Imagen:
hipotética reconstrucción del templo de Eridu (nivel VII).
Se
ha querido ver en Eridu el Edén o paraíso mesopotámico; es decir, el lugar de
la creación. Sería el inicio de la historia que relata el modo en el que el dios
babilónico Marduk creó el mundo. Este relato de la creación aparece en la
introducción a un encantamiento que probablemente se recitaba con la finalidad
de purificar el templo de Nabu en la localidad de Borsippa.
Se señala en esta
narración que todo era agua primordial. A partir de ese caos acuoso Marduk
construye casas y edifica una ciudad (Eridu), y dentro de ella el Esagila o
templo de Marduk. Del mismo modo, se hicieron necesarias las criaturas
vivientes; esto es, la humanidad, además de los dioses Annunnaki. Las
construcciones fueron hechas de barro. Los dioses se establecieron en esta
morada.
Esta narración es
evidentemente un mito de los orígenes, de cómo el mundo fue divinamente creado.
Se establece la noción de la ciudad como un lugar sacro y, al tiempo, hace
referencia a una urbe en específico, Eridu. La etapa previa a la creación se describe como la ausencia de
cualquier rasgo particular de la civilización, tal y como se entendía en el
mundo de la antigua Mesopotamia. En un océano primigenio, la primera ciudad,
Eridu, así como el gran templo de Marduk en Babilonia, denominado Esagila, son
generados a través de un acto de pensamiento divino iniciador del proceso de la
auténtica creación.
De la misma manera
que los habitantes de las zonas pantanosas mesopotámicas construyen sus casas o
chozas en islas flotantes de caña, Marduk emplea barro sobre un entramado de
juncos para formar así una plataforma. Desde este fundamento primordial, aunque
endeble, se inicia el proceso constructivo de las ciudades y templos.
Naturalmente, desde ese instante, las deidades residirán en la tierra, viviendo
en las ciudades, configurándose como sus verdaderos dueños. La morada urbana de
los dioses les deleita sobremanera; por consiguiente, las ciudades
mesopotámicas serán siempre sagradas.
Se puede argumentar,
en consecuencia que el Edén mesopotámico no es en realidad un jardín con agua,
plantas y bosques, sino una ciudad, formada a partir de una pequeña porción de
tierra rodeada por las aguas; por tanto, desde una isla. La primera
construcción, y la de mayor relevancia, es un templo. La tradición mesopotámica
presentaba de esta singular forma la creación, evolución y función de los
núcleos poblados. Entre ellos sería Eridu el que proporcionaría el paradigma
mítico fundacional. A diferencia del paraíso edénico bíblico, de donde las
deidades expulsan al ser humano para
siempre después de su irremediable caída, Eridu seguirá siendo un lugar físico,
real, imbuido de un carácter sagrado, pero a la vez siempre accesible. El
carácter local de esta narración mítica, con todas sus referencias a las
condiciones especiales de la región, se comprende si se considera el antiguo
emplazamiento de Eridu.
Eridu es la
denominación arcaica de un lugar conocido hoy en día como Abu Shahrein, en
Irak. La etimología del vocablo Eridu no se conoce, si bien podría pertenecer a
un sustrato lingüístico propio de una temprana cultura pre sumeria. Los
sumerios la escribían usando el signo NUN, que se parece a una caña o a un
árbol.
La relación entre
el mito y el entorno geográfico de la ciudad es un aspecto reseñable. Eridu es
un asentamiento ubicado bastante al sur, en el límite de la llanura aluvial y
muy cercano a la zona pantanosa, un espacio que suponía una transición entre la
tierra y mar, con presencia de islas,
cauces que modificaban su trayecto y cañaverales de gran frondosidad. Además, el desierto occidental se encuentra
relativamente próximo como para resultar una amenaza plausible. Por
consiguiente, la antigua Eridu tenía un acceso a un triple entorno físico, llanura aluvial, pantanos y desierto, lo cual
supone también tres modelos de subsistencia; esto es, agricultura pesca y el
pastoreo nómada o trashumante.
Eridu estaba
emplazada sobre un altozano dentro de una depresión a seis metros por debajo del terreno que la
rodea, un factor que podía permitir que se pudieran acumular las aguas
subterráneas. Se trata de un terreno pantanoso que puede llegar a ser un lago
si hay abundantes lluvias. Los primeros textos mesopotámicos, datados en el
tercer milenio, destacan la relevancia de tal lago. En sumerio el Abzu (Apsu en
acadio), es el mar primordial. En las regiones más meridionales, donde la
precipitación es escasa, la manifestación crucial del agua era el mítico Abzu.
Dicen los textos que el agua rodeaba en la ciudad el centro religioso, al cual
simbolizaba.
El concepto
cosmológico mesopotámico implicaba que la tierra configuraba una extensión
sólida, con forma discoidal, que se encontraba en el interior de una enorme
masa de agua. Bajo la tierra se hallaba Abzu, mientras que encima el cielo
formaba una bóveda que sostenía la parte superior de la masa acuosa que, en
algunos lugares y en determinadas épocas del año, precipitaba como lluvia por
cientos de agujeros del cielo. Eridu era, en tal sentido, el centro del culto
al dios o la divinidad del agua dulce.
La más arcaica
tradición convierte a Eridu en la ciudad más antigua, remontándose hasta los primeros textos escritos allá a fines del
IV milenio a.e.c. De hecho, la Lista Real
Sumeria empieza diciendo que con posterioridad a que la realeza descendiese
del cielo, Eridu se convierte en la sede de la misma, gobernando allí varios
reyes durante miles de años. En consecuencia, la antigüedad de Eridu formaba
parte del conocimiento tradicional que los mitos habían transmitido.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, mayo, 2022.
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