13 de octubre de 2022

Mito y memoria minoica a través del tiempo: una presencia cultural




Imágenes (de arriba hacia abajo): Ariadne, de Giorgio di Chirico, 1913. Óleo y grafito sobre lienzo; La caída de Ícaro, de Marc Chagall, 1975. Óleo sobre lienzo, hoy en el Centro Pompidou; y portada de la revista Minotaure, hecha por Pablo Pisasso.

La memoria de un glorioso pasado de Creta fue preservada viva hasta la Antigüedad Tardía gracias a la literatura y las artes plásticas, aunque con posterioridad vivió una reactualización renovadora en el Renacimiento, una época en la que se produjo una reanimación, un resurgimiento del legado grecorromano y el predominio del ideal clasicista, que traería consigo una presentificación de los mitos minoicos, encantadores y aractivos para esa mentalidad, en el amplio repertorio de la creación estética.

Desde el siglo XIV en adelante, una serie de artistas de distintos tiempos y tendencias (Giotto, Veronese, Tiziano, Rubens, van Dick, además de Sokolov, Daumier, Canova o el mismísimo Mozart, que compuso una ópera titulada “Idomeneo, rey de Creta”), se inspiraron en la mitología minoico-cretense. Los mitos más relevantes fueron representados en pinturas, grabados sobre metal, esculturas, dibujos, relieves, manuscritos iluminados o tapices. Es el caso, sin ir más lejos, del rapto de Europa por Zeus convertido en toro, motivo prototípico de la cultura europea; la aventura de Teseo y Ariadna en el mito del Minotauro; o el primer vuelo y la final caída de Ícaro en la leyenda de Dédalo, constructor del famoso laberinto. El laberinto, de hecho, se convirtió en un motivo principal de muchas composiciones, tanto desde una perspectiva simbólica como meramente decorativa.

A finales del siglo XIX y principios del XX, momento en que el clasicismo dio lugar el estilo modernista, la recepción occidental del legado prehistórico cretense entraría en una nueva dinámica. El factor determinante sería el fortuito comienzo de las excavaciones en el yacimiento de Cnosos por parte del renombrado arqueólogo Arthur Evans, justamente en 1900. En las campañas posteriores, Evans revelaría y restauraría el monumental palacio minoico, gracias a lo cual dispondría del material suficiente para escribir su grandioso trabajo, en cuatro volúmenes, que lleva por título “El Palacio de Minos en Knossos”, en el cual indagó, interpretó y destacó aspectos del carácter único, específico, de la civilización cretense prehistórica, que gracias a él recibió la denominación de “minoica” (en virtud del mítico rey de la isla). El descubrimiento causó una auténtica revolución en los círculos eruditos, artísticos y científicos de Europa, y no solamente porque la antigua tradición asociada a Creta se viese corroborada por los hallazgos arqueológicos y la gran cantidad de materiales y objetos obtenidos.

Una avanzada civilización de la Edad del Bronce incluía, en oposición a las orientales, rasgos considerados propios de la cultura moderna europea. Concretamente, se habló de la presencia de una sociedad que paladeaba la alegría de vivir, de un modo se diría hedonista; de la actuación de unos gobernantes alejados del despotismo, del amor por la naturaleza, verificado en los mitos y la religiosidad; de una notable participación social de la mujer; de una actividad comercial avanzada, así como de fluidos contactos con regiones extranjeras a través de rutas marítimas; e, incluso, del empleo más arcaico de una escritura en una zona que pertenece geográficamente a Europa.

Sería el arqueólogo australiano Vere Gordon Childe el primero en etiquetar a la civilización minoica como la primera civilización europea. Muchos eruditos, historiadores y filósofos discutieron esta apreciación, y otras análogas, en sus trabajos, como el caso de Sigmund Freud, A. Toynbee, O. Spengler o J. Myres. Mientras esto ocurría, importantes artistas empezaron a identificar elementos del modernismo o del Art Nouveau a partir del arte minoico, en su iconografía, los repertorios, las arquitecturas y en el estilo en general. La incorporación de temas minoicos en el arte moderno de la época aparece representado en obras plásticas como la serie llamada “Ariadna durmiendo” del pintor y escultor greco-itálico Giorgio de Chirico, creador de la pintura metafísica, o en la música, como la ópera del gran compositor de poemas sinfónicos, R. Strauss titulada “Ariadne auf Naxos”.

Un énfasis todavía más elocuente en relación a la representación de mitos minoicos se produjo durante el período de entreguerras, tanto en el trabajo de los modernistas como de los surrealistas. En tal sentido, artistas de la talla de M. Ernst, J. Miró, R. Magritte, S. Dalí, H. Matisse, M. Duchamp, J. Pollock o D. Rivera, representaron los mitos de Pasifae, Ariadna, el laberinto, Ícaro y, fundamentalmente, el minotauro. Baste recordar que el P. Picasso cubista empleó este tema del minotauro en una serie de trabajos, que incluyen la cubierta del primer número de la revista de arte llamada Minotaure, que salió a la luz en 1934.

Símbolos y mitos minoicos han continuado influenciando e inspirando obras de artes plásticas y de literatura. Es el caso de trabajos tan diversos como La caída de Ícaro de M. Chagall, el célebre Ulisses de J. Joyce, el Thèsée de A. Gide. Algo semejante ocurre con el caso del laberinto, cuyo uso se observa plasmado en la obra de J.L. Borges, o el aura de los minoicos en la producción del mítico autor cretense N. Kazantzakis. Ese mismo espíritu es el que mostró el pintor surrealista griego N. Engolopoulos, que fue el artífice de las series Teseo y el Minotauro, en donde representa a Teseo llevando puesta una moderna fustanella griega (falda tradicional varonil).

En nuestros días la inspiración de la Creta minoica sigue expandiendo su influencia, pues ha influido en las artes decorativas, en la joyería, las miniaturas, exhibiciones, películas, juegos, en modernas creaciones estéticas y en composiciones musicales de lo más variado. Esta tendencia ha sido últimamente reforzada por dos factores que pueden considerarse capitales. Por un lado, el acceso a una información masiva a través de la Red, y por el otro, a la promoción de la isla de Creta como un destino turístico especialmente popular (al margen de las islas del Egeo), destacando los yacimientos arqueológicos (Festos, Cnosos) y los muy dotados museos arqueológicos, en especial el Museo Arqueológico de Heraclión.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, octubre, 2022. 

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