19 de mayo de 2021

Las manifestaciones estéticas en la Europa de la Edad del Bronce














Imágenes (de arriba hacia abajo): puñal en bronce de la Cultura de Unetice. Narodni Museum, Praga; brazalete en oro de Bilje, de la Cultura de Otomani. Museo de Historia Natural de Viena; capa de oro de Mold, Cultura de Wessex. Museo Británico; panorámica parcial del túmulo de Kernonen, en la Bretaña francesa. Bronce Antiguo (1800-1500 a.e.c.); plano del conjunto de Stonehenge, Inglaterra; vaso funerario en oro de Rillaton. Bronce Antiguo, Cornualles, Inglaterra; cono de Avanton, en oro, de la etapa del Bronce Medio (1500-1300 a.e.c.); Lúnula irlandesa (2000-1500 a.e.c.); diadema de la necrópolis de La Colombine (sepultura 101), hecha en colmillo de oso con bronce. Bronce Final (1300-700 a.e.c.); cascos de Vikso, en Zealand, Dinamarca, entre 1000 y 900 a.e.c. Museo Nacional de Copenhague; hojas de afeitar en bronce de Gerdrup y Darup (Dinamarca), con prótomos en forma humana. Bronce Final (900-700 a.e.c.); par de lurer daneses en bronce. Bronce Final, hacia 900-700 a.e.c. Museo Nacional de Copenhague y; pintura rupestre de Tanum. Barco con tripulantes que elevan armas o lurer. Bronce Final, Suecia.

La explosión socio-económica que conlleva la producción de un metal como el bronce tiene su base en las dos grandes rutas mercantiles de la época, la del estaño y la del ámbar. Será el eje centroeuropeo de la ruta del ámbar, en torno a Turingia y Sajonia la que en el II milenio a.e.c. comience a emplear el estaño para fabricar bronce. Los aspectos económicos y tecnológicos favorecerán el afán de la creatividad artística, manifestada en una metalurgia del bronce centrada en ornamentos, objetos suntuarios y ceremoniales.

En la Europa del Bronce Antiguo (2300-1500 a.e.c.) un factor clave en la propagación de la metalurgia del bronce será la fabricación, la posesión y la distribución de armas, especialmente debido a la implantación del factor social que conlleva la presencia de elites sociales poderosas, jerarquías necesitadas de una simbología del poder como medio de mantener el poder y magnificar su prestigio. La pretensión de disponer de las mejores armas y una elevada demanda de objetos suntuarios de carácter personal trajo consigo la consolidación de una intrincada red de intercambios. Los centros específicos de desarrollo serán aquellas regiones en las que el acceso a los yacimientos de cobre, estaño u oro es cómodo y sencillo, caso de los Cárpatos, Bohemia, Bretaña, Irlanda, Transilvania y las Islas Británicas. La posición privilegiada de los poderosos en estas zonas geográficas, aunado a la su necesidad de pieles y tejidos para la vestimenta o al gusto mostrado por el caro ámbar, daría lugar al suministro de objetos metálicos, incluidas las armas, a los países de la región escandinava. Una muy relevante cantidad de tales objetos valiosos fueron depositados en tumbas, como el caso de collares, puñales, espadas, vasos de oro, alfileres o joyas de diverso tipo. En la Europa de nobles guerreros de esta época la producción artística estará signada, sin duda, por las creencias religiosas.

En la Europa central dará comienzo la larga historia de las artes metalíferas, con la presencia de adornos, piezas de oro y armas. Las manifestaciones artísticas de la Edad del Bronce Antiguo en Centroeuropa consisten en construcciones funerarias, con sus respectivos ajuares principescos en zonas como Turingia y Sajonia, en los singulares estilos cerámicos de la región de los Cárpatos, en las armas de carácter y función ceremonial de Rumanía y Eslovaquia, así como en las joyas transilvanas.

Ocurre en el marco de la denominada Cultura Unetice (Aunjetitz), en la región al noroeste de la capital de la República Checa, Praga. La cultura ocupa una significativa región metalúrgica y está ubicada en la encrucijada de la ruta del ámbar. En sus tumbas aparecieron torques, puñales de hoja triangular, brazaletes y anillos. La fase más tardía de la cultura (hacia 1800 a.e.c.), se relaciona con las tumbas de cámara bajo un túmulo, que reciben el nombre de tumbas principescas (túmulo de Helmsdord, o el de Leubingen, en Sajonia-Turingia). En esta última, el ajuar funerario contenía puñales hechos en bronce, cinceles, hachas y piedras de afilar, además de dos anillos, un brazalete y un par de alfileres de oro. Además de puñales o alabardas, esta cultura también es la autora de un casco cónico (hoy en el British Museum), cuya semejanza formal con aquellos de las tumbas micénicas de los guerreros en Cnosos es singular. Tal vez como medida de salvaguarda ante algún peligro, en la fase tardía de la cultura cierto armamento fue ocultado en depósitos, como los dos puñales del depósito de Horomerice-Kozí Hrbety.

Las culturas de los Cárpatos presentan gran número de grupos culturales[1]. De entre ellos destaca, en el ámbito de las culturas del Bronce Antiguo en Eslovaquia, la designada como cultura Otomani, caracterizada por sus poblados amurallados. Esta cultura ha dejado constancia arqueológica de edificaciones de carácter religioso, particularmente Salacea, (Marghita, en Rumanía), un sitio fortificado en cuyo interior se han hallado, además de la característica cerámica (como el conjunto cerámico de Barca, Kosice), una serie de materiales sagrados como modelos de carro, la miniatura de un barco, vasos cultuales, cuchillos de piedra y figurillas, en los que la decoración principal consistía en acanaladuras y espirales entrelazadas.

Otra de las culturas rumanas es la identificada con la cerámica de Cirna. Cirna se asocia con una necrópolis de incineración cuyos vasos funerarios son cuencos de grandes aberturas con una decoración caligráfica (espirales, temas curvilíneos), geométrica y fitomorfa. Sus principales motivos son los puntos, guirnaldas y los arcos. Otro estilo decorativo en la región transilvana es el del lugar de Wietenberg, cuya cerámica presenta acanaladuras paralelas que configuran temáticas geométricas diversas, sobresaliendo la espiral y el meandro.

En el Europa atlántica del Bronce encontramos enseñas y emblemas de poder, como las mazas de mando, armas y hachas ceremoniales, enseres de distinción y prestigio, caso de las vajillas, tanto de metal como el oro, como de sustancias como el ámbar, además de adornos de tipo personal, del tipo brazaletes, collares y pendientes. Destaca el trabajo en oro del occidente del continente en el Bronce Antiguo, en especial el de la Armórica bretona y el de las Islas Británicas. No se puede comenzar a sintetizar el ámbito estético y religioso de la región atlántica sin mencionar Stonehenge, en Wiltshire, Inglaterra, una construcción ideada para medir con precisión la secuencia periódica y regular de las estaciones del año. El sitio dispuso de cuatro piedras de las estaciones ubicadas en las esquinas de un rectángulo, que delimitan un ángulo recto en el momento de coincidir con la línea del amanecer en el solsticio de verano. Stonehenge fue remodelado hacia 1750 a.e.c., levantándose en el centro del lugar un doble circuito de monolitos en arenisca de tonos azulados. Unas décadas después, volvió a ser renovado, erigiéndose un nuevo círculo de piedras enlazadas entre sí por enormes dinteles. Tal círculo megalítico encerraba cinco unidades de tres trilitos, un dintel y un par de soportes. Es muy probable que una jerarquía, tal vez sacerdotal, fuese la encargada de realizar el monumento, ejerciendo una autoridad de intermediación entre lo divino y lo humano.

Lo cierto es que esta estructura infiere la presencia de constructores vinculados por un sentido comunitario en lo relativo al más allá. Es la época en que los grupos humanos viven la tradición cultural del vaso campaniforme tardío, fase cultural que había sido la responsable de la industria del bronce en Gran Bretaña y en una buena parte del resto del continente. El motivo campaniforme es una vasija en forma de campana invertida que se decoraba con incisiones de bandas horizontales con diversos motivos geométricos, como triángulos rombos o espigas. Sus fabricantes son gentes guerreras cuyas tumbas contenían dagas metálicas, hojas de cuchillos, hachas pétreas y puntas de flecha en piedra, pero también botones de ámbar, vajillas, fáleras y brazaletes de bronce. El propio vaso campaniforme sería, no obstante él mismo, un objeto de prestigio, que acompañaría a las hachas de metal como símbolos de poder.

De esta época se destacan dos culturas sobre todas las demás. Se trata de la cultura de Wessex (zona sudeste de Inglaterra) y la cultura de los túmulos de la Armórica, en la Bretaña de Francia. Ambas presentan relaciones con Micenas, pues de la ciudadela micénica o bien fueron importados objetos de metal prestigiosos, o bien sabiamente imitados. Son sociedades probablemente estratificadas y comandadas por una elite principesca. Tañes señores guerreros se llevaban consigo a sus tumbas símbolos de su poder, como cetros o mazas, emblemas profesionales, caso de hachas de combate y puñales, además de referentes de su poder económico, como el vestuario u objetos de oro para el adorno personal. Las dos culturas elaboraron sepulcros individuales bajo túmulos, aunque los más notables por su estructura prominente son los armoricanos (por ejemplo Saint-Jude). La arquitectura megalítica bretona dejó evidentes rastros en estos túmulos de Armórica, como es el caso del gran túmulo de Kernonen. En este grandioso túmulo se encontraron tres cofres de madera, conteniendo hachas de bronce y puñales con empuñadura de madera en las que se incrustaron clavos de oro, mostrando diversos motivos geométricos (círculos, rombos). También aparecieron puntas de flecha de sílex talladas.

En la cultura de Wessex debe mencionarse el túmulo de Bush Barrow, en cuyo interior apareció un enterramiento masculino con un ajuar que contenía dos puñales de cobre y de bronce, respectivamente, una maza de piedra, joyas de oro, un cetro y un hacha broncínea. Por su parte, el túmulo de Upton Lovel, en Wiltshire, viene a ser la versión en femenino del anterior. En este caso el ajuar contaba con una placa de oro, un cincel de bronce, un cuchillo, vasos de cerámica y un collar de cuentas de ámbar. Paralelismos con Micenas se pueden hallar en otros túmulos, como el que contuvo el vaso de Rillaton, en Cornualles, un vaso áureo con paredes muy rugosas, de técnica semejante a los vasos de Eschenz y de Fritzdorf.

Un innegable afán de notoriedad de las personas inhumadas en estos ricos túmulos de la Armórica, de Gran Bretaña o incuso del valle del Rin, dio lugar a la acumulación de objetos para ser exhibidos y apreciados, lo cual pudo incentivar las rutas de comunicación y transporte desde las Islas Británicas al Peloponeso griego, propiciando una difusión de una suerte de indefinida koiné micénica por la Europa “bárbara” del bronce.

Las joyas áureas de Wessex se formaron en la tradición local de las joyas campaniformes pero con el añadido de técnicas continentales. Uno de los ejemplos más destacables es la Capa de Mold (Clwyd), un vestido ceremonial con esferas y pequeños diamantes en repujado. En este sentido, Wessex, que dispuso de un acceso directo y bastante cómodo al continente, debió ser un centro religioso en el II milenio, de ahí que las tumbas más llamativas no se encuentren alejadas del  lugar de Stonehenge. En la región isleña Británica, específicamente en Irlanda, sobresalen, además, los discos, hallados en parejas y con decoración de motivos cruciformes, destinados a ser prendidos en las ropas, y las lunulae, láminas de oro en forma de cuarto creciente lunar con extremos rematados en paletas, unas joyas de carácter personal que de llevarían colgadas del cuello.

Estas lunulae aparecieron en depósitos aislados. Suelen poseer una ornamentación a base de triángulos enlazados y rombos. Es muy probable que hubiese habido una inspiración en los motivos de la cerámica campaniforme, aunque no hubo mucha población campaniforme en Irlanda. Lo que parece seguro es que su posesión tendría como finalidad la exhibición, siendo símbolos de poder. Entre las principales lunulae se puede mencionar el ejemplar de Blessington, hoy en el British Museum. Estas piezas satisfarían el afán de representación y ostentación, así como el exotismo del Bronce Antiguo en un ámbito popular, en tanto que no formaban parte de ajuares funerarios.

Aunque los países de Escandinavia adolecen de recursos metalíferos produjeron sin embargo notables piezas de metal, como armas, adornos y objetos personales. Seguramente esta aparente contradicción se explica porque estas regiones contaron con una destacada moneda de cambio, el ámbar. Gran cantidad de ajuares metálicos y vestimentas fueron recuperados de las inhumaciones individuales en cajas hechas con troncos bajo montículos tumulares en Seeland, Jutlandia o Goteland. También en estas latitudes se hicieron donaciones votivas de armas (espadas sobre todo) y otros objetos de bronce a las aguas de ríos, pantanos, pozos o lagos, en honor de las deidades acuáticas y como recurso de protección divina.

Los discos de cinturón fueron objetos de la donación ritual, aunque también se depositaron en tumbas (Soborg, Hverrhus). Las placas de estos discos presentan bandas concéntricas que contienen espirales, un tema habitual en la metalistería nórdica durante la Edad del Bronce. Un disco de bronce, llamado disco del sol, apareció instalado en un carro de seis ruedas del que tira un solo caballo. Fue descubierto en la marisma de Trundholm, al norte de Zealand, y datado a mediados del II milenio a.e.c. Anverso y reverso del disco aparecen decorados con motivos de círculos, algunos engarzados en espirales. A través de unas riendas el caballo tira del disco solar. Va engalanado el animal con placas y motivos en oro.

Es bastante factible que el vehículo estuviese orientado a recorrer un camino análogo al del Sol; primero un camino de ida, de este a oeste, mostrando la cara más reluciente del disco, y después uno de vuelta, de oeste a este, con la cara menos luminosa o apagada. Aunque no se puede descartar su uso como un juguete móvil, tal vez la pieza represente en pequeño tamaño algún ejemplar ritual de mayor envergadura que podría haberse empleado en ceremonias y procesiones.

Desde el siglo XIII a.e.c. en Centroeuropa se hacen comunes los enterramientos en urna, en zonas como Provenza, Tirol, Polonia, nordeste de la Península Ibérica y valle del Rin. Se trata de las necrópolis llamadas Campos de Urnas del Bronce Final. La implantación de las tumbas de incineración en regiones llanas hacen retroceder las construcciones tumulares. El cambio de ritual funerario se produjo en zonas de Hungría, desde donde se expandió hacia occidente. Las ideas y conceptos fueron los que se movilizaron, no las gentes. Ello supuso una suerte de reorientación de las mentalidades.

Son bastante escasos los poblados y asentamientos, al margen de los enterramientos en urnas, en la Edad del Bronce Antiguo, pero ya más abundante en el Final, donde se localizan en elevaciones y promontorios. Estos yacimientos fortificados más notables corresponden a la cultura de Lausitz (Polonia y Alemania). La presencia de fortificaciones implica la de armas. En efecto, circularon grandes cantidades de armas de bronce, defensivas como corazas, escudos o cascos, además de ofensivas, del tipo espadas sobre todo. La panoplia militar acompañaba al difunto en su sepulcro, de ahí la habitual aparición de armas en depósitos enterrados o arrojados a ríos y pantanos. Muchos de los depósitos de objetos metálicos fueron de carácter votivo. Se consideran donativos de quienes los poseían a los espíritus de montes, grutas o aguas. No obstante, algunos pudieron ser almacenes de metal e incluso escondrijos en tiempos de crisis o de peligros inminentes.

Hubo dos áreas geográficas principales en esta época del Bronce Final, por un lado la Europa nórdica, y por el otro la atlántica. La primera destacó por sus broncistas y la segunda por sus refinados orfebres. Aunque las tumbas con ricos ajuares son frecuentes en las fases tempranas de las Urnas (siglos XIII y XII a.e.c.) en toda Centroeuropa, los ajuares de las urnas acabaron por uniformizarse, lo cual puede señalar la participación de más individuos en los asuntos comerciales, del transporte, la explotación de la tierra y hasta de la guerra, contribuyendo así a reforzar el engranaje social y económico de la época. En definitiva, la sociedad del Bronce Final pudo ser un tanto más igualitaria.

En el Bronce Final se elaboró tecnológicamente el equipo militar. Es así que las gentes guerreras de los Campos de Urnas empleaban escudos redondos, algunos de ellos hechos de cuero, aunque otros en bronce, que aparecieron en las tumbas. Destacan los ejemplares de Clonbrin y Churchfield, en Irlanda así como los hallados en depósitos en las Islas Británicas o Centroeuropa. También usaban coraza, bien en el ámbito real como ceremonial o ritual, entre las que destaca las nueve encontradas en Petit Marais, y la de Caka, en Eslovaquia. Al margen de escudos y corazas, fueron relevantes los cascos de cimera crestada, unas armas funcionales pero también llamativas al ser vistas. En este caso, se destacan los ejemplares de la marisma de Brons, en Vikso, Dinamarca, que destacan por presentar cuernos encorvados en la forma de una lira, y cuyas cimeras debieron estar cubiertas por penachos de plumas o tal vez cresta decorativas. Es muy probable que tales cascos hayan servido para un ceremonial de culto.

Los grandes recipientes metálicos hallados en determinadas tumbas de cámara de la época final de las Urnas (900-800 a.e.c.), son piezas de una gran calidad. Uno de ellos es el vaso de bronce de la Tumba Real de Seddin. Otro destacable es el ejemplar descubierto en el ajuar de una tumba de cámara en Acholshausen, que muestra cuatro aves acuáticas que empujan un carro de cuatro ruedas  que transporta una vasija de bronce. Tales vehículos con ruedas que llevan vasijas broncíneas con forma de crátera, ánfora o urna, son célebres en Dinamarca, Bohemia y los Balcanes. Han recibido la denominación de hervidores de agua. Estos carritos escandinavos y centroeuropeos que acarrean vasijas (vasija de Peckatel, vasija de Skallerup), debieron tener una clara función ritual.

El modo funerario de la inhumación no se abandonó por completo en la época de la Urnas en la Europa occidental. Este hecho ha permitido que algunas sepulturas hayan ofrecido en sus ajuares anillos, alfileres y adornos en bronce. En la tumba de Les Gréves destaca un pectoral, mientras que en la 101 de Colombine, lo hace una hermosa diadema formada al acoplar placas de colmillo de oso polar. En los ajuares de los enterramientos nórdicos se hallan conjuntos de ornamentos que se llevaban en el cuello (torques), en las prendas (fíbulas de disco) o en la cintura (discos), además de útiles de aseo personal. La temática ornamental principal es la espiral, que posee, a buen seguro, valencias simbólicas. Se trata de una temática que tuvo, no obstante, su génesis en Centroeuropa. Entre estos utensilios destacan las navajas de afeitar escandinavas, que adoptan la forma del casco de un navío, si bien las navajas suntuosas más antiguas adoptarían la forma de ciervos, seres humanos y prótomos de caballos en el agarradero, como es el caso del conocido ejemplo de Gerdrup. Otras temáticas sugerentes fueron, asimismo, aquellos alusivos al disco solar, figurillas humanas que son viajeros en los barcos y peltas que se parecen al perfil de las hachas de ceremonias. El afeitado debió formar parte integrante de algún tipo de ritualidad religiosa.

El trabajo en oro, en forma de joyas, es destacado en la Irlanda de la última fase del Bronce Final, entre 800 y 700 a.e.c.  Las joyas halladas en los depósitos destacan por las diversas técnicas empleadas, sobre todo el troquelado, el repujado, el grabado y el cincelado. Uno de estos depósitos, el del poblado fortificado de Mooghaun North, contenía casi ciento cincuenta piezas áureas, entre ellas brazaletes, torques y collares. Una producción característicamente irlandesa fueron las abotonaduras, cuyo principal ejemplar procede de Clones. Debieron desempeñar estrictas funciones rituales o ceremoniales. Sus orígenes pueden hallarse en las fíbulas nórdicas de placas discoidales.

Una parte relevante del legado estético de la Edad del Bronce europeo parece reflejar una religiosidad asociada al culto solar. Varios objetos, decorados con espirales y entramados curvilíneos, parecen responder, de forma directa o indirecta, a este culto, como es el caso de las aves acuáticas, ruedas, círculos radiados, toros con cornamenta, barcos, carros y los personajes que en ellos viajan.

Entre las figuras en terracota del ámbito danubiano destaca una estatuilla, hoy desaparecida (se perdió a lo largo del desarrollo de la Primera Guerra Mundial), cuya procedencia se registró en el cementerio del Bronce Medio de Klicevac (Serbia oriental). Hallada en 1881 en el interior de una urna con restos humanos cremados, se dató en la segunda mitad del II milenio a.e.c. y pertenece a la cultura de Dubovac-Zuto.

El aspecto es el de un ser que se muestra emitiendo haces lumínicos o de fuego desde una esfera celestial o inframundana. Su aspecto expresionista se resalta con su vestimenta: una falda acampanada con franjas de dameros entre bandas de zig zags. Los brazos convergen en el centro al lado de la placa colgante de un collar con broche circular, ornamento que combina con un torques con puntas en espiral. A la intensidad compositiva de nariz, cejas y orejas se suma unos ojos grandes, redondos y equidistantes, con elevado poder comunicativo. El cabello se recoge en una suerte de diadema denticulada. El sentido y la simbolización de la figura es desconocido, aunque es probable que se haya ideado mostrando algún poder sobrenatural.

A fines del II milenio pertenece un carruaje de terracota hallado en el yacimiento fortificado de Dupljaja (Vojvodina, Serbia). Se trata de un carro de tres ruedas que aparece tirado por un par de ánades erguidos que portan collares al cuello. El carruaje transporta a un personaje masculino de cara de ave, ornado con colgante y un torques, vestido con túnica talar que presenta triángulos incisos y círculos. Delante de la figura el carro lleva un tercer pájaro, en una posición centralizada.

Podríamos estar ante una figura que fuese una deidad y el ave su atributo. De hecho, la presunta deidad aparenta moverse gracias a la fuerza desplegada por los servidores-ave, y quizá se encuentra en un proceso de metamorfosis-transfiguración en su propio símbolo (el pájaro). Si al carro se le otorga una función ritual, representando el recorrido del astro solar, la figura que en él se encuentra podría entenderse como una divinidad del sol que está en sacra comunión con el ánade. Conviene recordar que agua, pájaro y carruaje se reúnen simbióticamente en aquellos vehículos que transportan vasijas de bronce tan típicos del Bronce Antiguo y Medio europeo.

En tal sentido, los pájaros en el fondo de un plato de un ajuar de incineración encontrado en un yacimiento de la cultura de Lausitz, Alemania, debieron desempeñar también un papel no únicamente ornamental, sino de carácter ritual.

Unos objetos en chapa de oro cónicos y alargados, en forma de cilindros apuntados y que suelen adoptar una base acampanada son, asimismo, propios del Bronce Final europeo. S ha dicho que pudieron ser una suerte de ritones con función de vasos rituales, o carcajs ceremoniales, sin embargo, lo más probable es que sean columnas ardientes o tal vez conos que se podrían interpretar como axis mundi y, por tanto, como objetos de culto solar en la Edad del Bronce.

La cerámica del Bronce Final tuvo una funcionalidad meramente artesanal, si bien en las últimas fases del período sobresalen vasos de ofrendas, platos y urnas con decoración geométrica. Se trata de la cerámica pictográfica, normalmente hallada en cuevas, localizadas sobre todo en el Languedoc y en Charente, al sur y oeste de Francia, respectivamente. En la ornamentación destacan trazos incisos formando espinas de pez o cuadrados, además de redondeles y lo que parecen simulacros de animales con dos patas. Incluso se muestran figuras con forma humana con las manos enlazadas, a modo de danzantes.

En depósitos votivos de Europa occidental, sobre todo en Dinamarca e Irlanda, han aparecido instrumentos musicales de viento, sobre todo la cuerna, un tubo cónico abocinado, y las cornetas danesas, trompas delgadas, largas y arqueadas, denominadas lurer. En este último caso destacan los ejemplos de Rorlykke y de Tellerup. Era un instrumento que se usaría en actos sociales diversos, procesiones y ceremonias religiosas.

En el arte rupestre del Bronce Final, representado en Irlanda, Galicia, Malta, Escandinavia o Bretaña, se encuentra la representación de laberintos, reticulados, manos, cazoletas o discos que configuran todo un repertorio iconográfico abstracto. La representación figurativa, en forma de animales, personas, armas, barcos o carruajes, se muestra integrada en una escenografía de danza, guerra, de procesión, caza o de labores varias. Se trata de un arte que ignora la congruencia escenográfica si bien parece tener, a través de un dibujo esquemático, plena consciencia de su contenido narrativo.

Uno de los centros principales de este arte lo encontramos en los Alpes Marítimos, en el denominado Valle de las Maravillas, en donde se pueden apreciar casi cien mil grabados en los que abunda la presencia de representaciones esquemáticas de cabezas de buey y símbolos en forma de cono (además de puñales y alabardas). La figura humana está poco representada, aunque una de las figuras más llamativas es el denominado Brujo, un rostro de trazos abstractos del cual surgen un par de manos que tienen puñales acostados. Tal vez estemos ante una deidad con poderes cosmológicos. En este valle parece que se rendiría culto, si se estima esta interpretación, a una divinidad de las tormentas, indomable ser creador y benefactor de la lluvia que fertiliza los campos de cultivo.

Otra buena serie de grabados rupestres los encontramos en Val Camonica, en donde predominan las composiciones monumentales, con presencia de vehículos, armas, ciervos y símbolos del sol. Gracias a su cornamenta, se consideraba al ciervo, representado en manadas, como un animal regio, que debió ser venerado por su fuerza y altiva figura. Es factible que por su aparatosa cornamenta fuese señalado como un animal propiciatorio.

La más sustancial riqueza nórdica de arte rupestre de la Edad del Bronce se encuentra en Zealand, Dinamarca, y en Bohuslän y Scanie en Suecia. Parecen referirse al culto a las aguas, al sol a los animales con cuernos como el toro, así como a divinidades benefactoras de la agricultura. Precisamente en Bohuslän destaca la figura humana de un gigante itifálico que porta un hacha ceremonial o bien una lanza. Por otra parte, danzantes y gesticulantes formando escenas sobre barcos están bien representados en Engelstrup. Por debajo de un barco que es impulsado por un par de aves se desarrolla una escena de adoración a un disco, probable manifestación de culto solar. El propio buque sería símbolo de prosperidad, vida y de movimiento. También son frecuentes, finalmente, los carros de dos ruedas en las rocas de Scanie, Suecia.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP-UFM, mayo, 2021.



[1]En los cementerios de la época en toda la región de los Cárpatos se adaptó la incineración como modo funerario bastante tiempo antes de la presencia y consolidación de las necrópolis de urnas centroeuropeas. 

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