Los dioses romanos eran eternos. Por tal motivo,
incluso los olvidados o los antiguos podían ser invocados en alguna ocasión. La
temporalidad fue un concepto constituyente tan relevante como el espacial. En
determinados momentos, las deidades más importantes podían estar presentes y
comportarse de manera especialmente benevolente. El ciclo de los focos
temporales de las divinidades romanas fue registrado en el calendario
pontifical.
Muy probablemente, hacia fines de la cuarta centuria
a.e.c. los festivales; esto es, los focos temporales de adoración de dioses
específicos fueron incluidos en el calendario. Posteriormente, también fueron
reseñados en él las celebraciones anuales de los eventos públicos, como las
victorias de los ejércitos romanos y los aniversarios de los gobernantes. Su
redacción correspondía a los pontífices.
La primera copia que sobrevive corresponde a la
primera mitad del siglo I a.e.c. Se trata de los Fasti Antiates Maiores,
que proceden de una pintura mural en una vivienda que daba hacia el mar al sur
de Roma. El más importante foco temporal
de conceptos divinos en Roma fueron los “vacantes”, los “feriados” (feriae) en latín. Las fuentes antiguas
dividen tales días de vacaciones en dos categorías básicas, las feriae
publicae y las privatae. Las primeras pueden dividirse en aquellas
que se celebraban anualmente el mismo día, así marcadas en el calendario como feriae stativae, y las de fechas específicas señaladas por los magistrados o los
sacerdotes (feriae conceptivae). Además, había feriae extraordinarias ordenadas a la
discreción de cónsules y pretores, feriae imperativae, y luego del
emperador. Destacaron, por ejemplo, las Feriae
Latinae (luego nombradas Stativae).
Se ha dicho que las feriae conceptivae estuvieron vinculadas al trabajo agrario y, en consecuencia,
dependieron de las condiciones del tiempo.
Inicialmente, todas las feriae fueron proclamadas el quinto o el séptimo
día (nonae) de cada mes por el rex sacrorum. Por lo tanto,
todas fueron al principio feriae conceptivae. Se cree que las feriae conceptivae que tenían connotaciones
políticas, como las Feriae Latinae o las Saturnalia, tenían
muchas menos probabilidades de ser transformadas en feriae stativae.
El núcleo de las feriae publicae pudo
haber sido fijado en el siglo VI a.e.c., si bien la publicación de los feriale
se pudo retrasar hasta el final del siglo IV a.e.c. Parece que la
versión más antigua de un feriale
publicado no se modeló sobre el panteón romano más arcaico que se pueda
reconstruir, como es reflejado por los flamines
o por los nombres de los meses del más antiguo calendario romano[1].
Únicamente los nombres de los primeros seis meses derivan de teónimos (Ianuarius, Martius, Aprilis, Maius, Iunius),
o de una característica relevante de un mes concreto, caso de Februarius, de februare (purificar). Dioses importantes, como Júpiter,
el más prominente en los feriale,
está ausente de la nomenclatura de los meses romanos. Solamente Marte y, tal
vez, Afrodita pero con un nombre distinto (Aprilis),
figuran prominentemente en los feriale
y son, a la par, honrados con el nombre de un mes en el calendario.
A pesar del carácter puramente religioso de los feriale,
un adicional feriado político, que conmemoraba un específico evento histórico,
encontró su espacio en el calendario oficial en la primera mitad del siglo I
a.e.c., como el caso del regifugium. No obstante, esto parece haber sido
un elemento bastante extraño, excepcional en términos temporales.
En términos prácticos el feriale refleja un lento pero permanente sistema cambiante de
focalización temporal. Algunos festivales eran renombrados, otros remplazados
o, incluso, olvidados. La mayoría de las feriae publicae mencionadas en el feriale estuvieron
específicamente marcadas en la evidencia epigráfica conservada por un signo NP,
cuya interpretación es muy insegura. En todo caso, las Feriae publicae eran días en los que se promovía la paz
divina, se restringía o se evitaba por completo el trabajo, sobre todo el de
los esclavos, así como los negocios, en virtud de que algunos sacerdotes no
podían ver a alguien trabajando esos días para no contaminarse.
Existieron diferencias de popularidad entre unas
festividades y otras. La popularidad de las Saturnalia
era mucho mayor que las Agonalia o
las Furinalia. Tampoco todos los
festivales públicos eran relevantes para ambos sexos. Es el caso de las Matralia
festival de las matronas para las mujeres, y del Armilustrium, para los hombres. Por otra parte, un gran
número de festivales públicos se vinculaban de modo específico a un grupo
profesional. Las Vinalia y las
Robigalia fueron, en este sentido de vital importancia para el
campesinado en el ámbito rural, en tanto que las Vestalia estuvieron especialmente asociadas
a molineros y panaderos. El Quinquatrus, vinculado a Minerva, se
conectaba a toda clase de artes y artesanías.
Asimismo, podía haber también diferencias territoriales en lo
concerniente a las observancias religiosas. El Septimontium no era celebrado por todo el conjunto
de la población de Roma, sino por las “gentes de las colinas”, mientras que los
Paganalia correspondían a los
habitantes de un pagus.
Además de por los feriale,
la vida religiosa de la persona, a título individual, estaba determinada
predominantemente por las festividades sacras privadas, que se celebraban en el
interior de los clanes mayores, esto es, de las gentes, y solían derivar de la biografía personal del celebrante,
como los aniversarios o los nacimientos (cumpleaños). Lamentablemente, las
fuentes son muy precarias al respecto.
Varios casos ejemplifican bien cómo los conceptos
divinos se formaron a través del calendario romano. Así, los focos temporales
del supremo dios romano, Júpiter, fueron muy numerosos. Los días de luna llena
(idus) le estaban consagrados. Al
margen del ritmo mensual, la adoración de esta deidad se focalizaba en varias
fechas del ciclo anual. Tal es así que ninguna deidad republicana le igualó en
cuanto al número de festividades fijas, pues estaban asociadas a él las Poplifugia,
las Vinalia, las Meditrinalia
y tal vez, también, el Regifugium en febrero. Los juegos
públicos (ludi Romani y ludi
plebei) estuvieron, así mismo, consagrados a Iuppiter Optimus Maximus, en tanto que los Juegos Capitolinos, en
octubre, lo estuvieron a
Iuppiter Feretrius. Los aniversarios de los templos jovianos caían en días marcados del mes
(1, 5, 7, 13 y 15).
Por su parte, todos los templos republicanos de Juno
fueron dedicados en las Kalendae (Sospita,
Lucina, Moneta, Regina), salvo una única excepción (Iuno Curritis, en las nonae).
En el caso de Marte, los festivales de este dios guerrero se concentraban
principalmente en su mes, en marzo,
específicamente, Equirria, Agonalia y Tubilustrium.
Los cultos no oficiales o que fueron desterrados o
eliminados también tuvieron una focalización temporal. El calendario del culto
de Baco, a comienzos del siglo II a.e.c. incluía iniciaciones regulares que, en
principio, se llevaban a cabo tres veces al año, aunque tras las reformas de
210, se realizaban cinco día cada mes. Parece plausible que las Liberalia también
hubieran servido como foco temporal para el culto de este dios, en virtud de la
genérica identificación de Baco con Liber durante la época republicana.
Otro caso paradigmático es el del culto de Isis. En Menologia
Rustica, del siglo I, se menciona
un festival de nombre Heuresis (la recuperación de Osiris-Serapis,
asesinado y desmembrado por Tifón). El Calendario de Filocalo refiere el mismo festival en otra fecha y
como culmen de otro llamado Isia. Menologia registra también un Isidis
navigium en marzo y un par de
festivales en abril denominados sacrum Phariae (Pharia sería
un epíteto de la diosa), y Sarapia. Del mismo modo el Calendario de Filocalo menciona unas lychnapsia.
La divinidad del emperador se modeló a partir de esa
de los dioses tradicionales. Incluía la focalización temporal de su culto. Los
feriados imperiales fueron denominados también feriae, como aquellos de las
deidades tradicionales. Ciertos días,
además, sirvieron como focos temporales, como fue el caso de los cumpleaños
imperiales o los aniversarios de sus entronizaciones (dies imperii). En
este sentido, por ejemplo, el cumpleaños de Augusto fue declarado como fiesta
pública en el año 30 a.e.c.[2]
Unos años más tarde se le añadirían unos juegos.
Las festividades fijas en el calendario republicano
muestran gran consistencia. Todas caían después de las nonae de un mes, y por tal motivo eran anunciadas por el rex
sacrorum. Y todas lo hacían en días impares. Cuando un festival tenía una
duración de más de un día, los días no festivos intervenían. Así ocurría, sin
ir más lejos, en las Carmentalia (entre el 11 y el 15 de enero), las Lemuria
(9, 11 y 13 de mayo), y las Lucaria,
entre el 19 y el 21 del mes de julio. Hubo alguna excepción a esta regla.
El más significativo principio de la festividad fijada
republicana es el hecho de que la mayoría de ellas formaban un foco temporal
para un único dios a la vez. Todos los idus fueron consagrados a Júpiter, de
forma que ninguna otra festividad fija republicana caía en los idus, con la relevante excepción de los
Idus de marzo, consagrados a Anna Perenna, quien era adorada en la primera luna
llena del primer mes del antiguo calendario, que era el de marzo, como la diosa
del Año Nuevo[3].
Una coincidencia de focos temporales de diferentes
cultos se encuentra en el día Quinquatrus (el quinto día después de los
idus, el 19 de marzo en este caso), que fue sacro para dos deidades
independientes, Marte y Minerva. Como día festivo fijado de Marte, el Quinquatrus se conectó con la purificación de ancilia,
los míticos escudos sobre los que descansaba la prosperidad de Roma. Eran
mantenidos en el templo de Marte por los Salios. La atribución de ese día a
Minerva, por su parte, ha sido explicado equiparando a la diosa a Nerio, una
arcaica y oscura consorte femenina de Marte. En un sentido análogo, se puede
señalar que grupos con similar focalización espacial o funcional, tal como el
de Ceres, Liber y Libera, se adoraban
conjuntamente en los Cerialia, prácticamente
un mes después.
No es este el único caso de doble atribución de un
festivo. Algo similar ocurría en el Caballo de Octubre, sagrado para Marte,
cuyos sacrificios se producían en los Idus de octubre que, como todos los idus,
estuvieron tradicionalmente consagrados a Júpiter; o con las Liberalia, que se celebraban dos días antes (el mismo
día que las Agonalia de Marte). En todos esos casos, eso sí, la
doble atribución ocurre en conexión con el dios Marte.
La ciudad de Roma fue el resultado de un sinecismo de
poblaciones vecinas. Es posible que Marte hubiese jugado un especial rol en alguna de esas comunidades que entraron en
el sinecismo, por ejemplo la del Palatino cuyo colegio sacerdotal Salii
Palatini estuvo bajo la explícita
protección del dios de la guerra. Pudiera ser probable que la doble atribución
de feriados, al igual que otra serie de inconsistencias en un sistema
calendárico de por sí sólido, fuesen residuos de una antigua unificación de
diferentes calendarios.
La coincidencia de focalizaciones temporales puede, en
algunas ocasiones, deberse a focos funcionales complementarios. Al mencionado
ejemplo de Liber, Libera y Ceres, honradas conjuntamente en las Cerialia
se uniría la adoración de Júpiter y Venus durante dos festivales, los Vinalia Priora y los Vinalia Rustica.
Júpiter estuvo cercanamente asociado con la viticultura debido a su
focalización funcional como deidad de los cielos y, por tanto, de las
condiciones atmosféricas, del tiempo. Venus, por su lado, fue una diosa de la
fertilidad y, específicamente, de los jardines y la jardinería. En tal sentido,
su foco funcional amplificaría aquel de Júpiter como deidad del tiempo.
Focalizaciones complementarias funcionales pueden ser
la razón de la coincidencia de las Larentalia, el veintitrés de
diciembre, fiesta consagrada a Larentia o Larentina, a quien se ofrecía
un sacrificio para el fallecido (parentatio) y en honor de Júpiter en su forma de Vediovis, esto es, una deidad ctónica.
Una focalización funcional complementaria de varios
cultos puede emerger de tal grado que un foco temporal, en origen
característico de un culto específico, sea eventualmente atribuido a otros cultos
también. Así, durante el festival de las
Lemuria, los días 9, 11 y 13 de marzo, se ofrecían guisantes no a los lemures, sino a las Larvae, o incluso a los manes
paterni. La razón de tal confusión se debe al hecho de que las diferentes
nociones de Lemures, Larvae y Manes fueron confusamente
similares.
Si se toma en consideración la interacción de los
feriados fijados y los Juegos públicos durante la República, parece que hasta
el tiempo de César hubo un especial cuidado en que ninguna festividad fija de
cierta deidad interviniese con otra más que con aquellas honradas por los
Juegos. Esto fue así en los ludi romani,
plebei, los ludi Megalenses, Florales, y los Apollinares. La única excepción fueron los ludi Cereris, que incluían los Idus de abril (día 13)
consagrados a Júpiter y los Fordicidia, consagrados a Tellus, dos
días después.
La mayoría de los Grandes Juegos republicanos muestran
una notable conexión con los aniversarios de los templos de dioses relevantes.
En términos generales, el último día de los Juegos coincidía con el aniversario
del templo del dios al que los Juegos se dedicaban. Fue el caso de los ludi
Megalenses que coincidían con el
aniversario del templo de Magna Mater y, tal vez, el del último día de
los ludi Apollinares que,
muy posiblemente, caía en el día del aniversario original del templo de Apolo Medicus.
Todos los Juegos Públicos, hasta los de la Victoria de
Sila, establecidos en 82 a.e.c., estuvieron directamente vinculados a un
específico templo a través de su aniversario. Esta tendencia pudo continuar en
la época imperial, ya que es muy factible que el templo de Mars Ultor fuese
dedicado por Augusto en 2 a.e.c. el día 12 de mayo, una fecha atestiguada para
los ludi Martiales.
Los feriados privados no siguieron el modelo de las
festividades públicas. En este sentido, podían caer en un día par, como ocurrió
con las Caristia (Cara Cognatio) el día 22 de febrero, o también
podían coincidir con otra festividad pública. Un caso emblemático al
respecto es el de los Parentalia,
las fiestas de los di parentes, que iniciaban el 13 de febrero con un
sacrificio hecho por una vestal y finalizaba con los Feralia el día 21 del mismo mes. Así pues,
los Parentalia, incluían los
Idus (día 13), consagrados a Júpiter, y los Lupercalia (el 15), consagrados a Fauno.
El número de días del calendario era, evidentemente,
limitado. Y como el día era la unidad básica para la focalización temporal de
los dioses romanos, el solapamiento de tales focos se hizo inevitable. Así, por
ejemplo, los juegos victoriosos de César, dedicados a Venus Victrix, y establecidos
en 46 a.e.c., incluían no menos de tres festividades fijas, el segundo día de
las Lucaria, las Neptunalia (el 23 de julio) y las Furrinalia,
un par de días después.
Por su parte, la focalización temporal del culto
imperial, en especial el de Augusto, influiría en la elección de las
festividades imperiales. A la par, el emperador tenía la potestad no solo de
añadir, sino también de remover festividades fijas. Calígula, por ejemplo, abolió dos fiestas de
Augusto; Claudio rescindió varias porque estimaba que había demasiadas. En el
año 70 una comisión senatorial ordenó purgar el calendario de festividades no
deseadas o que estuvieran fuera de fechas precisas. Durante la etapa imperial
el diáfanamente definido foco temporal de los más importantes dioses
republicanos perdió su distintiva naturaleza focal debido a la infiltración del
culto imperial y a su impacto claramente desintegrativo.
Con el cristianismo se produjo un revolucionario
reconocimiento temporal, que supuso el remplazo de la semana republicana, de
ocho días, nundinum, por la semana de
siete, con el domingo como foco temporal básico, referido a un más o menos
simple evento anual, el Domingo de Pascua.
El calendario lunar judío estuvo en uso en asuntos
profanos durante el período romano. Las comunidades judías observaban
festivales bíblicos, especialmente el Sabbath,
que fue tolerado por emperadores como Augusto o Tiberio. El domingo fue de
especial relevancia para la comunidad cristiana en el siglo I, si bien se
estableció firmemente con la celebración eucarística en la centuria siguiente.
Al tiempo, la celebración del Sabbath
fue perdiendo significación entre los cristianos. La Pascua fue el único
festival anual celebrado de manera consistente por los cristianos durante los
primeros tres siglos de la era. Se desarrolló a partir de la Pascha judía, pues era el período en el
que Jesús moría de acuerdo a las escrituras canónicas.
La relativa ausencia de focalización temporal en la
Iglesia cristiana durante las primeras tres centurias de su existencia, al
margen de la observancia del domingo y de la Pascua de Resurrección, es muy
significativa. Únicamente ha sido parcialmente compensada por la veneración de
mártires y obispos difuntos, práctica que comenzó a desplegarse en Roma desde
mediados del siglo III en adelante. Los martirologios y los ciclos memoriales
se atestiguan por primera vez en dos secciones de enterramientos (las
deposiciones) de obispos y mártires en el mencionado Calendario de Filocalo, que lista la muerte de obispos de Roma y de
mártires romanos desde la mitad del siglo III a mediados del IV.
Al igual que en el
caso de la conceptualización espacial, encontramos en el calendario una
distinción entre conceptos divinos y humanos, en tanto que dentro de la
categoría de divinidad todos los dioses eran tratados, en esencia, como si
fuesen siempre el mismo. Este balance fue desafiado por el culto imperial, que
difuminó la dicotomía existente entre divino y humano. Haciendo esto, el mismo
se convertía en una fuerza mucho más desintegrativa que la mayoría de los
conceptos divinos foráneos que llegaron a Roma durante la etapa imperial.
Mientras el
calendario pagano fue policéntrico, lo que implicaba un conglomerado de varios
focos temporales no relacionados unos con otros, el calendario cristiano se
centraba alrededor de un único evento histórico, la crucifixión de Cristo. Con
su mirada monocéntrica y su énfasis en un específico momento de la historia
humana, la muerte de Jesús, el cristianismo difería, en fin, sustancialmente de
todos los modos de conceptualización temporal de lo divino que se conocían a lo
largo y ancho del mundo mediterráneo.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Abril, 2018.
[1] Los flamines incluyen sacerdotes de dioses que están ausentes de los feriale,
porque la deidad relevante ha desaparecido del panteón o porque ciertos
festivales eran muy insignificantes para ser mencionados. Flora, por
ejemplo, tenía un flamen floralis y un culto en Roma, a pesar de su ausencia en
los feriale, posiblemente porque su feriae (Floralia)
era conceptivae. En contraste, el flamen falacer no mantuvo ninguna traza al margen de la
literatura de anticuario en Roma. Lo mismo ocurriría con Palatua, cuyo a flamen palatualis está atestiguado en las fuentes escritas
(Varrón, VII, 45) así como en la epigrafía, fuera de Roma (CIL VIII
10500).
[2] También está implícita en esta fecha concreta la
celebración de la victoria en Actium, vista como un símbolo del comienzo de una
nueva era.
[3] Incluso posteriormente,
cuando el comienzo del año se desplazó hasta el primero de marzo, la diosa
defendió, de manera exitosa su lugar en el calendario, lo cual es un claro indicio de que el foco temporal en el calendario
tradicional fue tan conservador como el espacial, y que una vez establecido era
prácticamente irremovible.
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