IMAGEN: CORTESÍA http://www.masada.org.il
La meseta conocida con el nombre de
Masada (referida por los árabes como A-Saba),
se ubica en la vertiente oriental del desierto de Judea, próxima al Mar Muerto
y entre las localidades de Ein Guedi y Sodoma. Se eleva a casi quinientos
metros sobre el nivel del mar. Su ubicación fue privilegiada en la antigüedad,
pues se hallaba en las proximidades de dos caminos de relevancia: el que
cruzaba el desierto de Judea, que llevaba al sur de Moab, y el sendero que
comunicaba el Mar Rojo, la Arabá y Moab con Jerusalén. En cualquier caso su
ubicación, lejana de centros habitados, propició su conversión en fortaleza. La
principal fuente, al margen de la arqueología, por medio de la cual conocemos
los avatares de Masada es Flavio Josefo, que vivió en el siglo I, y que se
dedicó a escribir, desde Roma, los hechos acontecidos durante la rebelión contra
el poder romano. El primer fuerte de Masada pudo haber sido erigido por el rey
asmoneo Alejandro Janeo (103-76 a.n.E.), también conocido como el supremo
sacerdote Jonatán[1].
Herodes el Grande (rey de Judea,
Samaria, Idumea y Galilea, en condición de vasallo de Roma, entre 37-4 a.n.E.),
aprovechando el indudable valor estratégico de la elevación, lo empleó como
refugio ante los enemigos y como residencia de invierno. A él se deben ciertas
construcciones como algunos palacios, almacenes y un complejo sistema de
cisternas. Con la anexión de Judea al imperio romano (en el año 6), una guardia
romana se instala en la zona.
Uno de los hechos más relevantes,
según Josefo, del levantamiento antirromano del año 66 fue la toma de Masada
por los Sicarios (cuyo nombre deriva del puñal curvo que portaban denominado sica en latín), aunque pudo haber
también samaritanos y esenios en el grupo. Estos rebeldes estaban comandados
por Menajem ben Yehuda el Galileo. La destrucción de Jerusalén en el 70 por
orden del emperador Tito propició que
algunos rebeldes se refugiaran en la fortaleza, entre los que se encontraba
Eleazar ben Yair, que acabaría haciéndose con el mando del grupo. Estos
rebeldes son los responsables de la construcción de algunas edificaciones hoy
visibles, como la sinagoga y los baños rituales (mikvá), llevando a cabo una convivencia comunitaria hasta el fin de
sus días.
Flavio Josefo señala que masada fue
el último baluarte rebelde en Judea. La X legión romana, comandada por Flavio
Silva, se desplazó desde Jerusalén y puso la fortaleza bajo sitio. En torno a
los años 73 y 74 más militares romanos, con tropas auxiliares (unos 8000
legionarios) se apostaron en la zona en ocho campamentos (el contorno de alguno
de los cuales todavía es visible). Construyeron un baluarte y una rampa de
asedio, hecha de vigas de madera y tierra apisonada, en la ladera occidental.
El sitio duró varios meses. En su Guerra
de los Judíos (VII, 394-406), Josefo afirma que Eleazar ben Yair convenció
a los resistentes (casi mil personas) a suicidarse antes de humillarse ante los
romanos y convertirse en sus esclavos. Tras la caída definitiva, queda apostada
en Masada una unidad de tropas auxiliares romana hasta el inicio del siglo II.
Abandonada durante siglos, no fue
sino hasta el V, durante el esplendor bizantino, cuando se levantó en Masada un
monasterio de ermitaños (siguiendo la costumbre de crear asentamiento de monjes
en el desierto de Judea[2]).
El redescubrimiento moderno de la
fortaleza solamente acontece en el siglo XIX. Durante el XX, se transforma en
centro de identificación de los movimientos juveniles sionistas,
convirtiéndose, de la mano de S. Gutman, en un símbolo del nacionalismo judío.
Las excavaciones arqueológicas sistemáticas únicamente comenzaron a producirse
en la década de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, al mando de
Igael Yadin, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, iniciándose un progresivo
proyecto de restauración y conservación del lugar y sus principales vestigios.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
[1] Este Jonatán puede referirse al
hermano de Judas el Macabeo, quien fue nombrado Sumo Sacerdote en 152 a.n.E. Lo
cierto es que la arqueología ha sacado a la luz algunas monedas de época de
Alejandro Janeo.
[2] Se ha querido identificar este
monasterio con Marda, mencionado en la literatura de los patriarcas de la
iglesia.
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