IMÁGENES: ARRIBA, LOS RELIEVES DEL SANTUARIO DE YAZILIKAYA, EN HATTUSA, CERCA DE BOGAZKOY, TURQUÍA. FINES DEL SIGLO XIII A.C.; ABAJO, FIGURA SEDENTE HITITA. SIGLO XIII A.C.
Anatolia fue una región que en la
antigüedad no tuvo homogeneidad étnica: sobre la presencia de los hattis se
yuxtapusieron palaítas, luvitas e hititas nesitas, todos ellos de lenguajes
indoeuropeos, en tanto que en la región del sudeste la influencia hurrita era
muy fuerte. La integración político-territorial imperial hitita propició que
las deidades locales entrasen a formar parte del panteón oficial, unas
divinidades cuyos cultos se seguirían llevando a cabo en la lengua de su lugar
de origen. En tal sentido, por ejemplo, los hititas reconocieron al Dios de la
Tempestad en el dios Tarru de hatti, en el Teshub hurrita y en el Tarhun
luvita.
Inicialmente, los dioses eran
representados por símbolos (diversos objetos, armas o estelas), o por animales:
el Dios de la Tempestad era un toro, y los dioses guerreros leopardos o leones,
por ejemplo. Con el paso del tiempo, serían reemplazados por pequeñas estatuas
estandarizadas, con posturas fijas: las diosas sentadas y las deidades
masculinas de pie. Sin embargo, los objetos o animales asociados a ellos
permanecían al lado de las representaciones figuradas, por ejemplo en la forma
de un jeroglífico que la deidad sostenía[1].
En el mundo hitita las divinidades
aparecen clasificadas y ordenadas en función de las diversas realidades
anatólicas y en virtud de las variadas necesidades. Así, había panteones y
cultos locales y provinciales, el panteón oficial de la religión del estado, y
los sincretismos, magistralmente ejecutados en el santuario rupestre de
Yazilikaya.
En relación a los panteones locales
no debe olvidarse que las poblaciones minorasiáticas organizaron el mundo
divino en torno a una pareja conformada por un dios de las alturas, de las
montañas y colinas, de naturaleza celeste, amo del trueno y los rayos y
simbolizado por el toro, y una diosa del agua, de las fuentes, arroyos y manantiales,
de naturaleza terrestre y caracterizada cono deidad de la fecundidad. De esta
pareja primordial nacerá una progenie de diversas individualidades.
En cuanto al panteón de la religión
oficial estatal, lo primero que debe mencionarse es que la formación del
imperio, agregando regiones étnicamente distintas del núcleo primitivo hitita,
trajo consigo la necesidad de conformar un panteón oficial, ortodoxo,
organizado jerárquicamente. Entre los dioses indígenas se integraron aquellas
deidades hurritas, mesopotámicas y sirias, mientras que las diosas de las
ciudades se disgregaron de sus paredros. Se establecieron grupos: el primero,
formado por Soles, en sus dos aspectos, masculino (Istanu) y femenino (Diosa
Sol de Arinna, esto es, Wurusemu), y deidades de la Tempestad; el segundo,
compuesto de divinidades protectoras; el tercero, conformado por divinidades
asociadas a zonas geográficas variadas, pero esencialmente relacionadas con la
tierra, que cuidan de las riquezas agrícolas, como Telebinu o Halki; el cuarto,
configurado por dioses guerreros; el quinto, establecido a partir de la
conjunción de diosas de las ciudades anatólicas clasificadas geográficamente;
el sexo, formado por dioses de los bárbaros; el séptimo, configurado por los
dioses antiguos; es decir, divinidades reformadas, sustituidas por otras, lo
que supone reconocer la presencia de un préstamo de antiguos fondos religiosos
sumerios por mediación de los hurritas; y el octavo, integrado por elementos de
la naturaleza (montes, vientos, nubes, ríos) y abstracciones genéricas (Cielo y
Tierra). Tras el sometimiento de Kizzuwatna y Mitanni por el rey Suppiluliuma I,
este panteón oficial fue la herramienta primordial a través de la cual los
Grandes Reyes hititas sancionaban su poder territorial en los tratados
diplomáticos.
En lo tocante a los sincretismos,
el más ilustrativo y revelador ejemplo a nuestro alcance es que representan los
relieves del santuario de Yazilikaya, conformado por dos cámaras a cielo
abierto. En las representaciones de la cámara A, se muestran dos comitivas de
divinidades que convergen hacia una escena en el centro. Esta imagen es la de
un panteón, en la que los dioses masculinos están esculpidos en el sector
izquierdo, mientras que las diosas lo están en el margen derecho. Es probable
que el panteón de Yazilikaya proceda del ámbito hurrita occidental de Kumanni
(la Comana clásica en la Capadocia turca); es decir, de la capital de
Kizzuwatna, y de la metrópolis siria de Alepo.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV-Escuela de Letras, UCAB
[1] El ya mencionado Dios de la
Tempestad se representó en Anatolia y Siria con un mazo y un rayo sobre un
toro, un aspecto que se mantuvo durante siglos hasta el inicio de la era
cristiana en la forma y advocación de Júpiter Dolichenus.
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