4 de enero de 2021

Arte del occidente periférico de Mesopotamia (Mediterráneo oriental) IV: arte anatólico








Imágenes (de arriba hacia abajo): ciervo de bronce con incrustaciones de plata de Alacahüyük, datado hacia 2200 a.e.c. Museo de las Civilizaciones Anatólicas; par de toros sacros en cerámica pintada, de Büyükkale, datados entre 1600 y 1550 a.e.c. Museo de las Civilizaciones Anatólicas; plano del Palacio real de Büyükkale; plano del Gran Templo de Hattusa, capital imperial hitita; ritón en plata con forma de ciervo, datado entre 1400 y 1300 a.e.c.; relieve de los Doce Dioses, Cámara B del santuario de Yazilikaya; estatuilla en oro y plata de diosa madre. Hasanoglu, finales del III milenio y; relieve de la deidad guerrera, de Hattusa, datada entre 1400 y 1250 a.e.c.

Los primeros y más arcaicos ejemplos de arte en Anatolia pueden encontrarse en las grutas paleolíticas de Karain, en donde han sido hallados varios adornos y hachas, así como en Cayönü Tepesi, lugar del séptimo milenio en el que se han descubierto alfileres y escariadores en cobre, pero sobre todo, figurillas femeninas hechas en barro sin cocer. Tras estos primeros ejemplos, tenemos que esperar a los primeros grandes poblados, Catal Hüyük y Hacilar para volver a encontrar notables ejemplos estéticos. En el primero de los asentamientos se encuentra un auténtico conjunto artístico. La arquitectura, en madera, adobe y tapial, forma en Catal Hüyük una suerte de apretado caserío sin calles entre sí. Las viviendas, con una gran sala y anejos como despensa para almacenar productos, usaban patios colectivos para evacuar los residuos. Además, cerca de las mismas se ubicaban capillas domésticas decoradas con pinturas y esculturas, con temas que iban desde el paisaje urbano de la ciudad, hasta la presencia de motivos simbólicos y geométricos (flores, círculos, estrellas) y figurativos, esencialmente de animales (aves, en especial buitres, jabalíes, leones, leopardos y ciervos), pero también manos humanas. Al mismo tiempo, son llamativos los cráneos de bóvidos en los muros de tales recintos religiosos.

Al margen de las estructuras de vivienda y las capillas, tienen presencia la serie de figurillas, en mármol y otras piedras, de una probable diosa madre. Sin embargo, la más llamativa es una figurilla de arcilla de una diosa madre entronizada asistida por una pareja de leones. En las tumbas las ofrendas consistieron en espejos de adorno, algunos de obsidiana de pequeño tamaño, y un cuchillo de sílex con una sierpe entrelazada en el mango de hueso.

En el nivel VI del Neolítico de Hacilar se constata el uso de la piedra para ser empleada en los cimientos y partes inferiores de los muros, además de madera y adobes para los soportes o como entramado principal. A partir del 5400 a.e.c. se atestigua la presencia de un recinto urbano fortificado en Hacilar, que presentaba una muralla hecha en adobe la cual guarecía talleres, santuarios, graneros y unos espacios abiertos parecidos a plazas, todo lo cual formaba la más que probable ciudadela de la ciudad. De Hacilar destacan, además, las esbeltas figurillas femeninas y una producción cerámica pintada. Esta última, característica de todas las culturas anatolias, hatti, hitita, luvio-aramea y frigia, incluye recipientes teriomorfos y antropomorfos, uno de cuyos mejores ejemplos lo constituye un cervato echado.

Entre el V y el IV milenios, gracias al empleo artesanal del bronce, Anatolia establecerá los primeros contactos con la cultura urbana mesopotámica, especialmente del sur. La economía centrada en el bronce hará posible que la región se convierta, en la segunda mitad del III milenio, en un conglomerado de pequeñas ciudades-estados. Desde ciudadelas fortificadas los soberanos gobernarían sobre ciudades y no muy extensos territorios adyacentes. Uno de esos núcleos fundamentales será Alacahüyük (2300-2100 a.e.c.), en donde se descubrieron trece tumbas regias que arrojaron diversos adornos, recipientes, joyas, tejidos, cerámicas y armas. En estos ajuares destacan recipientes como cálices, copas, cuencos y jarritas en oro, ornados con temas geométricos (líneas onduladas, cruces gamadas, círculos). Los príncipes difuntos aparecieron adornados con distintas joyas, caso de broches de alfiler, diademas caladas, armas, cetros y collares. No obstante, entre los hallazgos merecen destacarse las figurillas de animales, ciervos y toros en especial, así como los denominados estandartes o insignias en bronce, con imágenes de lo que parecen ser discos dólares y discos con animales. Estas figuritas y estandartes pudieron haber estado fijados en algún soporte, cuyo significado y función se desconocen. Pudieron coronar lechos funerarios o rituales, carros, baldaquinos o quizá el extremo de pértigas simbólicas. Los estandartes tal vez funcionaron como enseñas o emblemas tribales o guerreros, sin perjuicio de que temas como las esvásticas, las aves de rapiña o los ciervos se vincularan al culto solar.

Otros lugares destacados fueron Horoztepe, Korucutepe, Hasanoglu y el Kültepe pre asirio, entre otros varios, localidades todas que nos hablan de la presencia de poblaciones y reyes que formarían el pueblo hatti, cuya cultura (sobre todo en lo que se refiere a temáticas funerarias o rituales) pudo entrar en contacto o relación más o menos estrecha con la tradición de los kurganes esteparios.

La antigua ciudad de Kanish, al lado de Kultepe, y punta de lanza de un pequeño Estado en Anatolia central, supone la instalación, desde los inicios del II milenio, de asirios que organizan una red de delegaciones comerciales y colonias (llamadas karu), por toda la región, ahora dividida en números y muy pequeños Estados, tal vez unos cincuenta. El arte de Kanish, como el de otras ciudades-estado, es el que anuncia el arte hitita. La arquitectura de Kanish estaba formada por una ciudadela, la urbe fortificada y la ciudad baja (donde se encontraba el karum), todo ellos rodeado de murallas. El plano de la ciudad es ovalado, casi circular. En la misma destacó como estructura el palacio de Warsama.

No obstante, la cerámica pintada, denominada capadocia, con decoración geométrica en negro; los ritones (sobre cabezas de carneros y toros); los recipientes teriomorfos (estatuillas huecas de animales con una función de libación, pintadas, con las fauces de los animales abiertas y la lengua colgando); las pequeñas figuritas de dioses protectores en plomo y los marfiles anatolios, deudores de modelos sirios, completan el acervo estético de esta época.

La arquitectura hitita tiene como característica esencial su imitación y adaptación a la naturaleza, tal y como es palpable en la fortaleza de Yenicekale o el santuario de Yazilikaya. Los elementos principales que se usaron fueron la piedra (en los zócalos, como los monolíticos del templo I de Hattusa o los de la puerta de las Esfinges de Alacahüyük), la arcilla (en las paredes) y madera (en los entramados). Los hititas fueron capaces de desarrollar pilares de sustentación, arcos parabólicos y hasta sistemas abovedados en piedra. Existió una arquitectura palacial, caso de Büyükkale, estructurada en forma de edificaciones independientes entre sí pero interrelacionados a través de su función palatina, muy distinto al esquema mesopotámico de patios centralizados y un desarrollo prácticamente ortogonal; una arquitectura religiosa, también de modelo distinto al sirio y al mesopotámico, con templos de concepción cuadrada, que presentan muchas salas con accesos en cualquiera de las fachadas y con patios que no tenían que estar obligatoriamente centrados, y siempre con la cella relegada al lado de un patio; y una arquitectura militar, en la que se observan glacis empedrados, murallas dobles, torres almenadas, ciudadelas y terraplenes de grandes dimensiones.

En Hattusa destacaron varios espacios arquitectónicos, Uno de ellos fueron la ciudadela fortificada y el palacio regio de Büyükkale. El palacio-ciudadela se encontraba rodeado por una muralla con tres puertas de acceso fortificadas. El conjunto contaba con una tríada de patios escalonados porticados y con pilares cuadrados. El inferior era la zona de las recepciones, el del medio para los actos de homenaje y el superior la residencia privada. Por su parte, el llamado Edificio A era una biblioteca con un vestíbulo sostenido por cinco pilares, mientras que el Edificio E se considera fundamento de un origen hitita (realmente es sirio), del bit hilani, o pequeño palacio porticado con salas alargadas, que es característico de la Siria del I milenio a.e.c. El Edificio D, de dos plantas, poseía una entrada monumental. Su gran sala pudo ser el salón del trono y de las audiencias oficiales del soberano. se trata de una arquitectura que puede ser el antecedente de las apadanas de Persia o de las salas regias de Urartu.

En Hattusa los templos principales serán el del Dios de las Tormentas y el de la Diosa Solar de Arinna, si bien el ejemplo más sobresaliente de la arquitectura religiosa se encontraba extramuros, en el santuario de Yazilikaya. El santuario hacía las veces de templo y de columbario de las cenizas del monarca concretamente Tudhaliya. Desde una entrada doble se llegaba a un patio desde el cual se entraba en un espacio rocoso que tenía deidades esculpidas en relieve. En la arquitectura militar destacaban las murallas de grandes bloques de piedra almenada de adobe, con presencia de grandes puertas fortificadas.

Los artesanos y artistas hititas eran hombres jurídicamente libres, muy reconocidos por sus clientes en virtud de que eran estimados y protegidos. Por sus conocimientos y realizaciones las comunidades, los sacerdotes o el propio rey les otorgaban parcelas de tierra. En sus servicios se organizaban en talleres y obradores, como fue el caso de los talleres de orfebres.

El relieve y la escultura hititas, desarrollada esencialmente entre 1400 y 1190 a.e.c., se realizaba en piedras como el granito o la caliza, aunque también existió una estatuaria en bronce de pequeño formato. La escultura encontró su expresión fundamental en el arte monumental, de forma que estuvo ligada a la arquitectura. Las esculturas más antiguas son aquellas que decoraban las tres puertas principales del recinto amurallado de Hattusa, llamadas Puerta de los Leones, Puerta de las Esfinges y Puerta del Rey, respectivamente. En la Puerta del Rey se aprecia un personaje armado, una deidad guerrera que protege el acceso urbano, con su torso desnudo y pies descalzos, llevando un casco con cuernos, un hacha de mango largo y una espada a la cintura. La Puerta de las Esfinges muestra figuras míticas con las alas desplegadas y tocadas con un bonete de cuernos. En la de los Leones se aprecian prótomos de león con las fauces abiertas.

En Alacahüyük, por su parte, encontramos también prótomos que sobresalen de las jambas de la puerta de un recinto de carácter sacro, y que portan collares en sus gargantas. Del mismo modo destacan aquí una serie de semi ortostatos ornados con bajorrelieves, con figuras planas y formas corporales muy estilizadas. Se representan escenas, todas ellas de carácter religioso, de deidades que reciben tributo, sacrificios reales, procesiones de sacerdotes, la caza del toro o del ciervo, además de acróbatas, músicos o guerreros.

La obra primordial del relieve hitita está en el santuario de Yazilikaya, cuya forma final se debió al rey Tudhaliya IV (1250-1220 a.e.c.). Posee dos cámaras principales, la de la Fiesta de la Primavera y la que hace la función de templo funerario y columbario del soberano, de menor tamaño. En la primera, aparecen esculpidas la imagen del rey además de sesenta y cuatro imágenes de deidades ordenadas en dos procesiones, la de los dioses varones y la de las diosas. Los dos cortejos convergen frente a frente encabezados por la diosa Hepat y el Dios de las Tormentas, además de su hijo Sarruma. La otra cámara, lugar de culto a los fallecidos, muestra una escultura de Tudhaliya, además del llamado Dios-espada, la famosa procesión de los Doce Dioses de la inmortalidad y una imagen del dios Sarruma, que aparece en actitud de proteger al rey con su brazo. En la procesión se obtiene la impresión de desfile a través del entrecruzamiento de las piernas y por los puños de las manos izquierdas levantados en gesto de oración. Al margen de Yazilikaya, otros espacios como Hanyeri, Gavurkalesi o Karabel son evidencia de un gran relevancia de los relieves rupestres. Finalmente, debe mencionarse la escultura imperial en bronce, como la estatuilla del Museo de Ankara y los bronces de Dogantepe.

Al margen de la cerámica monocroma los recipientes policromados con ornamento de relieves adosados y los vasos teriomorfos conforman ejemplos destacados del arte hitita. En los vasos terioformos, de forma libre o enmarcados en bandas con decoración geométrica se figuraban animales, objetos varios, edificios y personas en actitud de caza, celebrando rituales o configurando procesiones. Se destaca sobremanera el fragmento de Bitik, en donde se muestra una ceremonia religiosa distribuida en tres frisos. Por otra parte, también debe mencionarse los Toros de Inandik, usados, quizá, para libaciones, y el pato bicéfalo, datado en el siglo XV a.e.c. Finalmente, en la orfebrería sobresalieron los amuletos y los colgantes de oro.

En los primeros siglos del I milenio a.e.c. se desarrolla la denominada etapa luvio-aramea, ápoca de principados y reinos neohititas al norte de Siria y sureste de Anatolia, con gentes de lengua luvita y aramea. Se trata de un mundo heterogéneo, suprarregional con presencia de innumerables pequeños Estados que presentan detalles artísticos de raíces luvitas y arameas, aunque todos ellos comparten un ambiente estético próximo. Estos reinos arameos y luvitas transitaron una triple fase histórica. Una primera de formación, entre 1200 y el siglo X, una segunda (siglo IX y primera mitad del siglo VIII a.e.c.), de fuerte rivalidad con Asiria, y una tercera de decadencia en la segunda parte del siglo VIII.

Los principados luvitas se asentaron en antiguo territorio hitita. La mayoría de ellos reconocían los antiguos estados como Milid o Karkemish. Eran Estados ubicados en zonas con una espléndida protección geográfica que facilitaba el control de las vías de comercio y comunicación así como los yacimientos de hierro. Por su parte, en los siglos XIV y XIII a.e.c., los arameos ocupan la región de Tadmor y las estepas situadas entre el Éufrates y el Habur. Tras el fin de Mitanni-Hanigalbat se asientan en tierras altas y valles de la Yazira. Destacan, entre otros, los reinos de Bit Adini, cuyo centro básico fue Til Barsip, y Bit Bahiani. Los arameos, de origen y mentalidad nómada, de modo análogo a los luvitas, de tradición sirio-mitannia e hitita, presentaban un determinado sentimiento grupal, en virtud de lo cual el modelo gentilicio predominó en una concepción paternalista del poder y del Estado.

Es relevante destacar que luvitas y arameos no fueron comunidades enfrentadas, sino que convivieron pacíficamente, sobre todo entre 1075 y 934 a.e.c., hasta que la Asiria del rey Adadnirari II se empeñó en la conquista de Siria, de forma que tanto Aram como el Gran Hatti serían sus enemigos. Amenazados y atacados por Salamanasar III, sería sin embargo Sargón II, a fines del siglo VIII a.e.c., el que les daría el golpe de gracia, provocando la decadencia del mundo arameo-luvita, lo cual trajo consigo el fin de las construcciones y el abandono de ciudadelas y palacios.

El arte de toda esta región luvio-aramea presenta gran solidez. Se trata de un arte único, común, con una base sirio-luvita y capaz de elaborar un nuevo lenguaje que es común y a la vez diversificado, con ciertas singularidades distintivas motivadas por causas cronológicas, regionales o debido a la exposición de influencias extranjeras. El artista luvio-arameo, que reflejaba un mundo de creencias religiosas (ligadas a la naturaleza, al paisaje, las rocas y las montañas), y de costumbres propias, gozando de una condición social de estima y respeto, utilizó piedras (sobre todo calizas, la andesita y el basalto, esta última en relieves y esculturas), metales, arcillas y maderas.

En la arquitectura, el trazado urbanístico luvio-arameo regulariza la separación entre la ciudadela y la ciudad baja, con una presencia de una arquitectura palatina en la que los palacios no se insertan en la trama de la ciudad sino que se aíslan en la ciudadela, ubicada en el centro pero muchas veces también en un lateral. Además, hay evidencias de murallas externas con torres y almenas, con zócalos y cimientos pétreos. Son realizadas en adobe con entramados de madera. En el interior del recinto urbano destaca el módulo palacial conocido como bit hilani por los asirios. El palacio presenta dos grandes salas angostas y alargadas con los ejes paralelos a la fachada. El exterior se ornaba de ortostatos esculpidos. La primera sala, un pórtico sostenido por columnas o atlantes sobre basas talladas o pedestales teriomorfos (como los leones echados de Tell Taïnat), destaca sobremanera del conjunto. Este típico módulo se puede apreciar en Tell Taïnat, Sam’al o Guzäna. Las construcciones reales o religiosas, incluyendo el bit hilani asociaban en sus estructuras elementos escultóricos, sobre todo bajorrelieves y esculturas portantes.

En la escultura hay que reseñar los ortostatos, las estelas funerarias, los pedestales teriomorfos, las basas decoradas de columnas, los leones pétreos y algunos ejemplos de escultura exenta. Entre los primeros destacan los sillares-ortostatos de Milid, donde encontramos el del rey Sulumeli, que ofrece un sacrificio y una libación al dios de las Tormentas; aquellos de la procesión de las sacerdotisas, la diosa Kubaba, y otros con carros guerreros y portadores de ofrendas; los del Muro de los Héroes de Karkemish, con presencia de deidades en tallas planas cuyas referencias iconográficas son sirias y mitannias; los dedicados al rey Yarini y familia en una escenografía cotidiana, también en Karkemish; los de Sam’al (además de estelas) con el ciclo del rey Kilamuwa (fines del siglo IX a.e.c.) o aquellos de la época del soberano que lleva por nombre Bar-Rakib. Entre las estelas funerarias, de creación aramea, sobresalen la estela de Tell Afis-Hazrek, que representa a una princesa con tocado y una fíbula frigia en su vestimenta, y las estelas de Marqasi (siglos IX-VIII a.e.c.). Entre estas últimas se destaca una que muestra una pareja abrazada y, sobre todo, la dedicada al recuerdo de Tarhunpiya, que aparece de pie sobre las rodillas de su progenitora con una tablilla.

Dentro del grupo de pedestales teriomorfos, basas de columna tallada y leones pétreos, las referencias principales son el pedestal doble de Karkemish, en basalto, con dos leones que muestran la lengua sobre el labio inferior y un hocico arrufado; las dobles esfinges de Sam’al y Sakcagözü; los leones gemelos y echados de Tell Taïnat; las esfinges de Azitawandiya y los leones guardianes de puertas de Milid o de Aïn Dara. Los rasgos característicos constan de fauces muy abiertas, el hocico arrufado y una melena que forma algo semejante a un collar.

En la escultura exenta merece atención la estatua sedente sobre pedestal del dios Atarluha, esculpida en la época del rey Katuwa, con la presencia de un hombre-ave que sujeta a dos leones, y la estatua de un rey divinizado que fue descubierto en Sam’al. Además, hay que mencionar la estatua barbada y con sandalias llamada el coloso de Milid, el relieve del dios Tarhu en Ivriz y el relieve del rey Warpalawa. La deidad, barbada y con cabello, aparece vestida (al modo hitita) y con tocado, mientras que la imagen (de influencia asiria) del soberano, Warpalawa, se muestra con un manto arameo pero prendido con una fíbula frigia.

Entre las artes complementarias la cerámica, de influencias chipriotas, tuvo cierta relevancia, destacando pequeñas jarras decoradas con una serie de círculos concéntricos de color rojo y negro. También tuvo significación artística el arte eborario, de tradición siria e hitita, como se aprecia en el ejemplo de las figuras de músicos tallados en cajitas redondas que fueron halladas en el palacio de Kalhu, y algunos recipientes metálicos, como el conocido ritón de Marqasi o la placa pectoral dorada que representa un árbol de vida y dos cabras en actitud rampante.

Unas tribus provenientes, probablemente, de Tracia se asentarían en la meseta anatólica conformando un reino hacia el siglo IX a.e.c. con capital en Gordion. Se trataba de los musku (según acepción asiria), mejor conocidos como frigios a partir de las fuentes griegas. Hablamos de un pueblo de habla indoeuropea cuya presencia se borraría de la historia hacia 690 a.e.c. cuando Gordion cayó conquistada por los cimerios. El territorio de Frigia sería conquistado por los lidios. Su arte refleja la asimilación de las singularidades y el espíritu anatólico de siglos, lo cual incluye una arquitectura en madera, adobe y piedra, relieves, decoración mural y una cerámica pintada.

La ciudad de Gordion estaba protegida por murallas pétreas, con edificaciones, como el palacio real, en forma modular siguiendo la idea del megaron anatólico. Algunos de los muros externos de las casas se ornamentaban con placas de cerámica decoradas. Además de relieves de animales (toros, leones y caballos) o de seres míticos (grifos), el arte frigio destacó por sus espléndidas fíbulas.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, enero, 2021


 

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