MONEDAS SASÁNIDAS DE COSROES II (KHUSRO II, 591-628)
Hacia 238 a.e.c., los arsácidas,
tribu nómada de Asia central, habían invadido la zona oriental de la meseta
irania y establecieron una nueva dinastía que heredó un pasado persa y
greco-macedónico. No obstante, gravitaron en torno a la cultura persa, de la
cual adoptaron los ideales que habían establecido sus antiguos gobernantes. Mandatarios
locales, los frataraka, gobernaban el
área, denominada Fars. Allí, a comienzos del siglo III, una familia persa
conocida como Sasan logró expandir su poder más allá de la antigua Istakhr, lo
que dará pie al inicio del Imperio Sasánida. Ardashir I (Arsaces) derrotó a
Ardawan (Artabano IV), el último rey arsácida[1],
en la llanura de Hormozgan en 224, estableciendo los cimientos del futuro
Imperio Sasánida. Ardashir toma el título de Rey de Reyes y comienza, sin
dilación, la conquista de un territorio que se llamó Iranshahr. Las campañas para controlar la provincia de Persis o Fars
habían comenzado unos años antes, en 205-206, cuando el padre de Ardashir I,
Pabag, a la sazón, según las fuentes, sacerdote del templo del fuego de Anahid
(Anahita[2])
en la ciudad de Istakhr, logró destronar al gobernante local de Istakhr, que
pertenecía a la familia Bazrangida.
Ardashir invadió Siria, Armenia y
la capadocia turca, pero con ello entró en conflicto directo con Roma, cuyo
emperador en ese momento era Alejandro Severo. No obstante, en las guerras que
los enfrentaron, entre 231 y 233, ninguno resultó vencedor. El equilibrio se
rompió cuando el emperador romano murió, y Mesopotamia, Carrhae, Nisbis y Hatra
fueron entonces territorios invadidos por los sasánidas. Consolidadas estas
nuevas regiones, Shabuhr I, su hijo, continuaría sus conquistas y la expansión
imperial.
Para conmemorar sus victorias,
mandó erigir los relieves sobre las rocas en Firouzabad, Naqsh-i Rajab y
Naqsh-i Rustam. En los relieves de este último lugar, Ardashir quiere mostrar,
y hacer creer a los demás, que gozaba del beneplácito de los dioses para gobernar
el territorio que las inscripciones denominan Iranshahr (el reino de los iranios o Aryos[3]),
y a las gentes llamadas Eran
(iranios). Esta idea fue aceptada por la población zoroastriana del imperio,
así como por aquella que no lo era, sobreviviendo en la memoria colectiva de
los persas entre los varios y diferentes estratos de la sociedad irania. Según
el sacerdote zoroastriano Kerdir, Persis, Parthia, Babilonia, Mesene, Adiabene,
Azerbayán, Isfahan, Kerman, Sistan, y Gurgan, hasta Peshawar, serían las provincias
de Iranshahr, mientras que Siria,
Cilicia, Armenia, Georgia y Albania, bajo control sasánida también, no serían
propiamente hablando territorios Eran o iranios, es decir, “bárbaros”.
Ardashir se consideró a sí mismo un
adorador de Ahura Mazda (Ohrmazd), así como un descendiente de la divinidad,
quizá del epónimo de la dinastía, designado Sasan
como una deidad zoroástrica, aunque tal dios no aparece mencionado en el Avesta[4].
No obstante, en el siglo I, en Taxila, se hallaron monedas con el nombre Sasa que pudieran conectarse con el
mencionado Sasan, pues el emblema en
las monedas encaja con aquel visible en el escudo de armas del propio Shabuhr
I. Además, el poema épico persa Shahnameh, de Ferdosi, también menciona
conexiones orientales para Sasan, lo
que podría hacernos creer que la familia vino del este. En cualquier caso, el
rey se consideraba descendiente de los dioses (yazdan). Esta es una idea que puede ser reflejo, en parte, del pasado
helénico de Irán, en tanto que Alejandro Magno y los reyes seléucidas se consideraron
descendientes de theos. El arte del
período sasánida corrobora esta sugerencia, ya que la imagen de Ohrmzad y la de
Ardashir son análogas en los relieves visibles en Naqsh-i Rustam.
El hijo de Ardashir, Shabuhr I
(Sapor I), se convierte en co-regente en 240. Esta medida la toma el rey porque
tenía otros hijos que actuaban como gobernadores de provincias y podrían desear
asumir el trono. El método de sucesión se basaba inicialmente en la elección
que hacía el rey precedente a cargo, pero con posterioridad, fue la nobleza y
el sacerdocio zoroástrico, quienes asumirían tal decisión.
Shabuhr I emprende guerras contra
Roma. En 243, el emperador Gordiano invade Mesopotamia para recobrar lo que
había sido dominado por Ardashir después de la muerte de Alejandro Severo.
Según las inscripciones partas, Shabuhr fue capaz de matar al emperador en
Misikhe en 244, cerca del Éufrates. Lo cierto es que Gordiano murió en Zaitha,
en el norte de Mesopotamia, ese mismo año. Según el rey sasánida, el emperador
romano había acudido con fuerzas de godos y germanos, que habían sido
derrotadas en batalla. La derrota romana le costó a Roma, en efecto, la pérdida
de un gran territorio y una suma en oro como compensación de guerra, de
quinientos mil denarios. Los sasánidas tomaron de Roma grandes porciones deMesopotamia
y Armenia. No se puede dejar de lado, también, que los dinastas sasánidas luchaban
en Armenia contra una rama de la familia arsácida.
Shabuhr I conmemoró su victoria en
relieves en Naqsh-i Rustam, y en Ka’be-ye Zardosht en Persis, en donde se
muestra subyugando a dos emperadores romanos a su voluntad. En sus res gestae provee información de su
convicción religiosa, linaje, las zonas sobre las que gobernaba y el destino
sufrido por los romanos. En un contexto doctrinal zoroastriano los romanos
representaban el concepto del desorden y el embuste, mientras que los persas
eran los representantes de la verdad y el orden. La segunda campaña del rey
comenzó en 252 contra otras fuerzas romanas en Barbaliso, cuyo resultado fue
otra derrota de Roma. Varias ciudades de Siria y Mesopotamia fueron, según las
inscripciones persas, tomadas. Una tercera campaña se produjo en 260, en la que
Shabuhr I tomó la Mesopotamia oriental, Siria y la costa oriental del Mediterráneo.
En esta campaña fue capturado el emperador Valeriano[5],
además de un grupo de soldados y senadores, y fueron deportados a territorio
sasánida. Es ahora cuando eslavos, godos y romanos, además de otras poblaciones
próximo-orientales, son incorporadas al imperio. Los límites entre Persia y
Roma fluctuaban entre el Tigris y el Éufrates. Armenia siguió siendo, hasta el
final del imperio, el punto focal de desencuentros entre Roma y los sasánidas.
De gran valía económica y estratégica, Armenia actuaba de amortiguador entre
ambas potencias. Pero como una rama de la familia real parta permanecía en Armenia,
debemos imaginar que Shabuhr quería poner fuera de circulación a sus
representantes. A ello pudo deberse que planease el asesinato del rey Xosrov e
instalase en el trono armenio un rey leal llamado Tirdates (Tirdad), quien
gobernaría desde 252 a 262.
Durante el reinado de Shabuhr I, la
“iglesia” zoroástrica fue formada por Kerdir, quien intentó establecer un
cuerpo legal, canonizar el Avesta, unificar el sistema de creencias, crear una
doctrina común y establecer, finalmente, una jerarquía religiosa zoroástrica
vinculada al estado. Al mismo tiempo, Mani emergía en Mesopotamia. Según las
fuentes maniqueas, Mani, durante los últimos años de Ardashir I se había
dirigido hacia India, pero en época de Shabuhr I había regresado a las tierras
del Imperio sasánida, donde sería honrado y se le permitiría pregonar y
difundir su doctrina.
El imperio centralizado de Ardashir
I y Shaburh I necesitaba un aparato administrativo considerable. Según las res gestae, había gobernadores (šahrabs), virreyes (bidaxš), un administrador de la propiedad real, un comandante de la
guardia real (hazarbad), además de
escribas, tesoreros, jueces e inspectores de los mercados. Naturalmente, se
mantenían reyezuelos locales (šahrdaran),
príncipes de sangre real (waspuhragan),
notables mayores (wuzurgan), una
nobleza menor y otros oficiales. La gran nobleza permaneció sometida a los
sasánidas. No obstante, a muchas de estas familias, como los Waraz, Suren,
Karen o Andigan, se les concedieron honores y cargos, como ser maestros de
ceremonias en el otorgamiento de la corona. A la par, se les permitía portar su
emblema de clan o su escudo de armas sobre sus gorros, tal y como se desprende
de los relieves rocosos.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y Doctorado en Ciencias Sociales, UCV
[1]Ardawan I llevaba pasando ciertos
apuros por esa época, tanto externa como internamente. Por una parte, se había
enfrentado al emperador Caracalla y sus tropas cerca de Nisibis, en 217,
mientras que internamente había sido desafiado por Balash (Vologases VI). Estos
hechos pudieron ayudar sobremanera a que un guerrero local y su familia en la
provincia de Fars (Persis), pudiera conquistar esos territorios con bastante
rapidez.
[2] Esta diosa era, desde antaño,
fuente de devoción en el Avesta, principal texto sacro zoroástrico, por parte
de guerreros, héroes y reyes. Tanto su antiguo culto en Persis, así como su
templo, pudieron servir como elementos prestigiadores de un lugar donde se
mantendría viva la tradición persa. El carácter guerrero de Anahita surgió de
la simbiosis de la Ishtar próximo-oriental con la griega Atenea.
[3] El término empleado para
denominar al territorio tenía su precedente en el Avesta, en donde designaba un
territorio mítico, hogar de los Aryos, y que ahora se traspasaba a la región en
la que los sasánidas gobernaban.
[4] En algunos óstraca donde, presuntamente, aparece el nombre, podría referirse
también a Sesen, antiguo dios semita
encontrado en ugarítico ya en el segundo milenio a.e.c.
[5] En un relieve en Persis, Valeriano es mostrado arrodillado ante Shaburh I. Entre las
ruinas de la ciudad de Bishabuhr existe un lugar marcado como la “prisión de
Valeriano”. En algunas fuentes romanas, la derrota de Valeriano se debió a su
paganismo y como un castigo por haber atormentado a los cristianos.
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