En la imagen, una vista
panorámica de los vestigios del teatro y la acrópolis de Esparta.
A diferencia de otras poleis arcaicas, que se embarcaron en la colonización, Esparta
inició la conquista de tierras cercanas, concretamente de Mesenia, un fenómeno
que dio lugar a lo que historiográficamente se denomina como Guerras Mesenias.
Según algunas fuentes (Tirteo, Pausanias), estos acontecimientos bélicos
tuvieron lugar entre 743 y 724 a.e.c. (hoy se tiende, en base a las listas de
los vencedores olímpicos a establecer una cronología cercana, en torno a
750-735). Según Pausanias, Esparta fue ayudada por Corinto en esta empresa,
mientras que los mesenios contaron con la colaboración de Argos y Sición. La
finalidad de estas conquistas era adquirir tierras cultivo y mano de obra. Con
motivo de la presión espartana, algunos mesenios pudieron emigrar a otras
ciudades en las que recibirían hospitalidad, como Sición o Eleusis, mientras
que muchos de ellos quedaron sujetos al servicio de los vencedores, convirtiéndose
en siervos-esclavos, Hilotas.
Las tierras mesenias recién conquistadas fueron
divididas en lotes o Cléros, de los que al principio únicamente se
benefició la aristocracia espartana. En las reformas de Licurgo, no obstante,
se llevaría a cabo un nuevo reparto que incluiría a otros sectores de la
población de Esparta[1].
Tras la primera Guerra Mesenia se constata que Esparta
estaba en contacto con el resto del mundo griego, con lugares como Cirene,
Chipre, Olimpia o Atenas, muy probablemente gracias a su amplio conocimiento
del mar. De hecho, en esta época Esparta debió de tener relaciones comerciales
por mar, en especial con Chipre y las ciudades jonias, de donde importaba
telas, muebles y diversos objetos ornamentales. En este tiempo, denominada la época o
periodo de Alcmán, Esparta alcanzó un notable auge cultural. Varios artistas y
poetas fueron atraídos hacia la polis. De esta época son los máximos representantes de la poesía espartana, Tirteo y Alcmán. Tirteo empleó su poesía como un instrumento de acción
política y social, en tanto que en sus Elegías, ensalza el valor y la
dedicación a la patria. La poesía de Alcmán de Sardes, por su parte, alababa a
la aristocracia espartana y a las mujeres. Ensalzaba los valores propios de un
pasado considerado glorioso.
La segunda Guerra Mesenia (probablemente a mediados
del siglo VII, entre 660 y 640 a.e.c.), fue motivada por la insurrección de los
campesinos mesenios. Los mesenios fueron ayudados por Argos, Orcómeno, Pisa,
así como por otras poleis del norte del
Peloponeso, todas ellas temerosas del poder y las tendencias expansionistas de
Esparta. Sin embargo, finalmente, Esparta acabaría tomando Pilo y Teje, los
bastiones mesenios.
Este conflicto trajo consigo una serie de
consecuencias para Esparta, que se vio obligada a tomar ciertas medidas de cara
al futuro. Entre ellas, mantener los territorios conquistados, renunciando a
nuevas expansiones territoriales, reformar el sistema político-institucional,
favoreciendo una organización militar defensiva que abarcara toda la vida
ciudadana, o decidirse a contrarrestar el poder de las ciudades del Peloponeso,
para así evitar otros apoyos a los rebeldes. Esparta buscó, y consiguió,
alianzas con las ciudades del Peloponeso que le pudiesen garantizar su posición
y la apoyaran contra sus enemigos tradicionales, concretamente Argos y Acaya.
Este pacto concretó la llamada Liga del Peloponeso que, según la tradición,
inició el éforo Quilón.
En cualquier caso, durante el siglo VI a.e.c., el
repliegue sobre sí misma y el distanciamiento en relación a otras poleis fueron posicionamientos que se
acentuaron gradualmente, aunque Esparta nunca perdió su prestigio como fuerza
militar.
Esparta, aunque sin duda una polis, no poseía núcleo
urbano, fortificaciones ni acrópolis, como las poleis clásicas. Sus pobladores estaban distribuidos en un conjunto
de distritos. En cualquier caso, como las demás poleis, poseía una constitución política consistente en una
Asamblea de guerreros denominada Apella y un consejo de ancianos o Gerusía. La diferencia singular en su sistema
político fue la Diarquía o gobierno de dos reyes[2].
Ambos soberanos pertenecían a dos prestigiosas familias arcaicas, los Europóntidas
y los Agiadas, las cuales hacían remontar sus orígenes a los
legendarios Heráclidas. De los Agiadas
procederían los cinco Éforos (uno por cada obai), y de los
Europóntidas la Gerusía con sus veintiocho miembros, todos ellos homoioi,
ciudadanos que se reúnen en la Asamblea o Apella. Al margen quedan Periecos,
Hilotas y no ciudadanos. El
mítico legislador Licurgo[3] fue,
según la tradición y las fuentes escritas (Tucídides, Plutarco, Heródoto), el
responsable de la Constitución espartana (Gran Rhetra). La Rhetra, que imita un oráculo délfico, pero en prosa, ha sido
transmitida gracias a Plutarco en su Vida de Licurgo. A la par recopiló
los testimonios recogidos por Jenofonte en Constitución de los
Espartanos y La República de los
Lacedemonios.
Los reyes debieron
desempeñar funciones religiosas, pues tendrían carácter divino como
descendientes de Cástor y Pólux, serían los sacerdotes de Zeus Lacedemonio y
Zeus Uranio y presidirían los sacrificios (ayudados por los Pithioi,
magistrados que consultaban el oráculo délfico), poseer atribuciones militares,
pudiendo declarar la guerra cuando lo estimasen oportuno, y mantener
responsabilidades civiles, puesto que, a semejanza de los basileis
homéricos, debían velar por el bienestar del pueblo y, además, se encargaban de
supervisar el derecho familiar en ciertos aspectos. Eran miembros vitalicios de
la Gerusía. Indudablemente, los reyes espartanos gozaron de una
relevante cantidad de privilegios. Tenían reservado el lugar de honor en los actos
públicos y en la comida comunitaria (Sissitía); no se les aplicaba el severo sistema
educativo espartano; estaban protegidos por una guardia personal escogida entre
espartiatas; y recibían lotes de tierras (Cléros) que
cultivaban los Periecos. Naturalmente, les sucedían los hijos mayores varones.
No obstante, también tuvieron que padecer algunas
limitaciones, sobre todo cuando se instituyó el Eforado. Cada nueve años los éforos
oteaban el cielo, y si observaban una estrella fugaz, se interpretaba como una señal
funesta. Se creía, entonces, que los reyes se habían equivocado. En ese caso,
eran suspendidos de sus funciones. Por
otra parte, no mantenían en sus manos el poder judicial, ni podían interferir
en las decisiones de la Apella.
Aunque Aristóteles (Polít., I,
850-854) calificó a la diarquía de Esparta como una suerte de generalato
vitalicio y hereditario, los ciudadanos de Esparta podían no solamente criticar
sino exilar y hasta deponer a los monarcas. La diarquía, finalmente (según Polibio) fue suprimida por un tirano,
de nombre Nabis, hacia fines del siglo III a.e.c.
La asamblea popular o Apella, estaba formada por todos los ciudadanos de pleno derecho,
denominados Homoioi, que fuesen
mayores de treinta años. Era convocada y presidida por los Éforos. En la Asamblea se decidía las propuestas
que emanaban de la Gerusía en lo tocante a la guerra, la paz y la política
exterior en general. Aquí se nombraba a los generales, se elegía a los éforos y a los gerontes o se votaban leyes. Se trataba de decisiones por
aclamación popular, no por votación.
El Consejo de Ancianos o Gerusía, sería el órgano de representación de las tres tribus
arcaicas. Sus miembros (treinta, contando los dos reyes), debían de tener más
de sesenta años y carecer de cualquier tipo de obligación militar. Cada tribu
aportaba diez miembros al Consejo, escogidos entre los individuos más
prestigiosos. Se trataba de una institución fundamentalmente consultiva y
deliberante, el verdadero sector ejecutivo del gobierno espartano (al lado de
los cinco Éforos y el par de reyes).
Sometía sus decisiones al pueblo reunido en la Asamblea. Sus miembros, siempre
vitalicios, juzgaban los casos de criminalidad y de traición al Estado, y
también dictaminaban ciertas penas menores, como destierros o multas de
distinta consideración.
El Eforado,
por su parte, era un colegio de cinco magistrados que eran escogidos anualmente
en la Apella. Eran los
auténticos supervisadores del estado espartano. Muy poco se sabe acerca
de cómo se originó y evolucionó, con posterioridad, el Eforado en la Esparta arcaica. Si bien la tradición cita a un tal Elato como el primer éforo epónimo, en
el siglo VIII a.e.c., autores como Plutarco consideran que Asteropo fue el primero que
confirió carácter al Eforado[4].
Los éforos eran sacerdotes o
astrólogos, cargos ya establecidos en las tribus dorias, dignos hombres de
confianza de los reyes, que los designaban como consejeros. En origen fueron
los jefes de las cinco obai, para
luego convertirse en altos funcionarios.
Los éforos
eran elegidos en la Apella, uno por cada poblado, y entre los ciudadanos
más justos. Representaban en el gobierno a la comunidad espartana o Demos. Ocupaban el poder por
un año. Los éforos convocaban y
presidían la Asamblea y vigilaban el cumplimiento de la Constitución.
Interpretaban las leyes y las normas de carácter consuetudinario, juzgaban a
los funcionarios públicos y, lo más relevante, vigilaban a los propios reyes en
sus funciones y desempeños. La sumisión de Hilotas
y Periecos dependía de ellos, y por
tal motivo se encargaban de las criptías
o razzias sobre la población hilota
para mantener el control sobre la misma a través de la represión.
Sería Cleómenes III, en 235 a.e.c., quien continuó la política reformista
de Agis IV, el que anuló el Eforado. Imponiendo un consejo de
magistrados (Patronomoi),
compuesto por seis a doce miembros. Sin embargo, después de la derrota que
sufrió Cleómenes III en
Sallasia y su posterior huida a Egipto, el Eforado
fue repuesto por Antígono Dosón, en
224 a.e.c. El tirano Nabis lo volvería a suprimir, en favor de los Patronomoi.
Otras instituciones y
servicios civiles serían el Empéloros, un funcionario semejante al Agoránomo
ateniense, encargado de ordenar el mercado; el Epímelete,
un inspector oficial semejante a un jefe de policía encargado de mantener
el orden ciudadano, y que contaba con asistentes (Harmosunoi). Eran una especie de vigilantes
de las costumbres análogos a los gynaikonomoi atenienses; los Harmostes,
cuya existencia es dudosa y que, posiblemente hayan sido unos gobernadores que
se enviaban a los distritos lejanos; y los Pithioi, en un total de
cuatro, cuya misión era consultar e interpretar el oráculo de Delfos.
El sistema espartano, siempre considerado como
arcaizante, en fin, mantuvo ciertas relaciones con Delfos y Creta. El propio
Licurgo, según la tradición, habría recibido de Apolo la Constitución espartana
y también habría viajado a Creta.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Feiap-UGR.
[1] Los únicos que no participarían
serían los partenios, bien por su no
participación en las guerras o por ser hijos ilegítimos. Serán, por el
contrario, el factor esencial en la única colonia ultramarina espartana,
Tarento, fundada en 706 a.e.c.
[2] En contra
de lo que se cree, la diarquía no fue un fenómeno exclusivo de Esparta. También
existió en localidades como Mitilene, Cícico o Cime, entre otras.
[3] Licurgo
es considerado uno de esos legisladores míticos, como Moisés, Dracón o Solón,
cuya mitificación responde a la necesidad de establecer un ordenamiento seguro
y duradero en el tiempo. En cualquier caso, algunos
autores antiguos, caso de Píndaro y Helánico no le atribuyen a Licurgo el honor
de haberle dado a Esparta la Constitución. Píndaro dice que los espartanos la
obtuvieron del rey Egimio, mientras que Helánico señala que la recibieron de
Eurístenes. La Constitución pudo establecerse hacia 670 a.e.c., tras la batalla
de Hisias, en la que Esparta sale derrotada.
[4] La controversia al respecto dista mucho de alcanzar una solución de
consenso. Quilón (en Diógenes Laercio), como Asteropo, o incluso el propio Licurgo
(según Plutarco), pasan por ser los primeros que consolidaron el Eforado. Con posterioridad se atribuyó
al rey Teopompo la
creación del Eforado. El mismo
Plutarco (Vit, Lic., VII), afirma que
el primer colegio de los cinco éforos
estuvo encabezado por Elato.
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