1 de mayo de 2022

Eridu: urbe paradisíaca en la mitología de Mesopotamia


Imagen: hipotética reconstrucción del templo de Eridu (nivel VII).

Se ha querido ver en Eridu el Edén o paraíso mesopotámico; es decir, el lugar de la creación. Sería el inicio de la historia que relata el modo en el que el dios babilónico Marduk creó el mundo. Este relato de la creación aparece en la introducción a un encantamiento que probablemente se recitaba con la finalidad de purificar el templo de Nabu en la localidad de Borsippa.

Se señala en esta narración que todo era agua primordial. A partir de ese caos acuoso Marduk construye casas y edifica una ciudad (Eridu), y dentro de ella el Esagila o templo de Marduk. Del mismo modo, se hicieron necesarias las criaturas vivientes; esto es, la humanidad, además de los dioses Annunnaki. Las construcciones fueron hechas de barro. Los dioses se establecieron en esta morada.

Esta narración es evidentemente un mito de los orígenes, de cómo el mundo fue divinamente creado. Se establece la noción de la ciudad como un lugar sacro y, al tiempo, hace referencia a una urbe en específico, Eridu. La etapa previa  a la creación se describe como la ausencia de cualquier rasgo particular de la civilización, tal y como se entendía en el mundo de la antigua Mesopotamia. En un océano primigenio, la primera ciudad, Eridu, así como el gran templo de Marduk en Babilonia, denominado Esagila, son generados a través de un acto de pensamiento divino iniciador del proceso de la auténtica creación.

De la misma manera que los habitantes de las zonas pantanosas mesopotámicas construyen sus casas o chozas en islas flotantes de caña, Marduk emplea barro sobre un entramado de juncos para formar así una plataforma. Desde este fundamento primordial, aunque endeble, se inicia el proceso constructivo de las ciudades y templos. Naturalmente, desde ese instante, las deidades residirán en la tierra, viviendo en las ciudades, configurándose como sus verdaderos dueños. La morada urbana de los dioses les deleita sobremanera; por consiguiente, las ciudades mesopotámicas serán siempre sagradas.

Se puede argumentar, en consecuencia que el Edén mesopotámico no es en realidad un jardín con agua, plantas y bosques, sino una ciudad, formada a partir de una pequeña porción de tierra rodeada por las aguas; por tanto, desde una isla. La primera construcción, y la de mayor relevancia, es un templo. La tradición mesopotámica presentaba de esta singular forma la creación, evolución y función de los núcleos poblados. Entre ellos sería Eridu el que proporcionaría el paradigma mítico fundacional. A diferencia del paraíso edénico bíblico, de donde las deidades expulsan al ser humano   para siempre después de su irremediable caída, Eridu seguirá siendo un lugar físico, real, imbuido de un carácter sagrado, pero a la vez siempre accesible. El carácter local de esta narración mítica, con todas sus referencias a las condiciones especiales de la región, se comprende si se considera el antiguo emplazamiento de Eridu.

Eridu es la denominación arcaica de un lugar conocido hoy en día como Abu Shahrein, en Irak. La etimología del vocablo Eridu no se conoce, si bien podría pertenecer a un sustrato lingüístico propio de una temprana cultura pre sumeria. Los sumerios la escribían usando el signo NUN, que se parece a una caña o a un árbol.

La relación entre el mito y el entorno geográfico de la ciudad es un aspecto reseñable. Eridu es un asentamiento ubicado bastante al sur, en el límite de la llanura aluvial y muy cercano a la zona pantanosa, un espacio que suponía una transición entre la tierra y mar, con presencia de  islas, cauces que modificaban su trayecto y cañaverales de gran frondosidad.  Además, el desierto occidental se encuentra relativamente próximo como para resultar una amenaza plausible. Por consiguiente, la antigua Eridu tenía un acceso a un triple entorno físico,  llanura aluvial, pantanos y desierto, lo cual supone también tres modelos de subsistencia; esto es, agricultura pesca y el pastoreo nómada o trashumante.

Eridu estaba emplazada sobre un altozano dentro de una depresión a  seis metros por debajo del terreno que la rodea, un factor que podía permitir que se pudieran acumular las aguas subterráneas. Se trata de un terreno pantanoso que puede llegar a ser un lago si hay abundantes lluvias. Los primeros textos mesopotámicos, datados en el tercer milenio, destacan la relevancia de tal lago. En sumerio el Abzu (Apsu en acadio), es el mar primordial. En las regiones más meridionales, donde la precipitación es escasa, la manifestación crucial del agua era el mítico Abzu. Dicen los textos que el agua rodeaba en la ciudad el centro religioso, al cual simbolizaba.

El concepto cosmológico mesopotámico implicaba que la tierra configuraba una extensión sólida, con forma discoidal, que se encontraba en el interior de una enorme masa de agua. Bajo la tierra se hallaba Abzu, mientras que encima el cielo formaba una bóveda que sostenía la parte superior de la masa acuosa que, en algunos lugares y en determinadas épocas del año, precipitaba como lluvia por cientos de agujeros del cielo. Eridu era, en tal sentido, el centro del culto al dios o la divinidad del agua dulce.

La más arcaica tradición convierte a Eridu en la ciudad más antigua, remontándose hasta  los primeros textos escritos allá a fines del IV milenio a.e.c. De hecho, la Lista Real Sumeria empieza diciendo que con posterioridad a que la realeza descendiese del cielo, Eridu se convierte en la sede de la misma, gobernando allí varios reyes durante miles de años. En consecuencia, la antigüedad de Eridu formaba parte del conocimiento tradicional que los mitos habían transmitido.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, mayo, 2022.

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