18 de marzo de 2025

El Minotauro en Roma: rasgos de humanización

Fragmento de un kylix de figuras rojas de Vulci, del siglo IV a.e.c., con Pasifae y el bebé Minotauro. Cabinet des Médailles, París.

A partir del siglo I a.e.c., los poetas romanos utilizan la naturaleza mitad humana, mitad bestia del Minotauro para examinar tanto la naturaleza de las emociones (sobre todo la pasión) como sus propios actos creativos como poetas. La historia del Minotauro siempre aparece entrelazada con la de Ariadna, si bien en los poetas romanos, desde Catulo, los trágicos sufrimientos individuales de la joven a manos de Teseo se convierten en heridas que deben interpretarse juntas; así, abandono para Ariadna, y brutal muerte para el híbrido Minotauro. De este modo se entiende la sorprendente afirmación de Ariadna en Catulo, quien lamenta su decisión de salvar a Teseo, pues condujo a la muerte del Minotauro, al que se refiere como su hermano mayor. El Minotauro puede ser representado en términos incongruentemente simpáticos y, por tanto, humanos (Ov. Met. VIII, 131-174; Ars am. I, 290-326; Virg. Aen. VI, 20-32; Ecl. VI, 44-60).

La forma del Minotauro es siempre la del tradicional hombre con cabeza de toro. Al mismo tiempo, aunque se humaniza al Minotauro, nunca se le hace propiamente humano. Los poetas romanos no ofrecen ninguna sensación de pensamiento emocional interior articulado. Los escritores se centran en el punto de equilibrio entre sus aspectos humanos y animalescos, sin permitir que se deslice en demasía hacia ninguno de los dos lados. Los poetas de época de Augusto vieron en el Minotauro la posibilidad de una identidad casi humana, algo que también aparece en las representaciones visuales.

Los pintores de un par de vasos encontrados en Etruria, por ejemplo, retratan imaginariamente al Minotauro como un niño con su madre humana. Es el caso del interior de una kylix etrusca de figuras rojas, de Vulci, de la primera mitad del siglo IV a.e.c., hoy en el Cabinet des Médailles de la Biblioteca Nacional de Francia en París, en donde se observa un bebé Minotauro sobre el regazo de su madre. Esta tierna relación entre madre e hijo ya aparece, no obstante, en la obra Los Cretenses, de Eurípides, de la que solamente sobreviven algunos fragmentos.

Pero no se puede olvidar que ya se encuentra una nota de que el Minotauro tenía un nombre real, por consiguiente humano (Asterio), ya en Apolodoro (Bibl., III.11-12). El significado de tal nombre es el de estrellado, lo cual lo relaciona con el nombre celestial de su madre, en tanto que Pasifae significa todo resplandeciente, y, a través de ella, con su abuelo el dios solar Helios.

El nombre sugiere, asimismo, un lugar para el Minotauro en la familia real cretense, ya que el padrastro de Minos, también un Asterio (o Asterión), falleció sin descendencia. Por otra parte, el geógrafo griego Pausanias (siglo II) informa de que Teseo derrotó a Asterión, un hijo de Minos. De un modo análogo a los mitógrafos racionalizadores, Pausanias (II, 31, 1), incorpora historias racionalizadas en su narrativa, por lo que puede estar pensando en un Minotauro plenamente humano, pues advierte que Asterión superó en valor a los otros muertos por Teseo.

Para los racionalizadores del mito, el Minotauro se convierte en una persona corriente, específicamente un adúltero, un general e, incluso, un secretario, tal y como hace el escritor bizantino Tzetzes (Chil. 1522-1530). El Minotauro es siempre excepcional sobre todo porque es representado como el fruto de un proceso biológico, la unión sexual de Pasifae y un toro.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2025.

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