Imágenes: arriba, una escena en un fragmento del friso del teatro de Nisa del Meandro (Caria), en el que se aprecia a Demeter, Perséfone y Triptólemo en lo que parece un cultivo de trigo; abajo, una figura femenina en terracota, de Tanagra, portando un pequeño cerdo para los cultos de Perséfone y Deméter. Entre 400 y 350 a.C.
Pisístrato, el tirano ateniense,
fue el que, en la segunda mitad del siglo VII a.C., le confirió a los misterios
de Eleusis el carácter de gran festividad con pretensiones panhelénicas,
integrándose en el calendario cívico de Atenas.
En el Himno a Deméter (siglos VII-VI a.n.E.) se lee que los ritos que la
diosa revela son imposibles de
transgredir. Los misterios de Deméter son inefables y no se pueden divulgar. La
iniciación eleusina era individual y se llevaba a cabo en dos etapas: la
preliminar, durante los pequeños misterios, y la iniciación misma en el curso
de los grandes misterios. El iniciado (mystes)
era guiado por el mystagogos. Los
pequeños misterios se celebraban a comienzos de la primavera en Atenas, en
concreto en Agra (bancada oriental del río Ilisos); los grandes, a finales de
septiembre y comienzos de octubre durante diez días. En la víspera del comienzo
de las ceremonias eran traídos objetos sacros desde Eleusis a Atenas, que eran
mantenidos en el Anaktoron (en el
centro del Telesterion), y
transportados en cestas en procesión hasta el Eleusinion, al pie de la Acrópolis.
En el primer día se examinan los
candidatos; en el segundo, aquellos admitidos se purificaban en el mar
ofreciendo un cerdo como sacrificio. En el tercer día se hacían nuevos
sacrificios y el cuarto era de descanso. En el quinto día los objetos sacros
eran traídos, mientras que en el sexto, los candidatos, después de beber kykeion (una suerte de agua de cebada),
comenzaban su iniciación (teletê). En
el séptimo día se declaraba la clausura de las ceremonias, en tanto que en el
octavo se ofrecían libaciones y ritos en honor de los muertos. En el noveno, se
producía el regreso, pero sin procesión, y en el décimo el Consejo de los
Quinientos se reunía en el Eleusinion
ateniense para escuchar las palabras del arconte en relación a las ceremonias.
Los ritos de iniciación incluían,
con casi total seguridad, tres elementos: drômena
o representaciones dramáticas (cosas cumplidas), deiknymena o difusión de los objetos sacros (cosas que se muestran),
y legomena o comentarios (cosas
dichas) sobre el drômena. El primero
consistía en una representación teatral que trataba del rapto de Kore, la hija
de Deméter así como de la búsqueda que esta efectuaba de su hija raptada. Los
objetos sagrados, probablemente reliquias micénicas que pasaron de generación
en generación hasta las familias de los Eumólpidas y los Kérykes (ambas
reclamaban el honor de haber sido las primeras en instaurar los misterios),
eran mostrados[1]
por el más relevante sacerdote de los misterios, el hierofante[2].
No se sabe a ciencia cierta si los legomena
consistían en breves comentarios acerca de los drômena, es decir de los mitos asociados a los rituales, o en algo
más sofisticado.
El sacerdocio eleusino tenía varios
miembros. En la cumbre de la jerarquía estaba el hierofante, gran sacerdote del
culto a Deméter en Eleusis, un cargo vitalicio perteneciente, como se dijo, a
los Eumólpidas. El portador de la antorcha (dadouchos),
así como el hierokeryx o heraldo
sacro, eran dos sacerdotes de la familia de los Kerikes. Otros sacerdotes con
funciones menos relevantes eran las
vírgenes que administraban el culto (melissai);
el encargado de las estatuas de las deidades; el neokoros, que limpiaba el santuario; el hydranos, que conducía la purificación de los neófitos con el agua.
En las ceremonias iniciales también participaba el Basileo, magistrado
ateniense responsable de los asuntos religiosos, asistido por un paredros y cuatro epimeletai.
Un año después de la iniciación
propiamente dicha, algunos iniciados eran admitidos en un más elevado rango, el
de la epopteia[3]
(última parte de los ritos que consistía en la recepción en los arcanos
secretos).
Estos cultos debían revelar
secretos asociados al ciclo vital y de la vegetación, a los misterios
vinculados con el nacimiento y la muerte, y cómo al final de la vida humana, el
hombre puede alcanzar esperanzas valederas en el Más Allá. En tal sentido, a
través de los misterios el hombre logra nuevas relaciones
y más profundos contactos con lo divino.
Los misterios estuvieron activos
hasta el siglo IV, cuando fueron proscritos por Teodosio y el santuario fue
destruido por una incursión de los godos.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, Doctorado en Ciencias Sociales, UCV-Caracas.
[1] Los objetos podrían ser
mostrados a individuos elegidos que había completado ya una doble preparación
que los convertía en dignos de ver esos objetos: la purificación y algún
“aprendizaje” que les capacitara para entender el verdadero significado de los
símbolos que se referían al drama divino.
[2] Se trata de un dignatario
religioso perteneciente a la familia de los Eumólpidas. Es el que interpretaba
las leyes no escritas que gobernaban las celebraciones.
[3] Visión trascendente y
transformadora; revelación. Se trata del grado de clarividencia divina en que
todo cuanto pertenece a la tierra desaparece y el alma se une, de modo libre y
puro con lo divino.
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