y las estrellas. Gozihr es un imaginario dragón que se extiende por el cielo. Al final de los tiempos caerá a la tierra y su fuego derretirá las montañas, creando un río de metal fundido necesario para purificar a la humanidad. Mushparig, por su lado, es responsable de robar la luna, causando así los eclipses lunares. Referido como un dragón en la cosmogonía maniquea, es llamado Mush Pairikā o hechicera rata en el Avesta, en donde se le asocia con el div Āz2.

Naturalmente, existen personalidades que matan dragones o serpientes. Amir Hamza, ya mencionado anteriormente, mata a varios dragones. En el Garshāspnāmeh (El libro de Garshāsp, una epopeya del siglo XI), Zahhāk ordena a Garshāsp que mate a un azhdahā que emerge del mar después de una tormenta, en tanto que en el Shāhnāmeh, Sām mata también a un azhdahā que emerge del río Kashaf. En el Jahāngirnāmeh, El libro de Jahāngir, un asesinato semejante se atribuye al héroe Rostam. Mata a la criatura desde si interior y luego se hace un abrigo con su piel. Muchos de los descendientes de Rostam e incluso su enemigo, Esfandiār, matarán azhdahās.

En definitiva, estos monstruos, además de otra serie de ellos acuáticos y terrestres, reflejaban genuinos temores ante la presencia de gobernantes extranjeros, catástrofes naturales, ciertas dolencias físicas y cualquier otra serie de fuerzas destructivas. Estas criaturas del mito persa simbolizaban el caos del mundo, en contraste con los héroes que intentaban forjar el orden y que, en consecuencia, debían vencerlos.

Bibliografía selecta

Behravesh, P.A., “Pearls from a Dark Cloud. Monsters in Persian Myth”, en Felton, D. (Ed). The Oxford Handbook of Monsters in Classical Myth, Oxford University Press, Oxford, 2024, pp.417-431.

Darbandi, A. & Davis, D., The Conference of the Birds, New York, 1984.

Darmesteter, J. The Zend-Avesta, Franklin Classics, 2018.

Davis, D., Shahnameh: The Persian Book of Kings, New York, 2006.

Encyclopadia Iranica, online. https://iranicaonline.org/articles/

Goodell, G., “Bird Lore in Southwestern Iran”, Asian Folklore Studies 38 / 2, 1979, pp. 131-153.

Pierce, L., “Serpents and Sorcery: Humanity, Gender, and the Demonic in Ferdowsi’s Shahnameh”, Iranian Studies, 48 / 3, 2015, pp. 349-367.

Sarkhosh Curtis, V., Mitos Persas, edit. Akal, Madrid, 1996.

Wolpe, S., The Conference of the Birds, New York, 2017.


1 Se trata de seres sobrenaturales creados a partir de fuego sin humo. En ocasiones se advierte que son hijos de Eblis o diablo. Se dividen en tres clases; los que tienen alas, aquellos que parecen serpientes o perros y los que se mueven como los seres humanos. Mientras en los textos religiosos los genios se describen a menudo como hermosas criaturas, en los textos profanos son seres monstruosos con cabezas largas, grandes colmillos y un único ojo. En cualquier caso, en los cuentos populares persas, los jinn son criaturas típicamente malévolas. Los peores son los ghuls, a veces un sinónimo de div.

2 El demonio conocido como Āzi o Āz (de los āsreshtārs) representa la lujuria, la avaricia y la gula. En el Avesta, Āzi es masculino y enemigo del divino Ātar (fuego), mientras que la Āz maniquea, sin embargo, es femenina. Se encargó de crear el cuerpo humano para aprisionar el alma.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, mayo, 2025.

1 de mayo de 2025

Vídeos. Arte y cultura antiguas en Sudamérica (IV)


Cuarto programa de esta serie sobre la arqueología, la historia y el arte de la llamada Área Intermedia andina. En esta oportunidad se reflejan los elementos estéticos presentes en culturas del Período de los Desarrollos Regionales como Nasca, Cajamarca, Casma, Tiahuanaco o Recuay, entre otras. Espero que pueda ser del agrado de los interesados y sirva de ayuda a las personas que trabajan estas culturas. Saludos cordiales.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, mayo, 2025.

24 de marzo de 2025

Vídeos. Arte y Cultura antiguas en Sudamérica (I y II)


 

En unos diez programas titulados ARTE Y CULTURA ANTIGUAS EN SUDAMÉRICA, se tratará sobre el arte, la historia y la arqueología de la denominada como Área Intermedia, que abarca, aproximadamente los territorios actuales de Perú, Colombia y Ecuador. Están disponibles ya los dos primeros capítulos, que abarcan desde el Período Lítico hasta el Formativo Medio, con la presencia de culturas de gran impacto como Chavín o Paracas. En los programas se muestran, y se comentan, varios ejemplos representativos de la arqueología y el arte.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2025.


1 de marzo de 2025

Mitos y leyendas romanas. Roma y Rómulo en Plutarco




Imágenes, de arriba hacia abajo: Rómulo y Remo, en un cuadro pintado por Pedro Pablo Rubens, 1615-1616. Museos Capitolinos, Roma; Rómulo siendo conducido al Olimpo por Marte, en un cuadro de Jean-Baptiste Nattier. Siglos XVII-XVIII; denario del 137 a.e.c. En el anverso está Roma, con un casco alado, personificación de la Urbs; en el reverso, la loba de pie con los gemelos lactantes a la derecha; en el fondo, un árbol con un pájaro posado en el tronco y dos pájaros más posados en las ramas y; otro denario, datado en 115-114 a.e.c, en cuyo anverso se ve la cabeza de Roma personificada llevando un casco corintio con cresta, mientras que en el reverso Roma está sentada sobre una la pila de escudos, y vestida con un casco corintio.

Los pelasgos, nombre asociado al norte de Grecia, aunque también al Ática, un pueblo confundido con los etruscos por Sófocles y Helánico, según Dionisio de Halicarnaso (I, 25, 4; 28, 3-4), se habrían establecido en el solar de la futura Roma, recibiendo ese nombre en virtud de su vigor (rhome) con las armas.

Asimismo, otras versiones afirman que Roma fue hija de Ítalo y Leucaria, o de Télefo, casada con Eneas o con Ascanio, de cuyo nombre provendría el de la eterna ciudad. Ítalo, el héroe epónimo de Italia, se pensaba que era hijo de Telégono (a su vez hijo de Circe y Odiseo) y Penélope, en tanto que de Leucaria (tal vez relacionada con Alba) se afirmaba que era hija de Latino, aunque confundida en ocasiones, como esposa de Eneas, con Lavinia. Para Dionisio de Halicarnaso (I, 72, 6), ambos serían los padres de Romo. Debe recordarse que Télefo, hijo de Heracles y Auge se relaciona con los mitos itálicos por medio de sus hijos Tirseno y Tarcón, llegados a Etruria tras el fin de la guerra de Troya.

Otra versión comenta que ciudad fue fundada por Romano, un vástago de Circe y Odiseo, por Romo, expulsado de Troya por Diomedes (según el historiador del siglo II a.e.c. Dionisio de Calcis), o por Romis, un tirano de los latinos que acabó rechazando a los tirrenos, que se habían trasladado desde Tesalia hasta Lidia y desde allí hasta Italia. Romano pudiera ser un reemplazo del Latino de Hesíodo o bien la alteración del nombre de uno de los tres hijos nacidos de las relaciones entre el Laértida y Circe, cuyos apelativos eran, según Xenágoras (historiador de Siracusa), recogido en Dionisio de Halicarnaso (I, 72, 5), Ardeas, Anteas y Romo. La victoria del tirano Romis, por su parte, puede ser un rescoldo mítico de una pugna entre latinos y etruscos o un resabio de la destrucción de Veyes.

El linaje de Rómulo, del epónimo de la ciudad, también es debatido. Para algunos era hijo de Dexítea y Eneas, quienes le habrían llevado en barco a Italia, en compañía de su hermano Romo. Mientras las demás embarcaciones acabarían destruidas, la de los hermanos llegó a una ribera a la que bautizaron con el nombre de Roma. Dionisio de Halicarnaso (I, 73, 1-2) señala que la paternidad de Eneas es atribuida por autores romanos aunque configurada a partir de tradiciones griegas. Por su parte Hegesianacte de Alejandría (siglos III-II a.e.c.), advierte, en este sentido, que Eneas tuvo cuatro hijos, Eurileon, Ascanio, Romo y Rómilo, siendo Romo el fundador de la urbe. Para otros, Roma es hija de una troyana casada con Latino, quien habría dado a luz a Rómulo; o bien hija de Emilia (a su vez de Lavinia y Eneas), con el dios Ares. La tradición helenizante de Calias de Siracusa (siglo IV a.e.c.), conocido por Festo, Dionisio de Halicarnaso y el propio Plutarco, hace a Latino hijo de Telémaco y Circe. Los gemelos como nietos de Eneas aparecen en autores romanos (Ennio, An., I, 35; Nevio, Serv., En., VI, 779; y Dion. Hal., I, 73, 2), que recogen la versión de Emilia aunque ésta tiene otro nombre (Ilia), posteriormente confundida con la hija de Numitor. Lavinia, hija del rey Latino, fue concedida en matrimonio a Eneas cuando arribó a Italia, en lugar de a Turno, con la que estaba previamente comprometida.

Otro relato, una versión de Promación (historiador griego, quizá del siglo I a.e.c.), considerado fabuloso por Plutarco (Rom., 4), señala que un rey de los albanos llamado Tarquecio, sufrió en su propia casa una aparición sobrenatural, en tanto que del hogar salió un falo que estuvo presente varios días. Un oráculo de Tetis (deidad oracular que se podría, tal vez, asociar con con un dios conocido como Tethum) en Etruria, advirtió a Tarquecio que debía unir el falo a una mujer virgen, pues de esa unión nacería un descendiente de grandes virtudes y fortuna. En consecuencia, acuesta a una de sus hijas con el falo, aunque la joven sintió repudio y envió en su lugar a una criada. La criada daría a luz gemelos. Tarquecio, sabiendo lo que había ocurrido, se los entregó a un tal Teracio para que los matase, pero éste los depositó en la orilla de un río, en donde pájaros y una loba los alimentaban. Un boyero acabaría recogiendo a los niños abandonados. Ya criados, atacaron a Tarquecio y lo vencieron.

Hay que decir que la tradición itálica que habla de la historia de Céculo y de Servio Tulio, advierte que Céculo había sido engendrado por el dios Vulcano en forma de chispa de fuego que saltó al seno de su madre cuando se encontraba al lado del fuego del hogar. Además, se afirma que Servio Tulio era vástago del Lar de la casa de Tarquinio el Antiguo (Lucio Tarquinio Prisco, quinto rey, de ascendencia corintia, de la monarquía romana) que se había unido a una esclava usando la forma de un falo hecho de ceniza. El nombre de Tarquecio se ha vinculado con el de Tarquinio, padre adoptivo de Servio Tulio, así como con el de Tarcón, mitológico padre adoptivo de Día, hijo de genio (Falo). Asimismo, también se ha asociado con el topónimo Alba, lo que implica el origen etrusco de esta particular leyenda.

El relato de máxima autoridad para Plutarco es el trasmitido por el historiador griego de los siglos IV y III a.e.c. Diocles Peparecio, del cual depende Quinto Fabio Píctor, primer analista romano, a quien seguirían Catón y Pisón. Fabio Píctor escribía, de hecho, en griego, porque su obra se empleaba como propaganda romana en el sur de Italia, en la Magna Grecia, y además estaba destinada al público culto helenístico. Se ha dicho que es más que probable que en su época fuera cuando se acogió en Roma la leyenda de Eneas elaborada por el máximo exponente de la épica nacional romana, Cneo Nevio (siglo III a.e.c.). De los soberanos de la ciudad de Alba, que descendían de Eneas, la sucesión recae en dos hermanos, Amulio y Numitor. Amulio elabora un par de lotes de la herencia (oro y riquezas troyanas de un lado, y la corona, del otro) y Numitor escoge la corona, que le será arrebatada poco después por su hermano. Aferrado al poder, y por temor de que de su hija nacieran niños varones, futuros pretendientes, la designó sacerdotisa de la diosa Vesta. Esta hija recibe el nombre de Rea, Ilia o Silvia. A pesar de sus precauciones, quedó embarazada y dio a luz gemelos de extraordinaria belleza. Amulio ordenó a un sirviente, de nombre Féstulo, que los despeñara sin miramientos, pero contraviniendo sus órdenes los depositó en una cesta en el río. La cesta fue trasladada hasta un lugar en calma llamado Germalo (en Ennio, An., I, 67) o Cermalo.

Una variante, que sen encuentra en la analística de Licinio Macer, señala que Numitor habría cambiado los infantes por otros diferentes, que habrían sido los expuestos por orden de Amulio, en tanto que los verdaderos se criarían en la casa del tal Féstulo. Asimismo, según Ennio (An., I, 59-60), recogido por Dionisio de Halicarnaso, Amulio entrega los recién nacidos a ladrones para que se deshagan de ellos en el río.

Cerca del mencionado lugar había un cabrahígo o higuera silvestre, denominada Rominalio, tal vez por el propio Rómulo, porque en ese lugar sesteaban rumiantes o quizá, por el amamantamiento de los niños, puesto que a la mamá los antiguos denominan ruma y a una cierta deidad que protege la crianza de los niños la llaman Rumina. Fu en este sitio donde quedaron los dos infantes siendo asistidos por la loba. Este es un tema mítico presente en el ámbito griego. Télefo fue amamantado por una cierva, Neleo y Pelias por una cabra y una yegua y Beoto y Éolo lo fueron por una vaca. Puede haber existido en este caso una fusión entre el mito de Télefo y el de la fundación de Tarquinia por sus hijos, de nombres Tirseno y Tarcón, los modelos etruscos de Remo y Rómulo.

En cualquier caso, también se dice que esa relación con la loba depende del nombre de la nodriza, ya que los latinos llamaban lupas tanto a las prostitutas como a las lobas. Una de tales meretrices era la mujer de Féstulo, de nombre Acca Larencia, encargada de criar a los pequeños. Acca, como vocablo infantil en las lenguas indoeuropeas (akkô), se asocia con mamá. En su función de praenomen femenino se halla testimoniado epigráficamente en la Etruria bajo el término Aka, probablemente el nombre de una deidad de la fecundidad y la fertilidad.

Los infantes fueron enviados a Gabios, ciudad cercana al Palatino, un centro augural esencial en la difusión de la cultura helénica. Este hecho haría comprensible el elemento adivinatorio presente en Rómulo. En esta localidad aprenderían letras y recibirían sus definitivos nombres de Rómulo y Remo. De los dos, sería Rómulo quien destacaría por su habilidad política siendo, según el parecer de Plutarco, más apto para el mando que para la obediencia. En cualquier caso, ambos se ocupaban de la caza, el deporte, la captura de ladrones y de librar el territorio de los abusadores. Cicerón (De Rep. II, 2), les presenta con rasgos de líderes militares, adquiriendo ambos en Plutarco el prototipo de estadistas en virtud de sus cualidades espirituales y físicas características del guerrero, así como la inteligencia y la habilidad política, particularmente Rómulo. En los dos se combinaban las actividades propias de un origen noble con aquellos rasgos estereotipados de los héroes, un aspecto muy conveniente al futuro fundador de la ciudad de Roma. La final elección de Rómulo como fundador de Roma por delante de su hermano puede corresponder a una combinación en Rómulo de religiosidad y valor guerrero.

La ciudad de Roma, probablemente una colonia de Alba, sería fundada en los parajes en donde se criaron los hermanos gemelos, siendo impulsada, según Dionisio de Halicarnaso, por Numitor para aglutinar una población en constante aumento y para, de paso, librarse de algunos adversarios políticos. Los latinos quisieron distinguir el origen de Roma del de sus ciudades, de ahí que atribuyeran la fundación de Roma a mujeres sabinas raptadas y a bandidos latinos. Rómulo fundó la Roma Quadrata, que la tradición ubica en el Palatino, mientras Remo hizo lo propio en el Aventino, en un lugar cuyo nombre sería Remoria.

La muerte de Remo a manos de Rómulo aparece en los analistas Valerio Antias y Licinio Macer, en donde una historia inventada atribuye a Céler esa muerte para así poder exculpar a Rómulo del fratricidio.

Rómulo funda, en fin, la ciudad, una época cuya fijación cronológica fue muy debatida desde antiguo. Para Ennio, en Varrón (De Re rust., III, 1,2), fue en el siglo X a.e.c.; para Timeo, en Dionisio de Halicarnaso (I, 74), ocurrió en 814. En los analistas, que consultan los Fasti Consulares y la lista de reyes, en el 758, caso de Pisón; en el 728 por parte de Cincio Alimento, y en 748 a.e.c. Fabio Píctor, también en Dionisio de Halicarnaso (I, 75). Serán Varrón y Ático quienes la fijen en 753.

Apenas unos meses después de la fundación de la ciudad, Rómulo ordena el famoso rapto de las mujeres sabinas. Fueron raptadas treinta, aunque el analista Valerio Antias menciona quinientas y Juba (antiguo rey de Numidia, conocido posteriormente como Juba II, rey de Mauritania) seiscientas ochenta y tres. De ellas habrían tomado su denominación las más antiguas tribus de Roma.

La muerte de Rómulo, supuestamente a la edad de cincuenta y cuatro años y tras casi cuarenta de reinado, supondría su divinización. Julio Proclo o Próculo dice que se lo encuentra y le advierte su divinidad. Rómulo se acaba identificando, en función de su carácter de deidad de la guerra, con la antigua divinidad itálica Quirino en la elaboración de su leyenda, llevada a cabo probablemente por Ennio. Este peculiar episodio sería usado como propaganda política para la divinización de Augusto, estableciendo un paralelo entre Julio Próculo-Rómulo y Numerio Ático-Augusto. El episodio se asemeja, según Plutarco, al que los griegos contaban sobre Aristeas de Proconeso, una personalidad literaria del siglo VI a.e.c., así como acerca de un atleta de Astipalea de nombre Cleomedes, desaparecido en misteriosas circunstancias en 492 a.e.c. Por todo ello se construiría el templo dedicado a Rómulo en el Quirinal.

Este rey guerrero tendrá como antítesis, según la tradición, a Numa Pompilio, el fundador de las instituciones religiosas de Roma.

Bibliografía básica

Avial Chicharro, L., Breve historia de la mitología de Roma y Etruria, Editorial Nowtilus, Madrid, 2018.

Casquillo Fumanal, Á. L., “Rhome, Rumon, Ruma: una aproximación global al origen del nombre de Roma”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie II. Historia Antigua, (17-18), 2004, pp. 129-159.

Cornell, T.J., Los orígenes de Roma, 1000-264 a.C., edit. Crítica, Barcelona, 1999.

Criado, F., La Roma de los siete reyes, Acuedi edic., Colección Memoria Crítica, Lima, 2023.

Gardner, J.F. & Benassar, I., Mitos romanos, edit. Akal, Madrid, 1995.

Mangas Manjarrés, J. & Bajo Álvarez, F., Los orígenes de Roma, edic. Historia 16 & Alba Libros, Madrid, 2006.

Martínez-Pinna, J., Los orígenes de Roma, edit. Síntesis, Salamanca, 1999.

Sánchez Escudero, D., Rómulo y Remo: los fundadores de Roma, Edic., Albores-F. Javier Boniquito Agudo, Sevilla, 2008.

Tito Livio, Los orígenes de Roma (edición de Maurilio Pérez González), edit. Akal, Madrid, 1989.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2025.

 

22 de febrero de 2025

Sacrificio humano en el mito griego: Polixena e Ifigenia


Dos bastante conocidas imágenes, separadas entre sí cinco siglos, que muestran míticas víctimas sacrificiales que corrieron distinta suerte, aunque sus motivaciones eran análogas. La primera corresponde a un ánfora ática de figuras negras de uno de los pintores del grupo Tirrenio, datada en 570-560 a.e.c., actualmente en el British Museum londinense; en tanto que la segunda es un fresco mural pompeyano de la Casa del Poeta Trágico, datado entre 63 y 79, hoy en el Museo Archeologico Nazionale de Nápoles.

En la primera, la princesa Polixena, hija de los reyes troyanos Hécuba y Príamo, es sujetada por tres guerreros aqueos y asesinada sobre la tumba de Aquiles por Neoptólemo, el hijo del Pélida, después de que el eidolon del héroe aqueo advirtiese de la necesidad de sus asesinato tras el saqueo de Troya para favorecer el retorno de las naves aqueas tras el fin del largo conflicto.

En la segunda, una joven mujer semi desnuda que levanta de modo patético sus brazos y ojos al cielo, esta siendo sujetada por dos hombres. A la derecha un sacerdote coloca una de sus manos en el mentón, mientras en la otra sujeta una espada, preparado para llevar a cabo lo que parece un ritual religioso, por cuanto la espada advierte la inminencia de un sacrificio. Al otro lado, un Agamenón velado (Plinio el Viejo, Nat. Hist., 35, 73), en una imagen evocativa de una caracterización expresiva de dolor y pena, rehúsa observar la escena. Sobre el cielo flota, en la parte superior derecha, la figura de la diosa Ártemis, identificada por el arco que porta, mientras a su izquierda emerge de las nubes una ninfa montada en un ciervo. En una de las versiones del mito de Ifigenia, la diosa sustituye en el último segundo el sacrificio de la hija de Agamenón y Clitemnestra por una cierva, llevándose a la joven para ser una sirvienta del templo en la región de los Taurios. 

La necesidad de obtener específicas condiciones favorables, relacionadas con Troya, su asedio y destrucción, al principio y al final de la contienda, une ambas representaciones.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, febrero, 2025.


6 de enero de 2025

Año Nuevo en China (Chūyī, 初一)


 

Hace unos días se celebraba el nuevo año en buena parte del mundo, especialmente dentro del ámbito cultural cristiano. Ahora les toca celebrar a los chinos. La festividad del Año Nuevo en China (Chūyī, 初一) que sigue las fases lunares, dará inicio, en esta ocasión, el día 29 de enero, miércoles, lo que será el año 4723 de la Serpiente (Shé, ), del elemento Madera (Mù, ), si bien en los siete días previos se llevan a cabo los preparativos, denominados Pequeño Año (Xiǎonián,小年). Luego se espera con ilusión la Nochevieja o Víspera del Año Nuevo (Chúxì, 除夕), el momento preciso para visitar las tumbas de los antepasados, disfrutar de la cena en reunión familiar, dar sobres rojos, quedarse despierto hasta pasada la medianoche y tirar petardos y fuegos artificiales.

Durante una semana habrá descanso para todos (la Fiesta de la Primavera, Chūnjié, 春節), en tanto que la celebración se cerrará cuando se lleve a cabo el último evento del Año Nuevo, el Festival de los Faroles o las Linternas (Yuánxiāojié, 元宵节), momento en que la gente lleva consigo faroles brillantes en desfiles nocturnos o los cuelgan en los templos. En muchas regiones, la danza del dragón (un largo y colorido dragón que es portado por diversos danzantes por las calles), pone el punto final a la celebración del festival. No es baladí señalar que el dragón es en China un símbolo de buena suerte y una criatura asociada al agua.

Entre los eventos para despedir al año viejo y dar la bienvenida al nuevo, para que atraiga la prosperidad y la suerte, se encuentran los fuegos de artificio y el uso de ornamentos y ropa de color rojo. El Año Nuevo es el momento ideal de festejo y de visita a la familia, lo que incluye en las tradiciones de bastantes regiones, honrar a los antepasados, parientes ya difuntos. Otra tradición habitual es la limpieza integral de la casa, mecanismo necesario para librar a los que allí residan de la mala suerte, así como la realización de comidas de carácter especial.

Ahora bien, ¿en dónde se encuentra el origen del Año Nuevo chino?. Por supuesto, en varias leyendas. Una de las más señaladas advierte que en tiempos inmemoriales había un monstruo conocido como Nián (), que se traduce como Año, que atacaba a los pobladores de las aldeas al comenzar cada nuevo año. Se comía el ganado, las cosechas e incluso a las personas en vísperas de año nuevo. Para evitar que molestara a la gente y causara destrucción, las personas solían ponerle comida en sus puertas.

Lo único a lo que esta bestia le temía era a los ruidos fuertes, el color ojo y las luces con mucho brillo, de ahí que fuesen, y sean todavía, elementos usados para espantar al monstruo. Se dice, de hecho, que un anciano sabio se dio cuenta de que a Nián le asustaban los ruidos fuertes, en especial los petardos, además del color rojo. Así que la gente empezó a poner farolillos rojos y pergaminos de ese color en sus ventanas y puertas para impedir que la criatura entrara. Para ahuyentar a Nián también se encendía bambú crepitante, que posteriormente sería sustituido por petardos.

Parece bastante factible que el origen del Año Nuevo chino se halle en la dinastía Shang, aunque no se tenga constancia exacta de su fecha de inicio. Se cree que se originó en la Dinastía Shāng () cuando se celebraban ceremonias de sacrificio en honor de deidades y antepasados tanto al principio como al final de cada año. No obstante, el año del calendario chino se estableció en la siguiente dinastía, Zhou. Incluso el vocablo Nián surge por primera vez en esta dinastía Zhōu (, 1050-256 a.e.c.), momento en que se había convertido en costumbre ofrecer sacrificios a los antepasados o divinidades, y rendir culto a la naturaleza con el objetivo de bendecir las cosechas en el cambio de año.

Por otro lado, la fecha del Año Nuevo chino se fijó, como numerosos aspectos de la cultura antigua, en la dinastía Han (Hàncháo, 漢朝, 206 a.e.c..- 220); es decir, la fecha de la festividad, el primer día del primer mes del calendario lunar chino, se fijó en ese período. Ciertas actividades de la celebración se hicieron populares, como quemar bambú para provocar un fuerte crujido capaz de espantar.

Con el comienzo del período republicano, en 1912, el gobierno decidió abolir el Año Nuevo chino y también el calendario lunar en el que se fundamenta, adoptando en su lugar el calendario gregoriano para hacer del día primero de enero el comienzo oficial del Año Nuevo. No obstante, a partir de 1949, con la consolidación de la República Popular, el Año Nuevo Chino pasó a denominarse Fiesta de la Primavera, declarándose una fiesta nacional.

Aunque las costumbres y las tradiciones regionales varían mucho, comparten el mismo tema, que es el de despedir el año viejo y dar la bienvenida a la suerte y prosperidad de uno nuevo. Las principales actividades del Año Nuevo chino incluyen la ubicación de diferentes adornos, ofrecer sacrificios a los antepasados,
cenar con la familia en,
regalar sobres rojos y otros presentes, lanzar petardos y coloridos fuegos artificiales y asistir a las danzas del león y el dragón.

Entre las comidas principales no puede faltar el pescado, que simboliza la abundancia. Las bolas de masa hervida o albóndigas, con forma de lingotes de plata china, se comparten como signo de la unidad familiar y la prosperidad. Finalmente, el Niángāo (年糕, un pastel de arroz glutinoso), es bienvenido porque simboliza unos ingresos o una posición social más elevada.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, enero, 2025.