26 de abril de 2018

Componentes espacio-temporales de los dioses en la antigua Roma (II)


Los dioses romanos eran eternos. Por tal motivo, incluso los olvidados o los antiguos podían ser invocados en alguna ocasión. La temporalidad fue un concepto constituyente tan relevante como el espacial. En determinados momentos, las deidades más importantes podían estar presentes y comportarse de manera especialmente benevolente. El ciclo de los focos temporales de las divinidades romanas fue registrado en el calendario pontifical.
Muy probablemente, hacia fines de la cuarta centuria a.e.c. los festivales; esto es, los focos temporales de adoración de dioses específicos fueron incluidos en el calendario. Posteriormente, también fueron reseñados en él las celebraciones anuales de los eventos públicos, como las victorias de los ejércitos romanos y los aniversarios de los gobernantes. Su redacción correspondía a los pontífices.
La primera copia que sobrevive corresponde a la primera mitad del siglo I a.e.c. Se trata de los Fasti Antiates Maiores, que proceden de una pintura mural en una vivienda que daba hacia el mar al sur de Roma.  El más importante foco temporal de conceptos divinos en Roma fueron los “vacantes”, los “feriados” (feriae) en latín. Las fuentes antiguas dividen tales días de vacaciones en dos categorías básicas, las feriae publicae y las privatae. Las primeras pueden dividirse en aquellas que se celebraban anualmente el mismo día, así marcadas en el calendario como feriae stativae, y las de fechas específicas señaladas por los magistrados o los sacerdotes (feriae conceptivae). Además, había feriae extraordinarias ordenadas a la discreción de cónsules y pretores, feriae imperativae, y luego del emperador. Destacaron, por ejemplo, las Feriae Latinae (luego nombradas Stativae). Se ha dicho que las feriae conceptivae estuvieron vinculadas al trabajo agrario y, en consecuencia, dependieron de las condiciones del tiempo.
Inicialmente, todas las feriae fueron proclamadas el quinto o el séptimo día (nonae) de cada mes por el rex sacrorum. Por lo tanto, todas fueron al principio feriae conceptivae. Se cree que las feriae conceptivae que tenían connotaciones políticas, como las Feriae Latinae o las Saturnalia, tenían muchas menos probabilidades de ser transformadas en feriae stativae.
El núcleo de las feriae publicae  pudo haber sido fijado en el siglo VI a.e.c., si bien la publicación de los feriale se pudo retrasar hasta el final del siglo IV a.e.c. Parece que la versión más antigua de un feriale publicado no se modeló sobre el panteón romano más arcaico que se pueda reconstruir, como es reflejado por los flamines o por los nombres de los meses del más antiguo calendario romano[1]. Únicamente los nombres de los primeros seis meses derivan de teónimos (Ianuarius, Martius, Aprilis, Maius, Iunius), o de una característica relevante de un mes concreto, caso de Februarius, de februare  (purificar). Dioses importantes, como Júpiter, el más prominente en los feriale, está ausente de la nomenclatura de los meses romanos. Solamente Marte y, tal vez, Afrodita pero con un nombre distinto (Aprilis), figuran prominentemente en los feriale y son, a la par, honrados con el nombre de un mes en el calendario.
A pesar del carácter puramente religioso de los feriale, un adicional feriado político, que conmemoraba un específico evento histórico, encontró su espacio en el calendario oficial en la primera mitad del siglo I a.e.c., como el caso del regifugium. No obstante, esto parece haber sido un elemento bastante extraño, excepcional en términos temporales.
En términos prácticos el feriale refleja un lento pero permanente sistema cambiante de focalización temporal. Algunos festivales eran renombrados, otros remplazados o, incluso, olvidados. La mayoría de las feriae publicae mencionadas en el feriale estuvieron específicamente marcadas en la evidencia epigráfica conservada por un signo NP, cuya interpretación es muy insegura. En todo caso, las Feriae publicae  eran días en los que se promovía la paz divina, se restringía o se evitaba por completo el trabajo, sobre todo el de los esclavos, así como los negocios, en virtud de que algunos sacerdotes no podían ver a alguien trabajando esos días para no contaminarse.
Existieron diferencias de popularidad entre unas festividades y otras. La popularidad de las Saturnalia era mucho mayor que las Agonalia o las Furinalia. Tampoco todos los festivales públicos eran relevantes para ambos sexos. Es el caso de las Matralia festival de las matronas para las mujeres, y del Armilustrium, para los hombres. Por otra parte, un gran número de festivales públicos se vinculaban de modo específico a un grupo profesional. Las Vinalia y las Robigalia fueron, en este sentido de vital importancia para el campesinado en el ámbito rural, en tanto que las  Vestalia estuvieron especialmente asociadas a molineros y panaderos. El Quinquatrus, vinculado a Minerva, se conectaba a toda clase de artes y artesanías.  Asimismo, podía haber también diferencias territoriales en lo concerniente a las observancias religiosas. El Septimontium no era celebrado por todo el conjunto de la población de Roma, sino por las “gentes de las colinas”, mientras que los Paganalia correspondían a los habitantes de un pagus.
Además de por los feriale, la vida religiosa de la persona, a título individual, estaba determinada predominantemente por las festividades sacras privadas, que se celebraban en el interior de los clanes mayores, esto es, de las gentes, y solían derivar de la biografía personal del celebrante, como los aniversarios o los nacimientos (cumpleaños). Lamentablemente, las fuentes son muy precarias al respecto.
Varios casos ejemplifican bien cómo los conceptos divinos se formaron a través del calendario romano. Así, los focos temporales del supremo dios romano, Júpiter, fueron muy numerosos. Los días de luna llena (idus) le estaban consagrados. Al margen del ritmo mensual, la adoración de esta deidad se focalizaba en varias fechas del ciclo anual. Tal es así que ninguna deidad republicana le igualó en cuanto al número de festividades fijas, pues estaban asociadas a él las Poplifugia, las Vinalia, las Meditrinalia y tal vez, también,  el  Regifugium en febrero. Los juegos públicos (ludi Romani y ludi plebei) estuvieron, así mismo, consagrados a Iuppiter Optimus Maximus, en tanto que los Juegos Capitolinos, en octubre, lo estuvieron a
Iuppiter Feretrius. Los aniversarios de los templos jovianos caían en días marcados del mes (1, 5, 7, 13 y 15).
Por su parte, todos los templos republicanos de Juno fueron dedicados en las Kalendae (Sospita, Lucina, Moneta, Regina), salvo una única excepción (Iuno Curritis, en las nonae). En el caso de Marte, los festivales de este dios guerrero se concentraban principalmente en su mes, en  marzo, específicamente, Equirria, Agonalia y Tubilustrium.
Los cultos no oficiales o que fueron desterrados o eliminados también tuvieron una focalización temporal. El calendario del culto de Baco, a comienzos del siglo II a.e.c. incluía iniciaciones regulares que, en principio, se llevaban a cabo tres veces al año, aunque tras las reformas de 210, se realizaban cinco día cada mes. Parece plausible que las Liberalia también hubieran servido como foco temporal para el culto de este dios, en virtud de la genérica identificación de Baco con Liber durante la época republicana. 
Otro caso paradigmático es el del culto de Isis. En Menologia Rustica, del siglo I, se menciona un festival de nombre Heuresis (la recuperación de Osiris-Serapis, asesinado y desmembrado por Tifón). El Calendario de Filocalo refiere el mismo festival en otra fecha y como culmen de otro llamado Isia. Menologia registra también un Isidis navigium en marzo y un par de festivales en abril denominados sacrum Phariae (Pharia sería un epíteto de la diosa), y Sarapia. Del mismo modo el Calendario de Filocalo menciona unas lychnapsia.
La divinidad del emperador se modeló a partir de esa de los dioses tradicionales. Incluía la focalización temporal de su culto. Los feriados imperiales fueron denominados también feriae, como aquellos de  las deidades tradicionales.  Ciertos días, además, sirvieron como focos temporales, como fue el caso de los cumpleaños imperiales o los aniversarios de sus entronizaciones (dies imperii). En este sentido, por ejemplo, el cumpleaños de Augusto fue declarado como fiesta pública en el año 30 a.e.c.[2] Unos años más tarde se le añadirían unos juegos.
Las festividades fijas en el calendario republicano muestran gran consistencia. Todas caían después de las nonae de un mes, y por tal motivo eran anunciadas por el rex sacrorum. Y todas lo hacían en días impares. Cuando un festival tenía una duración de más de un día, los días no festivos intervenían. Así ocurría, sin ir más lejos, en las Carmentalia (entre el 11 y el 15 de enero), las Lemuria (9, 11 y 13 de mayo), y las Lucaria, entre el 19 y el 21 del mes de julio. Hubo alguna excepción a esta regla.
El más significativo principio de la festividad fijada republicana es el hecho de que la mayoría de ellas formaban un foco temporal para un único dios a la vez. Todos los idus fueron consagrados a Júpiter, de forma que ninguna otra festividad fija republicana caía en los idus, con la relevante excepción de los Idus de marzo, consagrados a Anna Perenna, quien era adorada en la primera luna llena del primer mes del antiguo calendario, que era el de marzo, como la diosa del Año Nuevo[3].
Una coincidencia de focos temporales de diferentes cultos se encuentra en el día Quinquatrus (el quinto día después de los idus, el 19 de marzo en este caso), que fue sacro para dos deidades independientes, Marte y Minerva. Como día festivo fijado de Marte, el Quinquatrus se conectó con la purificación de ancilia, los míticos escudos sobre los que descansaba la prosperidad de Roma. Eran mantenidos en el templo de Marte por los Salios. La atribución de ese día a Minerva, por su parte, ha sido explicado equiparando a la diosa a Nerio, una arcaica y oscura consorte femenina de Marte. En un sentido análogo, se puede señalar que grupos con similar focalización espacial o funcional, tal como el de Ceres, Liber y Libera, se  adoraban conjuntamente en los Cerialia, prácticamente un mes después.
No es este el único caso de doble atribución de un festivo. Algo similar ocurría en el Caballo de Octubre, sagrado para Marte, cuyos sacrificios se producían en los Idus de octubre que, como todos los idus, estuvieron tradicionalmente consagrados a Júpiter; o con las Liberalia, que se celebraban dos días antes (el mismo día que las Agonalia de Marte). En todos esos casos, eso sí, la doble atribución ocurre en conexión con el dios Marte.
La ciudad de Roma fue el resultado de un sinecismo de poblaciones vecinas. Es posible que Marte hubiese jugado un especial rol  en alguna de esas comunidades que entraron en el sinecismo, por ejemplo la del Palatino cuyo colegio sacerdotal Salii Palatini estuvo bajo la explícita protección del dios de la guerra. Pudiera ser probable que la doble atribución de feriados, al igual que otra serie de inconsistencias en un sistema calendárico de por sí sólido, fuesen residuos de una antigua unificación de diferentes calendarios.
La coincidencia de focalizaciones temporales puede, en algunas ocasiones, deberse a focos funcionales complementarios. Al mencionado ejemplo de Liber, Libera y Ceres, honradas conjuntamente en las Cerialia se uniría la adoración de Júpiter y Venus durante dos festivales, los Vinalia Priora y los Vinalia Rustica. Júpiter estuvo cercanamente asociado con la viticultura debido a su focalización funcional como deidad de los cielos y, por tanto, de las condiciones atmosféricas, del tiempo. Venus, por su lado, fue una diosa de la fertilidad y, específicamente, de los jardines y la jardinería. En tal sentido, su foco funcional amplificaría aquel de Júpiter como deidad del tiempo.   
Focalizaciones complementarias funcionales pueden ser la razón de la coincidencia de las Larentalia, el veintitrés de diciembre, fiesta consagrada a Larentia o Larentina, a quien se ofrecía un sacrificio para el fallecido (parentatio) y en honor de Júpiter en su forma de Vediovis, esto es, una deidad ctónica.
Una focalización funcional complementaria de varios cultos puede emerger de tal grado que un foco temporal, en origen característico de un culto específico, sea eventualmente atribuido a otros cultos también.  Así, durante el festival de las Lemuria, los días 9, 11 y 13 de marzo, se ofrecían guisantes no a los lemures, sino a las Larvae, o incluso a los manes paterni. La razón de tal confusión se debe al hecho de que las diferentes nociones de Lemures, Larvae y Manes fueron confusamente similares. 
Si se toma en consideración la interacción de los feriados fijados y los Juegos públicos durante la República, parece que hasta el tiempo de César hubo un especial cuidado en que ninguna festividad fija de cierta deidad interviniese con otra más que con aquellas honradas por los Juegos. Esto fue así en los ludi romani, plebei, los ludi Megalenses, Florales, y los Apollinares.  La única excepción fueron los ludi Cereris, que incluían los Idus de abril (día 13) consagrados a Júpiter y los Fordicidia, consagrados a Tellus, dos días después.
La mayoría de los Grandes Juegos republicanos muestran una notable conexión con los aniversarios de los templos de dioses relevantes. En términos generales, el último día de los Juegos coincidía con el aniversario del templo del dios al que los Juegos se dedicaban. Fue el caso de los ludi Megalenses que coincidían con el aniversario del templo de Magna Mater y, tal vez, el del último día de los ludi Apollinares que, muy posiblemente, caía en el día del aniversario original del templo de Apolo Medicus.
Todos los Juegos Públicos, hasta los de la Victoria de Sila, establecidos en 82 a.e.c., estuvieron directamente vinculados a un específico templo a través de su aniversario. Esta tendencia pudo continuar en la época imperial, ya que es muy factible que el templo de Mars Ultor fuese dedicado por Augusto en 2 a.e.c. el día 12 de mayo, una fecha atestiguada para los ludi Martiales.
Los feriados privados no siguieron el modelo de las festividades públicas. En este sentido, podían caer en un día par, como ocurrió con las Caristia (Cara Cognatio) el día 22 de febrero, o también podían coincidir con otra festividad pública. Un caso emblemático al respecto  es el de los Parentalia, las fiestas de los di parentes, que iniciaban el 13 de febrero con un sacrificio hecho por una vestal y finalizaba con los Feralia el día 21 del mismo mes. Así pues, los Parentalia, incluían los Idus (día 13), consagrados a Júpiter, y los Lupercalia (el 15), consagrados a Fauno.
El número de días del calendario era, evidentemente, limitado. Y como el día era la unidad básica para la focalización temporal de los dioses romanos, el solapamiento de tales focos se hizo inevitable. Así, por ejemplo, los juegos victoriosos de César, dedicados a Venus Victrix, y establecidos en 46 a.e.c., incluían no menos de tres festividades fijas, el segundo día de las Lucaria, las Neptunalia (el 23 de julio) y las Furrinalia, un par de días después.
Por su parte, la focalización temporal del culto imperial, en especial el de Augusto, influiría en la elección de las festividades imperiales. A la par, el emperador tenía la potestad no solo de añadir, sino también de remover festividades fijas.  Calígula, por ejemplo, abolió dos fiestas de Augusto; Claudio rescindió varias porque estimaba que había demasiadas. En el año 70 una comisión senatorial ordenó purgar el calendario de festividades no deseadas o que estuvieran fuera de fechas precisas. Durante la etapa imperial el diáfanamente definido foco temporal de los más importantes dioses republicanos perdió su distintiva naturaleza focal debido a la infiltración del culto imperial y a su impacto claramente desintegrativo.
Con el cristianismo se produjo un revolucionario reconocimiento temporal, que supuso el remplazo de la semana republicana, de ocho días, nundinum, por la semana de siete, con el domingo como foco temporal básico, referido a un más o menos simple evento anual, el Domingo de Pascua.
El calendario lunar judío estuvo en uso en asuntos profanos durante el período romano. Las comunidades judías observaban festivales bíblicos, especialmente el Sabbath, que fue tolerado por emperadores como Augusto o Tiberio. El domingo fue de especial relevancia para la comunidad cristiana en el siglo I, si bien se estableció firmemente con la celebración eucarística en la centuria siguiente. Al tiempo, la celebración del Sabbath fue perdiendo significación entre los cristianos. La Pascua fue el único festival anual celebrado de manera consistente por los cristianos durante los primeros tres siglos de la era. Se desarrolló a partir de la Pascha judía, pues era el período en el que Jesús moría de acuerdo a las escrituras canónicas.
La relativa ausencia de focalización temporal en la Iglesia cristiana durante las primeras tres centurias de su existencia, al margen de la observancia del domingo y de la Pascua de Resurrección, es muy significativa. Únicamente ha sido parcialmente compensada por la veneración de mártires y obispos difuntos, práctica que comenzó a desplegarse en Roma desde mediados del siglo III en adelante. Los martirologios y los ciclos memoriales se atestiguan por primera vez en dos secciones de enterramientos (las deposiciones) de obispos y mártires en el mencionado Calendario de Filocalo, que lista la muerte de obispos de Roma y de mártires romanos desde la mitad del siglo III a mediados del IV.
Al igual que en el caso de la conceptualización espacial, encontramos en el calendario una distinción entre conceptos divinos y humanos, en tanto que dentro de la categoría de divinidad todos los dioses eran tratados, en esencia, como si fuesen siempre el mismo. Este balance fue desafiado por el culto imperial, que difuminó la dicotomía existente entre divino y humano. Haciendo esto, el mismo se convertía en una fuerza mucho más desintegrativa que la mayoría de los conceptos divinos foráneos que llegaron a Roma durante la etapa imperial.
Mientras el calendario pagano fue policéntrico, lo que implicaba un conglomerado de varios focos temporales no relacionados unos con otros, el calendario cristiano se centraba alrededor de un único evento histórico, la crucifixión de Cristo. Con su mirada monocéntrica y su énfasis en un específico momento de la historia humana, la muerte de Jesús, el cristianismo difería, en fin, sustancialmente de todos los modos de conceptualización temporal de lo divino que se conocían a lo largo y ancho del mundo mediterráneo.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Abril, 2018.



[1] Los flamines incluyen sacerdotes de dioses que están ausentes de los feriale, porque la deidad relevante ha desaparecido del panteón o porque ciertos festivales eran muy insignificantes para ser mencionados. Flora, por ejemplo, tenía un flamen floralis  y un culto en Roma, a pesar de su ausencia en los feriale, posiblemente porque su feriae (Floralia) era conceptivae. En contraste, el flamen falacer no mantuvo ninguna traza al margen de la literatura de anticuario en Roma. Lo mismo ocurriría con Palatua, cuyo a flamen palatualis está atestiguado en las fuentes escritas (Varrón, VII, 45) así como en la epigrafía, fuera de Roma (CIL VIII 10500).
[2] También está implícita en esta fecha concreta la celebración de la victoria en Actium, vista como un símbolo del comienzo de una nueva era.
[3] Incluso posteriormente, cuando el comienzo del año se desplazó hasta el primero de marzo, la diosa defendió, de manera exitosa su lugar en el calendario, lo cual es un claro indicio de que el foco temporal en el calendario tradicional fue tan conservador como el espacial, y que una vez establecido era prácticamente irremovible.

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