Imágenes.
Arriba, estela con Baal portando un rayo, hallada en Ugarit. Hoy está en el
Museo del Louvre; abajo, un dibujo de un monumental hadad fechado en el siglo
VIII a.e.c., hallado en Gerdschin, en las proximidades de Sam'al (Zincirli). En
su parte inferior lleva una inscripción aramea en donde se dice que fue erigida
por el rey Panamuwa, rey de Ja'udi. En la actualidad se exhibe en el
Pergamonmuseum de Berlin.
Es
muy probable que el mito de la lucha entre Marduk y Tiamat influyese en la
población de la región de Canaán, puesto que aquí se relataba una historia
semejante sobre Baal-Hadad, dios de la tormenta y la fertilidad que, a menudo,
aparece mencionado, si bien con términos poco agraciados, en la Biblia.
El
relato de la lucha de Baal con una deidad de nombre Yam-Nahar, dios de mares y
ríos, se conserva en diversas tablillas datadas en el siglo XIV a.e.c. Baal y Yam
moraban con El, el Dios supremo cananeo. En el consejo que preside El, Yam solicita
que Baal le sea entregado. Con el empleo de un par de armas mágicas Baal
derrota a Yam y está a un paso de matarlo cuando Asera, la mujer de El y, en consecuencia,
madre de los dioses, intercede por él afirmando que no es nada honorable matar
a un prisionero.
Baal
se avergüenza y perdona a Yam, que simboliza el aspecto hostil, desmesurado y
salvaje de los mares y ríos, que continuamente amenazan con inundar y devastar
la tierra, en tanto que Baal, dios de la tormenta, es el encargado de fertilizarla.
En otra versión del mito Baal mata a Lotán, un dragón de siete cabezas,
probablemente el llamado Leviatán en hebreo. En la mayoría de las antiguas
culturas el dragón simboliza lo informe, latente, e indiferenciado; por lo
tanto, el caos. De esta forma, Baal detuvo el retorno al caos primordial con un
acto genuinamente creador y por tal motivo fue recompensado con un palacio
edificado por los dioses en su honor. Hay que recordar que en la religiosidad primitiva
se consideraba la creación como algo estrictamente divino, pues las divinidades
son las que pueden aportar un significado renovado al mundo.
Pero
en esta empresa Baal sufre un contratiempo y muere. Debe descender al mundo de
Mot, la deidad de la muerte y la esterilidad. Cuando el Dios supremo El se
entera de la suerte que corrió su hijo baja de su elevado trono, se viste de
sayal y se hiere en las mejillas. A pesar de este auto sacrificio no puede
redimir a su hijo. Será Anat, amante y hermana de Baal, quien dejará la morada
divina yendo en busca de su alma gemela. Cuando encuentra su cuerpo organiza
una fiesta funeraria en su honor, coge a Mot, lo despedaza con su espada, lo incinera
y lo muele como si fuese grano antes de sembrarlo en el campo. Una serie de relatos
análogos se contaban sobre otras grandes diosas, como Inana o lshtar, e incluso
Isis en Egipto, que buscaban al dios muerto y le conferían vida a la tierra. La
victoria de Anat, sin embargo, debe perpetuarse, reeditándose y
reactualizándose año tras año, en una celebración ritual.
Posteriormente,
aunque se ignora de qué modo exactamente, Baal es devuelto a la vida y llevado
ante Anat. Tal apoteosis de totalidad y armonía, simbolizada por la unión.de
los sexos opuestos, se celebraba por mediación de un rito sexual en el antiguo Canaán.
Imitando así a las deidades, tanto varones como mujeres compartirían su lucha
contra la frustrante esterilidad, garantizando la creación y la fertilidad del
mundo. La muerte de un dios, la búsqueda de la diosa y el regreso, siempre triunfante,
a la esfera divina, van a ser motivos mítico-religiosos constantes en numerosas
culturas de la antigüedad. Tal mitema reaparecerá, reinterpretado, en la
religión del Dios único que adorarán judíos, cristianos y musulmanes.
En
la Biblia se atribuirán estas constantes religiosas a Abrahán, que abandona Ur
y se asienta en Canaán. Abrahán pudo ser un jefe nómada encargado de guiar a su
pueblo desde Mesopotamia hasta el Mediterráneo al final del tercer milenio
a.e.c. Estos nómadas, llamados en las fuentes egipcias y mesopotámicas abiru,
habiru o apiru hablaban lenguas semíticas occidentales, entre ellas el hebreo
Algunos
servirían como mercenarios, en tanto que otros trabajarían como comerciantes o
caldereros. Los relatos sobre Abrahán en el Génesis lo presentan, de hecho,
sirviendo al rey de Sodoma en calidad de mercenario, describiendo sus frecuentes
conflictos con las autoridades de Canaán. El relato del Génesis sobre Abrahán y
sus descendientes podría sugerir que existieron tres oleadas de asentamientos hebreos
primitivos en Canaán, la primera de ellas asociada con Abrahán y Hebrón, siendo
la tercera oleada de asentamiento aquella célebre de en torno a 1200 a.e.c,
cuando unas tribus que pretendían ser descendientes de Abrahán llegaron a
Canaán desde Egipto, después de su liberación por parte de una deidad de nombre
Yahveh, deidad de su líder, Moisés.
Con
esta última llegada a Canaán, el comienzo resultará ser completamente nuevo. En
lugar de concentrarse en la creación del mundo, además de en el periodo arcaico
como lo hacían sus contemporáneos en Mesopotamia y la propia Canaán, la
tradición yahvista está más interesada en el ordinario tiempo histórico.
Marduk, Baal o Anat no se podrían implicar en las vidas comunes y profanas de
sus adoradores, en virtud de que sus acciones habían acontecido en el tiempo sacro.
En contraposición, el Dios israelí hizo valer su eficacia en los hechos
normales del mundo real.
En
cualquier caso, los primeros hebreos compartirían, sin duda, un buen número de las creencias religiosas de los cananeos. Probablemente
creyeron en la existencia de divinidades como las mencionadas Baal, Anat o
Marduk. Además, es muy probable que el Dios de Abrahán fuera El, ese Dios
supremo de Canaán arriba mencionado. Se trata de una divinidad que se presenta
a sí misma ante Abrahán como El Elyon o el Dios Altísimo, El de
Betel y El Shaddai, es decir, El de la
montaña, tal vez uno de los títulos más tradicionales de este dios.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, mayo, 2022.
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